La Cubanizaciòn de la polìtica en los Estados Unidos
- José Manuel Palli
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La Cubanizaciòn de la polìtica en los Estados Unidos
28 Oct 2013 14:57
Las dos semanas que estuvo clausurado el gobierno de los Estados Unidos en un alarde de disfuncionalidad al que, tristemente, ya nos estamos acostumbrando, debieran llamarnos a la reflexión, especialmente a los cubanoamericanos.
Cuando uno escucha a varios de los políticos responsables del frustrado intento de derogar de hecho una ley que, por derecho, no cabe sino aplicar, referirse al senador por Arizona John McCain tildándolo de aliado de Al Qaida, es difícil evitar la asociación con una larga serie de epítetos que con frecuencia usamos los cubanoamericanos para definir a aquellos cuyas opiniones son diferentes a las nuestras.
Y tampoco es difícil asociar el resultado obtenido por alguno de esos políticos, que solo perseguía aumentar su notoriedad y popularidad en ciertos círculos (y lo logró) con el exitoso recorrido del lobby cubano, que durante años ha logrado mantener como rehén al Departamento de Estado en todo lo que hace a nuestra política hacia Cuba, independientemente del partido al que pertenezca el ocasional ocupante de la Casa Blanca.
Y ese mismo patrón de conducta es el que lleva a algunos cubanoamericanos a sentirse con derecho a impedir que se venda en nuestro país un medicamento que pudiera cambiarle (y hasta salvarle) la vida a muchos, simplemente porque la medicina en cuestión fue inventada en Cuba; o bien a pretender impedir que un ciudadano norteamericano ofrezca una recepción, en su propia casa, a un par de diplomáticos cubanos. A nosotros, los cubanos de Miami, mantener posturas como esas nos parece lo más natural del mundo, y cualquiera que nos contradiga y las cuestione se convierte, a nuestros ojos (cada vez más afectados por la diabetes) en aliado de Fidel. Lo preocupante es que algunos de nuestros vecinos “americanos” estén adoptando ese mismo patrón de conducta, que antes hubieran visto como necio y arrogante.
Los hechos que hemos vivido en estos días en nuestro país constituyen un atentado de magnicidio contra toda nuestra estructura institucional.
Una estructura, que durante muchos años, evitó en Estados Unidos la ocurrencia de bogotazos, caracazos, o incluso manifestaciones algo más benignas del disgusto popular como la toma de las calles en forma masiva por ciudadanos indignados ante la insensibilidad y negligencia de sus gobernantes.
Una estructura que nos ha dado, hasta ahora, la autoridad moral para señalar las deficiencias de quienes padecían la ausencia de un marco institucional como el nuestro y, en muchos casos, nos lo envidiaban.
Una estructura que hemos descuidado irresponsablemente a partir de nuestra indiferencia ante quienes con absoluto descaro, han puesto ese marco institucional al servicio del mejor postor. Nuestras leyes, que son la savia de esa estructura institucional tan preciada, son hoy en día poco mas que el reflejo de un sinnúmero de intereses egoístas (aunque “racionales”, para algunos) y sectoriales, y no legislan nuestros legisladores o “representantes”, sino los lobistas que representan a esos intereses.
No dudo de la honestidad intelectual ni de la buena fe de muchos de los que apoyaron ese atentado contra nuestras instituciones, aunque es difícil encontrar el menor vestigio de ideología en el conjunto de slogans, uno mas torpe que el otro, que repiten como loros los responsables del intento de Té-tazo que sufrimos.
El contraste con muchos de nuestros “dirigentes” políticos convierte a personajes como el ruso Putin y el iraní Rouhani en poco menos que estadistas de la talla de un Churchill o un Adenauer. Y la directora del FMI nos lee la cartilla como lo hacían sus predecesores a los países subdesarrollados. Hasta los chinos sugieren que es necesario “des-americanizar” al mundo.
Que alguien de la insignificancia hasta ayer de Ted Cruz –un cubano (canadiense) empeñado en convertirse en Tom Cruise a fuerza de llevar hasta sus últimas consecuencias (y a un costo aproximado de 24 billones de dólares, que pagaremos entre todos) una misión que él sabía era “Misión Imposible”, pero que lo ha convertido en una esponja a la hora de recolectar fondos de campaña– se haya convertido en el eje sobre el que giró durante días la primera potencia del mundo, aplicando ese patrón de conducta enmarcado por la intransigencia y la intolerancia a toda costa, nos debiera preocupar especialmente a los cubanos, o cubanoamericanos.
El daño que le hizo a la imagen de los cubanos el mal llevado affaire de Elián González nos va a parecer cosa de niños comparado con el que puede hacerle este niño malcriado, senador por Texas (afortunadamente: no quiero ni pensar si lo hubiera sido por la Florida).
Abogado cubanoamericano.
Read more here: www.elnuevoherald.com/2013/10/...n.html#storylink=cpy
Cuando uno escucha a varios de los políticos responsables del frustrado intento de derogar de hecho una ley que, por derecho, no cabe sino aplicar, referirse al senador por Arizona John McCain tildándolo de aliado de Al Qaida, es difícil evitar la asociación con una larga serie de epítetos que con frecuencia usamos los cubanoamericanos para definir a aquellos cuyas opiniones son diferentes a las nuestras.
Y tampoco es difícil asociar el resultado obtenido por alguno de esos políticos, que solo perseguía aumentar su notoriedad y popularidad en ciertos círculos (y lo logró) con el exitoso recorrido del lobby cubano, que durante años ha logrado mantener como rehén al Departamento de Estado en todo lo que hace a nuestra política hacia Cuba, independientemente del partido al que pertenezca el ocasional ocupante de la Casa Blanca.
Y ese mismo patrón de conducta es el que lleva a algunos cubanoamericanos a sentirse con derecho a impedir que se venda en nuestro país un medicamento que pudiera cambiarle (y hasta salvarle) la vida a muchos, simplemente porque la medicina en cuestión fue inventada en Cuba; o bien a pretender impedir que un ciudadano norteamericano ofrezca una recepción, en su propia casa, a un par de diplomáticos cubanos. A nosotros, los cubanos de Miami, mantener posturas como esas nos parece lo más natural del mundo, y cualquiera que nos contradiga y las cuestione se convierte, a nuestros ojos (cada vez más afectados por la diabetes) en aliado de Fidel. Lo preocupante es que algunos de nuestros vecinos “americanos” estén adoptando ese mismo patrón de conducta, que antes hubieran visto como necio y arrogante.
Los hechos que hemos vivido en estos días en nuestro país constituyen un atentado de magnicidio contra toda nuestra estructura institucional.
Una estructura, que durante muchos años, evitó en Estados Unidos la ocurrencia de bogotazos, caracazos, o incluso manifestaciones algo más benignas del disgusto popular como la toma de las calles en forma masiva por ciudadanos indignados ante la insensibilidad y negligencia de sus gobernantes.
Una estructura que nos ha dado, hasta ahora, la autoridad moral para señalar las deficiencias de quienes padecían la ausencia de un marco institucional como el nuestro y, en muchos casos, nos lo envidiaban.
Una estructura que hemos descuidado irresponsablemente a partir de nuestra indiferencia ante quienes con absoluto descaro, han puesto ese marco institucional al servicio del mejor postor. Nuestras leyes, que son la savia de esa estructura institucional tan preciada, son hoy en día poco mas que el reflejo de un sinnúmero de intereses egoístas (aunque “racionales”, para algunos) y sectoriales, y no legislan nuestros legisladores o “representantes”, sino los lobistas que representan a esos intereses.
No dudo de la honestidad intelectual ni de la buena fe de muchos de los que apoyaron ese atentado contra nuestras instituciones, aunque es difícil encontrar el menor vestigio de ideología en el conjunto de slogans, uno mas torpe que el otro, que repiten como loros los responsables del intento de Té-tazo que sufrimos.
El contraste con muchos de nuestros “dirigentes” políticos convierte a personajes como el ruso Putin y el iraní Rouhani en poco menos que estadistas de la talla de un Churchill o un Adenauer. Y la directora del FMI nos lee la cartilla como lo hacían sus predecesores a los países subdesarrollados. Hasta los chinos sugieren que es necesario “des-americanizar” al mundo.
Que alguien de la insignificancia hasta ayer de Ted Cruz –un cubano (canadiense) empeñado en convertirse en Tom Cruise a fuerza de llevar hasta sus últimas consecuencias (y a un costo aproximado de 24 billones de dólares, que pagaremos entre todos) una misión que él sabía era “Misión Imposible”, pero que lo ha convertido en una esponja a la hora de recolectar fondos de campaña– se haya convertido en el eje sobre el que giró durante días la primera potencia del mundo, aplicando ese patrón de conducta enmarcado por la intransigencia y la intolerancia a toda costa, nos debiera preocupar especialmente a los cubanos, o cubanoamericanos.
El daño que le hizo a la imagen de los cubanos el mal llevado affaire de Elián González nos va a parecer cosa de niños comparado con el que puede hacerle este niño malcriado, senador por Texas (afortunadamente: no quiero ni pensar si lo hubiera sido por la Florida).
Abogado cubanoamericano.
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