Democracia Cristiana, presente y futuro, América Latina y Cuba

 

En uno de mis últimos trabajos, Vigencia del Pensamiento Socialcristiano, en que exhortaba de manera muy especial a los laicos a reforzar su conciencia social, dando el paso adelante en la acción política que parte de la Doctrina Social de la Iglesia y del Humanismo Cristiano, también en coincidencia con el Papa Francisco, tomaba unas palabras de uno de los grandes líderes de la Democracia Cristiana en América Latina, el ex presidente chileno Eduardo Frei Montalva que repito aquí, por su actualidad: ¨Parece indudable que no puede haber una acción política profunda y creadora sin un pensamiento que la alimente. Cuando los hombres o los partidos pierden la claridad en las ideas y carecen de una interpretación coherente y racional de sus actos, corren rápidamente hacia la esterilidad. Disfrazan su desnudo en formas pragmáticas, que no pueden reemplazar su vacío interior, y derivan pronto a las peores formas del oportunismo. Por eso es de vida o muerte que los partidos de inspiración demócrata-cristiana mantengan vivas, claras y límpidas las fuentes de su inspiración ideológica¨.

Precisamente, después de la exposición de este trabajo, en una actividad del Centro Mounier, a la luz del debate, se me solicitó estudiar el fenómeno de la decadencia de la Democracia Cristiana en los dos últimos decenios. Después de la 2da Guerra Mundial, la Democracia Cristiana fue un elemento fundamental en el desarrollo de la Europa de la postguerra, y también de América Latina donde gobernó en varios países, como Chile, Venezuela, Costa Rica, El Salvador y Ecuador.

He sido en conciencia un demócrata cristiano, desde muy joven, sin haber militado nunca en ningún partido político. Mi militancia en Cuba, fue la del cristiano comprometido con la acción laical de la Iglesia, en medio de un pueblo que sufría, Semanas Sociales, grupos de Acción Social del Laicado, Movimiento Familiar Cristiano, etc. En el exilio, estoy muy ligado al pensamiento socialcristiano, y a distintos Centros de pensamiento que lo sustentan. No creo ser el más indicado, por cierto, para llevar adelante este trabajo, pero no quiero faltar a la confianza que implica un compromiso de este tipo.

Mística e Ideología

A diferencia de otros movimientos o partidos políticos que se forman alrededor de un líder, de una historia compartida, de un programa político determinado, o de una situación coyuntural específica, la Democracia Cristiana se estructura a partir de un pensamiento o de una doctrina inspiradora, cuyo fundamento ha sido la Doctrina Social de la Iglesia, y el Humanismo Cristiano, con la impronta de Jacques Maritain y de Emmanuel Mounier. Yo diría que más que un pensamiento, es un ideal, y es un ideal que envuelve una mística, y esta mística es la de Jesús de Nazareth. En ello consiste su grandeza y al mismo tiempo su debilidad, ya que conciliar los valores cristianos con la acción política, determinan una tensión permanente, difícil y compleja, para los actores políticos que deben hacerla realidad, mucho más en este mundo pragmático y secularizado. Grandeza, pues son valores inmanentes, con respuestas para el hombre concreto en todo momento y lugar. Debilidad, porque ese hombre concreto está muy lejos de ser ideal y por lo tanto está sujeto a todas las ¨tentaciones¨ incumbentes a la práctica política.

De hecho, después de la segunda guerra mundial, a partir de hombres de la talla de Konrad Adenauer, Alcides de Gasperi, Robert Schuman, Eduardo Frei Montalva, Radomiro Tomic y muchos más, la Democracia Cristiana se desarrolló impetuosamente tanto en Europa como en América Latina. El caso Alemán y su Milagro Económico, con la Economía Social de Mercado, como elemento fundamental, así como el establecimiento del Estado de Bienestar en Europa, en conjunción con la socialdemocracia,  dio lugar a sociedades de un nivel de desarrollo social y material en libertad, nunca antes alcanzado. En Chile, los jóvenes fundadores llenos de la mística del Sermón de la Montaña, lograron llevar a la acción política este pensamiento social, de base cristiana, sin afán de confesionalismos. Andrés Soto Sandoval nos narra en Auge y Crisis de la DC Chilena un episodio, que nos da una idea de la mística a la que he hecho referencia: Algunos testigos aún siguen afirmando que ha sido la concentración más grande de la historia política de Chile. Ante una multitud que llenaba la elipse del entonces parque Cousiño en septiembre de 1964, La Democracia Cristiana junto a su líder había logrado expresar los clamores, las esperanzas de miles de chilenos en un movimiento nuevo, nacional, progresista, popular y de inspiración cristiana. En un contexto mundial centrado en la guerra fría, en la Latinoamérica en gran parte admiradora de la revolución cubana, supieron convertir la Revolución en Libertad en una aspiración realista de cambio para construir un Chile nuevo. Un sueño colectivo parecía posible.

En su libro Un Mundo Nuevo, el ex-presidente Frei expresaba “la acción política que no se funda en una concepción filosófica del hombre y la sociedad, en una doctrina universal que la alimente y en un conocimiento profundo de la realidad, carece de destino. El pragmatismo puro no es capaz de darle un sustento creador ni de generar los valores morales indispensables para llevarla adelante”. Cuánta razón tenía Frei. La gran relevancia de la Democracia Cristiana se hizo patente en los años posteriores a la 2da Guerra Mundial, surgía la guerra fría, el mundo se debatía entre dos modos de concebir la sociedad, la democracia capitalista y el comunismo. La Democracia Cristiana representó una alternativa al comunismo, y al mismo tiempo al capitalismo extremo, con una visión y una mística tan potentes como la de la doctrina comunista, pero construida en democracia, y en economía de mercado, por lo que sustentando lo mejor del mundo occidental, le ofrecía a los pobres, a los obreros, a los intelectuales, a los empresarios, una revolución en libertad, una sociedad con democracia y equidad.

¿Qué sucedió entonces?

En la inauguración del Centro Emmanuel Mounier en Miami, en mayo de 2013, en su excelente ponencia titulada Democracia Cristiana: actualidad y desafíos, el Dr. Rafael (Warry) Sánchez, nos expresaba, lo que en su opinión había pasado a la Democracia Cristiana, comenzando con una anécdota ocurrida a Amaya Altuna, a partir de criterios vertidos en un almuerzo, en una reunión de la Comisión de Derechos Humanos de la Internacional Demócrata Cristiana en 1993:  ¨si la democracia cristiana había surgido  como una alternativa al comunismo vs. capitalismo en un mundo bipolar ahora, al desaparecer uno de los ”polos”,  nos quedábamos sin la  mitad de los argumentos¨.

Ante este desafío las autoridades de la  Internacional Demócrata Cristiana y la Organización Demócrata Cristiana de América, ponen en práctica la política de ¨Apertura con Identidad¨ para ¨reclutar partidos políticos que nada o poco tenían que ver con nuestra ideología¨. La lista de partidos que se unieron a las internacionales, concluye el Dr. Sánchez¨lejos de fortalecer el movimiento demócrata cristiano lo debilitó y según mi opinión lo sigue debilitando pues representa un constante debate no solamente a nivel internacional sino al nivel nacional en cada país.  Además estaba y está el tema de la doble afiliación pues hay partidos que pertenecen a la IDC y a ODCA y además son miembros de la Unión de Partidos Latinoamericanos (UPLA) organización de partidos de centro derecha y a la International Democratic Union (IDU), organización que aglutina partidos conservadores, democristianos, liberales y en general de centro derecha¨.

En este sentido, las palabras expresadas por el presidente Frei Montalva, fueron proféticas: Cuando los hombres o los partidos pierden la claridad en las ideas y carecen de una interpretación coherente y racional de sus actos, corren rápidamente hacia la esterilidad. Esta pérdida de identidad, sumada a la prepotencia de la superioridad tácita en países como Italia, la desunión en Venezuela, la corrupción de algunos de sus líderes más destacados, incluyendo ex-presidentes, como en Costa Rica, y la misma Italia, son parte de esta historia.

Cómo es posible, que un pensamiento como el democristiano, sustentado en una ideología equidistante de los extremos del liberalismo radical y del socialismo radical o comunismo, pudiera perder tanta presencia, contestaba a ello un gran colega en la misma discusión, ¨porque muchas veces al tomar el poder se ha actuado como neoliberales¨, y cierro la cita.

Hay que ir un poco más allá, volviendo a la esencia de la Democracia Cristiana. El sacerdote jesuita chileno, P. José Aldunate, en ¨Crisis en la doctrina inspiradora de la DC¨, nos dice refiriéndose al Partido Demócrata Cristiano chileno: ¨mi tesis es que su doctrina inspiradora sufrió una crisis de agotamiento¨. Y Fernando Atria, en una entrevista el pasado mes de abril: ¨la transformación de la izquierda generó una crisis de identidad en la Democracia Cristiana; y es un problema para ellos. Y yo esperaría que el partido que apoyó el programa de la “Revolución en libertad” de Frei Montalva no vaya a encontrar su identidad pareciéndose a la derecha¨.

La realidad es que al desaparecer el mundo bipolar y prácticamente asumirse a nivel mundial la tesis de que sólo la libertad económica total, o lo que se ha llamado para muchos, el modelo neoliberal sería la solución indiscutible, los partidos democristianos, fueron dejando a un lado su mística, su doctrina inspiradora, convirtiéndose en partidos pragmáticos más a la derecha, del modelo de Centro de inspiración cristiana que los caracterizaba. Pero es que en ese nuevo Centro Derecha, había cada vez más partidos surgidos por distintas vías que le competían, y aunque el nombre no es lo más importante, su conversión hacia ¨los populares¨, los fue llevando a una dinámica de extinción. De Internacional Demócrata Cristiana a Internacional de Centro, de Partidos Demócrata Cristianos a Partidos Populares, era a su vez, ¿la forma de sobrevivir, o el método para desaparecer?

Y América Latina qué

Es decir, la transformación del mundo post-comunista, debía haber dado lugar a un mundo en que no habría lugar para los socialismos radicales, o los fascismos. De acuerdo a Francis Fukuyama, el politólogo norteamericano de origen japonés en ¨El fin de la Historia y el Ultimo Hombre¨, libro publicado en 1992, la historia humana, en cuanto a lucha de ideologías terminó, dando inicio a un mundo basado en la política y la economía de libre mercado, imponiéndose a las utopías. Basado en ello, la Democracia Cristiana sería una de esas utopías que no tendrían opción de futuro. Las ideologías no serían necesarias, la única opción, el liberalismo democrático.

En la práctica no ha sucedido así. Coincidiendo con la caída del comunismo, concluyó también en América Latina la era de las dictaduras militares, la única que sobrevivió fue la dictadura comunista-militar cubana. Parecía que se establecería una época de desarrollo democrático, que resolvería no sólo la transición de sociedades dictatoriales y represivas a  sociedades libres y democráticas, sino que a través del libre mercado, se lograrían sociedades verdaderamente prósperas, donde el fenómeno de la desigualdad y la pobreza serían sólo reliquias del pasado. No fue así. La década del noventa en América Latina fue llamada la década perdida.

El caso de Venezuela fue “sui generis” pues como nos plantea Warry en su conferencia, se llegó al extremo por uno de los dirigentes y fundadores de la democracia cristiana, de querer destruir el partido y llegó a la presidencia sin apoyo de su partido pero con el apoyo de los adversarios  históricos más encarnizados incluyendo a los comunistas (PC V) en lo que se denominó “el chiripero”, en alusión a la cucarachita pequeña. Lo más triste es lo que vino después, Caldera hizo el papel del Kerenski venezolano, dando lugar a la implantación del chavismo, que continúa con la destrucción del aparato productivo venezolano, en medio de un clima de represión y acercamiento al modelo cubano, a partir de un modelo populista denominado ¨socialismo del siglo XXI¨. Este modelo con distintos matices ha sido implementado en Ecuador, en Bolivia y en Nicaragua, tomando la causa de la lucha contra la desigualdad, con líderes como en el caso de Correa, un católico práctico, en el caso de Ortega, y su ¨socialismo cristiano¨, y en el de el mismo Chávez, que antes de morir, invocaba a Jesucristo continuamente, nos están arrebatando, esa fuente profundamente cristiana y católica del alma latinoamericana.

La realidad es que el mundo cambió. La época de las ideologías irreconciliables, parecía haber llegado a su fin, con el fin del mundo bipolar. Al caso latinoamericano, hay que sumar la conversión de China de un modelo marxista-leninista, a un modelo que mezcla el capitalismo más salvaje, con el partido único, es una especie de fascismo del siglo XXI. La mezcla de autoritarismo dictatorial con el capitalismo, ha imprimido un dinamismo a su economía, que ha pasado a ser la segunda economía del mundo, detrás de EE.UU. Su influencia en América Latina, ha crecido increíblemente. Otros modelos dictatoriales, como el iraní, de la mano del chavismo, también ha penetrado a nuestro continente. El ¨fin de la historia¨ ha dado lugar a nuevos ¨modelos mesiánicos¨ producto de la pobreza, de la desigualdad y de la falta de consolidación de las estructuras democráticas en nuestro continente. El socialismo tradicional reniega del marxismo leninismo, y  nuestras sociedades se polarizan entre un neoconservadurismo-neoliberal, un socialismo democrático, incapaz de desalinearse de tradiciones como el apoyo a la dictadura cubana y un socialismo del siglo XXI, que representa el desmontaje de las repúblicas democráticas y la venida de un nuevo autoritarismo dictatorial.

Como moraleja, y ante la necesidad de hacer renacer de nuevo a la Democracia Cristiana para el fortalecimiento democrático de América Latina, tomo esta referencia del trabajo de Andrés Soto Sandoval, respecto a la Democracia Cristiana chilena: Importantes dirigentes del partido concebían a la DC, en su pleno auge durante la década de los sesenta, como un partido de vanguardia. El mismo Radomiro Tomic planteaba a los jóvenes democratacristianos del mundo la fuerza del mesianismo político y cristiano de la DC. Así como a Jesús los discípulos de Juan Bautista le preguntaban si era él quien tenía que venir o aún había que esperar a otro, el mundo, según Tomic, le preguntaba hoy a los democratacristianos si eran ellos los que tenían que venir a transformar las estructuras injustas desde la perspectiva cristiana, o aún los pobres, los marginados, los postergados de siempre, tenían que esperar a otros para realizar el cambio social. Sentía fuertemente la misión redentora del ya principal partido del país…. Finalmente, hay dos ideas claves, presentes en este comentario, necesario de subrayar. La primera tiene que ver con la dificultad intrínseca que tiene todo movimiento o partido político de inspiración cristiana. Conciliar el discurso de la utopía de Jesús de Nazareth y la necesaria consecuencia personal y colectiva que exige, con la mediación y conflicto que trae la organización y acción política, significa aceptar una tensión permanente. En la medida en que el cuerpo político que quiere hacer el cambio desde la perspectiva cristiana, se aleje de sus fundamentos, más difícil podrá sostenerse en su identidad. En este caso el colapso es inevitable, salvo que se quiera vivir sin fundamento y convertirse en otro tipo de partido principalmente pragmático. Al mismo tiempo, el purismo que lleva a no constituirse en un movimiento que se inserta en el conflicto político por el riesgo de contaminarse, lleva también a hacer infructuosa toda posibilidad de construir una sociedad nueva con el instrumento del poder. Eso sería como negar la misma encarnación. La gracia del desafío político de los cristianos consiste, en parte, en esta misma dificultad. Así lo entendieron los fundadores del PDC chileno quienes nacieron a la vida política impulsados fuertemente por convicciones religiosas y sociales. Quizá es hora de volver a beber agua de los manantiales que se bebieron hace más de cincuenta años.

La realidad cubana y su futuro

Desde enero de 1959, Cuba se desintegra día a día, es como un terremoto de baja intensidad, que cada día, no sólo destruye sin restaurar la economía y la infraestructura de un país, otrora próspero, sino que ha carcomido el alma nacional. Cuba no fue nunca un país cristiano, como Polonia, u otros países latinoamericanos, sin embargo, el alma nacional estaba inspirada en valores cristianos, y la sociedad cubana, respetaba esos valores.  La mal llamada ¨revolución¨, trató de construir un hombre nuevo, destruyendo aquel nacido de la república martiana, y como dice Rafael Rojas, el prominente historiador cubano, en un artículo de opinión que acaba de publicar en El País titulado La Hora de los Bárbaros, refiriéndose al discurso de Díaz Canel, el número dos del régimen, en el congreso de la UNEAC, en cuanto a que ¨la disyuntiva es, socialismo o barbarie¨, la “barbarie” no es el “imperialismo yanqui” sino un mal endógeno. Un proceso de descomposición ideológica del régimen, que los burócratas llaman, conservadoramente, “pérdida de valores”. El avance del mercado, las nuevas tecnologías y el pluralismo civil está produciendo, junto a una sociedad cada vez más desigual, una cultura popular, sobre todo entre los jóvenes, que rebasa la ideología oficial…. Esa es la “barbarie”, según la burocracia cubana: un mundo de reggaeton, celulares, iPods y videojuegos, de moda, consumo, globalización y juventudes deseosas de viajar o emigrar. Una barbarie que, en efecto, está destruyendo desde adentro la civilización comunista construida en Cuba, entre los años 60 y 80. Las élites cubanas entienden la historia reciente de la isla como una lamentable decadencia progresiva del orden comunista, que arranca en los 90 y se agudiza en la pasada década, bajo los efectos de la mundialización, el acceso al mercado, el incremento del turismo y la mayor conectividad entre las comunidades de la isla y la diáspora….Esas élites son conscientes de que la “barbarie” es incontenible, pero piensan que pueden domesticarla por medio una concepción jerárquica de la sociedad y el Estado. El mercado, piensan a la manera feudal, está bien para pequeños segmentos privilegiados –empresarios, músicos, artistas, burócratas…-, pero no para las mayorías populares, que no pueden traspasar del apartheid de la economía estatal y los organismos del gobierno. Con cierta dosis de capitalismo y nada de democracia –sin libertad de asociación y expresión, ni oposición reconocida por las leyes, ni internet-, sueñan salvar su vieja civilización de los bárbaros del siglo XXI.

Esta es la triste realidad de Cuba. ¿Tendrá Cuba que sumergirse en ese futuro con el que sueñan los jerarcas del partido comunista, a través de la domesticación de lo que ellos llaman ¨la barbarie¨? Es decir, un capitalismo a medias, en el que el país, sigue en la miseria, bajo la bota de la nomenclatura. O tendremos que soportar, un modelo como el chino, de capitalismo salvaje, con el que también sueñan muchos, pues al menos traería desarrollo económico…. Pero y la libertad qué…. ¿Es qué acaso Cuba se merece ese futuro?

En esta etapa de nuestra historia, todas las fuerzas democráticas tienen que tener un objetivo común, dar  al traste con la dictadura y construir una sociedad democrática incluyente, para todos los cubanos, en libertad y solidaridad, con desarrollo económico y equidad. Cómo hacerlo, he ahí la gran pregunta. Qué podemos hacer humildemente desde el exilio. Unirnos todos y apoyar a nuestro pueblo que sufre y a las fuerzas de la sociedad civil, que se van reconstruyendo poco a poco, a la disidencia, a la oposición y a los reformistas dentro del régimen, que deben ser muchísimos, pero que el miedo, la intriga y la represión los tienen solapados e inmovilizados.

Este es el momento de los democristianos. Hay que reconstruir la Democracia Cristiana como una alternativa democrática dentro de todas las fuerzas del exilio y de la oposición dentro de la isla. Tal y como analizamos en el caso chileno, si América Latina necesita de nuevo un resurgir del pensamiento socialcristiano, y de la Democracia Cristiana como movimiento capaz de construir en libertad, esa sociedad plena en valores democráticos, con equidad y desarrollo económico, en Cuba se necesita más que nunca, porque no sólo hay que reconstruir la urdimbre de la sociedad civil, sino que hay que reconstruir el alma nacional, y el alma de nuestra nación se tejió sobre valores republicanos y cristianos. Nunca antes Cuba necesitó más de la Democracia Cristiana que en estos momentos. Somos la apuesta de la libertad, de la solidaridad, del bien común, de la dignidad plena del hombre, de la economía social de mercado, y de la equidad. No nos la dejemos arrebatar, como ha sucedido en América Latina, en Cuba tenemos que rescatar a la sociedad de la ¨igualdad en la miseria¨ para lograr la ¨igualdad en la prosperidad económica¨. Tenemos que unirnos a socialdemócratas, conservadores y liberales, para reconstruir a nuestra patria. Pero estamos divididos, hoy, en la isla, coexisten varias corrientes democristianas, el Movimiento Cristiano Liberación, el Proyecto Demócrata Cubano, etc. Igualmente en el exilio, junto al Partido Demócrata Cristiano de Cuba se encuentran otros movimientos de inspiración cristiana. Si tenemos que unirnos a todas las otras corrientes democráticas, con más razón, tenemos que dialogar, para lograr la unidad de todas las fuerzas democristianas, en Cuba y en el exilio, y con ello brindar el aporte que nuestra patria espera de nosotros.

 

 

 

 

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