El Socialismo marxista y la Democracia Participativa son dos polos opuestos

DemocraciaParticipativa.net

 

 Documento aprobado por el Equipo Gestor de la PDCI
el 29 de marzo de 2023

Rechazamos la tendencia que se ha ido extendiendo en lo que va de este siglo con el argumento de que el socialismo marxista es un ideal que sus defensores promueven como una solución a todos los males. Alegan que "nunca se ha puesto en práctica" sino que lo han adulterado en los países donde el intento ha fracasado porque las reformas se han desviado a un "capitalismo monopolista de Estado".

No perciben estos neomarxistas los motivos fundamentales de esas desviaciones y esos fracasos que quedan demostrados en múltiples estudios al alcance de todos. Estos neomarxistas proclaman que luchan por una "sociedad de productores libres" en un Estado compuesto por una "asociación de individuos libres". El problema de esa "sociedad de productores libres" que formó parte del pensamiento expresado por Marx en sus escritos, es que, pese a esos planteamientos, la obra de Marx pasa sistemáticamente por alto el valor de la libertad individual, pues siempre estaría subordinada a la importancia de la igualdad o a la afirmación de la determinación colectiva de la sociedad. No es posible encontrar un lugar donde Marx se dedique a descubrir metódicamente el concepto de libertad implícito en la frase "asociación de individuos libres" que usó para caracterizar su ideal del "comunismo" como lo presenta en El Capital.

No obstante, la explicación de ese fracaso puede simplificarse en pocas palabras. El problema es que para llegar a ese socialismo marxista ideal es indispensable una reforma radical de la cultura y de la estructura social. Para poder realizar esa reforma radical, no hay otra opción que un estricto control Estatal que obligue a todos a entrar por el aro. Por consiguiente, este sistema entroniza en el poder a una élite "revolucionaria" que se arroga el derecho a tomar decisiones por todo el resto de la población. Y, como bien dijo Lord Acton: "El poder absoluto corrompe absolutamente".

Por eso el socialismo marxista es utópico, porque nunca logra establecer lo que propone: comienza con una dictadura supuestamente “del proletariado”, que seguidamente se desvía al totalitarismo y que acaba en un sistema mafioso, vertical y corrupto. Así es como se ha desarrollado en muchos escenarios a lo largo de la historia a partir de sus orígenes en el siglo XIX.

No obstante, la democracia participativa es un mecanismo de gestión económica, política, social y cultural que permite a los ciudadanos intervenir e influir en la toma de decisiones en un Estado de derecho que proteja la libertad de pensamiento, de expresión y de asociación.

Por consiguiente, la democracia participativa abre las puertas al diálogo que conduzca a un debate civilizado en el que se respeten las opiniones de todos los participantes y se tomen decisiones mediante la negociación o un proceso de votación secreta de los ciudadanos. Por tanto, es un mecanismo de acción política y NO es una ideología en sí.

Este mecanismo descansa en un concepto de "acción comunicativa" mediante un procedimiento de "ética formal" que Jünger Habermas nos ha estado planteando desde el siglo pasado, según el cual, en  el proceso de la comunicación, hablante y oyente intercambian implícitamente nociones morales, aunque su punto de partida no es la conciencia moral (faktum de Kant) sino el hecho de la comunicación. Para Habermas, “el que expresa un punto de vista moral está suponiendo que expresa algo universalmente válido” y elabora afirmando que la universalidad se logra en el diálogo, en el discurso, y está implícita en la comunicación. Para el logro de esa universalidad en una auténtica democracia participativa son indispensables también la negociación y el respeto mutuo.

Mediante esa interacción democrática, las ideologías y los programas políticos que se manifiestan con igual respeto a la libertad de expresión y elección están en libertad de participar en el diálogo y la negociación en un mecanismo de participación democrática,  salvo aquellas tendencias que pretendan eliminar o hacer cambios radicales al sistema y a los mecanismos democráticos mediante estrategias revolucionarias o programas que sometan o repriman a las minorías.

Las transformaciones y cambios sólo alcanzan un grado de legitimidad si se realizan mediante el diálogo, la negociación y el respeto mutuo. Afirmamos que la participación democrática permite tomar decisiones negociadas o mayoritarias en la interacción con las filosofías e ideologías políticas que compitan dentro de un sistema de respeto al sistema establecido y a los derechos humanos en su totalidad.

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