¿Progresista o Marxista?

Hay todo un sector de la política de Estados Unidos, Canadá y Europa que se ha apropiado de la palabra progresista con el propósito evidente de calificar a sus opositores como enemigos del progreso y la justicia social. Sostienen que buscan "mejorar" el capitalismo mediante reformas y programas sociales, económicos y políticos que eliminen las injusticias dentro del sistema actual. Afirman que su objetivo es crear un mundo más equitativo y añaden que dan un paso adelante del liberalismo norteamericano y también del europeo.

¿Es así?

Este supuesto paso de avance es engañoso porque la  tradición liberal, desde Locke hasta Mill y Rawls, es individualista, y enfatiza los derechos y libertades de las personas, su igualdad básica y su consentimiento a ser gobernados como condición previa para la legitimidad del gobierno. Pero estos neoliberales disfrazados de "progresistas" no abogan por la subsidiariedad democrática sino por una intervención cada vez mayor del Estado que va creando un sistema de poder centralizado que provea a la población de todas sus necesidades.

Su estrategia ha creado un nuevo concepto que está ganando cada vez más popularidad como "cultura woke" o "wokeísmo", mediante el cual se vuelven a disfrazar los medios que deben llevar a los mismos fines, y retomando el tema central marxista, simplemente reemplaza el choque por el estatus económico con la confrontación por motivos de raza, sexo, orientación sexual, etc., como claves para delimitar las clases oprimidas y opresoras. Donde el marxista tradicional se centra en el conflicto entre burgueses capitalistas y proletariado, el progresista habla en cambio de "supremacía blanca" contra personas de color, "patriarcado" contra mujeres, "heteronormatividad" contra LGBTQ+, etc. Pero el énfasis en la identidad de grupo, en lugar del individualismo y los derechos inalienables de las personas, se hereda del marxismo y marca una ruptura radical con el liberalismo auténtico.

Reconozcamos que Marx prevé que la clase privilegiada, la burguesía, se fracturará, y algunos incluso se unirán a los revolucionarios proletarios con la esperanza de ganarse el favor de quienes ellos perciben que prevalecerán y serán dueños del futuro. En la primera sección del Manifiesto firmado por Marx y Engels se afirma:

«...en aquellos períodos en que la lucha de clases está a punto de decidirse, es tan violento y tan claro el proceso de desintegración de la clase gobernante latente en el seno de la sociedad antigua, que una pequeña parte de esa clase se desprende de ella y abraza la causa revolucionaria, pasándose a la clase que tiene en sus manos el porvenir.  Y así como antes una parte de la nobleza se pasaba a la burguesía, ahora una parte de la burguesía se pasa al campo del proletariado; en este tránsito rompen la marcha los intelectuales burgueses, que, analizando teóricamente el curso de la historia, han logrado ver claro en sus derroteros. De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía no hay más que una verdaderamente revolucionaria: el proletariado...»

Y Marx hace hincapié en que «there is need of "other classes" to join in the fray.» Así las caracteriza:

«El sector andrajoso, esa putrefacción pasiva de las capas más bajas de la vieja sociedad, se verá arrastrado al movimiento por una revolución proletaria...»

¿No son reveladoras estas palabras sobre la estrategia que estamos contemplando en el mundo de hoy? ¿No reflejan la ideología subyacente del "wokeísmo"?

Es oportuno tener en cuenta los argumentos de Yoram Hazony en su obra titlada "Conservatism: A Rediscovery" donde señala en detalle esa relación significativa entre el "wokeísmo progresista" y el marxismo-leninismo.Y transita por la evolución que tuvo lugar con la “Teoría Crítica” de la Escuela de Frankfurt, representada especialmente por la obra de Herbert Marcuse. 

Por otra parte, tenemos el hecho de que el "wokeísmo progresista" se ha aliado con amplios sectores del capitalismo, sobre todo del más monopolista, de una manera que el marxismo no imaginó posible. Los capitalistas y las corporaciones no han abrazado el progresismo simplemente por miedo, sino que han considerado que les conviene hacerlo porque son los pobres y la clase trabajadora, y no los ricos, quienes sufren los errores de las políticas públicas progresistas, y las corporaciones pueden absorber los costos de dichas políticas, mientras que sus competidores más pequeños son destruidos por ellas.

Estas contradicciones del "wokeísmo progresista" pueden ser una estrategia de transición que lleve a los más ricos y poderosos a la dirigencia totalitaria del poder centralizado que están creando con el pretexto de imponer una sociedad más justa e igualitaria. Si bien se ha afirmado que la teoría marxista de la ideología formaba parte de una explicación científica de las instituciones sociales, por lo tanto, en la práctica, su "hermenéutica de la sospecha" tiende a subvertir el discurso racional en lugar de facilitarlo. Las críticas al marxismo se descartan a priori como meras cortinas de humo para los intereses creados de los capitalistas, al igual que las críticas al progresismo se descartan a priori como meras cortinas de humo para el racismo, el patriarcado, la homofobia, etc.

Además, existen paralelismos que muchos han señalado entre la histeria colectiva del progresismo manifestada en las turbas, la cultura de la cancelación y los disturbios de 2020 que podrían calificarse como hechos precursores de una Revolución Cultural al estilo de Mao.

En resumen, el marxismo se ha combinado así con la cultura y luego esa mezcla se convirtió en la política de identidad subyacente al "wokeísmo". La tolerancia que permite el debate civilizado ya no es una opción. En el "wokeísmo progresista", las identidades declaradas como oprimidas deben afirmarse; si no, uno sufrirá ostracismo y cancelación, la prohibición legal de la crítica de la "expresión de género" y otras tendencias represivas. En lugar de trabajar para unir a los alienados y empobrecidos, se nos anima a apoyar políticamente a activistas y la subjetividad fomentada por este mal llamado "posmodernismo" actúa para socavar cualquier intento de analizar objetivamente los problemas que enfrenta la sociedad. Esto priva a la sociedad de un freno necesario a las tendencias autocráticas que pueden conducir a un totalitarismo ulterior. 

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