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Son muchos los que, antes de la elección de Barak Obama como presidente de los EEUU y todavía hoy, se refieren a Bill Clinton como el “primer presidente negro de los EEUU” (y, por lo general, la referencia denota mas simpatía que hostilidad).
También son muchos los cubanos y los “cubano-americanos” (para mi son dos cosas parecidas pero diferentes) que vimos con simpatía la participación de dos “cubano descendientes” en la contienda por la candidatura republicana a la presidencia pocos meses atrás. Y es natural que el instinto tribal nos genere esa corriente de simpatía hacia jóvenes políticos con raíces cubanas como Marco Rubio y Rafael Cruz -en este ultimo caso necesitamos un generador de alta potencia para nuestro instinto tribal, es cierto, pero aun así… Y mas allá de nuestro grado de afinidad o rechazo hacia las ideas de estos dos muchachones, sospecho que muchos de nosotros nos hubiéramos sentido orgullosos si Rubio o Cruz hubieran sido los paladines del GOP en la pasada elección, ni que hablar si hubieran llegado a la Casa Blanca.
No se dio. Pero no todo está perdido…
Tenemos un presidente, ahora bendecido por el Papa, que, aunque no tenga raíces cubanas, se acerca mucho mas a nuestra idiosincrasia que lo que Bill jamás pudiera acercarse a la de los negros (les pido perdón a mis amigos, los “dueños del diccionario”, pero uso esta ultima palabra en lugar de tonterías como “afro descendientes”, por el respeto –y, en muchos casos, la admiración- que siento hacia los negros).
Donald Trump nació con una sabiduría inmanente: no necesita leer porque ya lo sabe todo.
Es hiperbólico y desmesurado. Intuye las soluciones antes de conocer los problemas, y por eso todo (desde la reforma al Obamacare hasta la fiscal, pasando por el conflicto Palestino-Israelí) le parece facilito.
Su autoestima es tan descomunal que piensa que él sabe mas que ninguna otra persona en el mundo sobre TODO aquello que es susceptible de ser conocido y apreciado por cualquier ser humano.
A ustedes les parece que tiene algo de alemán Mr. Drumpft?
Relean este brillante y muy conocido escrito de Luis Aguilar Leon (LUNDI) titulado “El Profeta habla de los cubanos” y después me cuentan:
www.latinamericanstudies.org/cuba/profeta.htm
Por favor!... Lo único que le falta es cambiar la lata de Coca Cola helada por un Cohiba, y decirle “chico” a Reince Priebus. Y si se dejara crecer la barba, ni hablar del peluquín…
Lo único que no le detecto es el sentido del humor que caracteriza al prototipo del cubano –atención: esta es, en mi humildísima opinión, una de las cosas que, con frecuencia, separan a los cubanos de los “cubano-americanos” - y les confieso que me preocupa esa ausencia de sentido del humor, de propensión al choteo que, según Jorge Mañach y el propio Lundi, caracteriza al cubano.
Y comprendo, believe me, que el mundo no está para choteos ni chistecitos. Pero quien tiene sentido del humor tiene también, con frecuencia, la capacidad para no tomarse demasiado en serio a si mismo, virtud que lo lleva a uno, casi siempre, a tomar conciencia de sus propias limitaciones.
Por eso es que todavía no estoy dispuesto a celebrar a nuestro “primer presidente cubano”. Porque sin sentido del humor y con una tendencia cada vez mas marcada a hacer el ridículo y a convertirse en blanco del choteo de los demás (sin la habilidad de un cubano para “chotear-back”), Mr. Trump bien pudiera convertirse en “el ultimo presidente cubano”, y hasta en el ultimo presidente de los EEUU, period…
Justamente porque el mundo no está para bromas, o como seguramente diría el mismo Trump en un arranque de su mal disimulada cubanìa -ligada con su también exponencial libido-“ell jornou nou estai parra boy-ous”…