Elogio de la Incertidumbre
- Carlos Alberto Montaner
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Elogio de la Incertidumbre
24 May 2015 17:48
Es muy doloroso contemplar las imágenes. Como tantas veces se ha dicho, nuestro pasado comenzó en Ur, la ciudad sumeria, unos cinco mil años antes de Cristo. Hay una línea cultural continua entre aquel remoto poblado mesopotámico y New York, París o Montevideo.
La nueva yihad desatada por ISIS también nos afecta. El califato que ha surgido a sangre y fuego entre Irak y Siria, además de decapitar enemigos, destripar chiíes, yazidis y cristianos, y violar y esclavizar mujeres y niños, se dedica a destruir los restos del espléndido pasado pagano que aún quedaba en pie.
Muchos de estos islamistas depredadores son jóvenes criados en Occidente. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué sentido tiene pulverizar a martillazos un milenario y hermoso hombre-toro alado, un majestuoso Lamasu asirio, perteneciente a una religión que ya nadie recuerda porque se perdieron sus rastros en el pasado?
La culpa es de la certeza. El fanatismo violento de los yihadistas surge de la convicción absoluta de que ellos saben cuál es el Dios verdadero y no tienen la menor duda de que cumplen al pie de la letra las órdenes que les transmite su libro sagrado, el Corán.
Si vamos a creer a la Biblia, cuando Moisés desciende del Sinaí con los diez mandamientos que le ha entregado Yahvé, sabe que el quinto de esos preceptos es “no matarás”, pero la cólera que le provoca ver a los israelitas adorando a un becerro de oro, fundido por su hermano Aaron, lo lleva a ordenar la ejecución de tres mil personas. Moisés tenía la certeza de que ésa, aunque contradictoria, era la voluntad de Dios.
Constantino, que en el 313 impuso en Milán el Edicto de la Tolerancia, en el 354 rectificó cobardemente y ordenó la destrucción de cientos de bibliotecas y templos paganos. Las rocas calcinadas dieron origen a fábricas de cal. Cinco años más tarde, los cristianos en Siria, entonces un rincón ilustre del mundillo helénico, se adelantan 1700 años a los nazis y organizan los primeros campos de exterminio para paganos y judíos en la ciudad de Skythopolis.
Desde entonces, y por los siglos de los siglos, los judíos fueron el objeto de todas las persecuciones. Papa tras papa, comarca tras comarca, los persiguieron, machacaron y expulsaron. Lo hicieron los alemanes, ingleses, italianos, polacos, rusos, españoles, portugueses, cristianos y mahometanos. Lo hizo todo el que podía, generalmente en nombre de algún Dios verdadero.
Sin duda, matar enemigos del Dios verdadero ha sido un deporte universal muy practicado. El papa Inocente III, en la Edad Media, desató el genocidio de los herejes albigenses o cátaros. Decenas de millares fueron ejecutados. Cuando le advirtieron que estaban asesinando a justos y a pecadores, respondió que no importaba. Dios se ocuparía de mandar unos al cielo y otros al infierno. Era sólo el preámbulo para las terribles guerras de religión que asolaron la Europa del Renacimiento y la Reforma liquidando, literalmente, a millones de personas.
Simultáneamente, en América, mientras creaban ciudades y universidades, los frailes y los conquistadores asesinaban indígenas, quemaban códices y destruían templos, o los convertían en iglesias, con el afán de destruir para siempre cualquier vestigio de unas creencias paganas que a ellos se les antojaban como propias del demonio porque incluían los sacrificios humanos.
¿Lo menos peligroso, pues, es ser ateo? Tampoco. Ser ateo puede derivar en otras formas de atropello similares a las practicadas por los creyentes. Al fin y al cabo, afirmar que Dios no existe entraña una certeza tan temeraria como la de quienes opinan lo contrario. Los marxistas-leninistas, convencidos de que “la religión es el opio del pueblo” –frase de Karl Marx–, han perseguido a los cristianos en Rusia y Europa, mientras los chinos y los camboyanos han agregado a los budistas a su lista de víctimas.
En los Estados ateos, miles de templos han sido destruidos o confiscados y dedicados a otros menesteres. Enver Hoxa en Albania convirtió la negación de la existencia de Dios en un dogma nacional, y hasta creó un Museo del Ateísmo por el que desfilaban los estudiantes para aprender a odiar a los creyentes, ya fueran mahometanos (la mayor parte) o cristianos. Las mezquitas e iglesias se convirtieron en recintos laicos.
En Cuba, más de 200 escuelas católicas y protestantes fueron expropiadas y decenas de sacerdotes tuvieron que exiliarse. Para agregar sal a la herida, el centro de detención más despiadado y siniestro de la policía política comunista es “Villa Marista”, una antigua escuela católica. Como me dijo un exprisionero que en esa cárcel había perdido los dientes, el cabello y la fe religiosa: “ahí antes te salvaban el alma; ahora te la parten”.
Admitámoslo: sólo la incertidumbre nos hace flexibles y aceptantes. Quien no duda es un ser muy peligroso. Puede matar sin que le tiemble el pulso. Como los yihadistas.
www.firmaspress.com
© Firmas Press
La nueva yihad desatada por ISIS también nos afecta. El califato que ha surgido a sangre y fuego entre Irak y Siria, además de decapitar enemigos, destripar chiíes, yazidis y cristianos, y violar y esclavizar mujeres y niños, se dedica a destruir los restos del espléndido pasado pagano que aún quedaba en pie.
Muchos de estos islamistas depredadores son jóvenes criados en Occidente. ¿Por qué lo hacen? ¿Qué sentido tiene pulverizar a martillazos un milenario y hermoso hombre-toro alado, un majestuoso Lamasu asirio, perteneciente a una religión que ya nadie recuerda porque se perdieron sus rastros en el pasado?
La culpa es de la certeza. El fanatismo violento de los yihadistas surge de la convicción absoluta de que ellos saben cuál es el Dios verdadero y no tienen la menor duda de que cumplen al pie de la letra las órdenes que les transmite su libro sagrado, el Corán.
Si vamos a creer a la Biblia, cuando Moisés desciende del Sinaí con los diez mandamientos que le ha entregado Yahvé, sabe que el quinto de esos preceptos es “no matarás”, pero la cólera que le provoca ver a los israelitas adorando a un becerro de oro, fundido por su hermano Aaron, lo lleva a ordenar la ejecución de tres mil personas. Moisés tenía la certeza de que ésa, aunque contradictoria, era la voluntad de Dios.
Constantino, que en el 313 impuso en Milán el Edicto de la Tolerancia, en el 354 rectificó cobardemente y ordenó la destrucción de cientos de bibliotecas y templos paganos. Las rocas calcinadas dieron origen a fábricas de cal. Cinco años más tarde, los cristianos en Siria, entonces un rincón ilustre del mundillo helénico, se adelantan 1700 años a los nazis y organizan los primeros campos de exterminio para paganos y judíos en la ciudad de Skythopolis.
Desde entonces, y por los siglos de los siglos, los judíos fueron el objeto de todas las persecuciones. Papa tras papa, comarca tras comarca, los persiguieron, machacaron y expulsaron. Lo hicieron los alemanes, ingleses, italianos, polacos, rusos, españoles, portugueses, cristianos y mahometanos. Lo hizo todo el que podía, generalmente en nombre de algún Dios verdadero.
Sin duda, matar enemigos del Dios verdadero ha sido un deporte universal muy practicado. El papa Inocente III, en la Edad Media, desató el genocidio de los herejes albigenses o cátaros. Decenas de millares fueron ejecutados. Cuando le advirtieron que estaban asesinando a justos y a pecadores, respondió que no importaba. Dios se ocuparía de mandar unos al cielo y otros al infierno. Era sólo el preámbulo para las terribles guerras de religión que asolaron la Europa del Renacimiento y la Reforma liquidando, literalmente, a millones de personas.
Simultáneamente, en América, mientras creaban ciudades y universidades, los frailes y los conquistadores asesinaban indígenas, quemaban códices y destruían templos, o los convertían en iglesias, con el afán de destruir para siempre cualquier vestigio de unas creencias paganas que a ellos se les antojaban como propias del demonio porque incluían los sacrificios humanos.
¿Lo menos peligroso, pues, es ser ateo? Tampoco. Ser ateo puede derivar en otras formas de atropello similares a las practicadas por los creyentes. Al fin y al cabo, afirmar que Dios no existe entraña una certeza tan temeraria como la de quienes opinan lo contrario. Los marxistas-leninistas, convencidos de que “la religión es el opio del pueblo” –frase de Karl Marx–, han perseguido a los cristianos en Rusia y Europa, mientras los chinos y los camboyanos han agregado a los budistas a su lista de víctimas.
En los Estados ateos, miles de templos han sido destruidos o confiscados y dedicados a otros menesteres. Enver Hoxa en Albania convirtió la negación de la existencia de Dios en un dogma nacional, y hasta creó un Museo del Ateísmo por el que desfilaban los estudiantes para aprender a odiar a los creyentes, ya fueran mahometanos (la mayor parte) o cristianos. Las mezquitas e iglesias se convirtieron en recintos laicos.
En Cuba, más de 200 escuelas católicas y protestantes fueron expropiadas y decenas de sacerdotes tuvieron que exiliarse. Para agregar sal a la herida, el centro de detención más despiadado y siniestro de la policía política comunista es “Villa Marista”, una antigua escuela católica. Como me dijo un exprisionero que en esa cárcel había perdido los dientes, el cabello y la fe religiosa: “ahí antes te salvaban el alma; ahora te la parten”.
Admitámoslo: sólo la incertidumbre nos hace flexibles y aceptantes. Quien no duda es un ser muy peligroso. Puede matar sin que le tiemble el pulso. Como los yihadistas.
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Reply to Carlos Alberto Montaner
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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Re: Elogio de la Incertidumbre
24 May 2015 22:27 - 25 May 2015 16:23
En el fondo, los razonamientos de Carlos Alberto Montaner apuntan a destacar la irracionalidad que fomenta la crueldad del fundamentalismo y el fanatismo, cualesquiera que sea el pretexto religioso o antireligioso que se esgrima. Y en eso tiene mucha razón.
He leído también con interés la respuesta que en este mismo segmento del Foro elabora Alberto Müller a un artículo anterior de Montaner, publicado en un diario local de Miami, con argumentos muy puntuales y con la sugerencia de que Montaner investigue más a fondo lo que afirma, antes de hacerlo.
En otro segmento del Foro, Eugenio Balari enfoca tangencialmente este mismo tema con un claro propósito de objetividad sobre las luces y las sombras que la historia proyecta en las pugnas religiosas.
Lo cierto es que la religión ha sido un pretexto muy frecuente para justificar los desmanes de los ambiciosos de poder. Por eso, cualquier juicio histórico debe estar bien documentado y no olvidar el contexto de la época.
Montaner no parece tener esto en cuenta ni en este artículo ni en el que publicó en el diario de Miami. Oyó campanas y no sabe donde.
En este último escrito, empieza comparando a Moises con los yijadistas del Estado Islámico, basándose en un pasaje de la Biblia que él no entiende ni lo coloca en su debido contexto. La Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento, tiene un alto contenido simbólico. No es un libro de historia sino una serie de mensajes con un alto contenido parabólico cuyos significados hay que interpretar cuidadosamente situándolos en su contexto histórico. La cifra de 3 mil que aparece en Exodo 28, por ejemplo, es simbólica. El 3 y el 7 se repiten constantemente según el significado espiritual que quiera dársele al texto. Además, lo que allí se describe es una situación de sublevación y desenfreno. En la antiguedad estas situaciones se resolvían a golpe de espada. Hoy día tenemos que juzgarlas de acuerdo con las normas, a veces muy crueles, de la época. Pero es más importante tener en cuenta que ese episodio maneja el simbolismo de las imágenes para trasmitir una idea: la fidelidad al Dios de la liberación y de la vida exige un rechazo de todo aquello que se oponga a un orden moral. El mandato de "no matarás" no es transgredido en estos pasajes, porque ese mandato para aquellos pueblos se refería al asesinato y no a la guerra. Tenía también un sentido de rechazar el asesinato de la reputación mediante el chisme y la calumnia.
Montaner no se conforma con este tropiezo en su análisis sino que seguidamente acusa a los cristianos de adelantarse 1700 años a los nazis consumando el exterminio genocida en Skythopolis (o Scitópolis). Pero lo que allí sucedió fue el resultado de las ambiciones de poder manejadas por los emperadores romanos y la consecuencia de una sublevación contra el Imperio por parte de grupos que habían sido favorecidos por los romanos en una contienda anterior. Y todo comenzó con el oráculo de Abydum, en Tebas, mediante el cual Constantino consultó la voluntad de los dioses (paganos) y decidió consecuentemente aplastar cruelmente la sublevación. Primero cayeron notables personalidades de la época en distintas ciudades orientales del Imperio y finalmente la represión se concentró en Scythopolis, por estar situada en un lugar céntrico y estratégico entre Antioquía y Alejandría. Bien es sabido que los romanos no se andaban con chiquitas en estos casos y solían arrasar con sus enemigos. Si bien entre las huestes romanas habrían muchos que se autotitulaban "cristianos", estos episodios no fueron motivados en forma alguna por el celo religioso. Fue Constantino quien trató de manipular el pretexto religioso convocando por la fuerza a un concilio en Tiro, al que S., Atanasio se resistió, pero fue llevado por la fuerza.
Seguidamente Montaner hace mención de Inocente III como el responsable del genocidio de los albigenses. Una conclusión sin base porque carece del contexto histórico. Pasa por alto que este Papa destaca como uno de los más eficaces mediadores de todas las épocas. En una de sus famosas intervenciones propició las circunstancias que permitieron la redacción y aplicación de la Carta Magna. Pero la guerra entre católicos y albigenses no fue un genocidio sino una contienda entre nobles y caudillos que se apoyaban en una o la otra religión para perseguir sus objetivos de poder. La batalla más importante de esa guerra enfrentó a Simón de Montfort contra el rey Pedro de Aragón, el Conde de Rosellón y otros aliados albigenses. El rey de Aragòn perdió la vida al frente de sus tropas. Francia se anexó Occitania en esta lucha por el poder y la hegemonía, que utilizaba el pretexto religioso para esos fines y, como solía suceder en esas contiendas, muchos de los vencidos eran cruelmente pasados por las armas.
En fin, la generalización para llegar a conclusiones históricas no es seria sino que provoca la creación de mitos y falsedades. Es aconsejable investigar a fondo antes que valerse festinadamente de generalizaciones que suelen desembocar en versiones sesgadas de los hechos.
He leído también con interés la respuesta que en este mismo segmento del Foro elabora Alberto Müller a un artículo anterior de Montaner, publicado en un diario local de Miami, con argumentos muy puntuales y con la sugerencia de que Montaner investigue más a fondo lo que afirma, antes de hacerlo.
En otro segmento del Foro, Eugenio Balari enfoca tangencialmente este mismo tema con un claro propósito de objetividad sobre las luces y las sombras que la historia proyecta en las pugnas religiosas.
Lo cierto es que la religión ha sido un pretexto muy frecuente para justificar los desmanes de los ambiciosos de poder. Por eso, cualquier juicio histórico debe estar bien documentado y no olvidar el contexto de la época.
Montaner no parece tener esto en cuenta ni en este artículo ni en el que publicó en el diario de Miami. Oyó campanas y no sabe donde.
En este último escrito, empieza comparando a Moises con los yijadistas del Estado Islámico, basándose en un pasaje de la Biblia que él no entiende ni lo coloca en su debido contexto. La Biblia, sobre todo en el Antiguo Testamento, tiene un alto contenido simbólico. No es un libro de historia sino una serie de mensajes con un alto contenido parabólico cuyos significados hay que interpretar cuidadosamente situándolos en su contexto histórico. La cifra de 3 mil que aparece en Exodo 28, por ejemplo, es simbólica. El 3 y el 7 se repiten constantemente según el significado espiritual que quiera dársele al texto. Además, lo que allí se describe es una situación de sublevación y desenfreno. En la antiguedad estas situaciones se resolvían a golpe de espada. Hoy día tenemos que juzgarlas de acuerdo con las normas, a veces muy crueles, de la época. Pero es más importante tener en cuenta que ese episodio maneja el simbolismo de las imágenes para trasmitir una idea: la fidelidad al Dios de la liberación y de la vida exige un rechazo de todo aquello que se oponga a un orden moral. El mandato de "no matarás" no es transgredido en estos pasajes, porque ese mandato para aquellos pueblos se refería al asesinato y no a la guerra. Tenía también un sentido de rechazar el asesinato de la reputación mediante el chisme y la calumnia.
Montaner no se conforma con este tropiezo en su análisis sino que seguidamente acusa a los cristianos de adelantarse 1700 años a los nazis consumando el exterminio genocida en Skythopolis (o Scitópolis). Pero lo que allí sucedió fue el resultado de las ambiciones de poder manejadas por los emperadores romanos y la consecuencia de una sublevación contra el Imperio por parte de grupos que habían sido favorecidos por los romanos en una contienda anterior. Y todo comenzó con el oráculo de Abydum, en Tebas, mediante el cual Constantino consultó la voluntad de los dioses (paganos) y decidió consecuentemente aplastar cruelmente la sublevación. Primero cayeron notables personalidades de la época en distintas ciudades orientales del Imperio y finalmente la represión se concentró en Scythopolis, por estar situada en un lugar céntrico y estratégico entre Antioquía y Alejandría. Bien es sabido que los romanos no se andaban con chiquitas en estos casos y solían arrasar con sus enemigos. Si bien entre las huestes romanas habrían muchos que se autotitulaban "cristianos", estos episodios no fueron motivados en forma alguna por el celo religioso. Fue Constantino quien trató de manipular el pretexto religioso convocando por la fuerza a un concilio en Tiro, al que S., Atanasio se resistió, pero fue llevado por la fuerza.
Seguidamente Montaner hace mención de Inocente III como el responsable del genocidio de los albigenses. Una conclusión sin base porque carece del contexto histórico. Pasa por alto que este Papa destaca como uno de los más eficaces mediadores de todas las épocas. En una de sus famosas intervenciones propició las circunstancias que permitieron la redacción y aplicación de la Carta Magna. Pero la guerra entre católicos y albigenses no fue un genocidio sino una contienda entre nobles y caudillos que se apoyaban en una o la otra religión para perseguir sus objetivos de poder. La batalla más importante de esa guerra enfrentó a Simón de Montfort contra el rey Pedro de Aragón, el Conde de Rosellón y otros aliados albigenses. El rey de Aragòn perdió la vida al frente de sus tropas. Francia se anexó Occitania en esta lucha por el poder y la hegemonía, que utilizaba el pretexto religioso para esos fines y, como solía suceder en esas contiendas, muchos de los vencidos eran cruelmente pasados por las armas.
En fin, la generalización para llegar a conclusiones históricas no es seria sino que provoca la creación de mitos y falsedades. Es aconsejable investigar a fondo antes que valerse festinadamente de generalizaciones que suelen desembocar en versiones sesgadas de los hechos.
Last edit: 25 May 2015 16:23 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
Reply to Gerardo E. Martínez-Solanas
- Efraín Infante
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Re: Elogio de la Incertidumbre
25 May 2015 17:20 - 25 May 2015 17:35
Mi comentario sobre el tema es brevísimo. Apoyo la argumentación de Gerardo contra el artículo Montaner por concretar y situar en su momento histórico los hechos que él utiliza como comparación entre la crueldad de ISIS y acciones radicales ejecutadas siglos atrás, camuflajeadas como de inspiración cristiana, no siendo realmenter así.
Gracias a Gerardo por sus acertadas aclaraciones.
Gracias a Gerardo por sus acertadas aclaraciones.
Last edit: 25 May 2015 17:35 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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- Abelardo Pérez García
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Re: Elogio de la Incertidumbre
26 May 2015 07:43 - 26 May 2015 08:27
A mí me parece que, en el fondo, Carlos Alberto Montaner tiene mil veces razón.
Es la certidumbre de poseer La Verdad (Absoluta) sin mezcla alguna de falsedad ni de error lo que permite apretar el gatillo. Y más aún si esa Verdad es la palabra de Dios.
¿No parece razonable obedecer a Dios antes que a los hombres?
Estoy de acuerdo con Gerardo en que hay que respetar la Historia, evitar las amalgamas y las generalizaciones.
También hay que evitar esa “ecuación personal” que hace que tendamos a disculpar sistemáticamente a aquellos que son culpables, por simpatía o afinidad correligionaria y a desacreditar a los que no piensan como uno mismo.
Nuestro buen amigo escribe:
“En este último escrito, [CA Montaner] empieza comparando a Moisés con los yijadistas del Estado Islámico, basándose en un pasaje de la Biblia que él no entiende ni lo coloca en su debido contexto”.
Los compara, sí. Pero la afirmación de nuestro amigo Gerardo es tendenciosa pues no tiene en cuenta la relación de comparación.
Si yo digo: Los rusos son como los zulúes, hablan un idioma que no entiendo.
Estoy comparando a los rusos con los zulúes lo cual podría parecer absurdo pero lo que cuenta es la relación que permite la comparación: ambos hablan un idioma que no entiendo.
Igual podría comparar a Okeechobee con Nueva York (parece idiota, ¿verdad?) pues bien, si mi relación de comparación fuera “ X es más pequeño que Y” podría hacerlo sin cometer ningún error.
Lo que afirma Carlos Alberto Montaner y que a mi parecer es rigurosamente cierto es que ambos están (o estaban) convencidos de poseer La Verdad.
Por otra parte, ¿Qué le permite al amigo Gerardo afirmar que CA Montaner no entiende el episodio del becerro de oro? ¿Lo de los tres mil muertos?
Bueno, no importa. Creo que yo sí lo entiendo y fue uno de los que más se nos habló durante la educación cristiana integrista e intensiva que recibí durante mi infancia y adolescencia.
Digo esto porque naturalmente no voy a hablar de todo, en particular del valor simbólico ni del importante sentido teológico de la escena y sería inútil que algún apologista lleno de celo escribiera luego: Abelardo olvida considerar tal o cual cosa…
Notemos que en primer lugar Moisés, en el Sinaí, defiende a los suyos ante Yahvé quien lleno de ira quiere exterminarlos, luego, abajo ya, pide a los “hijos de Leví” que pasen y vuelvan a pasar casa por casa y con sus espadas maten a sus amigos y a sus hermanos.
No se trata de guerra, no había guerra. Se trata de un crimen, de un asesinato, aunque obviamente no podemos pedir que hombres que vivían hace veinticinco o treinta siglos lo vean como lo ven nuestros ojos de hoy.
Puesto que Gerardo quiere el contexto y la verdad histórica, hay que recordar que en lo tocante a la masacre de los albigenses no se trató de una lucha por el poder (aunque la hubo al final).
Fue más particularmente el deseo de extirpar radicalmente el catarismo del Sur-Suroeste de Francia: Región de Toulouse, Albi, Béziers, etc.
Esta fe fue considerada herética y su rápida expansión por Occitania preocupaba a los guardianes de la Ortodoxia católica.
Ante el fracaso de Santo Domingo en su santa prédica (hay que reconocerlo) para convertir a los herejes que según Gerardo “malinterpretaban las enseñanzas de Jesús», Inocencio III solicitó al Conde de Toulouse para que encabezara una expedición militar contra los cátaros. Éste se niega a atacar a sus propios sujetos y se declara una pugna con el legado del Papa que muere asesinado.
Inocencio III se decide entonces a lanzar la Cruzada (Negotium pacis et fidei) contra los Albigenses (cátaros). Como el rey Felipe Augusto decidió no intervenir contra gentes que formalmente eran sus sujetos (al parecer ya existía lo “políticamente correcto”) Inocencio III nombra al alto mando al abate Arnaud Amalric, rector de la poderosa orden monástica de Císter, el cual empleó todos los medios para reclutar gracias a la mediación del abate Guy de Vaux de Cernay a numerosos señores de la Isla de Francia (alrededores de París) con sus numerosos vasallos.
El 22 de julio de 1209 empiezan las operaciones militares con el saqueo de la ciudad de Béziers y la masacre de los habitantes.
La guerra fue terrible y la intervención del rey aragonés Pedro II se debió sobre todo a los excesos de Simón de Monfort quien dirigió las operaciones sucesivas, no fue por afanes de poder o territoriales.
Para terminar con broche de oro, intervino la Inquisición. En abril de 1233, el papa Gregorio IX la confía en Francia a la Orden de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán, los cuales mediante la delación, la tortura y las hogueras (sobre todo esto hay centenares de documentos) lograron erradicar (por lo menos en la superficie) la herejía cátara.
Ésta es la Historia. Fue una crudelísima guerra de religión contra una fe herética que se oponía a La Verdad de la Verdadera Religión.
La visión de los dominicanos (domini canes) enseñando a los cátaros a rezar el rosario y convenciendo a los herejes con suavidad apostólica no es más que un mito aunque sería injusto e inexacto culpar a toda una prestigiosa orden de los excesos cometidos en aquel entonces allá por los alrededores de Toulouse y Monségur.
Hay que saber reconocer la grandeza de la Iglesia y todo lo que el mundo le debe a ésta pero sin tratar de minimizar sistemáticamente el sufrimiento de tantos grandes hombres que sufrieron persecución, condena y a veces muerte por haberse atrevido a poner en tela de juicio la interpretación literal o por lo menos oficial de la Biblia, afirmando que no fue la Iglesia la culpable sino el afán de poder de reyes y nobles.
Antes de terminar voy a citar un ejemplo poco conocido, me parece.
"Declaro que no he tenido la intención de contradecir el texto de la Escritura; que creo firmemente lo que en ella se relata sobre la creación, tanto en lo tocante al tiempo como en lo tocante al hecho. Abandono todo lo que hay en mi libro sobre la formación de la Tierra y en general lo que pudiera ser contrario a la narración de Moisés”.
Esta es la humillante retractación que la Facultad de Teología de la Sorbona impuso al gran sabio, el conde de Buffon, a mediados del siglo XVIII.
Mucho tiempo tuvo que pasar para que la Iglesia aceptara que no todo fue creado “al Principio” y que la geología y los fósiles contaban otra historia, diferente de la del Génesis.
Un poco más de un siglo antes al genial y “moderno” Giordano Bruno que no quiso retractarse lo quemaron.
Gerardo tiene razón cuando insiste en el aspecto simbólico de la narración bíblica pero lo invito a recordar que si hubiera escrito eso mismo hace, digamos trescientos años, en 1715, en país de Inquisición habría tenido muchos pero muchos problemas.
Y ahora, si el excelente CA Montaner me lee quiero que sepa que yo no estoy seguro ni del teorema de Pitágoras pero me gustaría saber si él tiene o no la certidumbre que la “mano invisible” puede resolver todos los problemas económicos de nuestro caótico e inmundo mundo.
Personalmente opino como Stiglitz que “si esa mano es invisible es probablemente porque no existe”.
Es la certidumbre de poseer La Verdad (Absoluta) sin mezcla alguna de falsedad ni de error lo que permite apretar el gatillo. Y más aún si esa Verdad es la palabra de Dios.
¿No parece razonable obedecer a Dios antes que a los hombres?
Estoy de acuerdo con Gerardo en que hay que respetar la Historia, evitar las amalgamas y las generalizaciones.
También hay que evitar esa “ecuación personal” que hace que tendamos a disculpar sistemáticamente a aquellos que son culpables, por simpatía o afinidad correligionaria y a desacreditar a los que no piensan como uno mismo.
Nuestro buen amigo escribe:
“En este último escrito, [CA Montaner] empieza comparando a Moisés con los yijadistas del Estado Islámico, basándose en un pasaje de la Biblia que él no entiende ni lo coloca en su debido contexto”.
Los compara, sí. Pero la afirmación de nuestro amigo Gerardo es tendenciosa pues no tiene en cuenta la relación de comparación.
Si yo digo: Los rusos son como los zulúes, hablan un idioma que no entiendo.
Estoy comparando a los rusos con los zulúes lo cual podría parecer absurdo pero lo que cuenta es la relación que permite la comparación: ambos hablan un idioma que no entiendo.
Igual podría comparar a Okeechobee con Nueva York (parece idiota, ¿verdad?) pues bien, si mi relación de comparación fuera “ X es más pequeño que Y” podría hacerlo sin cometer ningún error.
Lo que afirma Carlos Alberto Montaner y que a mi parecer es rigurosamente cierto es que ambos están (o estaban) convencidos de poseer La Verdad.
Por otra parte, ¿Qué le permite al amigo Gerardo afirmar que CA Montaner no entiende el episodio del becerro de oro? ¿Lo de los tres mil muertos?
Bueno, no importa. Creo que yo sí lo entiendo y fue uno de los que más se nos habló durante la educación cristiana integrista e intensiva que recibí durante mi infancia y adolescencia.
Digo esto porque naturalmente no voy a hablar de todo, en particular del valor simbólico ni del importante sentido teológico de la escena y sería inútil que algún apologista lleno de celo escribiera luego: Abelardo olvida considerar tal o cual cosa…
Notemos que en primer lugar Moisés, en el Sinaí, defiende a los suyos ante Yahvé quien lleno de ira quiere exterminarlos, luego, abajo ya, pide a los “hijos de Leví” que pasen y vuelvan a pasar casa por casa y con sus espadas maten a sus amigos y a sus hermanos.
No se trata de guerra, no había guerra. Se trata de un crimen, de un asesinato, aunque obviamente no podemos pedir que hombres que vivían hace veinticinco o treinta siglos lo vean como lo ven nuestros ojos de hoy.
Puesto que Gerardo quiere el contexto y la verdad histórica, hay que recordar que en lo tocante a la masacre de los albigenses no se trató de una lucha por el poder (aunque la hubo al final).
Fue más particularmente el deseo de extirpar radicalmente el catarismo del Sur-Suroeste de Francia: Región de Toulouse, Albi, Béziers, etc.
Esta fe fue considerada herética y su rápida expansión por Occitania preocupaba a los guardianes de la Ortodoxia católica.
Ante el fracaso de Santo Domingo en su santa prédica (hay que reconocerlo) para convertir a los herejes que según Gerardo “malinterpretaban las enseñanzas de Jesús», Inocencio III solicitó al Conde de Toulouse para que encabezara una expedición militar contra los cátaros. Éste se niega a atacar a sus propios sujetos y se declara una pugna con el legado del Papa que muere asesinado.
Inocencio III se decide entonces a lanzar la Cruzada (Negotium pacis et fidei) contra los Albigenses (cátaros). Como el rey Felipe Augusto decidió no intervenir contra gentes que formalmente eran sus sujetos (al parecer ya existía lo “políticamente correcto”) Inocencio III nombra al alto mando al abate Arnaud Amalric, rector de la poderosa orden monástica de Císter, el cual empleó todos los medios para reclutar gracias a la mediación del abate Guy de Vaux de Cernay a numerosos señores de la Isla de Francia (alrededores de París) con sus numerosos vasallos.
El 22 de julio de 1209 empiezan las operaciones militares con el saqueo de la ciudad de Béziers y la masacre de los habitantes.
La guerra fue terrible y la intervención del rey aragonés Pedro II se debió sobre todo a los excesos de Simón de Monfort quien dirigió las operaciones sucesivas, no fue por afanes de poder o territoriales.
Para terminar con broche de oro, intervino la Inquisición. En abril de 1233, el papa Gregorio IX la confía en Francia a la Orden de Predicadores de Santo Domingo de Guzmán, los cuales mediante la delación, la tortura y las hogueras (sobre todo esto hay centenares de documentos) lograron erradicar (por lo menos en la superficie) la herejía cátara.
Ésta es la Historia. Fue una crudelísima guerra de religión contra una fe herética que se oponía a La Verdad de la Verdadera Religión.
La visión de los dominicanos (domini canes) enseñando a los cátaros a rezar el rosario y convenciendo a los herejes con suavidad apostólica no es más que un mito aunque sería injusto e inexacto culpar a toda una prestigiosa orden de los excesos cometidos en aquel entonces allá por los alrededores de Toulouse y Monségur.
Hay que saber reconocer la grandeza de la Iglesia y todo lo que el mundo le debe a ésta pero sin tratar de minimizar sistemáticamente el sufrimiento de tantos grandes hombres que sufrieron persecución, condena y a veces muerte por haberse atrevido a poner en tela de juicio la interpretación literal o por lo menos oficial de la Biblia, afirmando que no fue la Iglesia la culpable sino el afán de poder de reyes y nobles.
Antes de terminar voy a citar un ejemplo poco conocido, me parece.
"Declaro que no he tenido la intención de contradecir el texto de la Escritura; que creo firmemente lo que en ella se relata sobre la creación, tanto en lo tocante al tiempo como en lo tocante al hecho. Abandono todo lo que hay en mi libro sobre la formación de la Tierra y en general lo que pudiera ser contrario a la narración de Moisés”.
Esta es la humillante retractación que la Facultad de Teología de la Sorbona impuso al gran sabio, el conde de Buffon, a mediados del siglo XVIII.
Mucho tiempo tuvo que pasar para que la Iglesia aceptara que no todo fue creado “al Principio” y que la geología y los fósiles contaban otra historia, diferente de la del Génesis.
Un poco más de un siglo antes al genial y “moderno” Giordano Bruno que no quiso retractarse lo quemaron.
Gerardo tiene razón cuando insiste en el aspecto simbólico de la narración bíblica pero lo invito a recordar que si hubiera escrito eso mismo hace, digamos trescientos años, en 1715, en país de Inquisición habría tenido muchos pero muchos problemas.
Y ahora, si el excelente CA Montaner me lee quiero que sepa que yo no estoy seguro ni del teorema de Pitágoras pero me gustaría saber si él tiene o no la certidumbre que la “mano invisible” puede resolver todos los problemas económicos de nuestro caótico e inmundo mundo.
Personalmente opino como Stiglitz que “si esa mano es invisible es probablemente porque no existe”.
Last edit: 26 May 2015 08:27 by Abelardo Pérez García. Reason: corrección
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Re: Elogio de la Incertidumbre
26 May 2015 14:28 - 26 May 2015 14:44
Como siempre, encuentro un debate entre estos amigos fascinante y no tengo la cordura necesaria de quedarme callada. Que “mi” Dios tenga piedad de mí.
Contrario a mi amigo Abelardo, difiero con Carlos Alberto. No es el creer tener la verdad absoluta lo que nos hace apretar el gatillo. Todo lo contrario; es el no estar seguro de nosotros mismo ni de nuestras creencias lo que lleva a la violencia. Punto de comparación: el régimen cubano. Si el régimen estuviera seguro de que puede seguir en el poder abriendo Cuba al mundo, no tendría que recurrir a la intimidación, opresión, encarcelamiento ni fusilamiento. Precisamente estaba leyendo sobre la teoría de juegos cooperativos de NASH que la falta de poder, no la posesión de él, y la inseguridad es lo que hace crear alianzas para lograr resultados jugando con los temores e inseguridades de otros dentro del juego. Bajo esa teoría podemos asumir que es precisamente la inseguridad de la dictadura castrista lo que le hace crear alianzas para jugar con el temor de otros líderes de perder su liderazgo o intereses, La posición de la UE y otros empresarios: apresuremos hacer negocios con el régimen cubano no vaya a ser que nos quedemos fuera.
Fanatismo, que es a lo que se refiere CAM, no es certeza ya que el mismo supera la racionalidad y si en vez de juzgarlo desde el punto ético, se hiciera a través de la lógica o psicología lo catalogaríamos como locura y los locos no son capaces de tener verdad absoluta.
Sobre el quinto mandamiento, volvemos a la pregunta ¿qué quería decirnos el Señor? ¿No mataras o no asesinaras? Yo me voy por esto último ya que todo ser humano creado a Su semejanza es capaz de matar sea para defenderse a sí mismo, a su familia, a su patria o sus intereses. Por lo tanto, la cólera del Señor es justificable al matar no a ejecutar/asesinar - “ pulverizar a martillazos un milenario y hermoso hombre”- como dice CAM.
A mi amigo Abelardo que le gustaría saber si la “mano invisible” puede resolver los problemas económicos de nuestro caótico e inmundo mundo, si es posible que la cólera del Señor por la adoración del becerro de oro se puede asumir respuesta a la adoración del capitalismo salvaje amante del dios del mercado que no tiene nada que ver con la mano invisible de Adam Smith.
Contrario a mi amigo Abelardo, difiero con Carlos Alberto. No es el creer tener la verdad absoluta lo que nos hace apretar el gatillo. Todo lo contrario; es el no estar seguro de nosotros mismo ni de nuestras creencias lo que lleva a la violencia. Punto de comparación: el régimen cubano. Si el régimen estuviera seguro de que puede seguir en el poder abriendo Cuba al mundo, no tendría que recurrir a la intimidación, opresión, encarcelamiento ni fusilamiento. Precisamente estaba leyendo sobre la teoría de juegos cooperativos de NASH que la falta de poder, no la posesión de él, y la inseguridad es lo que hace crear alianzas para lograr resultados jugando con los temores e inseguridades de otros dentro del juego. Bajo esa teoría podemos asumir que es precisamente la inseguridad de la dictadura castrista lo que le hace crear alianzas para jugar con el temor de otros líderes de perder su liderazgo o intereses, La posición de la UE y otros empresarios: apresuremos hacer negocios con el régimen cubano no vaya a ser que nos quedemos fuera.
Fanatismo, que es a lo que se refiere CAM, no es certeza ya que el mismo supera la racionalidad y si en vez de juzgarlo desde el punto ético, se hiciera a través de la lógica o psicología lo catalogaríamos como locura y los locos no son capaces de tener verdad absoluta.
Sobre el quinto mandamiento, volvemos a la pregunta ¿qué quería decirnos el Señor? ¿No mataras o no asesinaras? Yo me voy por esto último ya que todo ser humano creado a Su semejanza es capaz de matar sea para defenderse a sí mismo, a su familia, a su patria o sus intereses. Por lo tanto, la cólera del Señor es justificable al matar no a ejecutar/asesinar - “ pulverizar a martillazos un milenario y hermoso hombre”- como dice CAM.
A mi amigo Abelardo que le gustaría saber si la “mano invisible” puede resolver los problemas económicos de nuestro caótico e inmundo mundo, si es posible que la cólera del Señor por la adoración del becerro de oro se puede asumir respuesta a la adoración del capitalismo salvaje amante del dios del mercado que no tiene nada que ver con la mano invisible de Adam Smith.
Last edit: 26 May 2015 14:44 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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Re: Elogio de la Incertidumbre
26 May 2015 15:46 - 26 May 2015 18:14
Una de las razones por las que me ha parecido siempre que la historia es fascinante, es su incertidumbre característica que la hace fuente de diversas interpretaciones y promotora de interesantísimas controversias. Esto se debe sencillamente a que tenemos un conocimiento fragmentario de los hechos. Por eso la investigación histórica es tan enriquecedora porque suele sacar a la luz situaciones y circunstancias que no se habían tenido en cuenta con anterioridad.
Por lo tanto, es muy difícil que un historiador convenza a otro que discrepa en su análisis. Ni Abelardo ni yo somos historiadores profesionales pero en el fondo lo somos de corazón y esta vocación no académica nos enfrenta en el análisis con la misma exaltación de los profesionales. Empero, un FORO como éste no se presta a análisis profundos porque aquí se impone la brevedad con el propósito de que los lectores saquen sus propias conclusiones sin llegar a aburrirse con argumentos interminables.
Dije que Montaner no entiende el pasaje bíblico del becerro de oro, no sólo porque pretende presentar una contradicción con el mandato de "no matarás" sino porque lo presenta literalmente sin reconocerle simbolismo alguno. Precisamente vi hace pocos días un documental sobre el Arca de Noé en el que durante una hora los eruditos productores y académicos comentaristas se empeñaban en demostrar la escasa probabilidad de la validez de muchas de esas afirmaciones bíblicas, llegando a la notable conclusión especulativa de que Noé había sido un mercader sumerio. A mi humilde juicio, es el mismo error de Abelardo cuando nos dice que la Iglesia no aceptaba la evolución y que "no todo fue creado «al Principio»". Sencillamente, era otra época en que la enorme mayoría del mundo que emergía del caos de la Edad Media pensaba lo mismo. El Génesis habla de siete días y a medida que los seres humanos hemos evolucionado en la comprensión de las cosas, hemos comprendido su simbolismo y nos hemos maravillado de que esas siete épocas de evolución siguen sin embargo una secuencia asombrosamente acertada para los hombres primitivos que hace 40 siglos la escribieron.
En el pasaje del becerro de oro, el hecho histórico es que hubo una sublevación de los israelitas contra Moises y sus colaboradores monoteístas. La Biblia no da muchos detalles porque no es un libro con un propósito histórico sino con un objetivo de enseñanza moralista. Sin embargo dice lo suficiente sobre los hechos para que entendamos que hubo una rebelión. Dice que "Moisés, viendo que el pueblo estaba desenfrenado por culpa de Aarón, que lo estaba exponiendo al ataque enemigo, se plantó a la puerta del campamento y gritó: ¡Los que estén de parte del Señor, júntense conmigo!" En esa época las rebeliones se resolvían a golpes de espada. Todavía no había llegado el mensaje del amor al prójimo ni la mansedumbre de presentar la otra mejilla.
En cuanto a los crueles episodios de la guerra entre católicos y albigenses, conociendo la historia de aquellos tiempos no me cabe la menor duda de que los albigenses habrían sido tan crueles como los católicos si hubieran sido los vencedores. La cuestión es si queremos calificar de cristianos tanto a los caudillos albigenses como a los católicos, olvidados en estas guerras cruentas de los preceptos de compasión y amor al prójimo. En ese sentido podríamos afirmar que la crueldad islámica que presenciamos hoy día no es una característica de la religión musulmana sino de los caudillos ávidos del poder absoluto y hegemónico que la fomentan.
Mi análisis, por lo tanto, es que tanto aquella como ésta no son guerras de religión sino de ambiciones de poder. No cabe duda de que en ambos casos hubo y hay muchos abrumados por el fanatismo fundamentalista que se arrogaban y se arrogan el derecho de juzgar avasalladoramente a los demás. Los ambiciosos de ambas épocas se valen de ellos como instrumentos idoneos para lograr sus propósitos. En aquella época, la religión católica estaba groseramente permeada al nivel de la jerarquía por la intervención de reyes, emperadores y nobles que establecían verdaderas dinastías de obispos y hasta de Papas que estaban muy lejos de ser seguidores de Cristo. Lo asombroso de esa historia es que el cristianismo surgiera una y otra vez, como el ave fénix, de las cenizas de tanta corrupción, tanta crueldad y tanto crimen. Para los cristianos, esta es una prueba fehaciente de que los principios de la religión que nos sustenta son invulnerables ante las deficiencias humanas.
Marta Menor da en el clavo al subrayar que todas esas terribles deficiencias, que calificamos de "pecados capitales", son producto de la inseguridad; es decir, demuestran una especie de complejo de inferioridad que impulsa al abusador a demostrar constantemente su superioridad por la fuerza. Por el contrario, el que está seguro de sí mismo siente una gran repugnancia por el abuso, se ve impulsado a perdonar y está siempre dispuesto a escuchar y a entender.
Por otra parte, la "mano invisible" del liberalismo se refiere a la suma de las decisiones de todos en un ambiente de colaboración propiciado por una cultura de personas mayormente seguras de sí mismas que propician un Estado de derecho. Nada que ver con la adoración al becerro de oro que provoca el desorden de los que abusan de los más débiles. Quizás haría falta dar la orden de Moisés y enfrentarlos con la espada, pero aquellos eran los tiempos de un monoteísmo primario en un mundo salvaje, y hoy esa solución drástica distaría mucho de ser cristiana.
Por lo tanto, es muy difícil que un historiador convenza a otro que discrepa en su análisis. Ni Abelardo ni yo somos historiadores profesionales pero en el fondo lo somos de corazón y esta vocación no académica nos enfrenta en el análisis con la misma exaltación de los profesionales. Empero, un FORO como éste no se presta a análisis profundos porque aquí se impone la brevedad con el propósito de que los lectores saquen sus propias conclusiones sin llegar a aburrirse con argumentos interminables.
Dije que Montaner no entiende el pasaje bíblico del becerro de oro, no sólo porque pretende presentar una contradicción con el mandato de "no matarás" sino porque lo presenta literalmente sin reconocerle simbolismo alguno. Precisamente vi hace pocos días un documental sobre el Arca de Noé en el que durante una hora los eruditos productores y académicos comentaristas se empeñaban en demostrar la escasa probabilidad de la validez de muchas de esas afirmaciones bíblicas, llegando a la notable conclusión especulativa de que Noé había sido un mercader sumerio. A mi humilde juicio, es el mismo error de Abelardo cuando nos dice que la Iglesia no aceptaba la evolución y que "no todo fue creado «al Principio»". Sencillamente, era otra época en que la enorme mayoría del mundo que emergía del caos de la Edad Media pensaba lo mismo. El Génesis habla de siete días y a medida que los seres humanos hemos evolucionado en la comprensión de las cosas, hemos comprendido su simbolismo y nos hemos maravillado de que esas siete épocas de evolución siguen sin embargo una secuencia asombrosamente acertada para los hombres primitivos que hace 40 siglos la escribieron.
En el pasaje del becerro de oro, el hecho histórico es que hubo una sublevación de los israelitas contra Moises y sus colaboradores monoteístas. La Biblia no da muchos detalles porque no es un libro con un propósito histórico sino con un objetivo de enseñanza moralista. Sin embargo dice lo suficiente sobre los hechos para que entendamos que hubo una rebelión. Dice que "Moisés, viendo que el pueblo estaba desenfrenado por culpa de Aarón, que lo estaba exponiendo al ataque enemigo, se plantó a la puerta del campamento y gritó: ¡Los que estén de parte del Señor, júntense conmigo!" En esa época las rebeliones se resolvían a golpes de espada. Todavía no había llegado el mensaje del amor al prójimo ni la mansedumbre de presentar la otra mejilla.
En cuanto a los crueles episodios de la guerra entre católicos y albigenses, conociendo la historia de aquellos tiempos no me cabe la menor duda de que los albigenses habrían sido tan crueles como los católicos si hubieran sido los vencedores. La cuestión es si queremos calificar de cristianos tanto a los caudillos albigenses como a los católicos, olvidados en estas guerras cruentas de los preceptos de compasión y amor al prójimo. En ese sentido podríamos afirmar que la crueldad islámica que presenciamos hoy día no es una característica de la religión musulmana sino de los caudillos ávidos del poder absoluto y hegemónico que la fomentan.
Mi análisis, por lo tanto, es que tanto aquella como ésta no son guerras de religión sino de ambiciones de poder. No cabe duda de que en ambos casos hubo y hay muchos abrumados por el fanatismo fundamentalista que se arrogaban y se arrogan el derecho de juzgar avasalladoramente a los demás. Los ambiciosos de ambas épocas se valen de ellos como instrumentos idoneos para lograr sus propósitos. En aquella época, la religión católica estaba groseramente permeada al nivel de la jerarquía por la intervención de reyes, emperadores y nobles que establecían verdaderas dinastías de obispos y hasta de Papas que estaban muy lejos de ser seguidores de Cristo. Lo asombroso de esa historia es que el cristianismo surgiera una y otra vez, como el ave fénix, de las cenizas de tanta corrupción, tanta crueldad y tanto crimen. Para los cristianos, esta es una prueba fehaciente de que los principios de la religión que nos sustenta son invulnerables ante las deficiencias humanas.
Marta Menor da en el clavo al subrayar que todas esas terribles deficiencias, que calificamos de "pecados capitales", son producto de la inseguridad; es decir, demuestran una especie de complejo de inferioridad que impulsa al abusador a demostrar constantemente su superioridad por la fuerza. Por el contrario, el que está seguro de sí mismo siente una gran repugnancia por el abuso, se ve impulsado a perdonar y está siempre dispuesto a escuchar y a entender.
Por otra parte, la "mano invisible" del liberalismo se refiere a la suma de las decisiones de todos en un ambiente de colaboración propiciado por una cultura de personas mayormente seguras de sí mismas que propician un Estado de derecho. Nada que ver con la adoración al becerro de oro que provoca el desorden de los que abusan de los más débiles. Quizás haría falta dar la orden de Moisés y enfrentarlos con la espada, pero aquellos eran los tiempos de un monoteísmo primario en un mundo salvaje, y hoy esa solución drástica distaría mucho de ser cristiana.
Last edit: 26 May 2015 18:14 by Gerardo E. Martínez-Solanas.
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