LA BIBLIA EN LAS ESCUELAS

La Biblia y las Escuelas

Llama la atención un reciente y detallado artículo (marzo 12, 2019) de la columnista del El Miami Herald, Fabiola Santiago, relacionado al tema del título, donde recomienda el uso del libro sagrado sólo en la casa y no en las escuelas, para que la separación de Iglesia y Estado se mantenga como hasta ahora es interpretada por muchos.

No obstante, sería oportuno aclarar que ese concepto de separación se origina con el propósito de que el Estado no pueda favorecer, patrocinar o aliarse a una religión o nominación religiosa en particular, lo cual lo convertiría en una teocracia, al estilo de Irán. Y eso no lo aprobaría nuestra Constitución en manera alguna.

Dicho esto y entendiendo que lo que los cristianos y judíos llamamos Biblia y Torah contienen un compendio de escritos de ambas tendencias, el uso discreto y sin obligación de secciones de las mismas, no implicaría forzar como Estado (entiéndase Junta Escolar, municipio, condado, estado o nación) a ninguna religión en particular; por tanto, no se estaría violando el concepto de separación arriba mencionado. Tanto menos, como lo que se pretende es incluir consejos, recomendaciones o relatos históricos de los textos, de una manera ocasional, no de una forma programada al estilo de una prédica formal.

Si a esto agregamos que en un alto procentaje la población de los Estados Unidos cree en Dios y de ésta, una inmensa mayoría es cristiana, sin excluir una respetable proporcIón de judíos, el limitar el uso de la Biblia al hogar, privando a la sociedad que nos reemplazará de las sanas nociones cívicas y espirituales contenidas en la misma, sería un sin sentido para las generaciones que nos sucederán, al excluir de la enseñanza básica la base judeo-cristiana con la que se fundaron los Estados Unidos de América por los Padres de la Patria.

Si asimismo consideramos que el “En Dios Confiamos” se encuentra en nuestras monedas, que la Constitución expresa que hemos sido “creados” iguales, que los presidentes e infinidad de autoridades elegidas juran sobre la Biblia su fidelidad a la Constitución. Si constatamos que las sesiones de Congreso y Senado comienzan con una invocación por capellanes designados y que nuestros barcos de guerra tienen una capilla común, también con capellanes de las principales religiones, parecería una tosudez insistir en negar a nuestros hijos y nietos los principios básicos de la Biblia, cuando, sin embargo, no se cuestiona la enseñanza anticipada de asuntos sexuales y se insiste -como dogma de fe de una imaginaria religión- en la teoría de la Evolución sin permitir ni siquiera la mención de la teoría de la Creación. Las dos son teorías, pero una se desecha en nuestros centros de estudio.

En plena libertad académica, es bochornoso que la otra se excluya… mientras no se permita ni siquiera mencionar contenidos de un libro sagrado llamado Biblia. Oremos para que todo esto cambie, sin fanatismos, por el bien presente y futuro de nuestra sociedad planetaria. Amén.