Vírgenes enjauladas

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Vírgenes enjauladas

31 Oct 2014 18:29 - 31 Oct 2014 19:03
#8451
Antes de lapidarla, el video muestra a la pobre joven que implora en vano el perdón de su padre, un anciano orgulloso de unirse a los verdugos para limpiar su honor. Luego la llevan a un agujero para apedrearla allí con más facilidad, en castigo por un supuesto adulterio. Es lo que manda la Ley de la Sharía.

“Esta es la pena por lo que usted hizo con su libre albedrío. Por tanto debería estar satisfecha con el fallo decretado por Alá, y someterse a Alá. Islam significa sumisión y obediencia a Alá, ¿de acuerdo?”, le dice el ejecutor.

Ocultada bajo la tela negra del burka, la chica asiente gimiendo. Entonces el padre la arrastra con una cuerda y hace que se arrodille mientras ata sus piernas. Los siete hombres la rodean, invocan a Alá y arrojan pedruscos hasta matarla. En sólo cinco minutos. Ocurrió la semana pasada en mitad de un terreno polvoriento en Hama, Siria. Sin abogados, juez ni tribunal. Todo anónimo, hasta el nombre de la ajusticiada, para despojarla incluso de esa última dignidad. El único propósito de divulgar el vídeo fue advertir que “sirva de lección a otras mujeres”.

Ojalá la lección que aprendan sea a rebelarse contra siglos de brutal opresión a lo largo del mundo musulmán. De misoginia institucionalizada: matrimonios forzados, esclavitud, ablaciones, asesinatos por honor, ejecuciones sumarias, etc. En definitiva la negación absoluta de los derechos humanos más elementales, incluidos el de la educación, trabajar o simplemente salir a la calle, o poseer un teléfono celular (en Pakistán —uno de los 15 países en los que se practica la lapidación— las tribus ajusticiaron así en julio a una madre que usaba un teléfono).

A rebelarse y a emanciparse. Si pueden. O si quieren. Porque todo hay que decirlo: estamos viendo a algunas que aun gozando de libertad se someten a la cultura del velo radical, quizá inducidas o quizá voluntariamente para reivindicar una confusa identidad. Y en casos extremos están las que se alistan a la jihad sexual, como concubinas de los guerreros de Dios. Asomando sólo los ojos y el AK47.

Y nosotros en Occidente deberíamos aprender la lección de defender a las que quieren emanciparse, que son la silenciosa mayoría. Porque ¿dónde están las feministas y progresistas denunciando el oprobio de la mujer en el islam y reivindicando su igualdad?

¿Dónde estaban el sábado pasado cuando en Irán se ejecutó en la horca a Rayhaneh Jabbari por actuar en defensa propia contra su violador? Sólo Malala Yousafzai, la niña-coraje pakistaní ganadora del Nobel, y Ayaan Hirsi Alí, la valiente escritora que escapó de Somalia, están levantando la voz.

Rayhaneh tenía sólo 19 años cuando un agente de inteligencia de Teherán la contrató para “decorar” su oficina. Era el 7 de julio del 2007. Pero no era decoración lo que buscaba, sino violación. La joven se defendió con un cuchillo. El murió y a ella la juzgaron por la Ley del Talión, por la sed de venganza.

En una carta póstuma a su madre, Rayhaneh la pedía que no llorara: “Este mundo no nos quiere, mamá. El tribunal de Dios escuchará mis razones. Allí los jueces no pisotearán mis derechos”.

Y bien que se los pisotearon. No hubo en su juicio garantías procesales. Todo fue una pantomina, según denunciaron Amnistía y Human Rights Watch. Sólo la hubiera podido salvar —de acuerdo a la ley iraní— el perdón de la familia del difunto agresor. Y no quisieron. De hecho fue el hijo quien levantó satisfecho la portezuela del patíbulo.

Ayaan Hirsi Alí podía haber corrido la misma suerte en su Somalia natal. Lo cuenta en uno de sus libros, Vírgenes Enjauladas, un texto apasionado y apasionante, en el que desenmascara la que ella denomina “destructiva y nihilista cultura de la muerte del islam” y hace un llamamiento a luchar por la emancipación de la “brutal opresión a la mujer musulmana’’.

Por años vivió en carne propia esa tiranía. Le mutilaron los genitales y la forzaron a un matrimonio arreglado. Y cuando creyó haber escapado a la subyugación, trasladándose a Holanda, también tuvo que huir de allí, amenazada por haber coproducido la película Sumisión. Al director del filme, Theo Van Gogh, le asesinó el musulmán Mohammed Bouyeri en las calles de Amsterdam en el 2004. Primero le disparó ocho veces, luego le cortó la garganta y le atravesó el pecho con un enorme cuchillo acompañado de una nota: “Ayaan, tú eres la próxima”.

Ahora vive aquí. Y está viva, que no es poco. Pero su lucha es como una prédica en el desierto. Feministas, liberales y otras especies políticas de presunta mente abierta practican la otra letal tiranía: la del silencio. Imbuidos en su “relativismo postcolonial y multicultural”, teoría que tratan de sostener con argumentos tan intelectualmente baratos como decir que “las tradiciones del islam son una expresión auténtica de su idiosincrasia”.

Desde la opresión y violencia en el mundo musulmán, o desde el silencio cómplice del mundo occidental, el mensaje que reciben las afectadas es claro: sumidas y tapadas o muertas. Elijan.

< Publicado originalmente en El Nuevo Herald >
Last edit: 31 Oct 2014 19:03 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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