Medidas que no ayudan al cambio en Cuba
- Miguel Saludes
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Medidas que no ayudan al cambio en Cuba
02 May 2019 15:48
Inyección de gasolina al motor del castrismo, fue el símil utilizado por el opositor Héctor Palacios Ruiz, exiliado y miembro de los 75 ex prisioneros de conciencia del 2003, al comentar la entrada en vigor de los capítulos III y IV de la Ley Helms Burton. El anuncio de esta decisión fue hecho el pasado 17 de abril, fecha recuerda la fallida invasión de Playa Girón.
Los apremios del venidero año electoral parecen haber influido en la decisión de Trump para sacar a la luz unas medidas que han sido engavetadas sucesivamente, desde que Bill Clinton se viera presionado a firmarlas. Un cocido que tanto gusto diera desde su aparición a Fidel Castro y que fuera rubricado por el presidente demócrata en respuesta al derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate. La mejor de las opciones que tuviera el mandatario demócrata para concretar una especie de castigo que llegó como una bendición para el gobierno de La Habana.
La Ley en cuestión no ha sido hecha para buscar la democratización de Cuba aunque algunos se empeñen en asegurarlo. Mucho menos es la “mejor ni la más patrióticas de las legislaciones hechas para la Isla” según afirmara alguien, alguna vez. El texto de la regulación en primer lugar se enfoca en tres cuestiones: intereses geo políticos, intereses económicos y la posibilidad de influir directamente en el futuro político del cercano país en momentos en que parecía inminente la caída del régimen que hasta hoy se mantiene. No por gusto una de las más preclaras mentes de la disidencia cubana la criticó desde el primer momento de su aparición. Oswaldo Payá, además de declarar su desacuerdo, exponía la verdadera cara del asunto anotando la inhumanidad del contenido, la complejidad de la aplicación y sobre todo la injerencia que se ocultaba en sus intenciones sin casi disimulos. Una opinión en la que coincidieron otras personalidades de la disidencia interna de Cuba y del exilio.
No hay más que leer la cantidad de veces que se repite en el contexto de la disposición que la misma será suspendida si ello conviene a los intereses de Estados Unidos y cuando este determine que un gobierno establecido en Cuba cumple con los requisitos para ser considerado democrático. Para el seguimiento de aplicación se considera cualquier tipo de asistencia y comercio con Cuba incluyendo la ayuda humanitaria. Se mantiene el boicot azucarero, exigiendo a terceros países que no importen productos confeccionados con el azúcar cubano so pena de recibir penalizaciones. Uno de sus acápites puntualiza la prohibición de inversiones en servicios de telecomunicación de la Isla por cualquier vía, algo que atentaría directamente con las posibilidades de intercomunicación que han comenzado a abrirse por estos días en aquella parte.
Echar a andar las reclamaciones de tierras, empresas y propiedades norteamericanas en momentos en que se había logrado lo que parecía imposible hace décadas, resulta una acción poco inteligente, además de desafortunada. Porque habría muchas mejores maneras de llegar a soluciones de manera negociada, desde el momento en que existen las vías que brindan las relaciones diplomáticas. Posible que algunos reclamos verían con mejor suerte que otros una salida. Aunque algunos como los relativos a aeropuertos, tierras o grandes empresas no la tendrían tan favorables. Sobre todo cuando en el país de donde sale el reclamo la propiedad de terrenos se establece en base al cobro de impuestos estatales y las instalaciones portuarias o de tipo estratégicas quedan en la esfera del control local o federal.
Pero la peor parte de este paquete de medidas llega con las restricciones a viajes, envíos de remesa y afines. Un conjunto que muestra por si solo la inconveniencia de lo que dice buscar, poniendo entre comillas el enfatizado reclamo sobre el derecho a los cubanos a la libertad de viajar, de salir y entrar a su país, a la posibilidad de desarrollar el negocio privado (aun con las limitantes de la actual forma de gobierno) entre otras razones. Decir que esto se hace para provocar un cambio de rumbo en la política cubana mediante el recorte de recursos financieros, es una contradicción cuando se compara con otras actuaciones ante escenarios que no fueron mejores. Por citar un ejemplo el de la Polonia comunista de Gierek que recibió el favor de nación favorecida con el comercio norteamericano. Una prebenda que llevó a la nación europea a vivir en apariencias semi-capitalistas, pero que no fue impedimento para que a finales del 70 se desarrollara un movimiento cívico pacífico que provocó lo que casi nadie se atrevía a pronosticar entonces. Ocurrió sin bloqueos, embargos, leyes extra territoriales y medidas restrictivas a viajes.
Entonces por qué aplicar para Cuba lo que se sabe que además de no funcionar, redundará en más zozobra y desesperanza para el pueblo que lo sufrirá. Con el añadido del posible retroceso, sino la paralización, de los incipientes pasos de una sociedad que se abre a la propiedad privada y otros cambios que comienzan a apreciarse. Una contradicción total cuando a Corea del Norte -una de las peores dictaduras comunistas que perduran en el mundo- se le pone como ejemplo a seguir el de Vietnam, nación que ciertamente exhibe una floreciente economía de mercado, pero que por otra parte mantiene el sistema de comunismo unipartidista y restringe todas las libertades. ¿Será acaso porque Cuba está en esta parte del mundo?
Vale destacar la declaración de la periodista y activista pro derechos humanos Miriam Leyva sobre este nuevo paso al manifestar que la “Ley Helms-Burton y otras medidas de confrontación no ayudan al avance de la democratización de Cuba, sino que fomenta las posiciones inmovilistas dentro del gobierno cubano y la represión a las opiniones distintas a las oficiales.” La viuda de Oscar Espinosa Chepe subraya en su declaración que su compañero nunca apoyó esa medida ni ninguna otra de similar alcance y que por el contrario ponderaba los esfuerzos de reconciliación entre todos los cubanos y las relaciones civilizadas entre Cuba y Estados Unidos. Un legado lúcido que ignoran aquellos quienes apuestan por lo contrario.
Al paso del tiempo una gran parte del contenido de la ley Helms Burton ha quedado obsoleto al desaparecer dos de los presupuestos que encabezaban sus primeros capítulos. La base de Lourdes dejó de funcionar, al menos que se sepa, en manos de los servicios de inteligencia soviéticos y posteriormente rusos; y la central electronuclear de Cienfuegos solo queda en la historia por el nombre que nunca llegó a inaugurar la instalación de Juraguá. Ahora con la justificante de Venezuela y del apoyo cubano al régimen de Maduro, cuando el chavismo lleva tanto tiempo implantado en el país sudamericano, se pretende este paso que viene en momentos de una crisis casi total en esa nación. Justo cuando se potencia un gobierno populista de derecha en Brasil que abiertamente celebró el golpe militar de 1964, cuando la Rusia de Putin Supremo (no la del Soviet Supremo), saca fuerzas para recuperar terreno y desde los círculos cercanos a Trump se afirma de manera muy inoportuna que la Doctrina Monroe esta vivita y coleando. Y es aquí donde comienza la parte más inquietante de esta nueva etapa de tensiones que lejos de resolver un problema lo atizan y complican.
Los apremios del venidero año electoral parecen haber influido en la decisión de Trump para sacar a la luz unas medidas que han sido engavetadas sucesivamente, desde que Bill Clinton se viera presionado a firmarlas. Un cocido que tanto gusto diera desde su aparición a Fidel Castro y que fuera rubricado por el presidente demócrata en respuesta al derribo de las avionetas de Hermanos al Rescate. La mejor de las opciones que tuviera el mandatario demócrata para concretar una especie de castigo que llegó como una bendición para el gobierno de La Habana.
La Ley en cuestión no ha sido hecha para buscar la democratización de Cuba aunque algunos se empeñen en asegurarlo. Mucho menos es la “mejor ni la más patrióticas de las legislaciones hechas para la Isla” según afirmara alguien, alguna vez. El texto de la regulación en primer lugar se enfoca en tres cuestiones: intereses geo políticos, intereses económicos y la posibilidad de influir directamente en el futuro político del cercano país en momentos en que parecía inminente la caída del régimen que hasta hoy se mantiene. No por gusto una de las más preclaras mentes de la disidencia cubana la criticó desde el primer momento de su aparición. Oswaldo Payá, además de declarar su desacuerdo, exponía la verdadera cara del asunto anotando la inhumanidad del contenido, la complejidad de la aplicación y sobre todo la injerencia que se ocultaba en sus intenciones sin casi disimulos. Una opinión en la que coincidieron otras personalidades de la disidencia interna de Cuba y del exilio.
No hay más que leer la cantidad de veces que se repite en el contexto de la disposición que la misma será suspendida si ello conviene a los intereses de Estados Unidos y cuando este determine que un gobierno establecido en Cuba cumple con los requisitos para ser considerado democrático. Para el seguimiento de aplicación se considera cualquier tipo de asistencia y comercio con Cuba incluyendo la ayuda humanitaria. Se mantiene el boicot azucarero, exigiendo a terceros países que no importen productos confeccionados con el azúcar cubano so pena de recibir penalizaciones. Uno de sus acápites puntualiza la prohibición de inversiones en servicios de telecomunicación de la Isla por cualquier vía, algo que atentaría directamente con las posibilidades de intercomunicación que han comenzado a abrirse por estos días en aquella parte.
Echar a andar las reclamaciones de tierras, empresas y propiedades norteamericanas en momentos en que se había logrado lo que parecía imposible hace décadas, resulta una acción poco inteligente, además de desafortunada. Porque habría muchas mejores maneras de llegar a soluciones de manera negociada, desde el momento en que existen las vías que brindan las relaciones diplomáticas. Posible que algunos reclamos verían con mejor suerte que otros una salida. Aunque algunos como los relativos a aeropuertos, tierras o grandes empresas no la tendrían tan favorables. Sobre todo cuando en el país de donde sale el reclamo la propiedad de terrenos se establece en base al cobro de impuestos estatales y las instalaciones portuarias o de tipo estratégicas quedan en la esfera del control local o federal.
Pero la peor parte de este paquete de medidas llega con las restricciones a viajes, envíos de remesa y afines. Un conjunto que muestra por si solo la inconveniencia de lo que dice buscar, poniendo entre comillas el enfatizado reclamo sobre el derecho a los cubanos a la libertad de viajar, de salir y entrar a su país, a la posibilidad de desarrollar el negocio privado (aun con las limitantes de la actual forma de gobierno) entre otras razones. Decir que esto se hace para provocar un cambio de rumbo en la política cubana mediante el recorte de recursos financieros, es una contradicción cuando se compara con otras actuaciones ante escenarios que no fueron mejores. Por citar un ejemplo el de la Polonia comunista de Gierek que recibió el favor de nación favorecida con el comercio norteamericano. Una prebenda que llevó a la nación europea a vivir en apariencias semi-capitalistas, pero que no fue impedimento para que a finales del 70 se desarrollara un movimiento cívico pacífico que provocó lo que casi nadie se atrevía a pronosticar entonces. Ocurrió sin bloqueos, embargos, leyes extra territoriales y medidas restrictivas a viajes.
Entonces por qué aplicar para Cuba lo que se sabe que además de no funcionar, redundará en más zozobra y desesperanza para el pueblo que lo sufrirá. Con el añadido del posible retroceso, sino la paralización, de los incipientes pasos de una sociedad que se abre a la propiedad privada y otros cambios que comienzan a apreciarse. Una contradicción total cuando a Corea del Norte -una de las peores dictaduras comunistas que perduran en el mundo- se le pone como ejemplo a seguir el de Vietnam, nación que ciertamente exhibe una floreciente economía de mercado, pero que por otra parte mantiene el sistema de comunismo unipartidista y restringe todas las libertades. ¿Será acaso porque Cuba está en esta parte del mundo?
Vale destacar la declaración de la periodista y activista pro derechos humanos Miriam Leyva sobre este nuevo paso al manifestar que la “Ley Helms-Burton y otras medidas de confrontación no ayudan al avance de la democratización de Cuba, sino que fomenta las posiciones inmovilistas dentro del gobierno cubano y la represión a las opiniones distintas a las oficiales.” La viuda de Oscar Espinosa Chepe subraya en su declaración que su compañero nunca apoyó esa medida ni ninguna otra de similar alcance y que por el contrario ponderaba los esfuerzos de reconciliación entre todos los cubanos y las relaciones civilizadas entre Cuba y Estados Unidos. Un legado lúcido que ignoran aquellos quienes apuestan por lo contrario.
Al paso del tiempo una gran parte del contenido de la ley Helms Burton ha quedado obsoleto al desaparecer dos de los presupuestos que encabezaban sus primeros capítulos. La base de Lourdes dejó de funcionar, al menos que se sepa, en manos de los servicios de inteligencia soviéticos y posteriormente rusos; y la central electronuclear de Cienfuegos solo queda en la historia por el nombre que nunca llegó a inaugurar la instalación de Juraguá. Ahora con la justificante de Venezuela y del apoyo cubano al régimen de Maduro, cuando el chavismo lleva tanto tiempo implantado en el país sudamericano, se pretende este paso que viene en momentos de una crisis casi total en esa nación. Justo cuando se potencia un gobierno populista de derecha en Brasil que abiertamente celebró el golpe militar de 1964, cuando la Rusia de Putin Supremo (no la del Soviet Supremo), saca fuerzas para recuperar terreno y desde los círculos cercanos a Trump se afirma de manera muy inoportuna que la Doctrina Monroe esta vivita y coleando. Y es aquí donde comienza la parte más inquietante de esta nueva etapa de tensiones que lejos de resolver un problema lo atizan y complican.
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