Bernie Sanders está promoviendo leninismo y polarización, no seguridad social

En septiembre Sanders dijo que «los billonarios no deberían existir». Como señaló Fareed Zakaria, los países escandinavos «tienen más billonarios per cápita que los Estados Unidos».

En un artículo de opinión publicado en The Hill el mes pasado, Lanny Davis, exconsejero legal del expresidente Bill Clinton, desechó el temor infundado por las ideas del candidato presidencial Bernie Sanders, particularmente la idea del socialismo. Davis afirma que el modelo socio-económico de Sanders no es otro que el modelo escandinavo de bienestar social basado en altos impuestos y redistribución de los recursos nacionales.

Es más, algunos de los competidores de Sanders en las primarias demócratas han criticado su ambicioso plan del cuidado de la salud basado en un seguro general de salud administrado por el gobierno Federal y su plan de educación universitaria gratis, como un proyecto imposible de llevar a cabo.

Estos comentarios son técnicamente correctos, excepto que Sanders no es meramente un proponente de un par de programas sociales. Es un promotor de una peligrosa cultura que puede convertirse en hegemónica si no se le pone fin.

Sanders ha hecho de la reducción de la desigualdad su meta principal. La desigualdad es también el resultado de la creación de riquezas que a su vez provee empleos. Pero esto no parece ser un factor de importancia para Sanders.

Sanders ha lanzado una guerra ideológica contra los ricos, que no es simplemente una guerra contra los códigos impositivos actuales o el estado actual del cuidado de la salud. El exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, por ejemplo, ha apoyado impuestos a las riquezas. A principios de febrero Bloomberg develó un plan que elimina el recorte tributario a las corporaciones que fue otorgado por Trump e impone un 5% extra de impuesto para aquellos con ingresos de más de $5 millones de dólares anuales.

El exvicepresidente Joe Biden también ha propuesto impuestos sobre as riquezas y las corporaciones para poder financiar programas sociales.

Pero ninguno de estos candidatos ha abogado por la abolición de billonarios o han adoptado un concepto radical de igualdad total donde nadie debe tener más que otros.

En otras palabras, el discurso de Sanders es lo que el filósofo Friedrich Nietzsche llamó “una rebelión en la moralidad de esclavos”, o sea, que significa una energía negativa, un resentimiento contra los poderosos y los ricos que a su vez son vistos como opresivos. O sea, se construye una identidad en la base del rechazo y la negación del otro.

Si traducimos el concepto a una realidad empírica, las creencias de Sanders están más cerca del concepto de Lenin de la guerra de las clases sociales. En el mundo de Lenin no existe la posibilidad de una reconciliación entre el capital y el trabajo.

“La comida debe serle quitada a los ricos” dijo Lenin, quien también alentó a las masas a que confiscaran la comida de los ricos: “los pudientes pueden estar sin comida por tres días, porque tienen abastecimiento”.

La ideología de Sanders es crear una cultura que podría tornarse peligrosamente hegemónica. Esto podría tener consecuencias devastadoras y dividiría nuestra sociedad aún más que bajo la administración de Trump. Además, esta retórica podría tener devastadoras consecuencias para la política exterior de Estados Unidos, un área donde la rama ejecutiva tiene más poder de decisión que en otros aspectos.

Sanders ha adoptado el concepto de interseccionalidad. La teoría de interseccionalidad sostiene que las personas sufren de múltiples fuentes de opresión, por raza, clase social, genero, orientación sexual, religión y otras opresiones. Estas diferentes formas de opresión no existen independientemente una de otras.

En América y en el mundo, existen opresores y oprimidos. Todas las formas de opresión convergen. Algunas agencias sociales usan el concepto de interseccionalidad para alentar la dinámica en las conversaciones y diálogos sobre las diferentes experiencias de discriminación en situaciones adversas, lo cual está bien. Sin embargo, la interseccionalidad se ha convertido en un instrumento de propaganda demagógica donde la relación oprimido/opresor se torna en una guerra sin cuartel. Este es el caso del movimiento MoveOn.

Desde este punto de vista el oprimido debería formar un frente unido incluyendo a los pobres, mujeres, el grupo LGBT, minorías raciales y étnicas, el tercer mundo, los palestinos y los progresistas. Entre los opresores podríamos encontrar a los ricos, los blancos americanos, los republicanos, los israelíes, etc. No hay demasiado lugar para la flexibilidad en esta rígida división.

Este concepto ha revivido nociones arcaicas de dualismo opresor/oprimido que en realidad fue promovido en el pasado por la ya difunta Unión Soviética y su ideología comunista.

Sanders ha defendido los regímenes comunistas solo porque inicialmente lucharon contra regímenes de privilegios y opresores. Pero no ha admitido la opresión de los propios regímenes comunistas. Sanders excusó al régimen de Castro, a pesar de la miseria en que se encuentra el pueblo de Cuba.

Sanders también ha rehusado condenar el régimen de Venezuela y admitir que Nicolás Maduro es un dictador. Ha calificado la renuncia de Evo Morales en Bolivia como un golpe de estado, ignorando el hecho de que Morales acudió al fraude electoral para perpetuarse en el poder.

Sanders ha definido al liderazgo israelí como “racista” pero ha omitido mencionar la incitación palestina contra los israelíes y el hecho de que la Autoridad nacional palestina viene rehusándose a negociar con Israel por más de una década.

Sanders no solo es apoyado por los sindicatos, sino también por grupos de base comunitaria de la extrema izquierda tales como MoveOn, y otros. Lo mismo que Sanders, el MoveOn, ha pedido un boicot contra la conferencia anual de AIPAC (un grupo organizado americano que aboga por las buenas relaciones entre los EEUU e Israel) acusando al grupo de dar voz a elementos racistas.

MoveOn también presentó una petición denunciando informes de prensa que “falsamente” denunciaban violaciones de la libertad de prensa en Venezuela, a pesar de las contundentes evidencias sobre estas violaciones. MoveOn también se unió a las organizaciones cabilderas en pro de Irán, el National Iranian American Council y públicamente se ha opuesto a la eliminación de Qassim Solemani, jefe de la fuerza iraní Al Quds e intencionalmente creó alarma sobre una inminente guerra americana-iraní que nunca ocurrió.

Thomas Wright, del Instituto Brookings, señaló que “Sanders puede cambiar dramáticamente la política exterior de Estados Unidos, pero el cambio tendría menos que ver con las ideas que sustenta en sus escritos y más que ver con sus propias creencias y prejuicios”.

Sanders no cesa de mencionar en sus discursos públicos que los Estados Unidos apoyaron hace más de medio siglo golpes de estado en Guatemala e Irán, lo cual confirma que Sanders ve a Estados Unidos como una fuerza negativa en el mundo.

Lo que podríamos esperar de Sanders en caso de ser elegido presidente, es un repliegue de los Estados Unidos a sus fronteras, y también una política exterior americana que abdicaría responsabilidad por la estabilidad del mundo. De esa forma se dejaría a la deriva a importantes aliados como Taiwán y Ucrania, a merced de China y Rusia.

Sanders comenzó a ganar popularidad en las primarias porque tuvo éxito en Iowa y ganó en New Hampshire y Nevada.

La energía perdió velocidad en Carolina del Sur y en las primarias del súper martes como también en los estados de Michigan, Missouri, y Mississippi, pero Sanders está todavía lejos de ser derrotado. Joseph Biden debería no solo enfocarse en la necesidad de derrotar a Trump, pero en la necesidad de derrotar a Sanders y toda su cultura política.