La llamada fatiga ideológica de los años 90 es hoy desafección hacia el régimen, manifiesta o no. Estamos hablando de un contexto totalitario en el que el Estado, con el Partido Comunista a la cabeza, ha pretendido dirigir toda la vida personal y social. Es ahí donde adquiere sentido la desafección como resistencia, entendida como distanciamiento, desprecio, apatía y rechazo al régimen, a lo que este representa y a quienes lo representan
La desafección a veces parece algo demasiado pasivo, pero es esencial porque es una resistencia básica, que no siempre compromete ante el régimen la seguridad de la persona. Sin embargo, suele ser la forma más extensa y compartida de resistir a este tipo de situaciones y por eso no debe despreciarse en absoluto.
Las manifestaciones del 11J demostraron en cierto modo que esa desafección mayoritaria nutre, en un momento determinado, a cualquier exigencia planteada con mayor contundencia. Las protestas públicas en auge desde julio de 2021 y las constantes expresiones ciudadanas en las redes sociales reflejan el escenario del que estamos hablando.
Una esperanza responsable para el rescate y reconstrucción de Cuba radica en su herencia cultural e histórica, una memoria colectiva que el régimen intentó suprimir, con éxito en algunos casos, pero que debemos trabajar para que resurja con vigor, especialmente entre las nuevas generaciones que han roto con el mito del 59. Las raíces cristianas de Cuba, la familia y las virtudes republicanas son elementos fundamentales de esa herencia cubana, que hay que rescatar y defender.