A lo largo de la historia, en los seres humanos se ha manifestado la tendencia a vivir en conjunto, organizándose en diferentes tipos de colectividades, en un constante proceso socioeconómico para hacer frente a las vicisitudes de la vida diaria, estas organizaciones fueron evolucionando de acuerdo al número de individuos que las integraban, su orden político o de mando, su región e influencias de otros colectivos.
Por lo que atañe a las formas de gobierno y su organización, pensadores griegos como Platón hace una estructura del tipo ideal del Estado, dividiendo la población en tres clases sociales, una estructura tripartita según la actividad que desempeñan: los gobernantes, los guerreros y la de los artesanos y labradores, considerando a la clase aristócrata como la idónea para gobernar, al contar con hombres de cualidades intelectuales, educados, virtuosos tanto moral como espiritualmente y justos.
En el siglo V, la filosofía y teología cristiana formula sus propias ideas de la organización de gobierno, siendo Agustín de Hipona, en su obra La Ciudad de Dios, quien expone que los Estados terrenales son temporales, producto de la voluntad de los hombres viciados por el pecado, la corrupción y para satisfacer las necesidades impuras; y por el contrario, la ciudad ideal, el Estado Celeste, que no se identifica con Roma ni con la propia Iglesia, sería formado por los elegidos que siguieron y practicaron las enseñanzas de Cristo, no existiendo la separación de castas o razas.
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