El Papa y las mentes pequeñas
- Rosa Townsend
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El Papa y las mentes pequeñas
20 Sep 2015 05:07
Uno de los chistes sobre Donald Trump dice así: “¿Cuál es la diferencia entre Trump y Dios? Que Trump cree que él es Dios, y Dios sabe que Él no es Trump”.
Lo que no es un chiste es que la visita del Papa a Estados Unidos eclipsará al aspirante presidencial de las pantallas. Tras un verano dominado por su perverso arte del insulto, el mensaje conciliatorio del Pontífice será un antídoto contra ese veneno. Abogará por la paz y la caridad con los más necesitados, como lo haría el mismo Jesús, de quien Francisco –no hay que olvidar– es el sucesor apostólico en línea directa.
El contraste no podía ser mayor: entre la humildad del pastor de más de 1,200 millones de personas –que es de facto el único líder moral a nivel mundial– y la arrogancia del histriónico magnate que por ahora encabeza las primarias republicanas. Y aunque comparar al Papa con Trump es en sí indigno, dado que Trump es un mero accidente político, sí sirve para exponer las diferencias entre un buen y un mal líder. El bueno, que obra infundiendo confianza y unión, frente al que trata de infundir miedo y división. Entre el hijo de inmigrantes italianos en Argentina que defiende a inmigrantes y refugiados, y el nieto de inmigrantes germano-escoceses en USA que promete ser su verdugo.
Entre quien a pesar de ser infalible en cuestiones de fe y moral nunca juzga a los demás (“¿quién soy yo para juzgar?”), frente al que se cree infalible en todo y siempre juzga y condena. Entre quien predica y ejerce el perdón y quien esgrime la venganza como arma de éxito. Entre el millonario que promueve el capitalismo de cuchillo y hace del dinero “su dios”, y el sencillo hombre de Dios que alerta de que “cuando una persona idolatra al dinero se convierte en su esclavo”.
El Papa meramente aboga por un orden económico mundial más justo, siguiendo la larga tradición de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, proclamada por vez primera por el papa León XIII en 1891 en su encíclica Rerum Novarum. El mensaje de Francisco no es distinto al de sus antecesores, salvo quizá en su lenguaje campechano para hacerlo asequible a todos, creyentes y ateos, ricos y pobres.
¿Hay alguien con intelecto y buena voluntad que si se mira al espejo de su conciencia pueda oponerse al mensaje de paz y bien de Francisco?
Desafortunadamente la respuesta es sí, los hay: son las mentes pequeñas que siempre viven esclavizadas en las jaulas de las ideologías políticas, de cualquier signo. Los enfermos ideológicos. Que se nutren de dividir a la sociedad.
Que si este Papa se mete mucho en la política, que si es muy liberal, que si va a cambiar radicalmente la Iglesia… Quienes así le critican sólo revelan sus miedos e iniquidades (y aquí incluyo a una parte de la curia que quiere hacerle la guerra). Unos y otros, anclados en la intolerancia.
Francisco no es un revolucionario en el sentido político o económico sino espiritual, quiere revolucionar las conciencias. En especial de quienes desde sus atalayas de poder pueden mover los hilos de la historia en la dirección correcta. Hacia un mundo que no excluya de la paz y prosperidad a millones de seres humanos, un mundo en el que la política y la economía se circunscriban a la moral.
Así de simple. Quienes pretenden ver otra cosa en el mensaje papal no hacen sino eso, pretender (y dice el diccionario que pretender es “hacer diligencias para conseguir algo”). Muchos son los que se apuran a afilar sus lenguas para “conseguir algo” con la visita del Pontífice a América. A secuestrar partes de sus discursos y homilías y manipularlas para sus fines.
Esta es la primera vez que Francisco pondrá un pie en Estados Unidos, cultura con la que no está familiarizado pero lleva meses estudiando como buen jesuita. La primera vez que un papa dará un discurso en el Congreso. También lo hará en Naciones Unidas. Se reunirá con hispanos en East Harlem, visitará a presos en Filadelfia, participará en el Encuentro Mundial de Familias y en un rally en el National Mall. Y celebrará misas en el Madison Square Garden de Nueva York y en la Basílica Nacional de Washington. Esta última en español.
Y sí, hablará en español, su idioma nativo y el de más de 30 millones de hispanos católicos que representan el 40% de todos los católicos de Estados Unidos. ¿Osará Trump criticarle por hablar español como ha hecho con Jeb Bush (que también es católico)? Francamente cualquier cosa se puede esperar de alguien adicto a la fama que se indigne porque el Papa –sin pretenderlo– le va a robar el show.
Todo lo que diga el Pontífice se puede ver a la luz de las enseñanzas cristianas o interpretar exclusivamente bajo el prisma político. Pero un papa no es un agente pasivo ante los problemas que asedian la Humanidad. Sería inmoral. Francisco es un profeta de nuestro tiempo que nos reta a combatir el peor de los males: “la globalización de la indiferencia”. Ojalá nadie tenga un día que arrepentirse de ignorar sus palabras.
Lo que no es un chiste es que la visita del Papa a Estados Unidos eclipsará al aspirante presidencial de las pantallas. Tras un verano dominado por su perverso arte del insulto, el mensaje conciliatorio del Pontífice será un antídoto contra ese veneno. Abogará por la paz y la caridad con los más necesitados, como lo haría el mismo Jesús, de quien Francisco –no hay que olvidar– es el sucesor apostólico en línea directa.
El contraste no podía ser mayor: entre la humildad del pastor de más de 1,200 millones de personas –que es de facto el único líder moral a nivel mundial– y la arrogancia del histriónico magnate que por ahora encabeza las primarias republicanas. Y aunque comparar al Papa con Trump es en sí indigno, dado que Trump es un mero accidente político, sí sirve para exponer las diferencias entre un buen y un mal líder. El bueno, que obra infundiendo confianza y unión, frente al que trata de infundir miedo y división. Entre el hijo de inmigrantes italianos en Argentina que defiende a inmigrantes y refugiados, y el nieto de inmigrantes germano-escoceses en USA que promete ser su verdugo.
Entre quien a pesar de ser infalible en cuestiones de fe y moral nunca juzga a los demás (“¿quién soy yo para juzgar?”), frente al que se cree infalible en todo y siempre juzga y condena. Entre quien predica y ejerce el perdón y quien esgrime la venganza como arma de éxito. Entre el millonario que promueve el capitalismo de cuchillo y hace del dinero “su dios”, y el sencillo hombre de Dios que alerta de que “cuando una persona idolatra al dinero se convierte en su esclavo”.
El Papa meramente aboga por un orden económico mundial más justo, siguiendo la larga tradición de la Doctrina Social de la Iglesia Católica, proclamada por vez primera por el papa León XIII en 1891 en su encíclica Rerum Novarum. El mensaje de Francisco no es distinto al de sus antecesores, salvo quizá en su lenguaje campechano para hacerlo asequible a todos, creyentes y ateos, ricos y pobres.
¿Hay alguien con intelecto y buena voluntad que si se mira al espejo de su conciencia pueda oponerse al mensaje de paz y bien de Francisco?
Desafortunadamente la respuesta es sí, los hay: son las mentes pequeñas que siempre viven esclavizadas en las jaulas de las ideologías políticas, de cualquier signo. Los enfermos ideológicos. Que se nutren de dividir a la sociedad.
Que si este Papa se mete mucho en la política, que si es muy liberal, que si va a cambiar radicalmente la Iglesia… Quienes así le critican sólo revelan sus miedos e iniquidades (y aquí incluyo a una parte de la curia que quiere hacerle la guerra). Unos y otros, anclados en la intolerancia.
Francisco no es un revolucionario en el sentido político o económico sino espiritual, quiere revolucionar las conciencias. En especial de quienes desde sus atalayas de poder pueden mover los hilos de la historia en la dirección correcta. Hacia un mundo que no excluya de la paz y prosperidad a millones de seres humanos, un mundo en el que la política y la economía se circunscriban a la moral.
Así de simple. Quienes pretenden ver otra cosa en el mensaje papal no hacen sino eso, pretender (y dice el diccionario que pretender es “hacer diligencias para conseguir algo”). Muchos son los que se apuran a afilar sus lenguas para “conseguir algo” con la visita del Pontífice a América. A secuestrar partes de sus discursos y homilías y manipularlas para sus fines.
Esta es la primera vez que Francisco pondrá un pie en Estados Unidos, cultura con la que no está familiarizado pero lleva meses estudiando como buen jesuita. La primera vez que un papa dará un discurso en el Congreso. También lo hará en Naciones Unidas. Se reunirá con hispanos en East Harlem, visitará a presos en Filadelfia, participará en el Encuentro Mundial de Familias y en un rally en el National Mall. Y celebrará misas en el Madison Square Garden de Nueva York y en la Basílica Nacional de Washington. Esta última en español.
Y sí, hablará en español, su idioma nativo y el de más de 30 millones de hispanos católicos que representan el 40% de todos los católicos de Estados Unidos. ¿Osará Trump criticarle por hablar español como ha hecho con Jeb Bush (que también es católico)? Francamente cualquier cosa se puede esperar de alguien adicto a la fama que se indigne porque el Papa –sin pretenderlo– le va a robar el show.
Todo lo que diga el Pontífice se puede ver a la luz de las enseñanzas cristianas o interpretar exclusivamente bajo el prisma político. Pero un papa no es un agente pasivo ante los problemas que asedian la Humanidad. Sería inmoral. Francisco es un profeta de nuestro tiempo que nos reta a combatir el peor de los males: “la globalización de la indiferencia”. Ojalá nadie tenga un día que arrepentirse de ignorar sus palabras.
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