Justificar en aras de la seguridad -que es el anillo físico que nos protege- una intromisión o limitación en la privacidad del ciudadano o en el derecho de la prensa a investigar e informar cualquier acto gubernamental, es una violación flagrante de la libertad de expresión que proclama la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos y que nos hacen recordar en algo los actos represivos de José Stalin en el comunismo soviético contra el ciudadano común.
Sabemos que el balance entre el respeto a la privacidad y el fortalecimiento de la seguridad que protege al ciudadano, requiere de precisiones técnicas por parte de la investigación, y de principios inviolables que garanticen la individualidad y eviten la masividad arbitraria en las escuchas, por parte del Gobierno.
Cuando el presidente Richard Nixon se negó a publicar los comprometedores Documentos del Pentágono en 1971, relacionados con la guerra de Viet-Nam, la Corte Suprema de los Estados Unidos dictaminó “que el poder del gobierno de censurar a la prensa fue abolido para que la prensa tenga siempre libertad de censurar al gobierno e informar al pueblo”.
Si esta maravillosa sentencia de jurisprudencia del Alto Tribunal, escrita por el magistrado Hugo Black, sigue vigente como al igual la Primera y la Cuarta Enmienda de la Constitución Norteamericana -que protegen la libertad de expresión y la privacidad del ciudadano- entonces el gobierno y el Congreso de los Estados Unidos, tienen que revisar con extrema urgencia el espionaje masivo injustificable contra la prensa, contra los ciudadanos y contra los gobernantes de países amigos.
Cualquier violación de ambas enmiendas, no solamente debilita la institución democrática de los Estados Unidos, sino que alienta y fortalece al terrorismo que nos acecha permanentemente.
Una prensa libre e independiente y los ciudadanos con su privacidad plenamente garantizada, diferencian las democracias de Abraham Lincoln, Ronald Reagan y John F. Kennedy con las tiranías de José Stalin, Adolfo Hitler y Fidel Castro.
Por todo lo anterior es que resulta inconcebible, violatorio y perjudicial para los Estados Unidos:
• La persecución directa al periodista James Rosen de Fox News.
• El espionaje telefónico contra los periodistas de la agencia AP (Associates Press), como denunciara su presidente Gary Pruitt ante los miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
• La orden del discutido tribunal FISA (Ley de Vigilancia de Inteligencia Extranjera), que autorizó a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) a obtener registros de millones de llamadas en la red de la compañía telefónica Verizon. Este acto fue una burla grotesca del respeto que esta gran nación debe tener a la dignidad de la persona humana estadounidense.
• La vigilancia a profundidad y en vivo, a través del programa PRISMA, que permite acceso a correos electrónicos, registros de chat, tráficos de voz, transferencia de archivos y datos en las redes sociales de gobernantes extranjeros, ciudadanos de países amigos y estadounidenses, a través de los servidores Google, Facebook, Microsoft y otros servidores, es un acto de espionaje masivo que contradice el espíritu libre y respetuoso de los Padres Fundadores de esta nación.
Nos preguntamos, ¿puede Estados Unidos grabar una conversación de uno de sus ciudadanos sin el consentimiento del afectado?
Definitivamente no puede, a no ser que medie una orden judicial clara, precisa, temporal e individual de un tribunal competente.
La Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos sentencia con claridad meridiana que ‘el Congreso no aprobará ley alguna que coarte la libertad de expresión o de prensa’.
Hay que convenir que si esta ofensiva de intromisión del Gran Hermano vigilando al ciudadano se mantiene con la agresividad actual por parte de la Casa Blanca, con la autorización del Congreso, no solamente peligra la propia libertad de expresión del ciudadano, sino que la supervivencia del periodismo de investigación en Estados Unidos, quedará herido de muerte.
No creemos que cercenar o limitar la libertad de expresión sea el mejor camino de consolidar una mayor seguridad para los estadounidenses ni para los países amigos. Esto es un sofisma.
La libertad tiene aristas muy dignas y humanas que no deben alterarse por excesos innecesarios de control y espionaje, ni a ciudadanos estadounidenses ni de países amigos.
Dejemos la intromisión en el teléfono celular de Angela Merkel, la gobernante amiga alemana, y de otros mandatarios y ciudadanos de países amigos, para los tiranos deleznables que quedan por el mundo, pero no para realizarla nosotros.
Y si lo hemos hecho por error o excesos de celo, pidamos excusas y demos garantías sólidas de no repetirlo.
La libertad se defiende con libertad, moral ciudadana y armonía social...
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