El Totalitarismo camuflado de "Democrático"

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El Totalitarismo camuflado de "Democrático"

17 Oct 2018 21:39
#10783
En el contexto post-modernista actual, dominado por el relativismo intelectual y moral y, al mismo tiempo, por una intransigencia vociferante a menudo violenta, es muy difícil conocer la verdad de lo que está ocurriendo en el mundo.

Existen versiones tan contrapuestas de los hechos que configuran las realidades sociales, culturales y económicas de las naciones y sus pueblos, así como de sus relaciones internacionales, que inducen a pensar que tal vez vivimos en una paz aparente, bajo una amenaza latente similar a la Guerra Fría del siglo pasado.

Sin embargo, en la práctica, existe una diferencia radical entre ambas amenazas. Durante la Guerra Fría todos conocían, sin lugar a dudas, cuáles eran los bandos en pugna – la Unión Soviética versus los Estados Unidos y Europa Occidental –; sus posiciones ideológicas – el comunismo marxista leninista versus el liberalismo económico capitalista –, y, además, las fluctuaciones de la amenaza, así como los esfuerzos por evitar la catástrofe.

Hoy, en cambio, podemos preguntar sin tener respuestas claras y precisas: ¿Quienes son los adversarios? ¿Cuáles son las ideas en conflicto? ¿Cuáles son las fuentes del poder de unos y otros?

Para entender debidamente la magnitud del problema es preciso comenzar por dilucidar ante todo su «naturaleza filosófica» enraizada en el desarrollo histórico del pensamiento europeo.

El punto de partida surgió en el siglo XVII como consecuencia del cambio radical representado por el «cogilo, ergo sum» – pienso, luego existo – de Descartes, conforme al cual la atención filosófica dejó de centrarse, siguiendo a Aristóteles y a Tomás de Aquino, en el «objeto del conocimiento», es decir, en la «realidad existente», para centrarse en cambio, siguiendo a Descartes y sus sucesores Kant, Hegel, Husserl y otros, en el «sujeto que conoce», es decir, en su «pensamiento».

Esta perspectiva fue la que dio comienzo al rompimiento con la tradición cristiana, al procurar entender y juzgar todo exclusivamente a la «luz de la razón», conforme al criterio de cada cual, y no al modo tradicional, que pasó a ser rechazado por oscurantista y retrógrado. Siendo así, ya no existía mayor razón para considerar como tema de preocupación filosófica la posibilidad de que existiese una causa única inicial, como había concluido Aristóteles más de 20 siglos antes, y menos de la existencia un ser «Creador», como armonizó con tal conclusión aristotélica el cristianismo medieval.

Esa nueva visión es lo que se conoce como «subjetivismo», conforme al cual cada persona ‘crea‘ su propia idea de la verdad, incluida, por cierto, su verdad sobre la existencia o no existencia de Dios.

Pues bien, éste fue el contexto modernista en el que los hombres del nazismo y del comunismo se sintieron libres de exterminar a millones de seres humanos, sin más razón que su voluntad de poner en práctica por la fuerza sus propias «ideologías».
Más adelante, caídos el nazismo y el comunismo y restablecido el sistema democrático, el post-modernismo ha dado lugar, desde fines del siglo XX, a una nueva ‘metodología de difusión de las ideas’, consistente en presentarlas como ‘ideologías’ reducidas a temas específicos – el feminismo, la sexualidad, la contaminación ambiental, el balance ecológico, el cambio climático, las migraciones, el desarrollo sustentable, etc. –, atribuyéndoles un carácter “científico” de apariencia dogmática a fin de deslegitimar todo intento de confrontarlas y contradecirlas.

Mas, ¿de dónde han surgido tales ideologías?

Como lo pone en evidencia la experiencia de las últimas décadas, la principal fuente de tales visiones ideologizantes ha sido la Organización de las Naciones Unidas que, de hecho, actúa como si fuese una entidad internacional autónoma, con la capacidad de abordar todos los problemas que considera de importancia global, aplicando criterios teóricos y prácticos que ella misma ha establecido a voluntad, sin limitaciones de ninguna especie.

Esto la ha llevado a convertirse en el agente principal del desarrollo, promoción e implementación de las ideologías mencionadas más arriba, otorgándoles un carácter globalizador en clara concordancia con el capitalismo global.

En otras palabras, aquí nos encontramos con dos entidades de naturalezas y campos de acción diferentes, cuales son la globalización económica y la actividad ideológica de la ONU, que funcionan armónicamente y con absoluta autonomía en ausencia de una Autoridad Mundial legítimamente establecida que pudiese controlar sus excesos.

Lo más sorprendente de todo es que esta alianza de hecho ha encontrado un socio político absolutamente inesperado: el ‘internacionalismo socialista’, que es el que hace posible la puesta en práctica de tales ideologías puntuales dondequiera controla el poder a nivel nacional. Así es como, por ejemplo, son los gobiernos de izquierda los que están implementando e imponiendo ese fruto directo del ‘feminismo’ que es la ‘ideología de género’ fundada en el rechazo “intelectual” de la «naturaleza humana», lo que es esencialmente antidemocrático.

Quede claro que este problema no reside en que haya quienes creen que esa visión es correcta, conforme a su libertad de pensamiento y opinión, al igual que quienes aceptan como propias las religiones y las concepciones filosóficas, sino en el propósito específico imponer esa creencia al todo social por la voluntad de mayorías circunstanciales, en violación directa de los derechos humanos más básicos de las minorías.

Y es precisamente aquí donde el ideologismo ha impuesto el método totalitario de ‘violencia vociferante’ destinado a acallar y amedrentar a quienes piensan y opinan diferente. Conforme a él, la extrema izquierda ha recuperado la vigencia plena del lenguaje combativo del marxismo-leninismo, para el cual todos sus adversarios eran descalificados como “fascistas” y ”racistas”. A ese lenguaje degradante se ha unido, además, el amedrentamiento físico a cargo de turbas vociferantes organizadas y dirigidas por mercenarios perfectamente adiestrados, equipados y financiados con recursos provenientes de la globalización económica, entre los que destacan los respaldados por el magnate multi-billonario húngaro, George Soros.

Esta especie de peste social ha pasado a ser un hábito en las universidades cada vez más comprometidas con el ideologismo, en las asambleas públicas propias del debate democrático y donde quiera sea necesario imponer la voluntad de la turba para acallar los desacuerdos. A todo lo cual se ha agregado últimamente el ataque físico directo a los dirigentes y representantes de las perspectivas políticas adversas, lo que abre la puerta incluso al asesinato.

Y como la violencia llama a la violencia, la democracia queda atrapada entre los extremos totalitarios de todas las especies.

Así, pues, no puede caber la menor duda de que éste es un signo revelador de una mentalidad totalitaria, claramente identificable con el marxismo, decidida a usar todos los medios a su alcance para terminar con el sistema democrático.
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