Con todos y para el bien de todos
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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Con todos y para el bien de todos
21 May 2023 18:10
¡Qué no se habrá dicho ya sobre José Martí! Un hombre sencillo que fue el paradigma de los próceres de la independencia de Cuba y que nos mostró el camino de la República. ¡Qué análisis no se habrá hecho ya de su obra y de la trascendencia política y social de su pensamiento. Fue tal el paradigma de su personalidad que es al único prócer que en algún país del mundo se le haya llamado Apóstol. Y ¿por qué? … ¿Qué es un Apóstol?
Apóstol en griego significa “enviado” y derivó a interpretarse como “propagador” o “predicador” de una doctrina, que puede ser religiosa, política o social, o un conjunto de ideas y principios que abarque esos tres ámbitos del pensamiento. Y nuestro José Martí los abarcó a todos. Pero no como un caudillo ni un líder sino como un magistral maestro de la idea democrática, del derecho, de las relaciones humanas y, sobre todo, del decoro indispensable para que esas relaciones sean armoniosas y se mantengan en un ambiente de respeto mutuo. Esta palabra “decoro” era frecuente en el discurso, la prosa y la poesía de Martí; era un elemento central de una política basada en principios muy firmes.
Martí nos inspira en el patriotismo, en los caminos de la ética y de la razón. Su mensaje sigue siendo tan seductor más de siglo y medio después de su natalicio porque sus palabras y sus ideas son verdaderos poemas que fluyen naturalmente. Quienes leen sus escritos o los que otrora escuchaban sus discursos eran sustraídos de inmediato de su desánimo, de su incertidumbre, de su pesimismo, para quedar inmersos en el sueño esplendoroso de la gesta democrática y libertadora que proclamaba Martí. Tal es la fluidez de su mensaje persuasivo que sus discursos pueden incluso ser partidos en versos magistrales … Escuchen bien, les voy a redactar el fragmento de uno de sus discursos y verán que pueden leerlo como si fuera un poema:
Para Cuba que sufre,
la primera palabra.
De altar se ha de tomar a Cuba
para ofrendarle nuestra vida,
y no de pedestal
para levantarnos sobre ella.
Y ahora,
después de evocado
su amadísimo nombre,
derramaré la ternura de mi alma
sobre estas manos generosas
que ¡no a deshora por cierto!
acuden a dármele fuerzas
para la agonía de la edificación …
Noten que la primera palabra de orden programático que pronuncia para la Cuba que sufre es “edificación”.
Como dije antes, Martí no era un caudillo ni, mucho menos, un guerrero. Su preocupación era EDIFICAR una Cuba libre y democrática. Por eso sentenció que: “El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente más infeliz, es mi fanatismo: si muero, o me matan, será por eso”. Y no predicaba la guerra ni la venganza pero le preocupaba la triste realidad de que: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen”, nos dijo. Por eso insistía con firmeza que “…un perdón puede ser un error, pero una venganza es siempre una infelicidad. La conciliación es la ventura de los pueblos.“ Y nos predicaba en otro de sus mensajes que: “El amor crece, crece como los pinos, crece como las palmas.”
En otras palabras, hermanos míos de la Cuba que sufre, José Martí ERA un pacifista de corazón, pero también un hombre íntegro y valiente que supo comprender que la paz no surge del apaciguamiento al malvado alevoso ni de la mansedumbre ante la opresión y la tiranía. "Para la paz, queremos la guerra", nos dijo. Y estoy seguro que lo dijo con una profunda amargura. Sencillamente entendió que para alcanzar la paz no era solamente necesario desearla, sino que era menester luchar por ella. Y lamentablemente, el enemigo de la libertad no estaba dispuesto a ceder en paz y armonía a un acuerdo amistoso “con todos y para el bien de todos”. Porque Martí estaba dispuesto a sembrar una Rosa Blanca de paz y armonía nacional “para el amigo sincero que me da su mano franca”… Incluso estaba dispuesto a sembrarla “para el cruel que me arranca el corazón con que vivo”. El enemigo cruel fue el que optó por la violencia y la guerra.
No obstante, mientras preparaba esa "guerra necesaria", Martí fue afianzando la idea de "paz equitativa" que nacería con las imperfecciones de una república en evolución, de una democracia perfectible que habría de edificarse con la acción de todos los elementos de la sociedad cubana. A partir de estos presupuestos entendió que para alcanzar la paz era menester luchar por ella… y no quedaba otra opción que la Guerra de Independencia.
La República que soñó, repito, "con todos y para el bien de todos" sería el medio de establecer una sociedad en cuyas "consideraciones y derechos" se asegurara "la paz y la felicidad de los hombres.", como nos dijo en otro de sus discursos, porque para Martí la condición única de paz, era aquella que traería justicia entre los hombres sin que hubiera "un solo derecho mermado".
En fin, amigos míos, José Martí es (porque sigue viviendo entre nosotros) un hombre complejísimo y completísimo: es poeta, prosista, revolucionario y diplomático a la vez, hombre de acción y hombre de letras. Es el Apóstol que propaga una idea, una doctrina, y nos la predica con extraordinaria lucidez y claridad. No confunde la tierra con la patria. La patria no es la tierra, la tierra es la que pisan nuestros pies. La patria es algo que está dentro de nuestros sentimientos, que está en resistencia decorosa a quien la ataca, que está en la furia que provoca quien quiere ultrajarla. La patria es –para Martí- un compromiso que él asume con Cuba, por el cual está dispuesto a dar su vida.
Solamente, si en el fondo de nuestra conciencia estamos dispuestos a dar la vida por la patria que sufre, lograremos su libertad. Pero no me entiendan mal, que la vida no se da sólo en medio de un combate, sino que se da todos los días con la devoción y el compromiso de edificar UNA CUBA MEJOR. Martí dio su vida al final de una vida que ya había sido entregada a la causa de la independencia de Cuba desde mucho antes. Perdió su vida en combate como el sacrificio definitivo que sirviera de ejemplo y paradigma.
Nosotros debemos colaborar unos con otros para edificar. Estamos en la palestra pública para tender la mano de hermano al amigo sincero … y también al cruel que nos arranca el corazón que vive de la esperanza de reconciliación. Pero no nos olvidemos que el compromiso con nuestra patria va más allá. Que el compromiso contraído con nuestra patria implica la voluntad de hacer cualquier sacrificio que sea necesario para lograr su libertad.
Así lo aprendimos de José Martí.
Así nos toca cumplir si queremos una patria libre.
Apóstol en griego significa “enviado” y derivó a interpretarse como “propagador” o “predicador” de una doctrina, que puede ser religiosa, política o social, o un conjunto de ideas y principios que abarque esos tres ámbitos del pensamiento. Y nuestro José Martí los abarcó a todos. Pero no como un caudillo ni un líder sino como un magistral maestro de la idea democrática, del derecho, de las relaciones humanas y, sobre todo, del decoro indispensable para que esas relaciones sean armoniosas y se mantengan en un ambiente de respeto mutuo. Esta palabra “decoro” era frecuente en el discurso, la prosa y la poesía de Martí; era un elemento central de una política basada en principios muy firmes.
Martí nos inspira en el patriotismo, en los caminos de la ética y de la razón. Su mensaje sigue siendo tan seductor más de siglo y medio después de su natalicio porque sus palabras y sus ideas son verdaderos poemas que fluyen naturalmente. Quienes leen sus escritos o los que otrora escuchaban sus discursos eran sustraídos de inmediato de su desánimo, de su incertidumbre, de su pesimismo, para quedar inmersos en el sueño esplendoroso de la gesta democrática y libertadora que proclamaba Martí. Tal es la fluidez de su mensaje persuasivo que sus discursos pueden incluso ser partidos en versos magistrales … Escuchen bien, les voy a redactar el fragmento de uno de sus discursos y verán que pueden leerlo como si fuera un poema:
Para Cuba que sufre,
la primera palabra.
De altar se ha de tomar a Cuba
para ofrendarle nuestra vida,
y no de pedestal
para levantarnos sobre ella.
Y ahora,
después de evocado
su amadísimo nombre,
derramaré la ternura de mi alma
sobre estas manos generosas
que ¡no a deshora por cierto!
acuden a dármele fuerzas
para la agonía de la edificación …
Noten que la primera palabra de orden programático que pronuncia para la Cuba que sufre es “edificación”.
Como dije antes, Martí no era un caudillo ni, mucho menos, un guerrero. Su preocupación era EDIFICAR una Cuba libre y democrática. Por eso sentenció que: “El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente más infeliz, es mi fanatismo: si muero, o me matan, será por eso”. Y no predicaba la guerra ni la venganza pero le preocupaba la triste realidad de que: “Los hombres van en dos bandos: los que aman y fundan, y los que odian y deshacen”, nos dijo. Por eso insistía con firmeza que “…un perdón puede ser un error, pero una venganza es siempre una infelicidad. La conciliación es la ventura de los pueblos.“ Y nos predicaba en otro de sus mensajes que: “El amor crece, crece como los pinos, crece como las palmas.”
En otras palabras, hermanos míos de la Cuba que sufre, José Martí ERA un pacifista de corazón, pero también un hombre íntegro y valiente que supo comprender que la paz no surge del apaciguamiento al malvado alevoso ni de la mansedumbre ante la opresión y la tiranía. "Para la paz, queremos la guerra", nos dijo. Y estoy seguro que lo dijo con una profunda amargura. Sencillamente entendió que para alcanzar la paz no era solamente necesario desearla, sino que era menester luchar por ella. Y lamentablemente, el enemigo de la libertad no estaba dispuesto a ceder en paz y armonía a un acuerdo amistoso “con todos y para el bien de todos”. Porque Martí estaba dispuesto a sembrar una Rosa Blanca de paz y armonía nacional “para el amigo sincero que me da su mano franca”… Incluso estaba dispuesto a sembrarla “para el cruel que me arranca el corazón con que vivo”. El enemigo cruel fue el que optó por la violencia y la guerra.
No obstante, mientras preparaba esa "guerra necesaria", Martí fue afianzando la idea de "paz equitativa" que nacería con las imperfecciones de una república en evolución, de una democracia perfectible que habría de edificarse con la acción de todos los elementos de la sociedad cubana. A partir de estos presupuestos entendió que para alcanzar la paz era menester luchar por ella… y no quedaba otra opción que la Guerra de Independencia.
La República que soñó, repito, "con todos y para el bien de todos" sería el medio de establecer una sociedad en cuyas "consideraciones y derechos" se asegurara "la paz y la felicidad de los hombres.", como nos dijo en otro de sus discursos, porque para Martí la condición única de paz, era aquella que traería justicia entre los hombres sin que hubiera "un solo derecho mermado".
En fin, amigos míos, José Martí es (porque sigue viviendo entre nosotros) un hombre complejísimo y completísimo: es poeta, prosista, revolucionario y diplomático a la vez, hombre de acción y hombre de letras. Es el Apóstol que propaga una idea, una doctrina, y nos la predica con extraordinaria lucidez y claridad. No confunde la tierra con la patria. La patria no es la tierra, la tierra es la que pisan nuestros pies. La patria es algo que está dentro de nuestros sentimientos, que está en resistencia decorosa a quien la ataca, que está en la furia que provoca quien quiere ultrajarla. La patria es –para Martí- un compromiso que él asume con Cuba, por el cual está dispuesto a dar su vida.
Solamente, si en el fondo de nuestra conciencia estamos dispuestos a dar la vida por la patria que sufre, lograremos su libertad. Pero no me entiendan mal, que la vida no se da sólo en medio de un combate, sino que se da todos los días con la devoción y el compromiso de edificar UNA CUBA MEJOR. Martí dio su vida al final de una vida que ya había sido entregada a la causa de la independencia de Cuba desde mucho antes. Perdió su vida en combate como el sacrificio definitivo que sirviera de ejemplo y paradigma.
Nosotros debemos colaborar unos con otros para edificar. Estamos en la palestra pública para tender la mano de hermano al amigo sincero … y también al cruel que nos arranca el corazón que vive de la esperanza de reconciliación. Pero no nos olvidemos que el compromiso con nuestra patria va más allá. Que el compromiso contraído con nuestra patria implica la voluntad de hacer cualquier sacrificio que sea necesario para lograr su libertad.
Así lo aprendimos de José Martí.
Así nos toca cumplir si queremos una patria libre.
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