Se ha desarrollado una corriente neomarxista que sigue proclamando la idea leninista de la lucha de clases y la dictadura del proletariado como si cualquier enfrentamiento entre los sectores de un país o la realidad de cualquier dictadura, sea del proletariado o no, pudieran identificarse con la democracia por el simple hecho de que se está proclamando una revolución del "pueblo" y para los "pobres".
Ahora se está poniendo de moda aplaudir socarronamente al Papa Francisco, tergiversando su posición a favor de los pobres con la pretensión de que sus intenciones se orientan a revivir y legitimar la Teología de la Liberación que enarbolaron Fray Betto, Camilo Torres Restrepo, Gaspar García Laviana y muchos otros religiosos que izaron la bandera marxista como si fuera un mandato de Cristo, a la sombra del Padre Gustavo Gutiérrez o del teólogo apóstata Leonardo Boff.
Todos estos han hecho la labor de zapa de apropiarse de una idea muy cristiana como es la teología de la liberación y transformarla en una doctrina revolucionaria y marxista que se coloca en las antípodas de la prédica de Jesús. Para el observador avezado de estos fenómenos sociopolíticos, es evidente que vuelven a aplicar la táctica de robarse palabras y conceptos para darles otro significado con el disfraz de que responden a las aspiraciones legítimas de los pueblos. Así lo hicieron con términos como "democracia popular", calificando como tales a las que nada tenían de popular en el siglo XX, o con "democracia participativa", que proclaman los abanderados del Socialismo del Siglo XXI, pero cuyos gobiernos nada tienen de participativos. El "partido del pueblo" era para esos seudodemócratas el que tomaba el poder a nombre de un sector extremista y agresivo, y "burgués" era (y es) todo aquel que no es revolucionario y se atreve a desafiar la dictadura.
Pero todos esos conceptos son legítimos si se conserva su raíz y se respeta su significado esencial. Por lo tanto, en el caso del cristianismo se ha desarrollado durante toda su historia una "teología de la liberación" y es a esa teología legítima a la que se refiere el Papa Francisco.
En una entrevista que le hizo Manuel Ugarte Cornejo en 2005, cuando todavía era el Cardenal Bergoglio, señaló que "esta hermenéutica, esta metodología, ha sido juzgada por la Congregación para la Doctrina de la Fe, en su Instrucción «Libertatis nuntius» como un error porque desde esa perspectiva lo que se está haciendo no es teología sino sociología religiosa ... y seguramente el hecho de que esta Teoría Marxista de la Liberación se quede en un plano meramente político es uno de sus defectos principales."
Su error consiste, sigue subrayando, en que según esta errónea interpretación "Jesucristo es visto como un líder político, como un revolucionario, como un subversivo -así lo han llamado-, y se pierde de vista su dimensión divina y su sacrificio humano". Precisamente el error de Judas y de muchos discípulos que buscaban un mesías que fuera "Rey de los judíos". Y abunda en esta entrevista en que se trata de "una visión muy reductiva, porque la Iglesia es vista como el pueblo oprimido que lucha por su liberación, se interpreta como «iglesia popular», un nombre que se plasmó en la Nicaragua de los años '80 ... y se entiende a la Iglesia como los que luchan por la liberación, por lo tanto quienes no participan de esa lucha no son iglesia, quedan de alguna manera excluidos, lo cual lleva a la herejía."
Más adelante, refiriéndose a Gustavo Gutiérrez, uno de los principales proponentes de esta falsa teología de la liberación, señala con precisión que: "Efectivamente, él habla de la «opción por los pobres» y dice que la Teología de la Liberación surge como un modo concreto de solidarizarse con los oprimidos. Y así entendido seguramente no habría mayor problema ... Pero la dificultad está en entender qué cosa significa pobre para la Teología de la Liberación, y en concreto para Gustavo Gutiérrez. Una revisión de sus principales libros muestra que para él pobre no es el humilde, el que confía en Dios, no es ni mucho menos el que nos presenta la Sagrada Escritura; pobre para él es el proletario, y cito textualmente de «La fuerza histórica de los pobres» en la pág. 79, «el proletario que es explotado y que lucha justamente por su liberación». Para él pobre es el miembro de una clase que está enfrentada y en lucha contra otra clase social explotadora y opresora. Una concepción ideológica marxista que tiene él de pobre. Esa es la dificultad"
Cuando todavía era el Cardenal Ratzinger al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Benedicto XVII aclaró que "se puede reconocer clarísimamente la mezcla entre una verdad fundamental del cristianismo y una opción fundamental que no es cristiana, lo cual hace aparecer el conjunto como algo seductor. El Sermón de la Montaña es la elección de Dios a favor de los pobres. Pero la interpretación de los pobres desde la dialéctica marxista de la historia y la interpretación de la elección en el sentido de la lucha de clases, representan un salto «eis allo genos" (hacia otro género) en el cual, lo contrario se presenta como idéntico". Nada menos que el "neohabla", el método de tergiversar las palabras y los conceptos que tan magistralmente desenmascaró George Orwell en su famosa obra titulada 1984.
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