Fallece gigante moral del catolicismo contemporáneo
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Fallece gigante moral del catolicismo contemporáneo
04 Sep 2012 02:02
El cardenal italiano Carlo María Martini, exponente del ala más progresista de la Iglesia católica, falleció hoy a los 85 años, como consecuencia de la enfermedad de Parkinson que padecía desde 1996, según informó el arzobispado de Milán.
Martini fue reconocido en el año 2000 con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
En 1979 el papa Juan Pablo II lo nombró titular de la archidiócesis de Milán, la más grande de Europa y una de las mayores del mundo, y el 2 de febrero de 1983 recibió la investidura de cardenal por el pontífice.
Martini transcurrió sus últimos años en el Instituto Filosófico Aloisianum, un centro europeo de formación de la Compañía de Jesús, al que se trasladó tras su regreso de Jerusalén en 2008, donde permaneció seis años.
Con la muerte tocando a su puerta por el mal de Parkinson, y sin lugar a dudas deseándola por la certeza salvífica de una vida espiritual infinita junto al Cristo resucitado, el cardenal de Milán, Carlo Maria Martini se despidió en nota discordante con la alta jerarquía de su Iglesia Católica, al rechazar el tratamiento terapéutico.
Cientos de miles de italianos desfilaron ante la capilla ardiente que guardó los restos del cardenal de Milán, Carlo Maria Martini, en un adiós pleno de respeto solidario con el pastor que estuvo muy cerca del papado, pero siempre quiso estar más cerca de Dios.
Los expertos vaticanistas consideran al cardenal Martini, Arzobispo de Milán y sacerdote jesuita, una de las voces más progresistas y humanas de la Iglesia Católica del siglo XX hasta nuestros días, al nivel de pensadores como Gabriel Marcel y Jacques Maritain, entre otros.
El papa Benedicto XVI envió un telegrama expresando su pesar por la muerte de Martini, de quien subrayó que ‘sirvió generosamente al Evangelio y a la Iglesia’.
En su última alocución y ya hablando con mucha dificultad por su enfermedad, el cardenal Martini concedió una entrevista el pasado 8 de agosto al Corriere della Sera -más bien un testamento maravilloso- que pudo realizar con la ayuda de su colega jesuita Georg Sporschill.
Martini que fue un gran evangelizador, se atrevió a pedir una conversión íntima de la Iglesia Católica en su testamento-entrevista:
‘La Iglesia debe reconocer los errores propios y debe seguir un cambio radical, empezando por el Papa y los obispos’.
El cardenal Martini reconoció a una Iglesia cansada, sin vocaciones y atrapada en una burocracia acomodaticia: ‘Nuestros rituales y nuestros vestidos son pomposos’.
Martini comparó en la entrevista la situación de la Iglesia con la de aquel joven rico que se marcha triste cuando Jesús lo llama para que se convierta en su discípulo: ‘sé que no podemos desprendernos de todo con facilidad, pero al menos podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo, como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador’.
Martini admite sin temor que la Iglesia está anticuada. ‘En la Europa del bienestar y en la América, la Iglesia está cansada’.
Aprovecha entonces y le aconseja tres pasos para salir del agotamiento: ‘El primero es la conversión. La Iglesia debe reconocer los propios errores. Los escándalos de pederastia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todos los asuntos que competen al cuerpo son un ejemplo. Debemos preguntarnos si la gente escucha todavía los consejos de la Iglesia en materia sexual. ¿La Iglesia es todavía una autoridad de referencia o solo una caricatura en los medios?’.
‘El segundo y el tercer consejo es que recuperemos la palabra de Dios y los sacramentos como una ayuda, no como un castigo’.
Martini deja una obra religiosa extensa y profunda. Para entender a este gran pensador italiano, jesuita y católico hay que comenzar leyendo su obra las ‘Conversaciones nocturnas en Jerusalén’. También su obra, ‘Estamos todos en la misma barca’, un largo y apasionante diálogo con don Luigi Verzè, fundador del hospital de San Rafael en Milán y de la universidad del mismo nombre que estremeció a los interesados en el quehacer de la Iglesia Católica.
Otra obra reciente ‘Credere e conoscere’ que sintetiza las reflexiones de Martini en varias conversaciones con el cirujano y senador del Partido Democrático (PD) Ignazio Marino, en las que se abordan temas delicados para la Iglesia como el inicio de la vida humana, la fecundación artificial, la donación de embriones y la homosexualidad.
En su libro ‘Conversaciones nocturnas en Jerusalén’, Martini dice que los pecados son muchos, pero en su opinión el auténtico pecado del mundo, ‘es la injusticia y la desigualdad.
Jesús dijo que el reino de Dios será de los pobres, de los débiles, de los excluidos, y que la Iglesia tendría como misión estar a su lado. Ésta es la caridad del pueblo de Dios predicada por su Hijo, que se hizo hombre para salvarnos’.
En la obra -‘Estamos todos en la misma barca’- el cardenal define los problemas de la Iglesia Católica en orden de importancia:
‘Ante todo, la actitud de la Iglesia hacia los divorciados, y luego, el nombramiento y la elección de los obispos, el celibato de los sacerdotes, el papel de los laicos católicos y la relación entre la jerarquía eclesiástica y la política’.
En estos temas, Martini se adelanta a los tiempos y con fidelidad eclesial extrema, reta al pensamiento tradicional de la Iglesia Católica con elogios a Lutero, defiende la ordenación de las mujeres al sacerdocio, plantea una apertura del Vaticano en materia de sexo y sugiere que se discuta abiertamente el celibato de los sacerdotes.
‘Los sacramentos’, afirma el cardenal Martini, ‘son importantes si coronan una vida cristiana. La fe es importante si avanza junto a la caridad. Sin la caridad, la fe está ciega. Sin caridad no hay esperanza y no hay justicia.
La caridad es importante, pero quizá sea necesario definir con exactitud qué quiere decir usted con esta palabra. No creo que se limite a hacer el bien al prójimo.
Hacer el bien, ayudar al prójimo, son desde luego aspectos importantes, pero no son la esencia de la caridad. La esencia está en escuchar a los demás, comprenderlos, incluirlos en nuestro afecto, reconocerlos, romper su soledad y ser sus compañeros. En resumen: amarlos. La caridad predicada por Jesús es la participación plena en la suerte de los demás. Comunión de los espíritus, lucha contra la injusticia’.
Martini insiste que ‘es necesario un concilio sobre el divorcio…no pienso en un Vaticano III, pero sí en un concilio sobre la relación de la Iglesia con los divorciados, porque afecta a muchísimas personas y familias, y desgraciadamente, el número de personas implicadas aumentará, así que hay que afrontarlo con sabiduría y visión de futuro’.
‘La confesión es un sacramento exangüe. Se confiesa algún pecado, se obtiene el perdón, se dice una oración y se acabó. A veces los no creyentes están más cerca de nosotros que muchos falsos devotos. El Señor lo sabe’.
Martini no excluyó de sus preocupaciones, y así lo manifestó, ‘que la estructura diplomática de la Iglesia es demasiado redundante y requiere demasiada energía de la Iglesia. En la historia de la Iglesia, durante siglos y siglos, esta estructura ni siquiera existía y en el futuro podría reducirse en gran medida, o incluso llegar a ser desmantelada. El deber de la Iglesia es dar testimonio de la palabra de Dios, el Verbo Encarnado, el mundo de los justos que vendrá. Todo lo demás es secundario’.
Desde hace algunos años, la figura del arzobispo de Milán ha sido un punto de referencia para el catolicismo contemporáneo, porque su obra pastoral dirigida a los creyentes y su diálogo constante con los no creyentes, ha conmovido las bases teológicas de la Iglesia Católica en una mirada necesaria de conversión hacia el futuro.
Descanse en Paz este pastor y pensador grande la Iglesia Católica contemporánea, amigos de unos y otros, el cardenal Carlo Maria Martini.
Martini fue reconocido en el año 2000 con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales.
En 1979 el papa Juan Pablo II lo nombró titular de la archidiócesis de Milán, la más grande de Europa y una de las mayores del mundo, y el 2 de febrero de 1983 recibió la investidura de cardenal por el pontífice.
Martini transcurrió sus últimos años en el Instituto Filosófico Aloisianum, un centro europeo de formación de la Compañía de Jesús, al que se trasladó tras su regreso de Jerusalén en 2008, donde permaneció seis años.
Con la muerte tocando a su puerta por el mal de Parkinson, y sin lugar a dudas deseándola por la certeza salvífica de una vida espiritual infinita junto al Cristo resucitado, el cardenal de Milán, Carlo Maria Martini se despidió en nota discordante con la alta jerarquía de su Iglesia Católica, al rechazar el tratamiento terapéutico.
Cientos de miles de italianos desfilaron ante la capilla ardiente que guardó los restos del cardenal de Milán, Carlo Maria Martini, en un adiós pleno de respeto solidario con el pastor que estuvo muy cerca del papado, pero siempre quiso estar más cerca de Dios.
Los expertos vaticanistas consideran al cardenal Martini, Arzobispo de Milán y sacerdote jesuita, una de las voces más progresistas y humanas de la Iglesia Católica del siglo XX hasta nuestros días, al nivel de pensadores como Gabriel Marcel y Jacques Maritain, entre otros.
El papa Benedicto XVI envió un telegrama expresando su pesar por la muerte de Martini, de quien subrayó que ‘sirvió generosamente al Evangelio y a la Iglesia’.
En su última alocución y ya hablando con mucha dificultad por su enfermedad, el cardenal Martini concedió una entrevista el pasado 8 de agosto al Corriere della Sera -más bien un testamento maravilloso- que pudo realizar con la ayuda de su colega jesuita Georg Sporschill.
Martini que fue un gran evangelizador, se atrevió a pedir una conversión íntima de la Iglesia Católica en su testamento-entrevista:
‘La Iglesia debe reconocer los errores propios y debe seguir un cambio radical, empezando por el Papa y los obispos’.
El cardenal Martini reconoció a una Iglesia cansada, sin vocaciones y atrapada en una burocracia acomodaticia: ‘Nuestros rituales y nuestros vestidos son pomposos’.
Martini comparó en la entrevista la situación de la Iglesia con la de aquel joven rico que se marcha triste cuando Jesús lo llama para que se convierta en su discípulo: ‘sé que no podemos desprendernos de todo con facilidad, pero al menos podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo, como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador’.
Martini admite sin temor que la Iglesia está anticuada. ‘En la Europa del bienestar y en la América, la Iglesia está cansada’.
Aprovecha entonces y le aconseja tres pasos para salir del agotamiento: ‘El primero es la conversión. La Iglesia debe reconocer los propios errores. Los escándalos de pederastia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todos los asuntos que competen al cuerpo son un ejemplo. Debemos preguntarnos si la gente escucha todavía los consejos de la Iglesia en materia sexual. ¿La Iglesia es todavía una autoridad de referencia o solo una caricatura en los medios?’.
‘El segundo y el tercer consejo es que recuperemos la palabra de Dios y los sacramentos como una ayuda, no como un castigo’.
Martini deja una obra religiosa extensa y profunda. Para entender a este gran pensador italiano, jesuita y católico hay que comenzar leyendo su obra las ‘Conversaciones nocturnas en Jerusalén’. También su obra, ‘Estamos todos en la misma barca’, un largo y apasionante diálogo con don Luigi Verzè, fundador del hospital de San Rafael en Milán y de la universidad del mismo nombre que estremeció a los interesados en el quehacer de la Iglesia Católica.
Otra obra reciente ‘Credere e conoscere’ que sintetiza las reflexiones de Martini en varias conversaciones con el cirujano y senador del Partido Democrático (PD) Ignazio Marino, en las que se abordan temas delicados para la Iglesia como el inicio de la vida humana, la fecundación artificial, la donación de embriones y la homosexualidad.
En su libro ‘Conversaciones nocturnas en Jerusalén’, Martini dice que los pecados son muchos, pero en su opinión el auténtico pecado del mundo, ‘es la injusticia y la desigualdad.
Jesús dijo que el reino de Dios será de los pobres, de los débiles, de los excluidos, y que la Iglesia tendría como misión estar a su lado. Ésta es la caridad del pueblo de Dios predicada por su Hijo, que se hizo hombre para salvarnos’.
En la obra -‘Estamos todos en la misma barca’- el cardenal define los problemas de la Iglesia Católica en orden de importancia:
‘Ante todo, la actitud de la Iglesia hacia los divorciados, y luego, el nombramiento y la elección de los obispos, el celibato de los sacerdotes, el papel de los laicos católicos y la relación entre la jerarquía eclesiástica y la política’.
En estos temas, Martini se adelanta a los tiempos y con fidelidad eclesial extrema, reta al pensamiento tradicional de la Iglesia Católica con elogios a Lutero, defiende la ordenación de las mujeres al sacerdocio, plantea una apertura del Vaticano en materia de sexo y sugiere que se discuta abiertamente el celibato de los sacerdotes.
‘Los sacramentos’, afirma el cardenal Martini, ‘son importantes si coronan una vida cristiana. La fe es importante si avanza junto a la caridad. Sin la caridad, la fe está ciega. Sin caridad no hay esperanza y no hay justicia.
La caridad es importante, pero quizá sea necesario definir con exactitud qué quiere decir usted con esta palabra. No creo que se limite a hacer el bien al prójimo.
Hacer el bien, ayudar al prójimo, son desde luego aspectos importantes, pero no son la esencia de la caridad. La esencia está en escuchar a los demás, comprenderlos, incluirlos en nuestro afecto, reconocerlos, romper su soledad y ser sus compañeros. En resumen: amarlos. La caridad predicada por Jesús es la participación plena en la suerte de los demás. Comunión de los espíritus, lucha contra la injusticia’.
Martini insiste que ‘es necesario un concilio sobre el divorcio…no pienso en un Vaticano III, pero sí en un concilio sobre la relación de la Iglesia con los divorciados, porque afecta a muchísimas personas y familias, y desgraciadamente, el número de personas implicadas aumentará, así que hay que afrontarlo con sabiduría y visión de futuro’.
‘La confesión es un sacramento exangüe. Se confiesa algún pecado, se obtiene el perdón, se dice una oración y se acabó. A veces los no creyentes están más cerca de nosotros que muchos falsos devotos. El Señor lo sabe’.
Martini no excluyó de sus preocupaciones, y así lo manifestó, ‘que la estructura diplomática de la Iglesia es demasiado redundante y requiere demasiada energía de la Iglesia. En la historia de la Iglesia, durante siglos y siglos, esta estructura ni siquiera existía y en el futuro podría reducirse en gran medida, o incluso llegar a ser desmantelada. El deber de la Iglesia es dar testimonio de la palabra de Dios, el Verbo Encarnado, el mundo de los justos que vendrá. Todo lo demás es secundario’.
Desde hace algunos años, la figura del arzobispo de Milán ha sido un punto de referencia para el catolicismo contemporáneo, porque su obra pastoral dirigida a los creyentes y su diálogo constante con los no creyentes, ha conmovido las bases teológicas de la Iglesia Católica en una mirada necesaria de conversión hacia el futuro.
Descanse en Paz este pastor y pensador grande la Iglesia Católica contemporánea, amigos de unos y otros, el cardenal Carlo Maria Martini.
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