La guerra olvidada
En el Sahel se están reconstituyendo importantes fuerzas del terrorismo islámico.
Este territorio que comprende grandes zonas de cinco países representa un grave peligro para toda Europa, en particular para Francia, Reino Unido, España y Alemania que son, por diversas razones, los blancos preferidos de los islamistas.
Estos países del Sahel son: Mauritania, Malí, Burkina Faso, Níger y Chad y comprende un amplio territorio comparable al que va desde Portugal hasta Ucrania o para los que no conocen bien el mapa de Europa como desde California hasta Georgia.
Malí es un país paupérrimo, dividido por tensiones étnicas y carcomido por el atraso y la corrupción. El ejército es muy débil y desde hace una buena década Francia trata de formar a sus soldados y oficiales con un éxito relativo y lento.
Níger está igual o peor y Chad no logra contener el tráfico de armas que desde Libia, en pleno desmoronamiento, dividida en dos y prácticamente desgobernada desde la caída de Gadafi, pasan a los otros países del Sahel.
Desde hace cinco años el ejército francés mantiene, en Malí, unos cinco mil hombres, una quincena de aviones, entre ellos seis de caza, una veintena de helicópteros de combate, algunos drones y un equipo de instructores para echarle una mano al ejército malí, ayuda sin la cual el país hubiera caído ya en manos de los yihadistas.
Francia recibe una ayuda casi simbólica del Reino Unido: doscientos cincuenta hombres y algunos helicópteros, de España: cuatrocientos soldados y dos aviones de transporte, de la pequeña Estonia: cincuenta soldados, de Alemania, con las manos atadas por su historia y quizá por su egoísmo: algunos instructores militares, y de EEUU ayuda intermitente con algunas tropas, unos cuantos muy útiles drones y aviones de transporte.
La guerra es asímétrica; los yihadistas árabes y tuaregs están muy bien armados y entrenados por el antiguo ejército libio y algunos países del medio oriente; son capaces de pasar desapercibidos en medio de la población y se financian en parte con el oro de algunas minas del desierto que ellos controlan.
“Ellos” son, entre otras, las fuerzas del AQMI (Al Quaeda del Magreb Islámico) de origen argelino y las de Ansar Dine, básicamente de tuaregs.
En total serían entre tres mil o cuatro mil combatientes repartidos en ese inmenso desierto o semidesierto que los protege como el mar protegería islas que cambiaran constantemente de lugar.
Esa guerra parece eternizarse. El ejército francés con su coalición de los cinco países está empantanado y no tiene la opción de retirarse; sería un suicidio no sólo para Francia sino para toda Europa si algún califato islámico se implantara en el Sahel y de ahí hiciera metástasis en otros, sobre todo en el Magreb. ¿Podemos imaginar la República Islámica de Argelia, o de Libia?
El lunes pasado,25 de noviembre, un accidente de helicópteros en una operación de combate costó la vida a trece militares franceses. El pueblo francés está harto. ¿Hasta cuándo podrá seguir siendo Francia el gendarme de África, financiando y llevando prácticamente sola esta guerra olvidada?
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