24 de abril de 1915
101 años ya.
Aquel día centenares de intelectuales armenios fueron apresados y luego asesinados por las autoridades turcas.
Ese fue el preludio a la persecución de los armenios en todo el territorio del Imperio Otomano seguida por conversiones forzosas (conviértete a la fe de Mahoma o muere), violaciones de mujeres, asesinatos de hombres, muchos expulsados sin agua ni víveres al desierto de Siria.
El resultado fue: cerca de 1500000 (Sí, un millón quinientos mil muertos), 50000 huérfanos y más de 300000 exiliados desparramados por todos los rincones del mundo.
Genocidio organizado por el gobierno de Yemal, Talaat y Enver.
A pesar de las alertas lanzadas por los diplomáticos franceses, ingleses y alemanes; monjitas escandinavas que allí se hallaban y hasta de un norteamericano que escribió infructuosamente a su gobierno mediante la ayuda de un diplomático francés, ninguna capital occidental movió un solo dedo.
Ya en la segunda mitad del XIX la persecución de armenios en el Imperio había causado cerca de 400000 muertos.
El odio étnico y religioso (Armenia fue el primer país oficialmente cristiano del mundo, en 303 DC), el miedo de perder los territorios armenios que habían sido conquistados por los turcos en Anatolia y el veneno destilado por las ideas panturquistas y panislámícas de Los “Jóvenes Turcos” y luego de Mustafá Kemal, fueron la causa de tanto horror.
Hoy muchos países reconocen este genocidio. Turquía afirma que no hubo tal genocidio sino que fueron víctimas en una guerra civil, pero un examen atento e imparcial de los acontecimientos y la definición unánimemente entendida de ese vocablo no permiten duda alguna.
Entre los países que no reconocen el genocidio armenio tenemos a Estados Unidos, a pesar de todas las declaraciones y sugerencias hechas por muchos de sus Estados e Instituciones oficiales del país. ¡Ah, Realpolitik! ¡Cuando nos atrapas y nos atas!
Y tampoco el Estado de Israel, pueblo que conoció el segundo gran genocidio del siglo XX, y que, a mi parecer, habría de haber sido el primero en reconocer el de los armenios.
Pero Turquía era el único país musulmán con el que Israel mantenía relaciones más o menos normales hasta el episodio del barco que se dirigía a Gaza en el que los israelíes mataron a una decena de turcos.
Con todo, las relaciones comerciales turco israelíes siguieron casi sin afectarse y no se trata de poner en peligro la estabilidad de la región enfadándose con un vecino poderoso.
Algo está podrido en nuestro discutible planeta.
Cuando el Alto Karabag, poblado por un 95% de armenios fue dado a Azerbaiyán (país turcófono de etnia turca) por obra y gracia del Hombre de Acero, nunca se pensó que la “Unión indestructible de Naciones Libres”, como cantaba el difunto himno soviético, iba a explotar en 1991.
Desde hacía años esa zona pedía su anexión con la RSSA. Cuando por fin declaró su independencia, nadie le hizo caso. Hoy el Alto Karabaj es reconocido por Osetia del Sur, Afkasia, Transnitria y alguna provincia vascongada. ¡Vaya casualidad!
En cambio, Estados Unidos, Alemania, Francia, el Reino Unido, etc, etc, no lo reconocen, ellos que se apresuraron a reconocer la independencia de Kósovo y cuando Serbia, quizá demasiado brutalmente, intervino militarmente ¡para recobrar su territorio!, los aliados citados bombardearon Serbia.
Por supuesto, los serbios siempre han sido los malos y eso permitió a nuestros aliados destruir el edificio de la televisión serbia matando a dieciséis técnicos, atacar un convoy de refugiados matando a una decena de entre ellos, creyendo que era un convoy militar y, de paso, mandar un bombazo a la embajada china en la hermosa ciudad de Belgrado.
Claro que estos no son más que daños colaterales sin importancia.
Me pregunto: ¿habrá mala fe en el mundo?
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