Violencia irracional, victimas inocentes y una nueva Navidad

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Violencia irracional, victimas inocentes y una nueva Navidad

24 Dec 2012 23:20
#7681
La muerte de veinte y siete personas, entre ellas 20 niños, incluyendo la del homicida (un jovencito de veinte años) dejó una profunda marca de dolor y luto más allá del pequeño pueblo de Newtown en Connecticut. La noticia de la masacre repercutió en todos los Estados Unidos y sus ecos estremecieron los más lejanos rincones del planeta, creando un sentimiento de solidaridad hacia las víctimas de este horror.

El hecho ocurrido en la pequeña localidad norteamericana y la imagen de niños victimados por la violencia aunque terrible no es único. Aunque por motivos diferentes el acto se reproduce en otros escenarios. Contextos y génesis diferentes para un problema cuyo resultado final termina siendo el mismo; vidas inocentes arrancadas en lo más tierno de su edad por la violencia, el odio o la irracionalidad. A veces hasta se produce coincidencia en las cifras. En Bteiha, una escuela siria situada en un campo de refugiados en las cercanías de Damasco, 29 niños murieron por el impacto de un obús. En Deir al Asafir otra localidad del país árabe, en la parte periférica de la capital, una bomba de racimos mató a una decena de infantes que jugaban en la calle ajenos al horror que pondría final a su juego y a sus existencias.

Hoy la matanza ocurrida en la escuela Sandy Hook ocupa el centro de la noticia. La frialdad con que se llevó a efecto, el arsenal del que dispuso el asesino, el acceso inmediato de los medios y las historias de horror producidas en el lugar menos esperado y aparentemente seguro, explican esta reacción universal ante las secuelas del sinsentido en el marco de la próxima celebración navideña.

Las escenas vividas en los momentos de la tragedia y posteriores a la misma, ponen de relieve valores humanos que sobrepasan el costo irreparable en vidas. La actitud heroica de una joven maestra de origen boricua que se puso frente a las balas asesinas para proteger la integridad de sus alumnos, la oración de un pueblo en actitud fraterna con los dolientes o la misma celebración ecuménica que cerró esta jornada horrenda con plegarias para las víctimas, el victimario y las familias de ambas partes, conforma la mejor respuesta de una fe puesta a prueba al extremo.

A los cuestionamientos acerca del motivo de este acto, para unos producto de la irracionalidad y para otros el reflejo de la perversión humana, se unen aquellos que intentan poner a prueba la existencia de un Dios de justicia que pueda permitir locuras como la ocurrida el pasado 14 de diciembre. De nuevo aparece aquella interrogante con la que una televisora norteamericana lanzó una encuesta a raíz del suceso homicida ocurrido en Colorado. ¿Dónde estaba Dios en los momentos del crimen?

Despojando a la Navidad de todos sus aditamentos comerciales y profanos, añadidos que nada tienen que ver con su contenido real, veremos que las respuestas a la sin razón de este mundo se encuentran y coinciden con aquellas que vieron nacer la esperanza salvadora hace más de dos mil años. La soledad de un pesebre, impresión que se remarca con la ausencia de bueyes, vacas y burros descontextualizados del belén tradicional por el Papa Benedicto XVI, encuentra su equivalente en nuestros días. Tanto que hasta un sacerdote español en una parroquia gallega quiso verla repetida en centenares de familias desahuciadas de sus casas por no poder pagarlas. Para ello colocó las figuras del Nacimiento fuera del establo precintado tal como se hace en las casas desalojadas.

El nacimiento de Jesús, también como hoy, ocurre en un mundo convulso donde poderes terrenales disputan el dominio por la violencia de las armas, el terror y la influencia del oro. Las consecuencias las siguen pagando los más desprotegidos. Precisamente a la Navidad le precede el día dedicado a recordar la muerte por decreto de niños menores de dos años ordenada por un rey que de esa manera buscaba asegurar su futuro despótico. Celebración que apenas sobrevive en la frivolidad de unas bromas totas que en nada se refieren a la historia medular que la originó.

Muchos buscan la respuesta a lo ocurrido en Newtown en la proliferación de armas que en Estados Unidos cualquiera puede portar. Es inobjetable que el control de las mismas sea necesario. Pero no es la única solución. Las armas dependen de la mano que las use y la mente que en definitiva ordena disparar. Aquí el verdadero protagonista sigue siendo el hombre ante la opción personal y espiritual, puesto a escoger entre el bien o el mal para crecer en su condición humana o empequeñecer como un ser autodestructivo.

El protagonismo secundario corresponde a la violencia engendrada por la sociedad y muchas veces minimizada. La violencia de géneros que hace a un padre asesinar a sus propios hijos por venganza contra la madre; la violencia política de los que prefieren el lenguaje destructivo de los misiles antes que el dialogo de paz constructivo. La misma violencia del radicalismo religioso o el racismo capaz de matar a cinco niños judíos a la salida de una escuela en Francia o a unos niños amish fusilados ante la pared de las aulas. Es la locura de personas enajenadas por tanta propaganda, malos programas de diversión o viciadas noticias coloreadas de sangre, llenas de odios o el negativismo apocalíptico que gustan anunciar a un mundo temeroso del final de los tiempos. Un mundo que apenas quiere tener consciencia de que el verdadero apocalipsis lo esta generando a través de sus acciones absurdas e irresponsables.

Ante hechos como los ocurridos en Connecticut o en Damasco, y en tatas partes del mundo, solo queda esforzarse en la edificación de una Humanidad plena de valores solidarios, armoniosa, comprensiva, generosa, tolerante y receptiva. Es la mejor manera de hacer callar las armas y comenzar la ardua labor de curar el alma enferma del hombre.
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