¿Lo volverán a hacer en Alemania?

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¿Lo volverán a hacer en Alemania?

18 Feb 2025 14:11
#15910
Se acercan las elecciones en Alemania. La expectativa y las tensiones se palpan en el ámbito político del país considerado hasta hace poco la locomotora europea, camino a convertirse en un vagón más en el convoy. Según la mayoría de las encuestas Alternativa por Alemania, si no la fuerza con mayor aprobación, quedaría como la segunda con posibilidades de conseguir el favoritismo en las urnas. Un golpe significativo para los partidos tradicionales y los que se aúnan con ellos para evitar que los llamados ultras o extremistas de derecha, asuman el gobierno. Preocupación que desde hace un tiempo mantiene en vilo a las principales voces del globalismo que se empeñan en controlar vida, pensamiento y proyectos de la Unión Europea. La cuestión que se plantea en este momento es cuan posible será la concreción de que este partido pueda acceder al gobierno en caso de lograr un triunfo, que a la vista parece inevitable. La respuesta posible puede encontrarse en varios episodios marcados por el influjo de los que comandan una unidad continental donde democracia, libertades y elecciones limpias, han dejado de constituir su mejor carta de presentación. 

Hechos y pronunciamientos ocurridos en el panorama político alemán, hacen temer que los de Alternativa no la tendrán fácil para gobernar, aun cuando ganen las elecciones.  Un adelanto de esa realidad se vaticina en las concentraciones con pintas progresistas que exigen mantener el cordón sanitario contra la agrupación señalada como ultraderechista. Que estas reacciones, aparentemente espontáneas, reproduzcan la recomendación hecha por la siniestra figura de Úrsula von del Leyen para bloquear a los que desafían al discurso dominante, no debe sorprender dado el grado de manipulación que ejercen los círculos que manejan los hilos de la trama europea. Ejemplos sobran para demostrar la manera injerencista con la que actúan a través de movimientos y recursos destinados a esa finalidad. Un documental de la serie ARTE titulado La Comunidad LGTBQIA+ en Polonia ofrece una idea sobre el funcionamiento de estos mecanismos y como jugaron un rol decisivo en los comicios celebrados en el país centroeuropeo en 2023 cuando miles de ciudadanos se congregaron en Varsovia contra el gobierno de Ley y Justicia (PiS). El material recoge el testimonio de Natalia Wiktoria Greniewska, dirigente feminista quien participó en la organización de la cita, nutrida por muchos participantes de la “diáspora” polaca asentada en naciones vecinas. Según la entrevistada estos acudieron a su país por unas horas con el único objetivo de patentizar el rechazo al PiS y evitar su reelección. Un detalle que no debe pasar por alto esta multitud congregada para un acción política, proveniente de diversas partes de una entidad en la que no se requiere identificarse para ir de un lado a otro. Particularidad que deja espacio a las dudas acerca de la identidad originaria de los que protestaban a la sombra de una bandera que presuntamente les representaba. Un aspecto que toma relevancia si se tiene en cuenta la población migrante extendida por gran parte del bloque continental, que en muchos sitios ya supone una presencia considerable y que puede ser susceptible a la manipulación de los que buscan sacar adelante agendas y proyectos sin importar los métodos para lograrlo. No obstante ganar las elecciones, Ley y Justicia se vio impedido de gobernar al no conseguir la mayoría necesaria. La aparición de decenas de partidos resultó clave para dividir votos y dispersar fuerzas en una maniobra que consiguió dejar fuera del mando a los conservadores de derecha. En el escenario alemán ocurre algo similar. Las alertas se encienden ante declaraciones e intervenciones polémicas suscitadas a ambos lados de los polos enfrentados. El apoyo de Elon Musk a la líder de Alternativa Alice Weidel ,  y la conversación sostenida con ella, dieron pábulo a toda suerte de reacciones contra el multimillonario en lo que se presenta como entrometimiento del magnate en las cuestiones europeas. Resalta la dualidad y la amoralidad de estas críticas acusando a Musk de una práctica que de manera evidente constituye el proceder de instituciones occidentales en diversos escenarios de su vecindad.  Austria, Moldavia, Georgia y Rumania son ejemplo de la doblez con la que actúan los que dicen resguardar los valores de la democracia y las libertades en sus predios.  

El pasado 9 de enero las noticias daban a conocer protestas y “cordones humanos”, convocados por varias oenegés y grupos de la sociedad civil en Viena contra el acuerdo de coalición entre los conservadores y el Partido de la Libertad (FPÖ), triunfador en la justa electoral. Las tácticas para impedir que los segundos accedieran al poder tenía como precedente situaciones similares surgidas al calor de otros sufragios celebrados en las cercanías, todos con un patrón muy parecido. En octubre del 2024 Moldavia celebraba un referendo sobre la entrada a la Unión Europea. El día 20 de ese mes la agencia EFE notificaba en primicias que la propuesta había sido rechazada por el 56 por ciento de los votantes frente al asentimiento de un 43 por ciento, según el medio. En cuestión de horas, la misma agencia daba un giro completo dando a conocer el triunfo del Sí por un apretado resultado de 50 contra 49 por ciento, gracias a las boletas llegadas desde la diáspora moldava. Pocas semanas después las urnas abrían de nuevo, ahora para decidir la permanencia en el gobierno de la presidenta Maia Sandu. Días previos a la votación miles de moldavos salieron a las calles en protesta contra las políticas aplicadas por la gobernante prooccidental. Las manifestaciones fueron reprimidas con mano dura , como pidió la mandataria que no dudó en calificar a los protestantes de pro rusos, traidores a la Patria y partidarios de la guerra. En ese caso Sandu recibió el respaldo de altos representantes de la política de la Unión Europea, destacando la del euro socialista Josep Borrell.  De nuevo ocurría la rectificación súbita tras la incidencia de ciertas anomalías ocurridas en el cierre abrupto de varios colegios electorales, un problema que últimamente suele ocurrir en situaciones de elecciones complejas y discutidas. El resultado de la corrección daba ganadora a la presidenta Sandu frente a su oponente Alexandr Stoianoglo. Coincidiendo con lo ocurrido en octubre durante el referendo sobre la entra en la Unión, el recuento de papeletas enderezó el resultado esperado en Bruselas con la reelección de Maia Sandu, una exfuncionaria con vuelo alto en las esferas bancaria s. De nuevo el resultado era favorecido por la respuesta de una diáspora que para alegría de los interesados inclinó la balanza en el sentido que esperado. Un cambiazo con un sabor a fraude y manipulación del que justamente hiciera referencia el mandatario húngaro Víktor Orban cuando acusó a sus detractores euro parlamentarios de gestionar un golpe contra su gobierno mediante revueltas callejeras, creación de opositores y propagación de falsedades, así como las componendas nada democráticas de los políticos de esa entidad para repartirse cargos o reciclarse en ellos, orbitando de manera inamovible en torno al poder eurocéntrico, sin tener en cuenta las decisiones del votante común. Resultaba que en esa decisiva representatividad moldava en el exterior destaca el componente de los que residen entre Rusia (cerca de dos millones) y Bielorrusia (aproximadamente un millón), cifra que daría mayores posibilidades al cacareado influjo ruso para propiciar un resultado contrario al verificado oficialmente. Pero según testimonios los moldavos disgregados en los dominios moscovitas apenas recibieron unas miles de boletas, quedando excluidos una amplia mayoría con derecho al voto, tanto para elegir presidente como para dar su asentimiento o rechazo a la integración de su país de origen a la unidad europea. 

En diciembre le tocó el turno a Georgia. La nación caucásica ocupó el foco internacional en lo que algunos medios describieron como la peor pesadilla para el europeísmo a ultranza. El partido Sueño Georgiano, clasificado también dentro de la membresía ultra, lograba sacar adelante la elección del presidente pro ruso y ultra (como cabía esperar) Mijaíl Kavelashvili.  Esto a pesar de las manifestaciones apoyadas por Europa y las presiones ejercidas desde sus estrados parlamentarios para inducir una votación conforme a sus deseos, que incluía la elección presidencial y la anuencia para entrar a la Unión Europea. En previsión de que el nuevo gobierno fuera renuente a aceptar la apetitosa zanahoria unionista, se alistaron sanciones contra Georgia desde Bruselas. Una acción que permite cuestionar si la entrada a la formación consiste en un premio por el buen manejo de economías y políticas o ha pasado a ser de aceptación obligada cuya negativa conlleva el castigo para los que se resistan a someterse al privilegio.   El apoyo mayoritario recibido por Kavelashvili en las urnas otorgaba al candidato electo un aval poco apreciado por las élites que abanderan el europeísmo progre, reticentes a lidiar con un movimiento que promovió la aprobación de leyes contra la influencia extranjera y las prebendas en favor de minorías sexuales en Georgia. No es casual que al conocerse los resultados se iniciaran las protestas en las que el presidente electo percibió el paralelismo de un Maidán que quiso repetirse en el contexto georgiano incluso con la participación de representantes políticos occidentales y que fracasó debido a las limitaciones referidas por Kavelashvili sobre unos “-...partidos y  ONG ricos pero incapaces de congregar siquiera 2.000 personas” para demandar la repetición de las elecciones.

Las irregularidades en Georgia no terminaron a pesar de la claridad de los resultados. La presidenta Salomé Zurabishvili se negaba a abandonar el cargo, mientras desconociendo el veredicto de las urnas llamaba a mantener las protestas , en una acción doblemente ilegal que recibía el espaldarazo de sus socios europeos. Las justificaciones para desconocer el resultado iban desde las acostumbradas acusaciones de intervencionismo ruso, hasta alegaciones de que el presidente electo carecía de títulos universitarios. Un requerimiento que no se tiene en cuenta para mandatarios de otros países y que no acreditan la titularidad de altos estudios, sin que ello sea impedimento para su buen desempeño y el reconocimiento internacional. Bukele y Lula da Silva son ejemplos. Siguiendo la prescripción de una receta harto conocida, en el caso de los comicios georgianos se acusó la violación de las autoridades electorales al no habilitar suficientes colegios en el exterior para que los muchachos de la diáspora ejercieran el voto de manera segura. Al final la elección indeseada condujo a la suspensión de las negociaciones para que Georgia entrara al bloque europeo, bajo consideraciones de retroceso democrático que supuestamente significó la elección del candidato de Sueño Georgiano. A esta medida sucedió la respuesta de ese partido aplazando todo diálogo sobre la adhesión a su contraparte al entender que se estaba cometiendo un acto de chantaje inaceptable, según declaró el primer ministro Irakli  Kobakhidze: - “Continuaremos en nuestro camino hacia la Unión Europea; sin embargo, no permitiremos que nadie nos mantenga en un estado constante de chantaje y manipulación, lo cual es totalmente irrespetuoso para nuestro país y nuestra sociedad. Debemos mostrar claramente a ciertos políticos y burócratas europeos, que están completamente desprovistos de valores europeos, que deben hablar con Georgia con dignidad, no a través del chantaje y los insultos”. Las maniobras de intromisión continuaron de manera abierta, incluyendo la propuesta de Josep Borrell  para  entregar 100 millones de euros a la sociedad civil opuesta al presidente electo, muchos de cuyos integrantes estaban vinculadas a movimientos identificados con temas de género y diversidad. En este punto conviene refrescar algunos datos interesantes relacionados con la presidenta de Georgia que dejan al desnudo el doble rasero de los que se presentan como exponentes de la legalidad, el respeto a soberanías y contrarios a injerencias externas. Nacida en Francia en 1952, Salomé Zurabishvili fue destinada en 1986 a Tiblisi (Tiflis), como embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la potencia europea. Aún con la ciudadanía francesa la diplomática fue nombrada Ministra de Relaciones Exteriores de Georgia por el entonces presidente   Mikheil Saakashvili , Posteriormente decidió retomar la nacionalidad de sus padres, sin renunciar a la de nacimiento, para disputar la presidencia del país, cargo en el que se había mantenido hasta las pasadas elecciones del 2024. Una carrera plena de conflictos de intereses donde injerencismo y dependencia andan de la mano.   

Así las cosas, se produce en Rumania la inédita anulación de unas elecciones ganadas en primera ronda por un candidato que no estaba en las quinielas de los autócratas europeos, quienes consideraban asegurado al primer ministro Marcel Ciolacu, del partido Social Demócrata, de centroizquierda. El 6 de diciembre la Corte constitucional rumana anulaba el resultado de la primera vuelta de las elecciones presidenciales celebradas en noviembre y ordenaba un recuento de los votos que daban ganador al candidato derechista Calin Georgescu, el inesperado contendiente que contra todo pronóstico sacó de la competencia al favorito de las castas dominantes. La justificación , además de ilegal, resultaba endeble y manida. Georgescu había conseguido el apoyo de millones de seguidores a través de las redes sociales , en las que hizo campaña con un gasto ínfimo de recursos financieros. Un peligroso precedente en esta realidad donde el dinero resulta un valor fundamental para tantos asuntos, elecciones incluidas. Como solía repetir enfáticamente un estimado pariente ya desaparecido cuando se refería a la temática y de manera singular lanzaba su criterio sobre uno de los principales pilares en el que se sostiene el entramado político: - ¡Cash, Miguel, cash! ¡Sin cash no hay política!

Apelando una vez más a los poderes mágicos de la fórmula pro rusa, Georgescu fue acusado de ganar con el apoyo del Kremlin . Ataque al que el candidato respondió diciendo que solo tenía un pacto y este era con el pueblo rumano y con Dios, declarando la anulación de su victoria una burla y traición a los principios de la democracia en un país miembro de la Unión Europea y la OTAN. Y es que además oponerse a la continuación de la guerra en Ucrania, rechazar las sanciones contra Rusia, a la larga perjudiciales para Rumanía, el político emergente tenía en contra ciertos códigos que suponen un pecado mortal para quienes se atreven a enarbolarlos. Religioso, honesto y diferente, defensor de la paz, eran algunas de las características destacadas por los votantes que decidieron apostar por su propuesta.  Rasgos atractivos para los ciudadanos comunes pero que en ciertas esferas de occidente constituyen actitudes poco recomendables. Georgescu y sus seguidores no dudaron desde el primer instante en señalar un complot en el que denunciaron la implicación de medios de comunicación, Tribunal Constitucional, Fiscalía , servicios secretos y partidos tradicionales, subordinados al sistema corrupto que consume al país, según expresaron a la prensa extranjera votantes frustrados. Muchas de ellos se sumaron a unas protestas masivas que en este caso no encontraron respaldo en los estrados europarlamentarios y que recibieron poca cobertura mediática. Al final se puso en marcha el mecanismo sanitario  recetado por la Von der Leyen y sus acólitos. Los partidos proccidentales rumanos formaron gobierno “mayoritario” para terminar con una crisis donde no hubo repetición de elecciones. 

En este contexto y teniendo a la vista los próximos comicios alemanes surge la frase que ha puesto en toda su dimensión la concepción arbitraria y la falta de principios democráticos en los que se ha embarcado Europa y que la hace poco digna de crédito para reclamar a otros gobiernos, como el venezolano , lo que ellos no son capaces de respetar. La polémica surgió tras las palabras del excomisario europeo Thierry Breton avisando que la UE pudiera anular los resultados de las venideras elecciones de Alemania si estos no fueran los esperados. : «Lo hicimos en Rumanía» se ha convertido en enunciado de referencia a pesar de las explicaciones y desmentidos que ofrecen ciertas páginas correctoras de la información, en el afán por enmendar noticias o hechos para hacerlos cumplir con los requerimientos de una cesura sutil. Según fuentes como Maldita.es y sus pares, Breton no dijo lo que dijo, al admitir que en Rumanía se “hizo” algo que se hará de la misma manera donde sea necesario, Alemania en concreto. Según la enmienda aclaratoria emitida por el equipo de estas coletillas censoras, el político europeo se refería a la intromisión de las redes sociales, a las que culpa de inmiscuirse e interferir en los procesos políticos de su entorno. Pero las palabras de Breton no dejan espacio a la duda y aquí quedan para lo que pueda ocurrir en las venideras elecciones alemanas. «Hagamos cumplir nuestras leyes en Europa, cuando estas corran el riesgo de ser eludidas y no puedan ser aplicadas y puedan llevar a interferencias (…) Lo hicimos en Rumanía y obviamente lo haremos en Alemania si es necesario». Fue el señalamiento de Breton a propósito del eventual papel que podría asumir el organismo comunitario en dichos comicios. Una vez más acude a la memoria aquella frase con la que el periodista Reinaldo Taladrit concluía cada conducción de un viejo programa dominical de la televisión cubana. Saque Usted sus propias conclusiones es una recomendación que adquiere validez en un contexto donde se hace necesario defender el ejercicio del juicio propio frente al que se nos quiere imponer mediante periodistas a sueldo, políticos corruptos o páginas verificadoras como la referida Maldita.es. Y mejor aún que ese juicio prime en la decisión de los electores alemanes que tienen ante si el reto de reconducir el giro totalitario y guerrerista que ha tomado su país junto a la Unión Europea.  
 
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