De los males el menor. Emigración y conflictos externos (II)

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De los males el menor. Emigración y conflictos externos (II)

12 Dec 2024 22:46
#15341
Tan pronto se conocieron los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 5 de noviembre, las reacciones no se hicieron esperar. Un editorial del New York Times publicado el día 6, exponía la grave amenaza que esto representaba para el país, por la peligrosidad del rumbo que pudiera imprimir a su mandato un imprevisible Donald Trump. Alertas sobre conspiracionismos, ilegalidades, irrespeto a los valores democráticos, odio a los emigrantes y amenazas a la paz internacional bajo la egida de Trump, no consiguen solapar las fallas y carencias de la administración saliente en esos mismos terrenos. El de la emigración deja como legado las secuelas de un flujo desordenado a través de unas fronteras porosas y un sistema que parecía estimular el desorden más que ponerle remedio. Un tema convertido en foco de campaña electoral, buscando promover el voto contrario al de un candidato que tenía en su programa finalizar esa situación. Problemática que se distribuyó por toda la geografía nacional, principalmente en estados y ciudades declaradas santuarios de acogida, que en un corto plazo vieron incrementar de manera alarmante los índices de criminalidad y la incidencia de hechos delictivos en los que se involucran componentes foráneos y pandillas provenientes de escenarios externos. Un segmento noticioso de NBC fechado el 20 de noviembre, mostraba como la organización criminal Tren de Aragua había establecido sus operaciones en 16 estados norteamericanos.

La inseguridad conectada con el tema migratorio que afecta Los Ángeles, San Francisco, Portland, New York, Chicago, entre varias ciudades, ha provocado que algunas voces del partido demócrata manifestaran hartazgo, apremiados por el rechazo de sus ciudadanos y la perdida de apoyo político de los votantes. El alcalde demócrata de New York, Eric Adams, un abanderado de la política receptiva de migrantes, avisó en plena gesta electoral del cierre de las carpas levantas en esa urbe para acoger a emigrantes desamparados. Otras noticias, difundas en emisoras nada sospechosas de ser consideradas antiinmigrantes, notificaban el incremento de robos en el Central Park y la vandalización de numerosos comercios ante la mirada impotente del personal y la inacción de la policía neoyorkina. Fenómeno este último que se repite a diario en diferentes puntos del territorio nacional. No es casual que en California los votantes aprobaran enmiendas favorables a endurecer las penas para delitos relacionados con el fentanilo, robos menores, así como la eliminación del relajamiento de sanciones contra atracos en comercios y regulaciones dirigidas a eliminar el trabajo mandatario de los presos . En la californiana Fresno los electores aprobaron una ley que prohíbe la vagancia, la intrusión en propiedades privadas, así como dormir en aceras y áreas consideradas sensibles (escuelas, comercios y parques). Una lucha contra el relajo en una ciudad desbordada por estas situaciones, que de manera coincidente destacó en las noticias a raíz de las elecciones salvadoreñas, cuando muchos de sus ciudadanos, emigrantes de la nación centroamericana, votaron masivamente por la reelección de Bukele en su país de origen. 

El caso de Springfield , enarbolado por republicanos, demócratas y medios de comunicación afines a los políticos enfrentados en la carrera presidencial -más allá del destino corrido por los mininos del lugar- no puede esconder la realidad de una población migrante que ha pasado a ser un tercio de la que vive en esa localidad, independientemente de la certeza sobre denuncias por robo de mascotas para el fin que sea, algo que ocurre en otros contextos donde se han reportado sucesos relativos, tomando el ejemplo de Florida donde abundan noticias sobre robo de caballos sacrificados ilegalmente y la desaparición de otros animales de cría, sustraídos de granjas y patios para su comercialización, incluyendo el empleo en rituales religiosos. El meollo de la polémica desatada en Springfield sobre el tema migratorio no radica en sus mascotas, sino en el súbito aumento de la comunidad foránea. Lo explica el hecho de que, a pesar del despliegue propagandístico que buscaba mostrar el desacuerdo de los citadinos hacia las manifestaciones xenófobas de los republicanos, el voto de esa localidad fue en respaldo mayoritario a la dupla Trump-Vance. Una reacción que puede explicarse desde la óptica de James Wright, jefe de la tribu indígena Ma-Chis Lower Creek entrevistado por AP, comprensivo ante las razones por las que los haitianos huyen de su hogar, pero a la vez preocupado por las afectaciones que este asentamiento traiga a la “cultura política” local y a los “valores comunitarios”.

Otro factor ligado a las cuestiones implícitas del desorden migratorio y que ha provocado descontento, está vinculado al empleo de ingentes cantidades de recursos dirigidos a solventar apuros derivados de una coyuntura que los ciudadanos norteamericanos, cualquiera que sea su origen, reprueban. Mientras una mayoría apreciable padece del encarecimiento del nivel de vida, observa los dispendios hechos para subvencionar necesidades relacionadas al fenómeno migratorio. Solo en agosto pasado la Casa Blanca destinó 380 millones para prevenir el hacinamiento de los emigrantes en instalaciones de detención. Otras iniciativas han ofrecido tarjetas de débito a los indocumentados con el fin de ayudarles a adquirir alimentos y productos de primera necesidad. Gestos que pueden tener un profundo sentido humanitario, pero que generan el malestar entre aquellos que en su condición de ciudadanos y sometidos a dificultades similares, no reciben la misma atención y apoyos.

Pero si la mala gestión en las cuestiones domésticas de la administración Biden le ha costado millones de votos a la apuesta demócrata por la presidencia, no ha sido menor el influjo de su actuación fuera de casa. En un artículo publicado en la BBC el periodista Gerardo Lissardy advertía que una victoria de Trump pondría “patas arriba” el orden internacional existente. Una conclusión contradictoria con el criterio que se quiere reforzar a través de la imagen trastornadora de Trump, empeñando en enforzar negociaciones que pongan fin a la guerra en Ucrania y dispuesto a terminar con las exorbitantes ayudas financieras dirigidas a mantener ese conflicto. Desde el punto de vista del periodista, la opción Harris hubiera sido ideal. Una apuesta nueva, más agresiva incluso que la de su antecesor, en apoyo a Ucrania o cumpliendo los planes otanistas. Lo que es igual a decir más guerrerista. Criterio que se pone en paralelo al actuar “moderado” de Biden en su actuación ante la crisis de Gaza, cuyo desempeño puede considerarse discutible por la nulidad de sus acciones y las incoherencias en sus posturas. Por citar una, aquella petición hecha por el presidente católico a Tel Aviv para que no se matara a tantos civiles palestinos durante el operativo en la franja, en momentos en que las víctimas mortales de la incursión israelí pasaban de 30 mil. Como si existiera una cantidad aceptable de muertes inocentes ocurridas al calor de una intervención militar. 

Otro artículo publicado por la agencia EFE destaca preocupación por esa victoria de Donald Trump en sintonía con el auge nacionalista que se observa en gran parte de Europa. No es raro que la llamada ultraderecha internacional   festeje  el triunfo trumpista en las elecciones de Estados Unidos, al decir de los medios afines a la administración de salida. El subrayado sobre la potenciación de este fenómeno elude reflexionar como el ascenso de ese movimiento, tildado de patriotas por unos y ultraderechista por otros, se corresponde con las políticas que están llevando a los países europeos a aceptar imposiciones que contribuyen a destruir sus economías, su seguridad y su propia cultura e identidad, llevándoles a padecer gobiernos de castas, sindicados a la idea globalista y distantes de los intereses de sus gobernados, a los que censuran, oprimen y silencian bajo el estigma ultra o fascista, según convenga.  Solo hay que ver los muros sanitarios que imponen socios europeos, socialistas, populares y progres verdes y de infinitud de colores, contra los que se oponen a sus proyectos. Víktor Orbán, Robert Fico (a quien un “patriota enajenado” intentó asesinar), los miembros de Alternativa por Alemania, ahora tachados de terroristas, el “anticonstitucional” Bukele o el facha Bolsonaro, derrotado este último en unas elecciones sospechosas de injerencias, no precisamente desde el Kremlin, en las que bien pudo influir el grado de independencia asumido por el mandatario brasileño en sus relaciones internacionales, específicamente con Rusia, son algunos integrantes de esa lista negra. 

Precisamente la guerra de Ucrania, insuflada por Occidente y enraizada en los acontecimientos de una mal llamada revolución fraguada en 2014 contra un gobierno electo democráticamente y orquestada por tanques pensantes externos, además de cientos de miles de vidas, ha concentrado un gasto millonario que solo desde Estados Unidos significa un  aporte monetario astronómico que sobrepasa los 61 mil millones de dólares, disparado con nuevas entregas, siendo la más reciente el desembolso de 125 millones , anunciado a la carrera por la Casa Blanca tan pronto se confirmó la derrota de la Kamala Harris. Asignaciones a las que se suman las concedidas a Taiwán que en el último cheque se llevó 567 millones. Gastos que no se corresponden con aquellos destinados a situaciones que afectan la vida diaria, la educación, vivienda y salud del norteamericano promedio, si se comparan esas cantidades con las asignadas por Biden a objetivos medulares como la lucha contra el cáncer , al que el mandatario asignó 150 millones. Asistencias dirigidas a financiar cuestiones que pueden provocar una catástrofe a la Humanidad, incluyendo a Estados Unidos. En este aspecto resultan altamente preocupantes decisiones de última hora dando el visto bueno a Kiev para el uso de misiles norteamericanos contra objetivos en territorio ruso y la autorización del empleo de minas antipersonales por parte de las fuerzas armadas ucranianas. Un acto prohibido por la Convención de Ginebra y que, aunque no cuente con el reconocimiento de Estados Unidos ni de Rusia, supone una violación al derecho internacional . A esto habría que añadir la aprobación de nuevos envíos de dinero a Ucrania (noviembre 21) precedido por la liberación de todos los fondos que habían sido previamente aprobados, antes de la toma de posición de Trump. Un cúmulo de tensiones tempranas que deberá sortear el nuevo presidente en su pretensión de poner fin al conflicto en suelo europeo, y que en el peor de los casos puede generar una escalada peligrosa cuyas consecuencias mejor no imaginar. Un panorama abierto a infinitud de eventos que pudieran surgir de manera imprevista a lo largo del recorrido, poniendo palos a las ruedas en el funcionamiento de la nueva administración republicana, incluso antes de su asunción, en el caso hipotético de que se produzca un lance extremo relacionado con ese tesón bélico que ha caracterizado el curso de la presidencia demócrata de Joe Biden.


 
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