Ramón Junco, labor clave en la conservación de los archivos del Espíritu Santo
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Ramón Junco, labor clave en la conservación de los archivos del Espíritu Santo
09 Feb 2017 06:32
A raíz de la visita de Juan Pablo II a Cuba, la realidad de la iglesia católica en la Isla atrajo la atención de buena parte del mundo. El escenario abrió las puertas a innumerables visitas, una de ellas la de un grupo de especialistas norteamericanos interesados en la investigación de los documentos conservados en los a archivos eclesiales cubanos. La parroquia habanera del Espíritu Santo fue uno de los sitios escogidos por los expertos, quienes quedaron impresionados ante la cantidad de datos atesorados en sus antiguos libros de sacramentales.
Desde el primer momento los investigadores manifestaron un vivo interés en el rescate de aquellos viejos legajos, cuyos antiguos trazos castellanos guardaban una parte importante de la historia socio cultural del pueblo cubano. Con especial cuidado, las caras protegidas con bozales de tela y las manos enguantadas, los peritos estudiaron con detenimiento el contenido de los libros y prometieron volver con un proyecto que parecía posible en aquellos momentos esperanzadores.
En días recientes una noticia daba cuenta del relanzamiento de aquella intención, que se mantuvo a través de contactos puntuales y que revive de manera prometedora gracias al restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, factor decisivo para el buen desarrollo de la idea. El abaratamiento de los viajes, mayor cantidad de opciones de alojamiento y las facilidades dadas por el proceso de normalización, favorecen el regreso de David y Mathew Lafevor, profesores universitarios en Texas y Alabama, con el fin de digitalizar millones de documentos amenazados de destrucción por las condiciones de almacenamiento.
La tarea de preservación documental resulta beneficiosa por partida doble. Para Cuba supone un aporte valioso a la protección de su patrimonio histórico. Para Estados Unidos la disponibilidad de una fuente de información en lo relativo a la etapa esclavista de esa nación. A diferencia del sistema esclavista norteamericano, el español (igual de cruel) reconocía la persona del esclavo una vez bautizado. Ello permitía que su origen, estado civil y fallecimiento, quedaran registrados en los libros sacramentales. Huellas existenciales que los amos norteños ni siquiera concedían a sus esclavos, considerados meras herramientas sin más valor añadido que su capacidad de trabajo.
El sacerdote católico Elpidio López, actualmente radicado en Texas, coincide en señalar el dato sobre la procedencia del esclavo y su dignidad de rango como una particularidad importante del sistema esclavista que regía en Cuba. Pone por ejemplo el caso del esclavo Luis Santochi Dobí Yalenú, príncipe Arará, tal y como quedó inscrito en uno de los libro que se conserva en el Espíritu Santo.
El padre López vinculado desde niño a la antigua iglesia parroquial, bajo cuyos techos realizó gran parte de su vida aprendiendo a descifrar la escritura de los viejos tomos, recuerda el llamado libro de Barajas, llamado así porque en su contenido se incluyen todos los sacramentos administrados en el Espíritu Santo durante los años 1638 1640 y 1644. El mismo recoge testimonios de una realidad que es desconocida en otras latitudes producto de las disquisiciones teológicas hechas por fray Bartolomé de las Casas acerca de la “humanidad” del esclavo africano, al reconocérsele posesión de alma, tal como ocurriera con los indios,
Nuevamente el Espíritu Santo destaca en la noticia. Razones hay suficientes. La demarcación parroquial correspondiente a esta iglesia y a la desaparecida auxiliar de San Isidro, atendía una zona de La Habana colonial con particularidades interesantes. Un barrio en el que convivían colonos blancos y negros libres, algunos dueños de esclavos. Incluso los que aún en esa última condición tenían la capacidad de utilizar el vasallaje de semejantes para comprar su propia libertad e integrarse a una singular población de pardos y negros libertos con una activa participación social en asuntos económicos, religiosos y hasta militares, como indica la Dra. Carmen Barcia en un amplio estudio sobre el tema.
El contenido de los libros del Espíritu Santo ha servido
para desentrañar otras historias particulares concernientes a la vida de la incipiente urbe colonial. El padre Elpidio señala que dos de los más importantes libros de escritos sobre esa época (Historia del Hospital de San Francisco de Paula y el 27 de noviembre, de de los doctores Jorge Le-Roy y Luis Felipe Le-Roy, padre e hijo.) se enriquecieron con muchos datos sacados de sus archivos.
Las actas capitulares de negros y el establecimiento de cofradías es otra particularidad del sistema esclavista colonial español señalada por el padre Elpidio y cuyas referencias pueden encontrarse aún en los estantes parroquiales del Cristo del Buen Viaje. La posibilidad de reunión y los vínculos establecidos entre los miembros de diferentes cofradías permitió la conservación y transmisión de tradiciones, costumbres y valores que al final conformaron el crisol nacional que caracteriza a Cuba, señala el presbítero López quien recuerda como el cantante cubano Benny Moré recibió en sus honras fúnebres los ritos de la cofradía de los Congos del barrio La Guinea, a la cual perteneció por orígenes maternos.
Pero hay mucho más. Datos de enterramientos, bautizos y matrimonios dan fe del paso de personalidades importantes de la historia de Cuba y de América a través de los documentos contenidos en estas iglesias. Armando Mestre, Henry Reeve (el Inglesito), Juan Gualberto Gómez o Simón Bolívar son algunos nombres destacados en los que guarda el Espíritu Santo.
Al margen del loable propósito que trae esta buena noticia en el marco del restablecimiento de relaciones entre dos gobiernos enfrentados y los primeros frutos positivos de ese acto, hay que destacar un detalle ausente en el texto de la nota. Más que a dudosas características arquitectónicas, constructivas o climáticas del templo colonial, la razón de que esos libros y documentos hayan llegado a nuestros días se debe en primer lugar a la dedicación de las personas encargadas de su cuidado, en esa función doble de sacristanes y archiveros.
En el caso de Espíritu Santo resulta imprescindible mencionar a Ramón Junco Sterling, último de una vieja estirpe en la que le precedieron su padre y su padrino y de los que recogió el testigo hasta su fallecimiento a la venerable edad de 102 años, en diciembre del 2007. Ramoncito, dedicado a destiempo al trabajo de la iglesia, tenía el cuidado de exponer los viejos textos sobre el amplio mueble de la sacristía para que los folios se mantuvieran ventilados. Lo hacía de manera metódica, con el mismo empeño que ponía en el uso de clavos de olor y naftalina- métodos antiguos pero efectivos- para mantener a raya la voracidad de las plagas que tanto daño hacen en el trópico. Siempre alerta ante la presencia de ratones, hongos, humedades, ciclones y la peor de todas las calamidades: la codicia humana que no vacila en expoliar de manera inescrupulosa lo que pertenece a todos con el fin avaro de obtener dinero o simplemente para satisfacer un afán egoísta.
Es bueno mencionarlo cuando se aprecia la ausencia del nombre de aquel que trabajó calladamente, hasta el ultimo aliento, en el cuidado de su iglesia durante los años en que ser católico era casi un pecado. Gracias a su fidelidad, celo, honestidad y servicio, las nuevas tecnologías podrán salvar para la posteridad pedazos de un pasado en el que se descubren orígenes e historias cuyo interés traspasa en el tiempo, más allá de fronteras personales y nacionales.
Desde el primer momento los investigadores manifestaron un vivo interés en el rescate de aquellos viejos legajos, cuyos antiguos trazos castellanos guardaban una parte importante de la historia socio cultural del pueblo cubano. Con especial cuidado, las caras protegidas con bozales de tela y las manos enguantadas, los peritos estudiaron con detenimiento el contenido de los libros y prometieron volver con un proyecto que parecía posible en aquellos momentos esperanzadores.
En días recientes una noticia daba cuenta del relanzamiento de aquella intención, que se mantuvo a través de contactos puntuales y que revive de manera prometedora gracias al restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, factor decisivo para el buen desarrollo de la idea. El abaratamiento de los viajes, mayor cantidad de opciones de alojamiento y las facilidades dadas por el proceso de normalización, favorecen el regreso de David y Mathew Lafevor, profesores universitarios en Texas y Alabama, con el fin de digitalizar millones de documentos amenazados de destrucción por las condiciones de almacenamiento.
La tarea de preservación documental resulta beneficiosa por partida doble. Para Cuba supone un aporte valioso a la protección de su patrimonio histórico. Para Estados Unidos la disponibilidad de una fuente de información en lo relativo a la etapa esclavista de esa nación. A diferencia del sistema esclavista norteamericano, el español (igual de cruel) reconocía la persona del esclavo una vez bautizado. Ello permitía que su origen, estado civil y fallecimiento, quedaran registrados en los libros sacramentales. Huellas existenciales que los amos norteños ni siquiera concedían a sus esclavos, considerados meras herramientas sin más valor añadido que su capacidad de trabajo.
El sacerdote católico Elpidio López, actualmente radicado en Texas, coincide en señalar el dato sobre la procedencia del esclavo y su dignidad de rango como una particularidad importante del sistema esclavista que regía en Cuba. Pone por ejemplo el caso del esclavo Luis Santochi Dobí Yalenú, príncipe Arará, tal y como quedó inscrito en uno de los libro que se conserva en el Espíritu Santo.
El padre López vinculado desde niño a la antigua iglesia parroquial, bajo cuyos techos realizó gran parte de su vida aprendiendo a descifrar la escritura de los viejos tomos, recuerda el llamado libro de Barajas, llamado así porque en su contenido se incluyen todos los sacramentos administrados en el Espíritu Santo durante los años 1638 1640 y 1644. El mismo recoge testimonios de una realidad que es desconocida en otras latitudes producto de las disquisiciones teológicas hechas por fray Bartolomé de las Casas acerca de la “humanidad” del esclavo africano, al reconocérsele posesión de alma, tal como ocurriera con los indios,
Nuevamente el Espíritu Santo destaca en la noticia. Razones hay suficientes. La demarcación parroquial correspondiente a esta iglesia y a la desaparecida auxiliar de San Isidro, atendía una zona de La Habana colonial con particularidades interesantes. Un barrio en el que convivían colonos blancos y negros libres, algunos dueños de esclavos. Incluso los que aún en esa última condición tenían la capacidad de utilizar el vasallaje de semejantes para comprar su propia libertad e integrarse a una singular población de pardos y negros libertos con una activa participación social en asuntos económicos, religiosos y hasta militares, como indica la Dra. Carmen Barcia en un amplio estudio sobre el tema.
El contenido de los libros del Espíritu Santo ha servido
para desentrañar otras historias particulares concernientes a la vida de la incipiente urbe colonial. El padre Elpidio señala que dos de los más importantes libros de escritos sobre esa época (Historia del Hospital de San Francisco de Paula y el 27 de noviembre, de de los doctores Jorge Le-Roy y Luis Felipe Le-Roy, padre e hijo.) se enriquecieron con muchos datos sacados de sus archivos.
Las actas capitulares de negros y el establecimiento de cofradías es otra particularidad del sistema esclavista colonial español señalada por el padre Elpidio y cuyas referencias pueden encontrarse aún en los estantes parroquiales del Cristo del Buen Viaje. La posibilidad de reunión y los vínculos establecidos entre los miembros de diferentes cofradías permitió la conservación y transmisión de tradiciones, costumbres y valores que al final conformaron el crisol nacional que caracteriza a Cuba, señala el presbítero López quien recuerda como el cantante cubano Benny Moré recibió en sus honras fúnebres los ritos de la cofradía de los Congos del barrio La Guinea, a la cual perteneció por orígenes maternos.
Pero hay mucho más. Datos de enterramientos, bautizos y matrimonios dan fe del paso de personalidades importantes de la historia de Cuba y de América a través de los documentos contenidos en estas iglesias. Armando Mestre, Henry Reeve (el Inglesito), Juan Gualberto Gómez o Simón Bolívar son algunos nombres destacados en los que guarda el Espíritu Santo.
Al margen del loable propósito que trae esta buena noticia en el marco del restablecimiento de relaciones entre dos gobiernos enfrentados y los primeros frutos positivos de ese acto, hay que destacar un detalle ausente en el texto de la nota. Más que a dudosas características arquitectónicas, constructivas o climáticas del templo colonial, la razón de que esos libros y documentos hayan llegado a nuestros días se debe en primer lugar a la dedicación de las personas encargadas de su cuidado, en esa función doble de sacristanes y archiveros.
En el caso de Espíritu Santo resulta imprescindible mencionar a Ramón Junco Sterling, último de una vieja estirpe en la que le precedieron su padre y su padrino y de los que recogió el testigo hasta su fallecimiento a la venerable edad de 102 años, en diciembre del 2007. Ramoncito, dedicado a destiempo al trabajo de la iglesia, tenía el cuidado de exponer los viejos textos sobre el amplio mueble de la sacristía para que los folios se mantuvieran ventilados. Lo hacía de manera metódica, con el mismo empeño que ponía en el uso de clavos de olor y naftalina- métodos antiguos pero efectivos- para mantener a raya la voracidad de las plagas que tanto daño hacen en el trópico. Siempre alerta ante la presencia de ratones, hongos, humedades, ciclones y la peor de todas las calamidades: la codicia humana que no vacila en expoliar de manera inescrupulosa lo que pertenece a todos con el fin avaro de obtener dinero o simplemente para satisfacer un afán egoísta.
Es bueno mencionarlo cuando se aprecia la ausencia del nombre de aquel que trabajó calladamente, hasta el ultimo aliento, en el cuidado de su iglesia durante los años en que ser católico era casi un pecado. Gracias a su fidelidad, celo, honestidad y servicio, las nuevas tecnologías podrán salvar para la posteridad pedazos de un pasado en el que se descubren orígenes e historias cuyo interés traspasa en el tiempo, más allá de fronteras personales y nacionales.
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