HAMAS, una organización dictatorial y terrorista que gobernaba Gaza a espaldas y a despecho de la Autoridad Palestina, es el agresor en la guerra que ellos provocaron el 7 de octubre de 2023. Atacó y asesinó a más de un millar de civiles inocentes (incluyendo infantes) y secuestró a más de 200 (incluyendo también a infantes). Es ahora evidente que no calcularon bien, porque la víctima era un enemigo poderoso que ha devuelto el golpe y los está derrotando en su propio territorio y los ha acorralado en la ciudad de Rafah.
No obstante, HAMAS continúa disparando misiles contra objetivos civiles en Tel Aviv y otras ciudades, donde no hay soldados israelíes ni material militar, y mantiene secuestrados a decenas de civiles (muchos de los cuales se sospecha que han muerto). Además, resiste la ofensiva israelí parapetándose en medio de instalaciones civiles (incluyendo escuelas y hospitales), provocando así la muerte de muchos que no son combatientes para usar esos números como propaganda desalmada en su favor.
Esto está sucediendo en Gaza, QUE NO ERA UN TERRITORIO OCUPADO, porque Israel hace tiempo evacuó su presencia militar y forzó también el desmantelamiento de asentamientos judíos con la esperanza de iniciar un proceso de paz que HAMAS se ha negado constantemente desde entonces a aceptar. Por tanto, la paz sólo es posible mediante la entrega de los secuestrados y un tratado de paz que reconozca no sólo al Estado Palestino sino al Estado de Israel. Lamentablemente, HAMAS se niega a estos términos.
En otro teatro bélico, el agresor es mucho más poderoso que la víctima, la cual inicialmente estaba casi desarmada y nunca representó un peligro para el agresor. El agresor ha ocupado alrededor de la quinta parte del territorio de la víctima. La víctima se defiende desesperadamente EN SU TERRITORIO sin haber cruzado ni una sola vez la frontera al territorio del agresor. Mientra tanto, el agresor está perpetrando bombardeos en ciudades muy alejadas del frente QUE NO SON OBJETIVOS MILITARES, concentrando sus misiles y drones explosivos en edificios de apartamentos, hospitales, escuelas y centros comerciales. El número de civiles ucranianos que mueren o quedan discapacitados en esos bombardeos perpetrados por el aparato militar ruso se cuenta ya en decenas de miles.
En GAZA la guerra contra el agresor se ha prolongado 7 meses. En Ucrania, la defensa desesperada de la víctima de agresión se prolonga ya por casi 10 años. Curiosamente, la Corte Penal Internacional de Justicia declara que lo que ocurre en Gaza es genocidio, ordena a Israel que cese su contraofensiva y considera emitir una orden de arresto contra su Primer Ministro. No obstante, en estos 10 años (y sobre todo desde febrero de 2022) no ha contemplado lo que ocurre en Ucrania como genocidio ni ha ordenado al ejército ruso que detenga su agresión, ni ha contemplado ordenar el arresto del dictador responsable de la agresión.
La justicia debe ser pareja e imparcial, pero en este caso se condena al agredido en un teatro bélico y se hace caso omiso de la barbarie del agresor en el otro. Es un indicio ominoso del relativismo que se ha apoderado también de las autoridades judiciales en el escenario internacional. No se hace justicia sino un remedo de conveniencias e ideologías políticas. Vamos por mal camino ... ¡así está el mundo como está!
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