La Federación Rusa acaba de reconocer al Consejo de Transición de Libia, como único órgano legítimo de poder. Apareció primero una nota en la página de Internet de la cancillería rusa. Después el ministro Serguei I. Lavrov, en el discurso de apertura del curso escolar en el Instituto Estatal de Relaciones Exteriores de Moscú fue mucho más explícito. En el Kremlin se alegran de la retirada (forzada) del poder de Gadafi. Lavrov recordó que el presidente Dimitri A. Medvedev pidió desde el pasado mes de mayo que Gadafi debía abandonar el poder. Pero en esta ocasión el canciller volvió a su crítica habitual a la labor de la OTAN en Libia y a la resolución de la ONU.
Pero es que en Moscú se han demorado muchas horas en el reconocimiento. La embajada de Libia en la capital rusa desde hace una semana había retirado la bandera verde del régimen de Gadafi y enarbolaron la de los rebeldes. Proclamaron los diplomáticos libios que no representaban a Gadafi, por lo que en el Kremlin tuvieron que adaptarse a las nuevas circunstancias. A la conferencia de París del grupo de amigos de Libia, donde se reunieron más de 60 países y organismos internacionales para ayudar a Trípoli en la recontracción, los rusos enviaron a su vicecanciller.
El reconocimiento de Rusia viene tras la captura de Trípoli por parte de los rebeldes y lo hacen el mismo día que los libios borran del calendario la fecha del 1 de septiembre como jornada nacional. Hace 42 años el entonces capitán Muamar al Gadafi, era una de los tantos oficiales que asumían el poder impidiendo el retorno del rey Idris I al país. Se proclamaba la Republica Árabe de Libia y Gadafi pasaba a ser coronel. Entonces la URSS reconoció rápidamente a la autoproclamada revolución socialista aunque el verde fuera el color preferido del líder árabe. Vinieron años de implicación en cuanto acto terrorista de grandes implicaciones se registraba. El régimen de Gadafi es el primero en ser incluido en la lista de países terroristas del Departamento de Estado en 1979. Según reportes diplomáticos, ya a inicios de la década de los 80 Gadafi se involucra en los asuntos internos de más de 45 países. Un record que hacía envidiar al mismísimo Fidel Castro. Y es que Gadafi no apelaba al internacionalismo proletario ni pedía el apoyo de Moscú para sus aventuras. Dinero, petróleo y territorio le sobraban. El atentado de Lockerbie, las bombas en discotecas de Viena y Berlín, conducían siempre hasta Libia. Gadafi aupaba a los miembros de las Brigadas Rojas, el Ejercito Republicano Irlandés, ETA, y cuanto grupo terrorista se proclamara en contra de Estados Unidos y anticolonialista.
Se alejó de todos sus vecinos, se fajó con Sudan, Somalia, Chad, Egipto y Marruecos. Desapareció la URSS ya hace cerca de 20 años y Rusia siguió con sus ventajosos contratos en Libia. Y es que con Medvedev y con Vladimir V. Putin las autoridades libias nunca perdieron el contacto. En el 2008 el entonces presidente Putin viajaba a Trípoli para reafirmar las relaciones. La carpa viajera de Gadafi, que levantaba lo mismo en Roma, Madrid, que en la isla Margarita, estuvo en el Kremlin. La cooperación (compra y venta) de efectivos militares nunca fue deficiente entre Moscú y Trípoli; además de contratos en otros sectores como el ferroviario y el de gas. La abstención de Rusia cuando la votación de marzo en la ONU y después el reconocimiento a los rebeldes es el mismo patrón que aplicaran en el caso de Siria. A los ojos del árabe promedio Rusia aparece de nuevo como un país que no ofreció ayuda a los rebeldes, crítico a los ataques aéreos de la OTAN y al final reconocen a los vencedores.
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