Lo observado luego de las elecciones presidenciales del 28-J no deja margen de duda para la mayoría de los venezolanos y la comunidad internacional de la entraña dictatorial del régimen madurista, aclarando así todo argumento de la politología nacional que insistía en edulcorar la administración mas represiva de nuestra historia.
Los hechos signan el inicio de las dictaduras, pero no prefiguran su caída con certeza, siendo su característica fundamental la pretensión de mantenerse en el poder eternamente convirtiéndolo incluso en hereditario, sin escrúpulo alguno se fijan el objetivo así conviertan a sus países en un cementerio, y a los poderes públicos en un guiñapo de adulantes a su servicio.
Los regímenes tiránicos del siglo XX conocieron caudillos que prefirieron morir en el mando antes que alternarse en el poder: Il Duce Benito Mussolini en 1945, Adolf Hitler igualmente en 1945, Josef Stalin en 1953, Francisco Franco en 1975, todos sin excepción creyeron que su posteridad tendría como destino la eternidad en el poder.
Otros en América Latina en la segunda mitad del siglo pasado cuando proliferaban “los gorilas del cono sur” en tiempos donde Venezuela era el oasis de la democracia en el continente, no pudieron ir tan lejos como sus predecesores y prefirieron ceder ante la presión popular por el restablecimiento de la democracia. La Argentina de Videla y Galtieri debió dar paso a Raul Alfonsin, el Brasil de Castelo Branco a Tancredo Neves y Jose Sarney, el Chile de Pinochet derrotado en un plebiscito entregó el poder a Patricio Alwin, el Uruguay de Bordaberry cedió a Julio María Sanguinetti, el Panamá de Noriega a Guillermo Endara.
En ese orden pudiéramos mencionar por su contemporaneidad las experiencias de Bolivia, Perú, Ecuador, Paraguay, resaltando que, sobre la base del derrumbe de estas sanguinarias tiranías, desde la década de los 90 hasta el presente siglo XXI ha florecido con todos los bemoles la más amplia etapa democrática en el continente.
Como se puede deducir de nuestra historia latina, los caprichos de Maduro no tienen otro destino que su salida del poder, la magnitud de la derrota del 28 de Julio tuvo el efecto de un torpedo en el cuarto de maquinas en alta mar, al evidenciar su deslegitimación total ante el pueblo y la comunidad internacional.
Además, la “revolución bolivariana” de Chávez y Maduro carece de la épica de la revolución cubana que llegó al poder luego del derrocamiento del dictador Fulgencio Batista en 1959, o de la revolución sandinista que derrocó a Tachito Somoza en Nicaragua en 1979. Aun cuando posteriormente tanto castristas como orteguistas traicionaron a sus pueblos, implementando horrendas dictaduras, no le resta el valor de los pueblos cubano y nicaragüense de entregar sus vidas en procura de la libertad y la democracia.
En el caso del chavomadurismo es patético, llegó al poder en 1999 a través de elecciones, promovida por un sistema democrático que no le cerró las puertas, permitiéndole participar y acceder al gobierno, para luego convertir al país en la ruina que ha sufrido durante el siglo XXI, igualmente pervertir sus instituciones públicas puestas al servicio de una casta cívico-militar.
A Maduro y a su séquito le llegó la hora de partida y su entorno lo sabe, de allí su desesperación de lanzar basura a un acto cívico valiente y glorioso, gestado bajo el liderazgo de Edmundo González, de María Corina Machado y de la decisión de un pueblo buscando salir de la dictadura. El próximo sábado 17 de agosto el mundo será testigo de la valentía de un país en procura de la libertad y la democracia.
Froilan Barrios Nieves Movimiento Laborista