Caminos de Tolerancia
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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Caminos de Tolerancia
11 Oct 2013 18:01
Los Estados Unidos tienen una larga tradición cristiana como nación que antecede a su independencia, y los padres de la patria norteamericana respondieron a los firmes preceptos morales de sus ciudadanos para plasmar en los documentos fundamentales que han sido el motor de una sociedad democrática y libre -la Constitución con su Carta de Derechos y la Declaración de Independencia- esa tradición que se ha mantenido a través de la historia de ese país.
La base judeocristiana que sirve de cimiento a la sociedad estadounidense no ha sido una camisa de fuerza confesional sino precisamente una garantía de la libertad de pensamiento y la libertad religiosa. Por lo tanto, el duro rechazo de cualquier manifestación o principio que pueda interpretarse de algún modo como que tiene una fuente o raíz religiosa/cristiana, es una actitud irracional y antihistórica por parte de algunos sectores intransigentes, que pese a ser una minoría bastante pequeña han logrado ir imponiendo insidiosamente obstáculos cada vez mayores a esa tradición mediante triquiñuelas jurídicas.
Estados Unidos ha funcionado bien con esos principios sin que nadie que no sea cristiano o judío se sienta discriminado o agredido por sus creencias. Aunque bajo la cultura judeocristiana se han cometido muchos errores y hay páginas negras de la historia que se adentran en la esclavitud, el racismo y otras formas de intolerancia, estas deficiencias reflejaban males de la época en una democracia sólida, pero perfectible, que a través de la historia de Estados Unidos ha ido sanando sus heridas y superando sus deficiencias.
Es esta historia la que evoca a Dios en muchos documentos que componen el edificio de esta nación. Es una simple evocación no religiosa de una entidad conceptualmente superior por la que podemos jurar para dar firmeza legal a nuestra verdad y testimonio, y por la cual entendemos que existe un derecho natural que sustenta los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos universalmente.
En épocas más recientes de la historia de los Estados Unidos, vemos cómo el Presidente Truman (Demócrata) instituyó en 1952 un "Día Nacional de Oración". En 1988 el Presidente Reagan (Republicano) reafirmó esta dedicación de un día de oracíon pidiendo a los ciudadanos y residentes del país que lo observaran el primer jueves de mayo todos los años. Estos y otros gestos semejantes no distinguen creencias religiosas. Son sólo una saludable exhortación.
Por lo tanto, cuando el Presidente Obama canceló en febrero de 2012 las ceremonias en la Casa Blanca para celebrar el día anual de oración (que hasta entonces no se había celebrado bajo su Administración) con el pretexto de que "no quería ofender a nadie", se sumó a la tendencia irracional de algunos extremistas que se sienten ofendidos porque se observe la Navidad o la Semana Santa por su trasfondo cristiano, sin tener para nada en cuenta una tradición de siglos que es bonita, evoca la paz entre los hombres, y no obliga a nadie a abandonar sus creencias.
No obstante, el 25 de septiembre de 2009 se realizó una concentración de decenas de miles de musulmanes en la colina del Capitolio que celebraron sin contratiempos ni protestas la Jummah Prayer, organizada por un prominente musulmán, Hassen Abdellah.
Aparentemente, nadie se sintió ofendido y la concentración se celebró en paz. Un ejemplo de la libertad religiosa que ha imperado en la tradición judeocristiana de Estados Unidos. Ojalá que demostremos en el futuro la misma tolerancia con manifestaciones cristianas, judías o budistas y que no se sigan gastando tantos esfuerzos por eliminar de la moneda la frase de "In God we Trust" o por impedir, entre otros hechos lamentables, que en la plaza frente a un tribunal se erija un monumento ilustrativo de los Diez Mandamientos mosaicos.
Los que defendemos los principios judeocristianos que sustentan la estructura ética de la civilización moderna, seamos cristianos o no, seamos judíos o no, seamos creyentes o no, tenemos derecho a defenderlos contra viento y marea porque con ellos hemos llegado muy lejos en los caminos de la tolerancia, el derecho y la paz.
La base judeocristiana que sirve de cimiento a la sociedad estadounidense no ha sido una camisa de fuerza confesional sino precisamente una garantía de la libertad de pensamiento y la libertad religiosa. Por lo tanto, el duro rechazo de cualquier manifestación o principio que pueda interpretarse de algún modo como que tiene una fuente o raíz religiosa/cristiana, es una actitud irracional y antihistórica por parte de algunos sectores intransigentes, que pese a ser una minoría bastante pequeña han logrado ir imponiendo insidiosamente obstáculos cada vez mayores a esa tradición mediante triquiñuelas jurídicas.
Estados Unidos ha funcionado bien con esos principios sin que nadie que no sea cristiano o judío se sienta discriminado o agredido por sus creencias. Aunque bajo la cultura judeocristiana se han cometido muchos errores y hay páginas negras de la historia que se adentran en la esclavitud, el racismo y otras formas de intolerancia, estas deficiencias reflejaban males de la época en una democracia sólida, pero perfectible, que a través de la historia de Estados Unidos ha ido sanando sus heridas y superando sus deficiencias.
Es esta historia la que evoca a Dios en muchos documentos que componen el edificio de esta nación. Es una simple evocación no religiosa de una entidad conceptualmente superior por la que podemos jurar para dar firmeza legal a nuestra verdad y testimonio, y por la cual entendemos que existe un derecho natural que sustenta los derechos humanos y las libertades fundamentales reconocidos universalmente.
En épocas más recientes de la historia de los Estados Unidos, vemos cómo el Presidente Truman (Demócrata) instituyó en 1952 un "Día Nacional de Oración". En 1988 el Presidente Reagan (Republicano) reafirmó esta dedicación de un día de oracíon pidiendo a los ciudadanos y residentes del país que lo observaran el primer jueves de mayo todos los años. Estos y otros gestos semejantes no distinguen creencias religiosas. Son sólo una saludable exhortación.
Por lo tanto, cuando el Presidente Obama canceló en febrero de 2012 las ceremonias en la Casa Blanca para celebrar el día anual de oración (que hasta entonces no se había celebrado bajo su Administración) con el pretexto de que "no quería ofender a nadie", se sumó a la tendencia irracional de algunos extremistas que se sienten ofendidos porque se observe la Navidad o la Semana Santa por su trasfondo cristiano, sin tener para nada en cuenta una tradición de siglos que es bonita, evoca la paz entre los hombres, y no obliga a nadie a abandonar sus creencias.
No obstante, el 25 de septiembre de 2009 se realizó una concentración de decenas de miles de musulmanes en la colina del Capitolio que celebraron sin contratiempos ni protestas la Jummah Prayer, organizada por un prominente musulmán, Hassen Abdellah.
Aparentemente, nadie se sintió ofendido y la concentración se celebró en paz. Un ejemplo de la libertad religiosa que ha imperado en la tradición judeocristiana de Estados Unidos. Ojalá que demostremos en el futuro la misma tolerancia con manifestaciones cristianas, judías o budistas y que no se sigan gastando tantos esfuerzos por eliminar de la moneda la frase de "In God we Trust" o por impedir, entre otros hechos lamentables, que en la plaza frente a un tribunal se erija un monumento ilustrativo de los Diez Mandamientos mosaicos.
Los que defendemos los principios judeocristianos que sustentan la estructura ética de la civilización moderna, seamos cristianos o no, seamos judíos o no, seamos creyentes o no, tenemos derecho a defenderlos contra viento y marea porque con ellos hemos llegado muy lejos en los caminos de la tolerancia, el derecho y la paz.
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