La libertad religiosa frente al laicismo de Estado francés
- Miguel Saludes
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La libertad religiosa frente al laicismo de Estado francés
22 Sep 2023 22:53
El inicio del curso escolar 2023-2024 en Francia ha estado marcado por la polémica de una prohibición, que en principio afecta a estudiantes que usan una vestimenta relacionada con la religión musulmana. La decisión, amparada en la condición de laicidad que define los valores básicos de la enseñanza francesa, está referida al impedimento de la abaya y el qamis en los centros escolares públicos de la República. Las prendas de vestir forman parte de la tradición islámica que prescribe cubrir el cuerpo tanto de las mujeres (abaya) como de los hombres (qamis). El dictamen del Ministerio de Educación fue acogido con protestas de los afectados por la medida, quienes alegan que más que un asunto religioso, se trata de un tema cultural.
El decreto, puesto en vigor el mismo día del retorno a las aulas, recibió el rechazo de varias estudiantes, que en desafío a la disposición oficial se presentaron con las vestimentas vetadas. Las que se negaron a prescindir de sus túnicas fueron impedidas de ingresar a las escuelas. Días antes el presidente Macron daba público respaldo a la ordenanza, advirtiendo que las autoridades serían inflexibles en la aplicación de esta normativa que se sustenta en una ley del 2004 prohibiendo en escuelas públicas “el uso de signos o atuendos con los que los estudiantes muestren ostensiblemente una afiliación religiosa". El mandatario argumentó su postura contra la abaya argumentando que: "Un chico va a la escuela para ser formado como un ciudadano, sea cual sea el origen, la religión, las creencias de los padres, de la familia. Por tanto, los signos religiosos están fuera de lugar y defenderemos con vigor este laicismo".
Aunque se habla de acciones pedagógicas para explicar y convencer, el presidente Macron dejó abierta la posibilidad de la aplicación de mayores rigores en caso de resistencias, cuando al afirmar que los principios de la República no sólo tienen que ser defendidos, sino enseñados en la escuela, indicó que los colegios y liceos más sensibles recibirán refuerzos de personal porque son conscientes de que habrá casos en los que se va a "desafiar a el sistema republicano". Es de señalar que la referida ley, dirigida principalmente contra el uso del velo islámico, también prohíbe la tenencia de crucifijos cristianos y kipás judías. Es lógico pensar que por igual se incluyan prendas y atributos que identifiquen al estudiante con otras creencias de las tantas que pueda practicar la heterogénea población que convive en territorio francés debido a las corrientes migratorias que nutren esa y otras sociedades europeas. Si la prohibición expresa de las autoridades busca preservar la condición laica de los centros de estudios de la exposición de contenidos religiosos, resulta comprensible si el objetivo es el espacio cuyos locales no pueden albergar crucifijos, imágenes religiosas, fotos del Papa o cualquier referencia cristiana tomando en cuenta la tradición occidental de la que forma parte Francia. Pero en el ámbito personal las cosas toman otro cariz, porque se trata del derecho de la persona a su libertad de pensamiento, conciencia y religión, que se le niega siquiera mostrar, en discrepancia con lo dispuesto en el artículo 18 de la Carta Universal de los Derechos Humanos cuyo contenido proclama que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.” Contradicciones de ese mundo occidental que llama la atención, condena y hasta exige con medidas de fuerza para otros sitios o sociedades, libertades que en sus ámbitos se restringen o desconocen en base a sus leyes. El de la libertad religiosa sería un caso.
La noticia me trae a la memoria un hecho relacionado con mis días de estudiante de secundaria en La Habana. Compartía clase con unas hermanas que pertenecían a la denominación cristiana Testigos de Jehová. Además de negarse a saludar la bandera o cantar el himno, era fácil distinguirlas por un detalle en su uniforme. A diferencia del resto de sus compañeras de escuela, que usaban las zayas a la medida mínima posible que dictaba la moda de las minifaldas, estas dos jóvenes sobrepasaban la norma establecida vistiendo sus faldas por debajo de las rodillas. Me pregunto si la disposición del país galo contemplaría por igual esa manera de expresión religiosa como un acto punible contra las observancias laicas de su sistema publico educativo. En el caso de aquellas hermanas nunca fueron impedidas de entrar a clases, aún a sabiendas de que ellas profesan una fe que pugnaba con los requisitos ideológicos del sistema y que no ocultaban proclamar. Otras manifestaciones de carácter religioso también pasaban desapercibidas en ese entorno materialista. Ocurría en ocasión de festividades honradas por la devoción popular. Era común ver a mucha gente, incluidos los estudiantes, insertar en sus prendas de vestir los colores relacionados con esas celebraciones. Así los días 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, se notaba el incremento del color rojo en cualquier pormenor de la vestimenta. Lo mismo ocurría los 17 de diciembre con el morado distintivo de San Lázaro o el amarillo por la Caridad del Cobre cada 8 de septiembre. Con el correr de los años estas muestras encubiertas de fervor religioso fueron haciéndose más abiertas y ya no causaba asombro la presencia en las aulas de alumnos con ides yorubas en sus brazos o pañuelos blancos en sus cabezas. Por igual se verificaba la asistencia a las catequesis en las Iglesias, o en simple visita a los templos católicos, de niños con el uniforme escolar y la pañoleta de pioneros. En contraste, ahora resulta que la libre Francia aparece restringiendo todos los signos de identidad religiosa en sus escuelas en virtud de un laicismo que fomenta el ateísmo. No es extraño que la sociedad de ese tipo acabe por prescindir de sus identidades, mientras confronta aquellas culturas, criticables tal vez, por no “inculturarse” al punto de llegar a perder las suyas, pero que a pesar de todo las conservan y defienden.
En octubre del 2017 un programa televisivo de España recogió un intenso debate entre Josep Antoni Duran i Lleida, entonces portavoz de CIU en el Congreso español, con una ciudadana musulmana radicada en Cataluña, quien reclamaba la discriminación que sufrían sus hijas, nacidas en ese país, por el uso del velo. La discusión, tomada con mucha mesura por el político demócrata cristiano catalán, terminó cayendo en el tema de la inculturación, cuya falta señaló Durán i Lleida a su interlocutora. Y tal vez aquí se encuentre el punto neurálgico causante de la reacción radical del gobierno francés en su afán laicista. Las continuas olas de emigrantes que arriban a Europa por diferentes vías, casi todas ilegales, para cubrir déficits demográficos o sustentar agendas con intenciones políticas (creo menos o casi nada en motivaciones humanitarias), son recibidas con la esperanza de una inculturación que no termina de concretarse. Más bien se avizora como un sonado fracaso. Por el contrario, lejos de renunciar a sus creencias, costumbres, cultura y lengua, estas comunidades cada vez más numerosas, se afianzan en su identidad. Lo contrario ocurre con sus anfitriones, que no solo van perdiendo las referencias identitarias propias, sino que asumen las de aquellos que llegan, no siendo raro ver como muchos de ellos terminan en ser los “conversos”. Y no es extraño que ocurra porque sus sociedades se van haciendo cada vez más débiles ante el embate de un proyecto globalista empeñado en resetear a la Humanidad. Un plan al que se les resisten los que conforman un núcleo fuerte donde religión, lengua, familia y costumbres adquieren solidez de supervivencia. Un conocido me comentaba sus impresiones durante una estancia en París cuando al entrar a una famosa catedral de esa ciudad se percató que era el único asistente de la celebración eucarística que oficiaba en solitario el sacerdote del lugar. Otra anécdota personal demostrativa del arraigo cultural de aquellos que se niegan a renunciar a sus credos y costumbres ancestrales, me la aportó un joven, excompañero de trabajo, nacido en New York y descendiente de padres palestinos. Este me explicaba su decisión de mudarse a la Florida por considerar que el estado sureño era más propicio para tener una familia que se negaba conformar en el sitio donde había nacido debido a la decadencia moral que allí se vivía. En el contexto de la conversación le ofrecí un sándwich cubano que rechazó educadamente disculpándose porque contenía carne de cerdo. Tal vez en otros tiempos esa reacción me hubiera hecho suscribir el argumento argüido por Duran i Lleida a la mujer musulmana. En el contexto actual más bien despertó mi respeto ante unos principios conservados contra viento y marea para mantener sello y rumbo propios.
Pero el curso no solo comenzó caliente en Francia. En la vecina Bélgica al menos tres escuelas ardieron por fuegos provocados, que las autoridades apuntaron a actos de terrorismo y barbarie social vinculados a movimientos religiosos radicales, católicos, musulmanes u organizaciones de extrema derecha. En este caso la laicidad de las escuelas trata de imponer un decreto que instaura de manera obligatoria la guía conocida como Evras (Educación para la vida efectiva y sexual) que será impartida por “profesionales” de la educación. Centenares de manifestantes convocados frente al Parlamento belga condenaron el decreto por ir “en contra de los valores universales e inviolables de la educación familiar y de los intereses de los alumnos y sus familias". Por su parte agrupaciones católicas tradicionales y casi todas las asociaciones musulmanas presentes en el país europeo, presentaron un recurso en el que acusan al proyecto de “adoctrinamiento ideológico" y contravenir el Código Penal en los artículos sobre "la introducción de pornografía neutra" y "la introducción de la prostitución de forma neutra a menores no consentidores".
En medio de esta situación de decretos prohibitivos sobre vestimentas que quiebran los sagrados principios de laicidad republicanos, defendidos inexorablemente por Macron, se abre una nueva controversia teniendo como foco al propio presidente francés tras anunciar su asistencia a la misa que oficiará el Papa Francisco en Marsella. A pesar de que el Pontífice declaró que su visita a la ciudad francesa no está enmarcada dentro de la agenda como jefe de Estado, Macron insiste en su asistencia justificada en el rol presidencial. Y aunque Emmanuel afirma que no practicará ningún gesto que comprometa su papel laico durante el oficio religioso, sus críticos afirman que la anunciada presencia constituirá una transgresión de esos valores que el mandatario quiere proteger de abayas, velos o qamis. Y también de crucifijos cristianos.
El decreto, puesto en vigor el mismo día del retorno a las aulas, recibió el rechazo de varias estudiantes, que en desafío a la disposición oficial se presentaron con las vestimentas vetadas. Las que se negaron a prescindir de sus túnicas fueron impedidas de ingresar a las escuelas. Días antes el presidente Macron daba público respaldo a la ordenanza, advirtiendo que las autoridades serían inflexibles en la aplicación de esta normativa que se sustenta en una ley del 2004 prohibiendo en escuelas públicas “el uso de signos o atuendos con los que los estudiantes muestren ostensiblemente una afiliación religiosa". El mandatario argumentó su postura contra la abaya argumentando que: "Un chico va a la escuela para ser formado como un ciudadano, sea cual sea el origen, la religión, las creencias de los padres, de la familia. Por tanto, los signos religiosos están fuera de lugar y defenderemos con vigor este laicismo".
Aunque se habla de acciones pedagógicas para explicar y convencer, el presidente Macron dejó abierta la posibilidad de la aplicación de mayores rigores en caso de resistencias, cuando al afirmar que los principios de la República no sólo tienen que ser defendidos, sino enseñados en la escuela, indicó que los colegios y liceos más sensibles recibirán refuerzos de personal porque son conscientes de que habrá casos en los que se va a "desafiar a el sistema republicano". Es de señalar que la referida ley, dirigida principalmente contra el uso del velo islámico, también prohíbe la tenencia de crucifijos cristianos y kipás judías. Es lógico pensar que por igual se incluyan prendas y atributos que identifiquen al estudiante con otras creencias de las tantas que pueda practicar la heterogénea población que convive en territorio francés debido a las corrientes migratorias que nutren esa y otras sociedades europeas. Si la prohibición expresa de las autoridades busca preservar la condición laica de los centros de estudios de la exposición de contenidos religiosos, resulta comprensible si el objetivo es el espacio cuyos locales no pueden albergar crucifijos, imágenes religiosas, fotos del Papa o cualquier referencia cristiana tomando en cuenta la tradición occidental de la que forma parte Francia. Pero en el ámbito personal las cosas toman otro cariz, porque se trata del derecho de la persona a su libertad de pensamiento, conciencia y religión, que se le niega siquiera mostrar, en discrepancia con lo dispuesto en el artículo 18 de la Carta Universal de los Derechos Humanos cuyo contenido proclama que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.” Contradicciones de ese mundo occidental que llama la atención, condena y hasta exige con medidas de fuerza para otros sitios o sociedades, libertades que en sus ámbitos se restringen o desconocen en base a sus leyes. El de la libertad religiosa sería un caso.
La noticia me trae a la memoria un hecho relacionado con mis días de estudiante de secundaria en La Habana. Compartía clase con unas hermanas que pertenecían a la denominación cristiana Testigos de Jehová. Además de negarse a saludar la bandera o cantar el himno, era fácil distinguirlas por un detalle en su uniforme. A diferencia del resto de sus compañeras de escuela, que usaban las zayas a la medida mínima posible que dictaba la moda de las minifaldas, estas dos jóvenes sobrepasaban la norma establecida vistiendo sus faldas por debajo de las rodillas. Me pregunto si la disposición del país galo contemplaría por igual esa manera de expresión religiosa como un acto punible contra las observancias laicas de su sistema publico educativo. En el caso de aquellas hermanas nunca fueron impedidas de entrar a clases, aún a sabiendas de que ellas profesan una fe que pugnaba con los requisitos ideológicos del sistema y que no ocultaban proclamar. Otras manifestaciones de carácter religioso también pasaban desapercibidas en ese entorno materialista. Ocurría en ocasión de festividades honradas por la devoción popular. Era común ver a mucha gente, incluidos los estudiantes, insertar en sus prendas de vestir los colores relacionados con esas celebraciones. Así los días 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, se notaba el incremento del color rojo en cualquier pormenor de la vestimenta. Lo mismo ocurría los 17 de diciembre con el morado distintivo de San Lázaro o el amarillo por la Caridad del Cobre cada 8 de septiembre. Con el correr de los años estas muestras encubiertas de fervor religioso fueron haciéndose más abiertas y ya no causaba asombro la presencia en las aulas de alumnos con ides yorubas en sus brazos o pañuelos blancos en sus cabezas. Por igual se verificaba la asistencia a las catequesis en las Iglesias, o en simple visita a los templos católicos, de niños con el uniforme escolar y la pañoleta de pioneros. En contraste, ahora resulta que la libre Francia aparece restringiendo todos los signos de identidad religiosa en sus escuelas en virtud de un laicismo que fomenta el ateísmo. No es extraño que la sociedad de ese tipo acabe por prescindir de sus identidades, mientras confronta aquellas culturas, criticables tal vez, por no “inculturarse” al punto de llegar a perder las suyas, pero que a pesar de todo las conservan y defienden.
En octubre del 2017 un programa televisivo de España recogió un intenso debate entre Josep Antoni Duran i Lleida, entonces portavoz de CIU en el Congreso español, con una ciudadana musulmana radicada en Cataluña, quien reclamaba la discriminación que sufrían sus hijas, nacidas en ese país, por el uso del velo. La discusión, tomada con mucha mesura por el político demócrata cristiano catalán, terminó cayendo en el tema de la inculturación, cuya falta señaló Durán i Lleida a su interlocutora. Y tal vez aquí se encuentre el punto neurálgico causante de la reacción radical del gobierno francés en su afán laicista. Las continuas olas de emigrantes que arriban a Europa por diferentes vías, casi todas ilegales, para cubrir déficits demográficos o sustentar agendas con intenciones políticas (creo menos o casi nada en motivaciones humanitarias), son recibidas con la esperanza de una inculturación que no termina de concretarse. Más bien se avizora como un sonado fracaso. Por el contrario, lejos de renunciar a sus creencias, costumbres, cultura y lengua, estas comunidades cada vez más numerosas, se afianzan en su identidad. Lo contrario ocurre con sus anfitriones, que no solo van perdiendo las referencias identitarias propias, sino que asumen las de aquellos que llegan, no siendo raro ver como muchos de ellos terminan en ser los “conversos”. Y no es extraño que ocurra porque sus sociedades se van haciendo cada vez más débiles ante el embate de un proyecto globalista empeñado en resetear a la Humanidad. Un plan al que se les resisten los que conforman un núcleo fuerte donde religión, lengua, familia y costumbres adquieren solidez de supervivencia. Un conocido me comentaba sus impresiones durante una estancia en París cuando al entrar a una famosa catedral de esa ciudad se percató que era el único asistente de la celebración eucarística que oficiaba en solitario el sacerdote del lugar. Otra anécdota personal demostrativa del arraigo cultural de aquellos que se niegan a renunciar a sus credos y costumbres ancestrales, me la aportó un joven, excompañero de trabajo, nacido en New York y descendiente de padres palestinos. Este me explicaba su decisión de mudarse a la Florida por considerar que el estado sureño era más propicio para tener una familia que se negaba conformar en el sitio donde había nacido debido a la decadencia moral que allí se vivía. En el contexto de la conversación le ofrecí un sándwich cubano que rechazó educadamente disculpándose porque contenía carne de cerdo. Tal vez en otros tiempos esa reacción me hubiera hecho suscribir el argumento argüido por Duran i Lleida a la mujer musulmana. En el contexto actual más bien despertó mi respeto ante unos principios conservados contra viento y marea para mantener sello y rumbo propios.
Pero el curso no solo comenzó caliente en Francia. En la vecina Bélgica al menos tres escuelas ardieron por fuegos provocados, que las autoridades apuntaron a actos de terrorismo y barbarie social vinculados a movimientos religiosos radicales, católicos, musulmanes u organizaciones de extrema derecha. En este caso la laicidad de las escuelas trata de imponer un decreto que instaura de manera obligatoria la guía conocida como Evras (Educación para la vida efectiva y sexual) que será impartida por “profesionales” de la educación. Centenares de manifestantes convocados frente al Parlamento belga condenaron el decreto por ir “en contra de los valores universales e inviolables de la educación familiar y de los intereses de los alumnos y sus familias". Por su parte agrupaciones católicas tradicionales y casi todas las asociaciones musulmanas presentes en el país europeo, presentaron un recurso en el que acusan al proyecto de “adoctrinamiento ideológico" y contravenir el Código Penal en los artículos sobre "la introducción de pornografía neutra" y "la introducción de la prostitución de forma neutra a menores no consentidores".
En medio de esta situación de decretos prohibitivos sobre vestimentas que quiebran los sagrados principios de laicidad republicanos, defendidos inexorablemente por Macron, se abre una nueva controversia teniendo como foco al propio presidente francés tras anunciar su asistencia a la misa que oficiará el Papa Francisco en Marsella. A pesar de que el Pontífice declaró que su visita a la ciudad francesa no está enmarcada dentro de la agenda como jefe de Estado, Macron insiste en su asistencia justificada en el rol presidencial. Y aunque Emmanuel afirma que no practicará ningún gesto que comprometa su papel laico durante el oficio religioso, sus críticos afirman que la anunciada presencia constituirá una transgresión de esos valores que el mandatario quiere proteger de abayas, velos o qamis. Y también de crucifijos cristianos.
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Re: La libertad religiosa frente al laicismo de Estado francés
21 Nov 2023 09:36
Sr. Saludes.
El problema no es la vestimenta o los signos distintivos, si no la religión en símisma.
El Judaísmo no es proselitista, el Islam sí.
Y de ahí se deriva todo.
Saludos.
Francisco Minoves
El problema no es la vestimenta o los signos distintivos, si no la religión en símisma.
El Judaísmo no es proselitista, el Islam sí.
Y de ahí se deriva todo.
Saludos.
Francisco Minoves
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- Arsenio Miranda
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Re: La libertad religiosa frente al laicismo de Estado francés
21 Nov 2023 20:50
Efectivamente, "no es la vestimenta" ni se trata solamente del agresivo Islam, sino de una corriente mal llamada "progresista" que está tratando de desmantelar la sociedad judeocristiana para crear un hombre nuevo y una sociedad reconstruida según sus utópicas teorías. La alevosa agresión contra la unidad familiar que comenta de soslayo Miguel Saludes en este foro tiene ese propósito. Y el fenómeno de las migraciones desordenadas y desbocadas es otra herramienta para desequilibrar la sociedad mediante el choque de culturas. En cierto modo a semejanza de los siglos IV y V y el derrumbe del Imperio Romano.
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Re: La libertad religiosa frente al laicismo de Estado francés
22 Nov 2023 10:21
Totalmente de acuerdo, Sr. Miranda.
Tengo para mí la convicción de que la UE Occidental ya está sufriendo una inmigración africano-asiática, fundamentalmente musulmana, absolutamente descontrolada.
De hecho Francia y Bélgica ya son, en este sentido, Estados fallidos.
Hay barrios, en París y Bruselas, donde la policía teme entrar !!!
Y lo que es peor la actual inmigración será un "cuento de hadas" frente al "tsunami migratorio africano", que va a desestabilizar la UE Occidental en los próximos 25 años.
Según datos de la ONU, la población mundial crecerá unos 2200 millones hasta el año 2050.
Y 1100 millones procederán del África Subsahariana !!!
¿A dónde irán una gran parte de esos 1100 millones de seres sin presente ni futuro en sus país de origen?
La respuesta está pagada.
A la UE Occidental !!!
Por si pudiera interesarle abordo tan crucial cuestión en sendos ensayos " QUO VADIS, COGITANS" 2022) y "QUO VADIS, ESPAÑA" (2023), disponibles en Amazon.
Cordialmente
Francisco Minoves
Tengo para mí la convicción de que la UE Occidental ya está sufriendo una inmigración africano-asiática, fundamentalmente musulmana, absolutamente descontrolada.
De hecho Francia y Bélgica ya son, en este sentido, Estados fallidos.
Hay barrios, en París y Bruselas, donde la policía teme entrar !!!
Y lo que es peor la actual inmigración será un "cuento de hadas" frente al "tsunami migratorio africano", que va a desestabilizar la UE Occidental en los próximos 25 años.
Según datos de la ONU, la población mundial crecerá unos 2200 millones hasta el año 2050.
Y 1100 millones procederán del África Subsahariana !!!
¿A dónde irán una gran parte de esos 1100 millones de seres sin presente ni futuro en sus país de origen?
La respuesta está pagada.
A la UE Occidental !!!
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Cordialmente
Francisco Minoves
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