Saludos nazis y autos fachas, la nueva tendencia de etiquetar ultras
- Miguel Saludes
-
Topic Author
- Offline
- Moderator
-
- Posts: 148
- Thanks: 17
Saludos nazis y autos fachas, la nueva tendencia de etiquetar ultras
07 May 2025 15:38 - 07 May 2025 15:42
El uso del apelativo ultra para encasillar determinadas posiciones políticas, por lo general de derechas, adquiere un nuevo cariz. Criticar, y peor aún oponerse, a las proyecciones globalistas en boga, se convierte en la justificación de las peores acusaciones para aquel que exprese rechazo o siquiera discrepe de alguna materia defendida por quienes apuestan por el ejercicio de una especie de totalitarismo global que amenaza con imponerse a nivel planetario. Ultraderechista, fascista y en algunas ocasiones ultraizquierdista, dependiendo la postura con la que se identifique el antagonista, se aplican con profusión por integrantes de un arco político que incluye derechas, izquierdas y pseudo pacifistas. Nadie escapa a esta tendencia, no importa que figure en las listas de multi millonarios exitosos, sea un presidente electo democráticamente por el voto mayoritario o una personalidad del mundo de las ciencias o las artes. Da igual que se trate del presidente Donald Trump, el empresario Elio Musk, el cineasta Eduardo Verastegui o el cantautor Miguel Bosé. En el caso del cantante español sus posicionamientos han provocado que los mismos que se presentan como defensores acérrimos de los derechos homosexuales, le increpen con el epíteto de “maricón”, palabra que tanto combaten en sus hipócritas defensas del respeto a la diversidad.
Ya durante las elecciones que devolvieron la presidencia a Donald Trump se escuchó de manera frecuente la manida referencia nazi sobre su persona. Podría atribuirse a un acto desesperado de la campaña rival para restar votos al candidato, pero lejos de desaparecer tras concretarse los resultados electorales, el señalamiento no solo se mantiene a tres meses de su gobierno, sino que se refuerza con pronunciamientos cada vez más tóxicos. Recientemente irrumpió en unas declaraciones hechas por el demócrata Al Gore , comparando a la administración del presidente republicano con el Tercer Reich y sus decisiones migratorias con el Holocausto. Una desatino inaudito dimensionado por los principales medios de prensa afines a esa corriente. La ofensiva política se repite por igual contra Elion Musk, quien pasó a engrosar el listado de los neonazis desde que manifestara su apoyo a la carrera presidencialista de Trump. Acometida que ha ido en aumento de manera proporcional a la participación del magnate en las gestiones del grupo DOGE dedicado a investigar y sacar a la luz los escabrosos manejos financieros y tareas oscuras a la que se dedicaban reconocidas instituciones norteamericanas. Aunque de manera limitada, y no con la suficiente fuerza esclarecedora, esas pesquisas terminaron por incidir en proyectos vinculados a designios globalistas enmascarados bajo supuestos propósitos humanitarios y esfuerzos para promover libertades y democracia en diferentes lugares. El desenmascaramiento parcial de muchas de estas farsas trajo como resultado cierres de fondos económicos, recortes de personal y el fin de muchos de los proyectos, provocando que el responsable de la limpieza fuera identificado como el peor de los ultras. Para facilitar la labor propagandística de sus detractores Musk cometió un desliz durante los actos de asunción del presidente electo, cuando llevado por la euforia del momento alzó su brazo en un gesto que fue asociado de inmediato con el saludo nazi. Algo similar ocurrió ante una acción hecha en otro escenario por el productor y actor mexicano Eduardo Verastegui , poco apreciado en las filas progres desde su participación en la película Sonidos de Libertad que puso en el foco la ignominia del tráfico de niños y el horror de la pornografía infantil.
No resultó casual la andanada de opiniones y comentarios dirigidos a demostrar que Musk y Verastegui habían realizado el gesto acusado. Un hecho difícil de argumentar, como reconoce Katrin Bennhold , ex jefa de Times en Berlín, en un artículo dedicado a analizar el episodio. La periodista pone en contexto lo ocurrido para dilucidar el fundamento de la apreciación. “El saludo con el brazo recto ha significado cosas muy diferentes en distintos lugares y durante distintos periodos de la historia. Pero en un momento en el que la extrema derecha está de nuevo en auge, era sencillo interpretar que este gesto se hubiera realizado deliberada y públicamente”. Para Bennhold no existen dudas sobre la intención de la seña fraternal lanzada por el influyente hombre de negocios y los destinatarios a los que iba dirigida. Según la articulista se trataba de los principales exponentes del neonazismo en Europa: Tino Chrupalla, Gerogia Meloni, Nigel Farange, Eric Zemmour y Marine Le Pen. Esta diligencia combativa de activistas, políticos y periodistas preocupados por el florecimiento de la extrema derecha contrasta con el silencio que han guardado durante años ante escenificaciones evidentemente nazis consumadas sin el menor recato ni disimulo en algunos sitios del planeta. Saludos, banderas, insignias, enaltecimientos de personajes, acciones, tatuajes explícitos y actos criminales cometidos por militantes ultranacionalistas, como los ocurridos en Ucrania, han terminado siendo ignorados y hasta justificados por estos “luchadores” antifascistas.
Elion Musk ciertamente manifestó su respaldo a partidos políticos allende el Atlántico. Lo hizo en apoyo a Marin Le Pen y en particular con la dirigente del partido Alternativa por Alemania durante la reciente campaña electoral en ese país. Ambas lideres señaladas de extremistas, entre otras cosas por manifestarse contra la guerra en Ucrania y oponerse a decisiones de Bruselas como las sanciones impuestas a Rusia o la deriva guerrerista en la que una mayoría de políticos europeos quieren arrastrar a sus países y ciudadanos. Por ello no es extraño que la rabia de los eurodiputados cayera sobre el millonario, al quien no le valió que su emblemática marca de autos eléctricos estuviera avalada por la cofradía defensora de la agenda 2030 como el auto salvador del planeta. De ser considerado el paladín de la lucha contra el cambio climático Tesla se vio rebajado a un mero símbolo nazi. Que esto ocurra en un continente que retuvo y mejoró el proyecto hitleriano del VW, el “ auto del pueblo ” orgullo del Führer, en parte creado bajo su inspiración , resulta un desatino que se reprodujo con igual o mayor intensidad en Estados Unidos y Canadá. El rechazo “masivo” suscitado en Alemania contra Tesla, de creerle a ciertas encuestas, ante el respaldo de Elion Musk al liderazgo de la formación de derecha que lograba colocarse como segunda fuerza política de ese país, contrasta con el voto favorable dado en mayo del 2024 por las autoridades locales a los proyectos de expansión de la giga fábrica de la marca automovilista en territorio germano. Por aquellos días no dudaron en acudir a la ayuda de las porras policiales para reprimir de manera muy democrática a los manifestantes ecologistas que se opusieron a la decisión por el daño que significaría para el medio ambiente y la contaminación de las aguas locales. Por esa época (junio del 2024) Tesla también recibió el apoyo del gobierno demócrata de Biden, quien anunció un plan multimillonario para potenciar los vehículos eléctricos, incluyendo el ofrecimiento de un crédito fiscal para los compradores potenciales de una lista de autos que incluía los modelos Tesla. Y aunque ahora el expresidente y su corte aduzcan que nunca se refirieron específicamente al auto emblema de Musk, era evidente que este sería beneficiario de las medidas gubernamentales al ser uno de los abastecedores principales de ese tipo de vehículos en el mercado norteamericano.
Pero lo que nunca ocurrió con el auto nacido de la Alemania Nazi, que supervive a su inspirador creacional hasta nuestros días, ha pasado con Tesla. A los ataques verbales contra el inversor siguieron actos de vandalismo a concesionarios de la marca y coches en propiedad, algunos con extrema violencia. La respuesta de propietarios recogidas por la prensa denota más que un sentimiento de repulsa a los posicionamientos políticos del magnate, al temor de ser coronados con la misma cruz, y peor aún sufrir las consecuencias. La misma reacción que ya se ha visto en otros panoramas cuando el sistema vigente estigmatiza a alguien y el resto pone distancia del apestado, rompiendo cualquier vínculo de identidad con este, para terminar, sumándose al corro de los que ofenden y condenan al caído en desgracia. No es exactamente el caso de Musk, pero se parece mucho. Algunos testimonios publicados en The New York Times el pasado marzo evidencian la similitud de las actitudes y hechos. Es el que ofreció Jennifer Trebb, propietaria de un Tesla Modelo “Y”, que consideraba “innovador y diferente”, pero del que terminó deshaciéndose “en rechazo a los valores y posturas” del empresario. La narrativa de la entrevistada incluye un detalle sobre lo ocurrido en un mercado Kroger donde fue llamada nazi mientras parqueaba. Una expresión de repudio que explicaría el giro que le hizo cambiar la apuesta ambientalista que ofrecía su Tesla por la de un contaminante Mercedes de gasolina, con miles de millas en uso, pero políticamente más correcto y menos propenso a ser blanco de ataques radicales. En su narración la mujer cuenta que mientras buscaba opciones llegó a colocar una calcomanía en el parabrisas con la frase “Lo compré antes de que Elon se volviera loco”. Elocuente acto que demuestra el estado en que se encuentran sociedades que se ufanan de ser abiertas y libres de influjos totalitarios. El mismo escrito del diario neoyorkino recoge el caso de Kumait Jaroje, médico de origen sirio nacionalizado estadounidense al que le pusieron un letrero con la palabra Nazi en su camioneta Cybertruck, mientras estaba aparcado frente a su domicilio. Su exposición incluye llamadas amenazadoras recibidas en su teléfono y criticas destructivas sobre su labor profesional aparecidas en su página de internet. Acciones que se documentan por igual en España, Alemania y Francia, donde coches Tesla han sido blanco de actos vandálicos y personas particulares han repudiado la propiedad de ese tipo de autos pretextando el discurso reaccionario de Musk.
Elion Musk respondió a estas manifestaciones y críticas aduciendo que la consigna ‘todos son Hitler” está muy gastada. Pero la realidad apunta en otra dirección. Lejos de ser una cuestión fortuita, estos criterios son seguidos de manera cada vez más frecuente por acciones virulentas y actos preocupantes desde el punto de vista de las libertades democráticas, para los que todavía creen en la existencia de estos espacios. La cultura de la violencia va sustituyendo a ojos vistas a la del silenciamiento. De descalificar se pasa a la agresión física alentada por discursos de odio fundamentados por falsos presupuestos que sirven para poner la marca negativa de reaccionarios, ultras o fachas contra las voces discordantes. Procesos judiciales, acusaciones de todo tipo, campañas mediáticas y cordones sanitarios para impedir que partidos y políticos ganen elecciones, han sido seguidas por atentados directos contra la vida cuando fallan los recursos que buscaban anularles. Bolsonaro, Fico y Trump han sido blanco de estas acometidas. En España Alejo Vidal- Quadras, fundador de VOX, salvó la vida milagrosamente de un tiro disparado a su cabeza en un hecho que no acaba de aclarase y que al parecer fue planificado desde Holanda por elementos que dicen oponerse al auge de las extrema derechas. Las manipulaciones acaecidas en procesos electorales forman parte de este tinglado. Rumania, Moldavia, Georgia o las protestas para desestabilizar gobiernos como el de Serbia, ya no son suficientes. De aquella frase “lo que hicimos en Rumania lo haremos en Alemania” se ha pasado a la declaración del Partido Alternativa por Alemania como un grupo altamente extremista. Un primer paso para concretar la prohibición de la agrupación política, una posibilidad que viene avizorándose desde hace un tiempo.
En este escenario convulso es el que se producen las llamativas acciones contra Tesla -autos, concesionarios y propietarios- declaradas como actos de terrorismo doméstico por la administración Trump, mientras que voces cercanas al progresismo apelan a la liquidación física de Elion Musk, del presidente Trump y de otras figuras de su gobierno que han roto los esquemas establecidos por intereses poderosos para garantizar la ejecución de sus planes. Precisamente sobre esa cuestión un estudio realizado recientemente por el NCRI (Network Contagion Research Institute) reveló como el extremismo ideológico de un amplio sector que dice identificarse como izquierda y centro, asume el asesinato de las figuras publicas con las que no están de acuerdo como algo normal. Según el informe un 55 por ciento de los encuestados dijeron que asesinar a Donald Trump estaría al menos "algo justificado", en tanto que un 48% decía lo mismo de Elon Musk. Como bien señalara este último al pronunciarse sobre las manifestaciones, calificativos y ataques verificados contra su persona “…el problema son los titiriteros , no las marionetas, ya que éstas no tienen ni idea de por qué están ahí". Ciertamente el verdadero peligro no está en los que de una manera u otra asumen a cara descubierta el rol confrontativo de un asunto que interiorizan de manera fanatizada. No se trata de los que amplifican acusaciones, aplican la etiqueta de turno indiscriminadamente, enarbolan carteles y consignas que no entienden o desconocen en profundidad. Ni siquiera los que agreden de manera directa a bienes y personas. Se trata de los que manejan los hilos de esa trama con recursos poderosos para ejercer la manipulación. Es la respuesta a la pregunta que incluye Musk en su comentario sobre quienes financian y organizan esas protestas, llamados y propagandas.
Vivimos tiempos extraños y peligrosos en los que no es desaconsejable tomar ciertas precauciones para que, si llegado el caso las circunstancias hagan de la persona un disidente, esta tome algunas medidas convenientes para evitar poses y gestos, tal vez hechos de manera inconsciente, que sean tomadas como un acto que muestre inclinaciones hacia ideas radicales. Saludar a la lejanía, llamar a alguien o indicar algún punto en la distancia deben ser acciones seriamente meditadas para evitar alzar el brazo a una altura que rebase el nivel de los hombros. Hacerlo a nivel del pecho y de manera poco enfática, lo más imperceptible que se pueda, sea para mover los dedos en esto de saludo, llamar la atención de alguien o indicar un objeto de interés, puede ser lo más recomendable en estos casos. Una nimiedad que no deben descuidar los que han apostado por ser una opción contra aquellos que bajo un falso ropaje progresista pretenden llevarnos a una oscuridad totalitaria apenas imaginada por Orwell en la novela 1984.
Ya durante las elecciones que devolvieron la presidencia a Donald Trump se escuchó de manera frecuente la manida referencia nazi sobre su persona. Podría atribuirse a un acto desesperado de la campaña rival para restar votos al candidato, pero lejos de desaparecer tras concretarse los resultados electorales, el señalamiento no solo se mantiene a tres meses de su gobierno, sino que se refuerza con pronunciamientos cada vez más tóxicos. Recientemente irrumpió en unas declaraciones hechas por el demócrata Al Gore , comparando a la administración del presidente republicano con el Tercer Reich y sus decisiones migratorias con el Holocausto. Una desatino inaudito dimensionado por los principales medios de prensa afines a esa corriente. La ofensiva política se repite por igual contra Elion Musk, quien pasó a engrosar el listado de los neonazis desde que manifestara su apoyo a la carrera presidencialista de Trump. Acometida que ha ido en aumento de manera proporcional a la participación del magnate en las gestiones del grupo DOGE dedicado a investigar y sacar a la luz los escabrosos manejos financieros y tareas oscuras a la que se dedicaban reconocidas instituciones norteamericanas. Aunque de manera limitada, y no con la suficiente fuerza esclarecedora, esas pesquisas terminaron por incidir en proyectos vinculados a designios globalistas enmascarados bajo supuestos propósitos humanitarios y esfuerzos para promover libertades y democracia en diferentes lugares. El desenmascaramiento parcial de muchas de estas farsas trajo como resultado cierres de fondos económicos, recortes de personal y el fin de muchos de los proyectos, provocando que el responsable de la limpieza fuera identificado como el peor de los ultras. Para facilitar la labor propagandística de sus detractores Musk cometió un desliz durante los actos de asunción del presidente electo, cuando llevado por la euforia del momento alzó su brazo en un gesto que fue asociado de inmediato con el saludo nazi. Algo similar ocurrió ante una acción hecha en otro escenario por el productor y actor mexicano Eduardo Verastegui , poco apreciado en las filas progres desde su participación en la película Sonidos de Libertad que puso en el foco la ignominia del tráfico de niños y el horror de la pornografía infantil.
No resultó casual la andanada de opiniones y comentarios dirigidos a demostrar que Musk y Verastegui habían realizado el gesto acusado. Un hecho difícil de argumentar, como reconoce Katrin Bennhold , ex jefa de Times en Berlín, en un artículo dedicado a analizar el episodio. La periodista pone en contexto lo ocurrido para dilucidar el fundamento de la apreciación. “El saludo con el brazo recto ha significado cosas muy diferentes en distintos lugares y durante distintos periodos de la historia. Pero en un momento en el que la extrema derecha está de nuevo en auge, era sencillo interpretar que este gesto se hubiera realizado deliberada y públicamente”. Para Bennhold no existen dudas sobre la intención de la seña fraternal lanzada por el influyente hombre de negocios y los destinatarios a los que iba dirigida. Según la articulista se trataba de los principales exponentes del neonazismo en Europa: Tino Chrupalla, Gerogia Meloni, Nigel Farange, Eric Zemmour y Marine Le Pen. Esta diligencia combativa de activistas, políticos y periodistas preocupados por el florecimiento de la extrema derecha contrasta con el silencio que han guardado durante años ante escenificaciones evidentemente nazis consumadas sin el menor recato ni disimulo en algunos sitios del planeta. Saludos, banderas, insignias, enaltecimientos de personajes, acciones, tatuajes explícitos y actos criminales cometidos por militantes ultranacionalistas, como los ocurridos en Ucrania, han terminado siendo ignorados y hasta justificados por estos “luchadores” antifascistas.
Elion Musk ciertamente manifestó su respaldo a partidos políticos allende el Atlántico. Lo hizo en apoyo a Marin Le Pen y en particular con la dirigente del partido Alternativa por Alemania durante la reciente campaña electoral en ese país. Ambas lideres señaladas de extremistas, entre otras cosas por manifestarse contra la guerra en Ucrania y oponerse a decisiones de Bruselas como las sanciones impuestas a Rusia o la deriva guerrerista en la que una mayoría de políticos europeos quieren arrastrar a sus países y ciudadanos. Por ello no es extraño que la rabia de los eurodiputados cayera sobre el millonario, al quien no le valió que su emblemática marca de autos eléctricos estuviera avalada por la cofradía defensora de la agenda 2030 como el auto salvador del planeta. De ser considerado el paladín de la lucha contra el cambio climático Tesla se vio rebajado a un mero símbolo nazi. Que esto ocurra en un continente que retuvo y mejoró el proyecto hitleriano del VW, el “ auto del pueblo ” orgullo del Führer, en parte creado bajo su inspiración , resulta un desatino que se reprodujo con igual o mayor intensidad en Estados Unidos y Canadá. El rechazo “masivo” suscitado en Alemania contra Tesla, de creerle a ciertas encuestas, ante el respaldo de Elion Musk al liderazgo de la formación de derecha que lograba colocarse como segunda fuerza política de ese país, contrasta con el voto favorable dado en mayo del 2024 por las autoridades locales a los proyectos de expansión de la giga fábrica de la marca automovilista en territorio germano. Por aquellos días no dudaron en acudir a la ayuda de las porras policiales para reprimir de manera muy democrática a los manifestantes ecologistas que se opusieron a la decisión por el daño que significaría para el medio ambiente y la contaminación de las aguas locales. Por esa época (junio del 2024) Tesla también recibió el apoyo del gobierno demócrata de Biden, quien anunció un plan multimillonario para potenciar los vehículos eléctricos, incluyendo el ofrecimiento de un crédito fiscal para los compradores potenciales de una lista de autos que incluía los modelos Tesla. Y aunque ahora el expresidente y su corte aduzcan que nunca se refirieron específicamente al auto emblema de Musk, era evidente que este sería beneficiario de las medidas gubernamentales al ser uno de los abastecedores principales de ese tipo de vehículos en el mercado norteamericano.
Pero lo que nunca ocurrió con el auto nacido de la Alemania Nazi, que supervive a su inspirador creacional hasta nuestros días, ha pasado con Tesla. A los ataques verbales contra el inversor siguieron actos de vandalismo a concesionarios de la marca y coches en propiedad, algunos con extrema violencia. La respuesta de propietarios recogidas por la prensa denota más que un sentimiento de repulsa a los posicionamientos políticos del magnate, al temor de ser coronados con la misma cruz, y peor aún sufrir las consecuencias. La misma reacción que ya se ha visto en otros panoramas cuando el sistema vigente estigmatiza a alguien y el resto pone distancia del apestado, rompiendo cualquier vínculo de identidad con este, para terminar, sumándose al corro de los que ofenden y condenan al caído en desgracia. No es exactamente el caso de Musk, pero se parece mucho. Algunos testimonios publicados en The New York Times el pasado marzo evidencian la similitud de las actitudes y hechos. Es el que ofreció Jennifer Trebb, propietaria de un Tesla Modelo “Y”, que consideraba “innovador y diferente”, pero del que terminó deshaciéndose “en rechazo a los valores y posturas” del empresario. La narrativa de la entrevistada incluye un detalle sobre lo ocurrido en un mercado Kroger donde fue llamada nazi mientras parqueaba. Una expresión de repudio que explicaría el giro que le hizo cambiar la apuesta ambientalista que ofrecía su Tesla por la de un contaminante Mercedes de gasolina, con miles de millas en uso, pero políticamente más correcto y menos propenso a ser blanco de ataques radicales. En su narración la mujer cuenta que mientras buscaba opciones llegó a colocar una calcomanía en el parabrisas con la frase “Lo compré antes de que Elon se volviera loco”. Elocuente acto que demuestra el estado en que se encuentran sociedades que se ufanan de ser abiertas y libres de influjos totalitarios. El mismo escrito del diario neoyorkino recoge el caso de Kumait Jaroje, médico de origen sirio nacionalizado estadounidense al que le pusieron un letrero con la palabra Nazi en su camioneta Cybertruck, mientras estaba aparcado frente a su domicilio. Su exposición incluye llamadas amenazadoras recibidas en su teléfono y criticas destructivas sobre su labor profesional aparecidas en su página de internet. Acciones que se documentan por igual en España, Alemania y Francia, donde coches Tesla han sido blanco de actos vandálicos y personas particulares han repudiado la propiedad de ese tipo de autos pretextando el discurso reaccionario de Musk.
Elion Musk respondió a estas manifestaciones y críticas aduciendo que la consigna ‘todos son Hitler” está muy gastada. Pero la realidad apunta en otra dirección. Lejos de ser una cuestión fortuita, estos criterios son seguidos de manera cada vez más frecuente por acciones virulentas y actos preocupantes desde el punto de vista de las libertades democráticas, para los que todavía creen en la existencia de estos espacios. La cultura de la violencia va sustituyendo a ojos vistas a la del silenciamiento. De descalificar se pasa a la agresión física alentada por discursos de odio fundamentados por falsos presupuestos que sirven para poner la marca negativa de reaccionarios, ultras o fachas contra las voces discordantes. Procesos judiciales, acusaciones de todo tipo, campañas mediáticas y cordones sanitarios para impedir que partidos y políticos ganen elecciones, han sido seguidas por atentados directos contra la vida cuando fallan los recursos que buscaban anularles. Bolsonaro, Fico y Trump han sido blanco de estas acometidas. En España Alejo Vidal- Quadras, fundador de VOX, salvó la vida milagrosamente de un tiro disparado a su cabeza en un hecho que no acaba de aclarase y que al parecer fue planificado desde Holanda por elementos que dicen oponerse al auge de las extrema derechas. Las manipulaciones acaecidas en procesos electorales forman parte de este tinglado. Rumania, Moldavia, Georgia o las protestas para desestabilizar gobiernos como el de Serbia, ya no son suficientes. De aquella frase “lo que hicimos en Rumania lo haremos en Alemania” se ha pasado a la declaración del Partido Alternativa por Alemania como un grupo altamente extremista. Un primer paso para concretar la prohibición de la agrupación política, una posibilidad que viene avizorándose desde hace un tiempo.
En este escenario convulso es el que se producen las llamativas acciones contra Tesla -autos, concesionarios y propietarios- declaradas como actos de terrorismo doméstico por la administración Trump, mientras que voces cercanas al progresismo apelan a la liquidación física de Elion Musk, del presidente Trump y de otras figuras de su gobierno que han roto los esquemas establecidos por intereses poderosos para garantizar la ejecución de sus planes. Precisamente sobre esa cuestión un estudio realizado recientemente por el NCRI (Network Contagion Research Institute) reveló como el extremismo ideológico de un amplio sector que dice identificarse como izquierda y centro, asume el asesinato de las figuras publicas con las que no están de acuerdo como algo normal. Según el informe un 55 por ciento de los encuestados dijeron que asesinar a Donald Trump estaría al menos "algo justificado", en tanto que un 48% decía lo mismo de Elon Musk. Como bien señalara este último al pronunciarse sobre las manifestaciones, calificativos y ataques verificados contra su persona “…el problema son los titiriteros , no las marionetas, ya que éstas no tienen ni idea de por qué están ahí". Ciertamente el verdadero peligro no está en los que de una manera u otra asumen a cara descubierta el rol confrontativo de un asunto que interiorizan de manera fanatizada. No se trata de los que amplifican acusaciones, aplican la etiqueta de turno indiscriminadamente, enarbolan carteles y consignas que no entienden o desconocen en profundidad. Ni siquiera los que agreden de manera directa a bienes y personas. Se trata de los que manejan los hilos de esa trama con recursos poderosos para ejercer la manipulación. Es la respuesta a la pregunta que incluye Musk en su comentario sobre quienes financian y organizan esas protestas, llamados y propagandas.
Vivimos tiempos extraños y peligrosos en los que no es desaconsejable tomar ciertas precauciones para que, si llegado el caso las circunstancias hagan de la persona un disidente, esta tome algunas medidas convenientes para evitar poses y gestos, tal vez hechos de manera inconsciente, que sean tomadas como un acto que muestre inclinaciones hacia ideas radicales. Saludar a la lejanía, llamar a alguien o indicar algún punto en la distancia deben ser acciones seriamente meditadas para evitar alzar el brazo a una altura que rebase el nivel de los hombros. Hacerlo a nivel del pecho y de manera poco enfática, lo más imperceptible que se pueda, sea para mover los dedos en esto de saludo, llamar la atención de alguien o indicar un objeto de interés, puede ser lo más recomendable en estos casos. Una nimiedad que no deben descuidar los que han apostado por ser una opción contra aquellos que bajo un falso ropaje progresista pretenden llevarnos a una oscuridad totalitaria apenas imaginada por Orwell en la novela 1984.
Last edit: 07 May 2025 15:42 by Miguel Saludes.
Reply to Miguel Saludes
Moderators: Miguel Saludes, Abelardo Pérez García, Oílda del Castillo, Ricardo Puerta, Antonio Llaca, Efraín Infante, Pedro S. Campos, Héctor Caraballo
Time to create page: 0.539 seconds