Europa, cautiva de la extorsión griega
- Rosa Townsend
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Europa, cautiva de la extorsión griega
10 Jul 2015 17:13
La situación con Grecia es tan crítica y divisiva para Europa que se empieza a comparar con las tensiones que precedieron a las dos Guerras Mundiales. Miren este paralelismo que hace el prestigioso diario Financial Times de Londres: “Agosto de 1914 fue el descenso al infierno. Mayo de 1945 fue la escapada del infierno. Y julio de 2015 [apogeo de la crisis griega] pasará a la historia como la continuación del infierno para Europa”.
Sólo que esta vez se podría haber evitado si la Unión Europea (UE) no se hubiera dejado extorsionar por Grecia, el único país europeo que exige rescates billonarios y luego incumple sus obligaciones. “Yo gasto, tú pagas” es la filosofía de Atenas. “Yo, ciudadano griego, me retiro por ley a los 52 años y cobro una o varias pensiones; y tú, ciudadano del resto de la UE, me las pagas trabajando hasta los 65 o más”.
Es sólo uno de los ejemplos del despilfarro griego. Porque en un país en el que ni siquiera existe algo tan elemental como un catastro (registro de datos) es frecuente que los muertos sigan cobrando su pensión. Y los vivos varias. (Una quinta parte del PIB griego se destina a pensiones, muchas fraudulentas). Como también es frecuente la evasión de impuestos. ¡Que los paguen el resto de los europeos!
Aun así, y por increíble que parezca, la UE podría darle este fin de semana otro billonario rescate, el tercero, por temor a todo lo que se arriesga: la cohesión de la Unión Europea, la supervivencia del Euro, y la propia estabilidad continental.
Esa es la baza que juega el primer ministro heleno, el neocomunista Alexis Tsipras, para extorsionar a sus socios y acreedores. Y aunque otros lo intentaron antes que él, Tsipras ha perfeccionado el arte del chantaje y el desafío, sintiéndose además arropado ideológicamente por la ola de populismo anticapitalista y antieuropeo que recorre el Viejo Continente.
Y arropado también por Vladimir Putin, con quien habla amistosamente, y a cuyos brazos políticos se entregaría de producirse la temida Grexit, es decir la salida –voluntaria o forzosa– de la UE y del Euro como moneda. Ese es el sueño de Putin y la pesadilla del presidente Obama y los aliados europeos. La Grexit permitiría a Putin ampliar su esfera de influencia y vería con placer tambalearse el proyecto de Unión de Europa. Tsipras está jugando fuerte esa carta de chantaje, envalentonado además por la ventaja que le otorga la geografía: la ubicación de Grecia es estratégicamente clave.
El orgullo que exhibe Tsipras y su equipo es arma de doble filo, aunque no hay duda de que es su mayor motivación. Ajetrear el orgullo de los pueblos apelando a la dignidad es típico de los populistas pero conduce a un callejón de miseria, como el de Venezuela y el que empezamos a ver en Grecia hace días con el “corralito” de los bancos, y los ancianos llorando en las calles. La Grexit aceleraría la caída económica con una vuelta a su moneda, la dracma, que empobrecería al pueblo. Las famosas “Ruinas de Grecia” cobrarían otro significado.
Y es que lo que mal empieza, mal suele acabar. Grecia logró entrar a la Eurozona en 2001 con dos mentiras: un modelo de gobierno casi cleptocrático que nunca ha reformado; y falseando su contabilidad, asegurando que su déficit presupuestario era del 1.5% de su PIB, ¡cuando en realidad era del 8.3%! (según las normas de la UE no debe sobrepasar el 3%).
Cuando se descubrió la mentira, en 2004, hubiera sido el momento de indicarles la puerta de exit, pero hicieron la vista gorda esperando que el país prosperara. Y también porque en la UE no existe un mecanismo claro de salida. La crearon como un matrimonio polígamo y eterno (28 miembros, de los que 19 usan el Euro como moneda). ¿Quién iba a querer divorciarse del club más selecto del mundo?, debieron pensar.
Desde entonces los griegos se creen imprescindibles. Y la UE siempre ha cedido por temor a que un divorcio de Grecia provoque un efecto dominó entre miembros dubitativos y mutile el enorme y largo esfuerzo de integración continental. Un sueño que ha evolucionado en cautiverio.
Este domingo se verá si se rompen las cadenas o si vuelve a funcionar la extorsión griega. Se cumple el nuevo ultimátum y está previsto que los 28 líderes de la UE se reúnan para tomar una decisión final. Grecia pide otros 50,000 millones de euros (sumados a la actual deuda de más de 300,000 millones de euros más los intereses), y además quieren que se active la línea de 98,000 millones de euros del Banco Central Europeo para mantener a flote sus bancos.
Si los líderes europeos vuelven a ceder, en contra de la mayoritaria opinión de los pueblos a los que representan, el precio esta vez sería mucho mayor. Enviarían el mensaje a otros miembros de que pueden usar la extorsión como arma política, negarse a pagar deudas, y así los acreedores les premiarán con más dinero. Como dice el Financial Times, abrirían las puertas del infierno.
Sólo que esta vez se podría haber evitado si la Unión Europea (UE) no se hubiera dejado extorsionar por Grecia, el único país europeo que exige rescates billonarios y luego incumple sus obligaciones. “Yo gasto, tú pagas” es la filosofía de Atenas. “Yo, ciudadano griego, me retiro por ley a los 52 años y cobro una o varias pensiones; y tú, ciudadano del resto de la UE, me las pagas trabajando hasta los 65 o más”.
Es sólo uno de los ejemplos del despilfarro griego. Porque en un país en el que ni siquiera existe algo tan elemental como un catastro (registro de datos) es frecuente que los muertos sigan cobrando su pensión. Y los vivos varias. (Una quinta parte del PIB griego se destina a pensiones, muchas fraudulentas). Como también es frecuente la evasión de impuestos. ¡Que los paguen el resto de los europeos!
Aun así, y por increíble que parezca, la UE podría darle este fin de semana otro billonario rescate, el tercero, por temor a todo lo que se arriesga: la cohesión de la Unión Europea, la supervivencia del Euro, y la propia estabilidad continental.
Esa es la baza que juega el primer ministro heleno, el neocomunista Alexis Tsipras, para extorsionar a sus socios y acreedores. Y aunque otros lo intentaron antes que él, Tsipras ha perfeccionado el arte del chantaje y el desafío, sintiéndose además arropado ideológicamente por la ola de populismo anticapitalista y antieuropeo que recorre el Viejo Continente.
Y arropado también por Vladimir Putin, con quien habla amistosamente, y a cuyos brazos políticos se entregaría de producirse la temida Grexit, es decir la salida –voluntaria o forzosa– de la UE y del Euro como moneda. Ese es el sueño de Putin y la pesadilla del presidente Obama y los aliados europeos. La Grexit permitiría a Putin ampliar su esfera de influencia y vería con placer tambalearse el proyecto de Unión de Europa. Tsipras está jugando fuerte esa carta de chantaje, envalentonado además por la ventaja que le otorga la geografía: la ubicación de Grecia es estratégicamente clave.
El orgullo que exhibe Tsipras y su equipo es arma de doble filo, aunque no hay duda de que es su mayor motivación. Ajetrear el orgullo de los pueblos apelando a la dignidad es típico de los populistas pero conduce a un callejón de miseria, como el de Venezuela y el que empezamos a ver en Grecia hace días con el “corralito” de los bancos, y los ancianos llorando en las calles. La Grexit aceleraría la caída económica con una vuelta a su moneda, la dracma, que empobrecería al pueblo. Las famosas “Ruinas de Grecia” cobrarían otro significado.
Y es que lo que mal empieza, mal suele acabar. Grecia logró entrar a la Eurozona en 2001 con dos mentiras: un modelo de gobierno casi cleptocrático que nunca ha reformado; y falseando su contabilidad, asegurando que su déficit presupuestario era del 1.5% de su PIB, ¡cuando en realidad era del 8.3%! (según las normas de la UE no debe sobrepasar el 3%).
Cuando se descubrió la mentira, en 2004, hubiera sido el momento de indicarles la puerta de exit, pero hicieron la vista gorda esperando que el país prosperara. Y también porque en la UE no existe un mecanismo claro de salida. La crearon como un matrimonio polígamo y eterno (28 miembros, de los que 19 usan el Euro como moneda). ¿Quién iba a querer divorciarse del club más selecto del mundo?, debieron pensar.
Desde entonces los griegos se creen imprescindibles. Y la UE siempre ha cedido por temor a que un divorcio de Grecia provoque un efecto dominó entre miembros dubitativos y mutile el enorme y largo esfuerzo de integración continental. Un sueño que ha evolucionado en cautiverio.
Este domingo se verá si se rompen las cadenas o si vuelve a funcionar la extorsión griega. Se cumple el nuevo ultimátum y está previsto que los 28 líderes de la UE se reúnan para tomar una decisión final. Grecia pide otros 50,000 millones de euros (sumados a la actual deuda de más de 300,000 millones de euros más los intereses), y además quieren que se active la línea de 98,000 millones de euros del Banco Central Europeo para mantener a flote sus bancos.
Si los líderes europeos vuelven a ceder, en contra de la mayoritaria opinión de los pueblos a los que representan, el precio esta vez sería mucho mayor. Enviarían el mensaje a otros miembros de que pueden usar la extorsión como arma política, negarse a pagar deudas, y así los acreedores les premiarán con más dinero. Como dice el Financial Times, abrirían las puertas del infierno.
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