La Corte Suprema de Estados Unidos NO falló en contra de la demanda del Partido Republicano y sus abogados referente a las alegadas irregularidades fraudulentas del proceso electoral en Pensilvania, como muchos creen, sino que una mayoría de los jueces, liderados por el Presidente de la Corte John Roberts, optó por quedarse en la cerca sin conceder la audiencia necesaria para poder juzgar debidamente la validez o la irrelevancia de los alegatos que iban a presentar los demandantes.
Cabe sospechar que tan irresponsable proceder sobre un caso tan importante como debe ser la trasparencia de unas elecciones presidenciales limpias, se deba a que optaron plegarse al poder abrumador del "deep establishment" (el contingente de burócratas, funcionarios y legisladores que prácticamente gobiernan desde las sombras) que había logrado, mediante los intereses creados y las influencias de esos personajes, la hazaña de prácticamente derrocar al Presidente todavía en funciones, anulando su Poder Ejecutivo y gozando de absoluta impunidad en los turbios métodos empleados con ese fin.
No en balde habrá sido el efecto –además de la presión política y mediática– de las amenazas lanzadas por el Senador Chuck Schumer (D-NY) para sembrar el temor hace algún tiempo contra los jueces Neil Gorsuch y Brett Kavanaugh en la misma escalinata de la Corte Suprema, voceando iracundo su condena:
"I want to tell you, Gorsuch; I want to tell you, Kavanaugh; you have released the whirlwind, and you will pay the price". Y siguió amenazando:
"You won't know what hit you ..."
No obstante, el Juez Gorsuch expresó por escrito su firme desacuerdo con la asombrosa decisión de no hacer nada en el caso de Pensilvania, auspiciada por el Juez John Roberts, que preside la Corte.
Por su parte, el Juez Kavanaugh, tan cruelmente castigado ya en el proceso de su nombramiento, fue uno de los que optó por quedarse en la cerca y acatar la inacción de la Corte.
Cabe también sospechar que la mayoría de los jueces de la Corte han decidido mantener un "bajo perfil" para no provocar a esos poderosos intereses creados, porque ya saben su propósito de nombrar a 6 jueces adicionales para aumentar su número de 9 a 15 en una jugada para tomar permanentemente el control político de la Corte Suprema si sus fallos y decisiones no se acomodan a los planes y ambiciones de los que tienen el control absoluto del gobierno. Es verdaderamente vergonzoso que penda esta amenaza sobre la cúpula del Poder Judicial, emulando nada menos al dictador Hugo Chávez cuando tomó control por este método de la Corte Suprema en Venezuela.
Que el máximo organismo de justicia de un país se vea amedrentado por los poderosos es un gravísimo desastre que amenaza poner fin a la democracia en cualquier país donde suceda.