En 1950 se produjo la invasión china del Tíbet, bajo la bota de Mao Zedong. Nada pudo hacer el débil ejército tibetano frente a la fuerza invasora, mejor equipada y mucho más numerosa. La situación era tan desfavorable que los tibetanos se vieron obligados a aceptar el famoso acuerdo de los diecisiete puntos en 1951, el cual reconocía al Tíbet como parte integrante de China a cambio de mantener su identidad y autonomía religiosa y administrativa. La cuestión tibetana desde el punto de vista del gobierno de Pekín quedaba así totalmente zanjada. Pero ni siquiera ese acuerdo sería posteriormente respetado por el régimen chino.
Enfrentados a una realidad cada vez más represiva, en 1955 se producirían las primeras revueltas y solo cuatro años más tarde las autoridades chinas ordenaron una dura represión ante las protestas. Se calcula que en los primeros meses de 1959 perecieron varias decenas de miles de tibetanos. Tan grave era la situación que el 17 de marzo el Dalai Lama y sus ministros huyeron a la India para formar un gobierno en el exilio.
La represión china se ha ido recrudeciendo con el paso del tiempo y el gobierno chino ha estado cometiendo un genocidio cultural contra el pueblo tibetano que se está prolongando por más de medio siglo. Durante décadas, China ha tenido como objetivo atacar y destruir la cultura tibetana.
En lo que va de este siglo el gobierno chino ha estado arreciando cada vez más una política colonialista que se ensaña en los niños tibetanos, lo cual es particularmente desgarrador debido a la separación sistemática y forzada de estos niños de sus familias por parte del Partido Comunista Chino que los obliga a ingresar en internados que los alienan de su cultura y los distancian de sus raíces familiares.
Los niños tibetanos son separados de sus familias durante meses, desde la edad de 4 años. El adoctrinamiento del Partido Comunista en las escuelas está diseñado para completar la ruptura de sus conexiones con cualquier aspecto que les permita identificarse como tibetanos.
Comienzan por la mañana diciéndoles que el Tíbet siempre ha sido parte de la madre patria china y que los habitantes de esa "región china" dieron la bienvenida a la invasión del Ejército Popular de Liberación, por la cual ahora puedan vivir en paz.
Están obligados a hablar mandarín durante largos períodos de ausencia de sus hogares, hasta el punto que a los niños les resulta difícil comunicarse más tarde con sus padres y abuelos durante los breves períodos en que se les permite regresar a casa.
Más de un millón de niños tibetanos están siendo obligados a asimilarse en las escuelas estatales chinas a través de esta forma de adoctrinamiento. A la edad de cuatro años, a los niños se les lava el cerebro con propaganda destinada a convertirlos en miembros del Partido Comunista Chino.
Mientras tanto, cientos de miles de chinos han estado entrando al Tíbet y asentándose para colonizarlo.
Lamentablemente, los gobiernos democráticos suelen desentenderse de esta prolongada tragedia. Y los medios de prensa, sobre todo los más "progresistas", deciden que no es noticia. Un pueblo legendario está siendo aplastado por un cruel régimen colonial y totalitario a espaldas del resto del mundo. Por añadidura, Naciones Unidas parece haber olvidado su extensa y vigorosa política anti colonialista en defensa de la libre determinación de los pueblos. ¡El pueblo tibetano no existe para la organización mundial!
Last edit: 14 Aug 2024 19:23 by Gerardo E. Martínez-Solanas.