El drama migratorio entre medidas restrictivas, shows e instrumentalización política
- Miguel Saludes
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El drama migratorio entre medidas restrictivas, shows e instrumentalización política
14 Jun 2025 03:39 - 17 Jun 2025 16:35
El problema migratorio en Estados Unidos vuelve a ocupar un lugar destacado en los espacios noticiosos. Y no es porque haya dejado de estar presente al paso de los diferentes gobiernos, republicanos y demócratas, que han transitado por la Casa Blanca desde que resido en este país. De hecho, ninguno ha logrado solucionarlo y mucho menos reducir su impacto, aunque las lecturas y discursos variasen acorde al enfoque electoral de quien correspondiera en su momento afrontar una problemática que lejos de disminuir, se agrava y acrecienta, a pesar de las medidas impuestas para controlar las entradas irregulares y la respuesta de los que les respaldan por diferentes causas. No se trata de que los recientes decretos sobre inmigración estén carentes de razones en unos casos o sombreados por la injusticia en otros. El problema es que nuevamente un drama universal recibe respuestas que no apuntan al meollo del conflicto, ni ayudan a ponerle remedio siquiera mediano y por otro lado sirven más al show y a la instrumentalización política de los que aprovechan esta tragedia en beneficio de ganar audiencia o escalar a las cimas del poder.
En la memoria guardo aquellas marchas del 1 de mayo del 2006, organizadas por asociaciones latinas que hicieron sentir en todo el territorio estadounidense la consigna ‘Un día sin inmigrantes’, en protesta contra un proyecto de Ley sobre indocumentados y migración conocido como HR 4437 que por aquella época buscaba implementar la administración del presidente George W. Busch para criminalizar indocumentados y empleadores, aumentar la “represión” en las fronteras y negar la ciudadanía a los hijos de los migrantes irregulares aun habiendo nacido en territorio de los Estados Unidos. Me ayuda a esta rememoración un escrito publicado entonces por Granma Internacional bajo la firma de Nidia Díaz y el titular La voz de los sin voz retumbó en las entrañas del Imperio. El artículo de Díaz ofrecía una panorámica bastante detallada sobre aquel acontecimiento. Tal y como recoge el escrito, los organizadores de aquellas manifestaciones pidieron a los participantes hacer los reclamos de manera pacífica, evitando cualquier acción que pudiera ser catalogada como violenta y no portar banderas nacionales de sus países de origen. Fui testigo del civismo que caracterizó varias de las protestas escenificadas en Miami que se acogieron el llamado de disciplina. El artículo publicado en Granma recoge la reseña del entonces senador Barack Obama dirigiéndose a los protagonistas de una de esas marchas en Illinois subrayando la “…necesidad de "sacar a la gente de las sombras y ofrecerles un camino a la ciudadanía.” Habrían de pasar dos administraciones suyas, para volver a encontrar el enfoque noticioso sobre a entradas masivas de emigrantes por las fronteras, medidas restrictivas y protestas contra las taxativas dimensionadas por los medios.
Fue precisamente durante la primera presidencia de Donald Trump cuando las imágenes tornaban a amplificar columnas migratorias coordinadas de manera impecable en ruta hacia la frontera norte mexicana. Resaltaban las fotos mostrando niños llorando de miedo ante la vista de una reproducción gráfica del mandatario republicano y las que dimensionaban abusos cometidos contra familias separadas o inmigrantes sometidos a pésimas condiciones de reclusión. Un panorama terrorífico que no dejó constancias gráficas durante el mandato de Joe Biden a lo lago de la imparable arribazón descontrolada que caracterizó su gobierno, ya no solo por la línea fronteriza del Sur, sino por la habitualmente tranquila de Canadá. Con estas entradas, descritas por muchos como una invasión sin armas, coincidieron hechos de criminalidad relacionados con pandillas foráneas cuyos elementos cruzaron las fronteras mezclados en el desorden generalizado que en algunos casos puede describirse de caótico. Nueva York, San Francisco, Chicago y Portland, entre otras ciudades abrieron sus puertas al asentamiento de una densa población irregular que causó no pocas complicaciones. Este es el ambiente en el que se produce la segunda llegada de Trump al poder, impulsado por una de sus promesas electorales estrellas: poner fin a esa situación y retornar a los que habían aprovechado la coyuntura. La historia se repite, ahora en nuevo espiral.
A las medidas implementadas por la actual administración republicana suceden acciones y enfoques noticiosos en un ambiente previsible desde que las elecciones de noviembre dieran el triunfo al candidato que no se esperaba volviera a ocupar el puesto presidencial. Trump no engañó cuando anunciaba sin ambages que actuaría de manera dura para anular las políticas de su predecesor en el gobierno. Tampoco sus detractores y opositores dejaron lugar a dudas de que estarían en la disposición de hacer todo lo posible para poner troncos y barras- que no palos- a las ruedas de su rival, para evitar o dificultar en lo posible que cumpliera su compromiso en este y otros asuntos. De manera coincidente se produce un hecho episódico al que recurren los que están a la caza de cualquier incidente que les sirva de oportunidad para montar el espectáculo favorable a sus designios políticos. Este ha sido el caso de Kilmar Ábrego García, ciudadano salvadoreño arrestado y luego deportado a su país de origen por su condición ilegal y la supuesta pertenencia a pandillas criminales.
Sin ánimos de poner la vara de la razón de un lado u otro por la polémica levantada en torno a esta marca individual, cabe resaltar el pendón alzado de manera hipócrita por los que criticaban la deportación del individuo en condición de preso hacia El Salvador. El desfile de políticos volcados en esta apuesta comenzó con el viaje al país centroamericano del senador demócrata Chris Van Hollen para entrevistarse en persona con el deportado. Una saga propagandística que fue precedida por la de otros demócratas que evidentemente buscaron hacerse la foto de cara a las elecciones intermedias del próximo año. Una carrera promocional que tuvo muchas omisiones contrastantes, como la del mismo senador de Maryland, tan diligente en sus gestiones en San Salvador y tan ausente para acompañar en el dolor a la familia de una joven asesinada en los predios de su gobernación, a los que ni siquiera se esforzó en hacer una llamada, aunque fuera para cubrir las formas. Ausencias y silencios que pueden señalarse por igual para norteamericanos rehenes o presos en distintas partes del mundo, en particular en Gaza y sobre todo de manera significativa en los emigrantes involucrados en causas criminales deportados en condición de presos a Sudán del Sur . Son algunos ejemplos de esa instrumentalización utilitaria de las personas, más allá de quienes ellas sean o representen, para hacer el gran Caso y usarlos en busca de un fin determinado. Fue el intento de levantar un nuevo George Floyd , que sirviera como detonante para provocar protestas como aquellas escenificadas en varias ciudades norteamericanas en 2019 y que como bien se ha visto al final, tenían más por objetivo poner en crisis al antipático Trump, que cambiar un contexto proclive a la repetición de la injusticia. No fue casual en este intento de buscar el paralelo, que el estratega demócrata Mo Elleithee aconsejara a los suyos no hacer de Ábrego García un mártir, señalando de manera razonable que no conocían “todos los detalles sobre este tipo". Detalles que han ido saliendo algunos y que tras su vuelta para ser procesado pueden repercutir negativamente en la figura escogida como emblema, relegada ahora casi al olvido.
No obstante las críticas de algunos medios, los viajes de los políticos a San Salvador se sucedieron con el seguimiento de la prensa que llegó a adentrarse en el barrio donde vivió Kilmar en su adolescencia, con el ánimo de encontrar datos que desmintieran las alegaciones sobre un pasado intrincado, algo que apenas se consiguió. Se produjeron expresiones sacadas de contexto, como la comparación desproporcionada de las medidas aplicadas contra los emigrantes con el Holocausto nazi o el paralelo entre el Gulag estalinista con el CECOT donde fue ubicado el deportado. Absurdos que ponen en evidencia o bien la falta de conocimiento histórico de quienes hacen estas analogías o el poco escrúpulo que tienen a la hora de hacer sus juicios. No es imposible que ambos defectos a la vez. Ocurre lo mismo cuando omiten reconocer que bajo el gobierno de Obama, durante sus dos mandatos, la cifra deportaciones alcanzó un récord (3 millones según datos) aun no superado por Trump y que la decisión de Bill Clinton de enviar a El Salvador a los pandilleros de la Mara Salvatrucha , surgida en Los Ángeles, trajo como consecuencia la explosión de la criminalidad que asoló aquella nación hasta que el presidente Bukele aplicó su estrategia de pacificación tan criticada por ONGs, instituciones, prensas y gobiernos que dicen defender derechos y democracia, pero que apenas hicieron nada para ayudar a la empobrecida nación a curar las heridas de un conflicto que en buena medida fue insuflado por intereses foráneos de Guerras Frías e intereses propicios a la mercadería armamentística.
A las críticas internas se unen en conjunto las provenientes del exterior, donde diferentes políticos y publicaciones no ahorran epítetos para señalar a Donald Trump de autoritario, antiinmigrante y hasta de dictador. Pero las mismas noticias que se producen en esos sitios, de manera particular en el paradisiaco jardín europeo, ponen en evidencia el nivel de demagogia barata y la doble moral que abundan en este mundo. Resalta la Unión Europea con patios levantados en su entorno, incluso en terreno propio, donde retienen o pretender enviar aquellas partidas de emigrantes que no reúnan los requisitos para ser considerados bienvenidos en su Edén. Para esa finalidad Albania ha sido designado como receptor de los que no pasen la prueba migratoria en la criba italiana. Evocación práctica de un pasado colonial al que quizás hiciera referencia el reelecto primer ministro albanés cuando en el marco de la pasada cumbre de la Comunidad Política Europea, se dirigió a Georgia Meloni "en nombre del pueblo del protectorado de Albania" y calificó a la italiana como "protectora del país". No se sabe si a manera de broma irónica o de un servilismo lacayuno. Desde otra perspectiva, pero con las mismas intenciones, Turquía sirve de valla contenedora de miles de esperanzados que tienen sus miras en la proclamada felicidad europea. Intenciones que Bruselas frena pagando millones al “autoritario” Erdogan, quien algunas veces amenaza con abrir la verja cuando desde la Unión suben el tono en su contra. Por su parte en Reino Unido tienen pendiente un plan, ya concertado con Ruanda , para enviar a ese país emigrantes ilegales a condición de ayuda financiera. Londres considera que la nación africana, sobre la que todavía pesa el recuerdo de uno de los mayores genocidios del pasado siglo, es un sitio seguro para colocar los sobrantes humanos provenientes del exterior. Una solución que sus vecinos europeos meditan y para la que ya tienen propuestas. Una comisión creada al respecto señaló recientemente a Bangladesh, Colombia, Egipto, India, Kosovo, Marruecos y Túnez como posibles a ser designados "terceros países seguros" para la recepción de sus indocumentados. Gobiernos que abogan por los emigrados en otros lugares pero que implementan por igual medidas antiinmigrantes en sus predios incluso aplicando el recurso de la expulsión. Alemania, Bélgica, Portugal, Canadá o Australia, son algunos. Vale recordar lo ocurrido en el aeropuerto madrileño de Barajas en los inicios de este año con un episodio bochornoso que apenas trascendió y que fue diligentemente puesto a la sombra por la mayoría de los medios. Se trató de la deportación a Marruecos de una treintena de saharauis que desde septiembre estaban varados en la terminal aérea esperado infructuosamente que les concedieran asilo político. Tras sostener una huelga de tres meses fueron deportados al sitio al que no deseaban retornar por considerar que allí sus vidas corrían peligro. Una decisión que no tuvo en cuenta las recomendaciones de la ACNUR para solicitudes de refugio provenientes de esa zona. Al parecer pesaron más los acuerdos con Rabat sobre controles migratorios para evitar entradas masivas en Ceuta y Melilla, que la problemática de aquellos que pedían protección y en cambio recibieron un trato inmisericorde.
Y ya de regreso al entorno californiano, caldeado por protestas de extrema violencia aunque algunos digan lo contrario, se aprecia el accionar de grupos que dicen representar los intereses de los emigrantes reclamando contra las detenciones y redadas, mientras queman autos, destruyen locales, interceptan vías principales y hacen pintadas que piden entre otras cosas dar muerte a los agentes migratorios y a las autoridades policiales. Acciones que en otros entornos serían calificadas extremas, en este caso son ponderadas y justificadas por medios y analistas políticos. No debe desestimarse la coordinación con la que actúan estos grupos muy bien organizados que enarbolan con marcado énfasis enormes banderas mexicanas . Tal vez una táctica para involucrar al vecino país en la trifulca. También aparecen carteles alusivos a demandas ajenas a la que ocupan estas jornadas. Enseñas palestinas y atuendos relacionados con los pobladores de la zona del Medio Oriente en conflicto. Una amalgama de detalles que hacen pensar en una agenda previa dirigida a buscar cualquier motivación para ser desarrollada y que va en la dirección de colocar a la actual administración en una posición confrontativa frente al caos social. Similar a lo ocurrido en el año de la pandemia y las protestas raciales.
Y mientras la manipulación pone en marcha todos sus recursos en busca de propósitos nada claros donde los que menos tienen que ver son los que emigran obligados por tantos agobios que sufren en sus países de origen, se producen situaciones ignoradas por los que manifiestan indignación ante las expulsiones, detenciones y acciones legales contra la migración descontrolada. Pocos refieren la realidad de los implicados en el drama y lo que se esconde detrás del negocio del estatus de ilegalidad de estas personas, contratadas por sueldos ínfimos en no pocos trabajos, en detrimento de los ciudadanos regulares, muchos de origen migrante, que quedan fuera ante esta competencia abusiva. Se apunta a los cultivos abandonados ante la falta de jornaleros, pero se omite hablar de la manera en que los que hacen esa labor son explotados, recibiendo salarios mínimos en jornadas de trabajo que rebasan las ocho horas, sin tener derecho a tiempo de paga extra ni beneficios laborales que no pueden reclamar por ser ILEGALES. De esas situaciones tremendas queda por señalar las cientos de personas que han quedado fuera de trabajo al serles retirados los permisos y la manera digna, a veces heroica, con la que buscan seguir en la brega. Por estos días supe de una de ellas. Se trata de una señora cubana que ante el dilema de quedar en la calle sin recibir paga alguna para sostener siquiera renta y alimentos, acudió a una solución terrible: vender su sangre a 45 dólares la donación a centros que recaudan el plasma vital para hospitales. En este contexto se pudiera entender situaciones como las que padece la ex primera dama Michell Obama , quien reveló recientemente en su podcast que la represión migratoria de Trump le ha quitado el sueño. Un insomnio que debe ser crónico en su caso si el trastorno se remite a décadas de un problema que no queda circunscrito solamente a la impronta de Donald Trump.
En la memoria guardo aquellas marchas del 1 de mayo del 2006, organizadas por asociaciones latinas que hicieron sentir en todo el territorio estadounidense la consigna ‘Un día sin inmigrantes’, en protesta contra un proyecto de Ley sobre indocumentados y migración conocido como HR 4437 que por aquella época buscaba implementar la administración del presidente George W. Busch para criminalizar indocumentados y empleadores, aumentar la “represión” en las fronteras y negar la ciudadanía a los hijos de los migrantes irregulares aun habiendo nacido en territorio de los Estados Unidos. Me ayuda a esta rememoración un escrito publicado entonces por Granma Internacional bajo la firma de Nidia Díaz y el titular La voz de los sin voz retumbó en las entrañas del Imperio. El artículo de Díaz ofrecía una panorámica bastante detallada sobre aquel acontecimiento. Tal y como recoge el escrito, los organizadores de aquellas manifestaciones pidieron a los participantes hacer los reclamos de manera pacífica, evitando cualquier acción que pudiera ser catalogada como violenta y no portar banderas nacionales de sus países de origen. Fui testigo del civismo que caracterizó varias de las protestas escenificadas en Miami que se acogieron el llamado de disciplina. El artículo publicado en Granma recoge la reseña del entonces senador Barack Obama dirigiéndose a los protagonistas de una de esas marchas en Illinois subrayando la “…necesidad de "sacar a la gente de las sombras y ofrecerles un camino a la ciudadanía.” Habrían de pasar dos administraciones suyas, para volver a encontrar el enfoque noticioso sobre a entradas masivas de emigrantes por las fronteras, medidas restrictivas y protestas contra las taxativas dimensionadas por los medios.
Fue precisamente durante la primera presidencia de Donald Trump cuando las imágenes tornaban a amplificar columnas migratorias coordinadas de manera impecable en ruta hacia la frontera norte mexicana. Resaltaban las fotos mostrando niños llorando de miedo ante la vista de una reproducción gráfica del mandatario republicano y las que dimensionaban abusos cometidos contra familias separadas o inmigrantes sometidos a pésimas condiciones de reclusión. Un panorama terrorífico que no dejó constancias gráficas durante el mandato de Joe Biden a lo lago de la imparable arribazón descontrolada que caracterizó su gobierno, ya no solo por la línea fronteriza del Sur, sino por la habitualmente tranquila de Canadá. Con estas entradas, descritas por muchos como una invasión sin armas, coincidieron hechos de criminalidad relacionados con pandillas foráneas cuyos elementos cruzaron las fronteras mezclados en el desorden generalizado que en algunos casos puede describirse de caótico. Nueva York, San Francisco, Chicago y Portland, entre otras ciudades abrieron sus puertas al asentamiento de una densa población irregular que causó no pocas complicaciones. Este es el ambiente en el que se produce la segunda llegada de Trump al poder, impulsado por una de sus promesas electorales estrellas: poner fin a esa situación y retornar a los que habían aprovechado la coyuntura. La historia se repite, ahora en nuevo espiral.
A las medidas implementadas por la actual administración republicana suceden acciones y enfoques noticiosos en un ambiente previsible desde que las elecciones de noviembre dieran el triunfo al candidato que no se esperaba volviera a ocupar el puesto presidencial. Trump no engañó cuando anunciaba sin ambages que actuaría de manera dura para anular las políticas de su predecesor en el gobierno. Tampoco sus detractores y opositores dejaron lugar a dudas de que estarían en la disposición de hacer todo lo posible para poner troncos y barras- que no palos- a las ruedas de su rival, para evitar o dificultar en lo posible que cumpliera su compromiso en este y otros asuntos. De manera coincidente se produce un hecho episódico al que recurren los que están a la caza de cualquier incidente que les sirva de oportunidad para montar el espectáculo favorable a sus designios políticos. Este ha sido el caso de Kilmar Ábrego García, ciudadano salvadoreño arrestado y luego deportado a su país de origen por su condición ilegal y la supuesta pertenencia a pandillas criminales.
Sin ánimos de poner la vara de la razón de un lado u otro por la polémica levantada en torno a esta marca individual, cabe resaltar el pendón alzado de manera hipócrita por los que criticaban la deportación del individuo en condición de preso hacia El Salvador. El desfile de políticos volcados en esta apuesta comenzó con el viaje al país centroamericano del senador demócrata Chris Van Hollen para entrevistarse en persona con el deportado. Una saga propagandística que fue precedida por la de otros demócratas que evidentemente buscaron hacerse la foto de cara a las elecciones intermedias del próximo año. Una carrera promocional que tuvo muchas omisiones contrastantes, como la del mismo senador de Maryland, tan diligente en sus gestiones en San Salvador y tan ausente para acompañar en el dolor a la familia de una joven asesinada en los predios de su gobernación, a los que ni siquiera se esforzó en hacer una llamada, aunque fuera para cubrir las formas. Ausencias y silencios que pueden señalarse por igual para norteamericanos rehenes o presos en distintas partes del mundo, en particular en Gaza y sobre todo de manera significativa en los emigrantes involucrados en causas criminales deportados en condición de presos a Sudán del Sur . Son algunos ejemplos de esa instrumentalización utilitaria de las personas, más allá de quienes ellas sean o representen, para hacer el gran Caso y usarlos en busca de un fin determinado. Fue el intento de levantar un nuevo George Floyd , que sirviera como detonante para provocar protestas como aquellas escenificadas en varias ciudades norteamericanas en 2019 y que como bien se ha visto al final, tenían más por objetivo poner en crisis al antipático Trump, que cambiar un contexto proclive a la repetición de la injusticia. No fue casual en este intento de buscar el paralelo, que el estratega demócrata Mo Elleithee aconsejara a los suyos no hacer de Ábrego García un mártir, señalando de manera razonable que no conocían “todos los detalles sobre este tipo". Detalles que han ido saliendo algunos y que tras su vuelta para ser procesado pueden repercutir negativamente en la figura escogida como emblema, relegada ahora casi al olvido.
No obstante las críticas de algunos medios, los viajes de los políticos a San Salvador se sucedieron con el seguimiento de la prensa que llegó a adentrarse en el barrio donde vivió Kilmar en su adolescencia, con el ánimo de encontrar datos que desmintieran las alegaciones sobre un pasado intrincado, algo que apenas se consiguió. Se produjeron expresiones sacadas de contexto, como la comparación desproporcionada de las medidas aplicadas contra los emigrantes con el Holocausto nazi o el paralelo entre el Gulag estalinista con el CECOT donde fue ubicado el deportado. Absurdos que ponen en evidencia o bien la falta de conocimiento histórico de quienes hacen estas analogías o el poco escrúpulo que tienen a la hora de hacer sus juicios. No es imposible que ambos defectos a la vez. Ocurre lo mismo cuando omiten reconocer que bajo el gobierno de Obama, durante sus dos mandatos, la cifra deportaciones alcanzó un récord (3 millones según datos) aun no superado por Trump y que la decisión de Bill Clinton de enviar a El Salvador a los pandilleros de la Mara Salvatrucha , surgida en Los Ángeles, trajo como consecuencia la explosión de la criminalidad que asoló aquella nación hasta que el presidente Bukele aplicó su estrategia de pacificación tan criticada por ONGs, instituciones, prensas y gobiernos que dicen defender derechos y democracia, pero que apenas hicieron nada para ayudar a la empobrecida nación a curar las heridas de un conflicto que en buena medida fue insuflado por intereses foráneos de Guerras Frías e intereses propicios a la mercadería armamentística.
A las críticas internas se unen en conjunto las provenientes del exterior, donde diferentes políticos y publicaciones no ahorran epítetos para señalar a Donald Trump de autoritario, antiinmigrante y hasta de dictador. Pero las mismas noticias que se producen en esos sitios, de manera particular en el paradisiaco jardín europeo, ponen en evidencia el nivel de demagogia barata y la doble moral que abundan en este mundo. Resalta la Unión Europea con patios levantados en su entorno, incluso en terreno propio, donde retienen o pretender enviar aquellas partidas de emigrantes que no reúnan los requisitos para ser considerados bienvenidos en su Edén. Para esa finalidad Albania ha sido designado como receptor de los que no pasen la prueba migratoria en la criba italiana. Evocación práctica de un pasado colonial al que quizás hiciera referencia el reelecto primer ministro albanés cuando en el marco de la pasada cumbre de la Comunidad Política Europea, se dirigió a Georgia Meloni "en nombre del pueblo del protectorado de Albania" y calificó a la italiana como "protectora del país". No se sabe si a manera de broma irónica o de un servilismo lacayuno. Desde otra perspectiva, pero con las mismas intenciones, Turquía sirve de valla contenedora de miles de esperanzados que tienen sus miras en la proclamada felicidad europea. Intenciones que Bruselas frena pagando millones al “autoritario” Erdogan, quien algunas veces amenaza con abrir la verja cuando desde la Unión suben el tono en su contra. Por su parte en Reino Unido tienen pendiente un plan, ya concertado con Ruanda , para enviar a ese país emigrantes ilegales a condición de ayuda financiera. Londres considera que la nación africana, sobre la que todavía pesa el recuerdo de uno de los mayores genocidios del pasado siglo, es un sitio seguro para colocar los sobrantes humanos provenientes del exterior. Una solución que sus vecinos europeos meditan y para la que ya tienen propuestas. Una comisión creada al respecto señaló recientemente a Bangladesh, Colombia, Egipto, India, Kosovo, Marruecos y Túnez como posibles a ser designados "terceros países seguros" para la recepción de sus indocumentados. Gobiernos que abogan por los emigrados en otros lugares pero que implementan por igual medidas antiinmigrantes en sus predios incluso aplicando el recurso de la expulsión. Alemania, Bélgica, Portugal, Canadá o Australia, son algunos. Vale recordar lo ocurrido en el aeropuerto madrileño de Barajas en los inicios de este año con un episodio bochornoso que apenas trascendió y que fue diligentemente puesto a la sombra por la mayoría de los medios. Se trató de la deportación a Marruecos de una treintena de saharauis que desde septiembre estaban varados en la terminal aérea esperado infructuosamente que les concedieran asilo político. Tras sostener una huelga de tres meses fueron deportados al sitio al que no deseaban retornar por considerar que allí sus vidas corrían peligro. Una decisión que no tuvo en cuenta las recomendaciones de la ACNUR para solicitudes de refugio provenientes de esa zona. Al parecer pesaron más los acuerdos con Rabat sobre controles migratorios para evitar entradas masivas en Ceuta y Melilla, que la problemática de aquellos que pedían protección y en cambio recibieron un trato inmisericorde.
Y ya de regreso al entorno californiano, caldeado por protestas de extrema violencia aunque algunos digan lo contrario, se aprecia el accionar de grupos que dicen representar los intereses de los emigrantes reclamando contra las detenciones y redadas, mientras queman autos, destruyen locales, interceptan vías principales y hacen pintadas que piden entre otras cosas dar muerte a los agentes migratorios y a las autoridades policiales. Acciones que en otros entornos serían calificadas extremas, en este caso son ponderadas y justificadas por medios y analistas políticos. No debe desestimarse la coordinación con la que actúan estos grupos muy bien organizados que enarbolan con marcado énfasis enormes banderas mexicanas . Tal vez una táctica para involucrar al vecino país en la trifulca. También aparecen carteles alusivos a demandas ajenas a la que ocupan estas jornadas. Enseñas palestinas y atuendos relacionados con los pobladores de la zona del Medio Oriente en conflicto. Una amalgama de detalles que hacen pensar en una agenda previa dirigida a buscar cualquier motivación para ser desarrollada y que va en la dirección de colocar a la actual administración en una posición confrontativa frente al caos social. Similar a lo ocurrido en el año de la pandemia y las protestas raciales.
Y mientras la manipulación pone en marcha todos sus recursos en busca de propósitos nada claros donde los que menos tienen que ver son los que emigran obligados por tantos agobios que sufren en sus países de origen, se producen situaciones ignoradas por los que manifiestan indignación ante las expulsiones, detenciones y acciones legales contra la migración descontrolada. Pocos refieren la realidad de los implicados en el drama y lo que se esconde detrás del negocio del estatus de ilegalidad de estas personas, contratadas por sueldos ínfimos en no pocos trabajos, en detrimento de los ciudadanos regulares, muchos de origen migrante, que quedan fuera ante esta competencia abusiva. Se apunta a los cultivos abandonados ante la falta de jornaleros, pero se omite hablar de la manera en que los que hacen esa labor son explotados, recibiendo salarios mínimos en jornadas de trabajo que rebasan las ocho horas, sin tener derecho a tiempo de paga extra ni beneficios laborales que no pueden reclamar por ser ILEGALES. De esas situaciones tremendas queda por señalar las cientos de personas que han quedado fuera de trabajo al serles retirados los permisos y la manera digna, a veces heroica, con la que buscan seguir en la brega. Por estos días supe de una de ellas. Se trata de una señora cubana que ante el dilema de quedar en la calle sin recibir paga alguna para sostener siquiera renta y alimentos, acudió a una solución terrible: vender su sangre a 45 dólares la donación a centros que recaudan el plasma vital para hospitales. En este contexto se pudiera entender situaciones como las que padece la ex primera dama Michell Obama , quien reveló recientemente en su podcast que la represión migratoria de Trump le ha quitado el sueño. Un insomnio que debe ser crónico en su caso si el trastorno se remite a décadas de un problema que no queda circunscrito solamente a la impronta de Donald Trump.
Last edit: 17 Jun 2025 16:35 by Miguel Saludes.
The following user(s) said Thank You: Edward Ring
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