El motor impulsor de la economía
- Gerardo E. Martínez-Solanas
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El motor impulsor de la economía
30 Jan 2013 19:10
Me insistía un periodista en que confirmara su hipótesis sobre la importancia de los inmigrantes como motor de impulso a la economía. Su argumento servía para confirmar que la legalización de los indocumentados permitirá que estos inmigrantes paguen impuestos debidamente y realicen progresos en su adiestramiento y estudios hasta convertirse en ciudadanos productivos. Estos argumentos pueden aplicarse tanto a Norteamérica como a Europa, que son los dos grandes destinos de la emigración procedente de países menos desarrollados y subdesarrollados.
La presencia de indocumentados en cualquier país, sobre todo en tan enorme número como el que estamos presenciando en ambas orillas del Atlántico, provoca una serie de abusos por parte de las empresas y las personas que los contratan. Por eso puede afirmarse que hay muchos intereses creados que, encubiertos bajo la bandera que aboga por facilitar el proceso inmigratorio, en realidad desean mantener subrepticiamente el fenómeno de los indocumentados porque eso les permite pagar salarios mucho más bajos y cometer otros abusos en cuanto a los horarios, las vacaciones, la protección de la salud, etc., etc. Para muchos empresarios inescrupulosos, la mano de obra disponible en la legión de inmigrantes indocumentados que invaden a esos países, les permite reducir considerablemente la oferta de salarios y beneficios y someterlos a niveles de semiesclavitud. Esto incluye también a las familias que contratan servicios domésticos y otros servicios de trabajadores manuales. Por no hablar de la delincuencia organizada que se ceba de muchos inmigrantes indocumentados que desgraciadamente son arrastrados a la prostitución y al tráfico de drogas.
Por otra parte, los indocumentados perjudican a los inmigrantes que tratan de entrar al país legalmente obteniendo su visa de residencia u otras visas legales, por lo cual es comprensible que el Senador Marcos Rubio, de la Florida, haya hecho énfasis en que hay que dar prioridad a los que están esperando su turno legalmente para entrar en el país. Y también dar prioridad a los “dreamers”, como llaman en EEUU a ese contingente de jóvenes indocumentados que se han criado en el país, están estudiando y son una promesa para su desarrollo. Al hablar de prioridades hay que plantear también que es verdaderamente injusto permitir que TODOS los indocumentados puedan legalizar su condición de inmigrantes a costa de quienes están tratando de lograr el mismo privilegio y se han resignado a largas esperas, a veces por años, para obtener sus visas legalmente. En esas condiciones hay millones de extranjeros respetuosos de la ley que merecen que se les dé precedencia.
En cuanto al argumento de que los inmigrantes son un importante motor de la economía, hay que plantear que todo ciudadano y residente legal es un importante motor de la economía, porque es la suma de inversión, producción y consumo de todos los habitantes del país lo que cuenta. Por el contrario, los indocumentados son en su gran mayoría una carga para la economía del país. Hay sobradas razones. Muchos no contribuyen debidamente a las obligaciones impositivas y otros lo hacen con identificaciones falsas, cuya utilización puede perjudicar a residentes legales y ciudadanos. La mayoría utiliza servicios públicos costosos (escuelas, hospitales, etc.) sin que su contribución a la economía del país sea proporcionalmente equitativa. Además, prácticamente TODOS son responsables de propiciar el abuso empresarial mediante la disminución de salarios y beneficios a niveles que no son competitivos para residentes legales y ciudadanos.
Además, es importante subrayar que la mano de obra no calificada que entra a los países desarrollados ilegalmente NO ES un factor que contribuya a dar impulso a la economía de cualquier país. El único motor de impulso es la combinación de la inversión y el consumo. Y lo que más mueve o impulsa a cualquier economía es la inversión de alto riesgo y la confianza del consumidor. Alto riesgo y confianza son las claves.
Habría que preguntarse: ¿Cuál es el motor que acelera el crecimiento de la riqueza en la sociedad si no es el éxito de los empresarios e inversionistas dispuestos a correr riesgos en la investigación y el desarrollo de empresas innovadoras? Aquí no voy a abundar sobre la respuesta porque el lector puede encontrarla en detalle en el artículo titulado " El riesgo indispensable para la riqueza y el progreso ". Pero hay que insistir en que las inversiones de alto riesgo son el mayor motor de la economía y las que hacen que un país se coloque a la vanguardia del mundo desarrollado. Y esto no se logra mediante una forzosa y dogmática redistribución de la riqueza. Tampoco mediante el ingreso de cientos de miles o millones de inmigrantes no calificados. Ls tasas excesivas de impuestos corporativos estimulan la fuga de capitales indispensables para el crecimiento económico y la inmigración deseable debe ser productiva y, en su mayor parte, calificada. La inmigración no calificada es deseable cuando está controlada por el gobierno en su justo papel de intermediario de las empresas que necesiten esa mano de obra y no puedan encontrarla dentro del país.
No puede negarse que una política de justicia social es indispensable en todo buen gobierno, y también es justo que las obligaciones sociales recaigan en mayor medida sobre aquellos que más tienen, pero los extremos de la aplicación de políticas socialistas o de un exagerado gasto presupuestario para crear y mantener un Estado de bienestar (welfare) acaban por ser contraproducentes y por perjudicar precisamente a las clases menos favorecidas, a las que estas medidas populistas pretenden beneficiar. Este perjuicio a las clases más pobres se agrava con la inmigración incontrolada de trabajadores y obreros no calificados.
La principal función del Estado es la protección del consumidor y del trabajador para evitar abusos, estafas y distorsiones económicas. También la de estimular a inversionistas y empresarios, porque esos, y no otros, son los grandes impulsores de cualquier economía. De ellos depende la creación de empleos. Sobre todo de aquellos con suficiente capital para impulsar inversiones innovadoras de alto riesgo que, además, suelen ser las mayores promotoras de avances tecnológicos y científicos.
Como decía en el otro artículo mencionado, una mayor creación de nuevas empresas producto de las inversiones de alto riesgo en ideas y tecnologías innovadoras ha redundado en centenares de miles de nuevos empleos bien remunerados en los EEUU, lo cual ha permitido a la gran potencia norteamericana mantener una tasa de desempleo bastante más baja que la de la mayoría de los demás países industrializados durante el reciente período recesionario y el actual estado de estancamiento.
Esto sólo se logra con mano de obra calificada y especializada y con un contingente de jóvenes estudiosos que llegarán al mercado laboral, científico y técnico con ideas renovadoras y una preparación adecuada.
Ese es el verdadero gran motor de la economía.
La presencia de indocumentados en cualquier país, sobre todo en tan enorme número como el que estamos presenciando en ambas orillas del Atlántico, provoca una serie de abusos por parte de las empresas y las personas que los contratan. Por eso puede afirmarse que hay muchos intereses creados que, encubiertos bajo la bandera que aboga por facilitar el proceso inmigratorio, en realidad desean mantener subrepticiamente el fenómeno de los indocumentados porque eso les permite pagar salarios mucho más bajos y cometer otros abusos en cuanto a los horarios, las vacaciones, la protección de la salud, etc., etc. Para muchos empresarios inescrupulosos, la mano de obra disponible en la legión de inmigrantes indocumentados que invaden a esos países, les permite reducir considerablemente la oferta de salarios y beneficios y someterlos a niveles de semiesclavitud. Esto incluye también a las familias que contratan servicios domésticos y otros servicios de trabajadores manuales. Por no hablar de la delincuencia organizada que se ceba de muchos inmigrantes indocumentados que desgraciadamente son arrastrados a la prostitución y al tráfico de drogas.
Por otra parte, los indocumentados perjudican a los inmigrantes que tratan de entrar al país legalmente obteniendo su visa de residencia u otras visas legales, por lo cual es comprensible que el Senador Marcos Rubio, de la Florida, haya hecho énfasis en que hay que dar prioridad a los que están esperando su turno legalmente para entrar en el país. Y también dar prioridad a los “dreamers”, como llaman en EEUU a ese contingente de jóvenes indocumentados que se han criado en el país, están estudiando y son una promesa para su desarrollo. Al hablar de prioridades hay que plantear también que es verdaderamente injusto permitir que TODOS los indocumentados puedan legalizar su condición de inmigrantes a costa de quienes están tratando de lograr el mismo privilegio y se han resignado a largas esperas, a veces por años, para obtener sus visas legalmente. En esas condiciones hay millones de extranjeros respetuosos de la ley que merecen que se les dé precedencia.
En cuanto al argumento de que los inmigrantes son un importante motor de la economía, hay que plantear que todo ciudadano y residente legal es un importante motor de la economía, porque es la suma de inversión, producción y consumo de todos los habitantes del país lo que cuenta. Por el contrario, los indocumentados son en su gran mayoría una carga para la economía del país. Hay sobradas razones. Muchos no contribuyen debidamente a las obligaciones impositivas y otros lo hacen con identificaciones falsas, cuya utilización puede perjudicar a residentes legales y ciudadanos. La mayoría utiliza servicios públicos costosos (escuelas, hospitales, etc.) sin que su contribución a la economía del país sea proporcionalmente equitativa. Además, prácticamente TODOS son responsables de propiciar el abuso empresarial mediante la disminución de salarios y beneficios a niveles que no son competitivos para residentes legales y ciudadanos.
Además, es importante subrayar que la mano de obra no calificada que entra a los países desarrollados ilegalmente NO ES un factor que contribuya a dar impulso a la economía de cualquier país. El único motor de impulso es la combinación de la inversión y el consumo. Y lo que más mueve o impulsa a cualquier economía es la inversión de alto riesgo y la confianza del consumidor. Alto riesgo y confianza son las claves.
Habría que preguntarse: ¿Cuál es el motor que acelera el crecimiento de la riqueza en la sociedad si no es el éxito de los empresarios e inversionistas dispuestos a correr riesgos en la investigación y el desarrollo de empresas innovadoras? Aquí no voy a abundar sobre la respuesta porque el lector puede encontrarla en detalle en el artículo titulado " El riesgo indispensable para la riqueza y el progreso ". Pero hay que insistir en que las inversiones de alto riesgo son el mayor motor de la economía y las que hacen que un país se coloque a la vanguardia del mundo desarrollado. Y esto no se logra mediante una forzosa y dogmática redistribución de la riqueza. Tampoco mediante el ingreso de cientos de miles o millones de inmigrantes no calificados. Ls tasas excesivas de impuestos corporativos estimulan la fuga de capitales indispensables para el crecimiento económico y la inmigración deseable debe ser productiva y, en su mayor parte, calificada. La inmigración no calificada es deseable cuando está controlada por el gobierno en su justo papel de intermediario de las empresas que necesiten esa mano de obra y no puedan encontrarla dentro del país.
No puede negarse que una política de justicia social es indispensable en todo buen gobierno, y también es justo que las obligaciones sociales recaigan en mayor medida sobre aquellos que más tienen, pero los extremos de la aplicación de políticas socialistas o de un exagerado gasto presupuestario para crear y mantener un Estado de bienestar (welfare) acaban por ser contraproducentes y por perjudicar precisamente a las clases menos favorecidas, a las que estas medidas populistas pretenden beneficiar. Este perjuicio a las clases más pobres se agrava con la inmigración incontrolada de trabajadores y obreros no calificados.
La principal función del Estado es la protección del consumidor y del trabajador para evitar abusos, estafas y distorsiones económicas. También la de estimular a inversionistas y empresarios, porque esos, y no otros, son los grandes impulsores de cualquier economía. De ellos depende la creación de empleos. Sobre todo de aquellos con suficiente capital para impulsar inversiones innovadoras de alto riesgo que, además, suelen ser las mayores promotoras de avances tecnológicos y científicos.
Como decía en el otro artículo mencionado, una mayor creación de nuevas empresas producto de las inversiones de alto riesgo en ideas y tecnologías innovadoras ha redundado en centenares de miles de nuevos empleos bien remunerados en los EEUU, lo cual ha permitido a la gran potencia norteamericana mantener una tasa de desempleo bastante más baja que la de la mayoría de los demás países industrializados durante el reciente período recesionario y el actual estado de estancamiento.
Esto sólo se logra con mano de obra calificada y especializada y con un contingente de jóvenes estudiosos que llegarán al mercado laboral, científico y técnico con ideas renovadoras y una preparación adecuada.
Ese es el verdadero gran motor de la economía.
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