¿Obliga la ética Cristiana a fomentar la inmigración ilegal a Estados Unidos y Europa?

  • Gerardo E. Martínez-Solanas
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¿Obliga la ética Cristiana a fomentar la inmigración ilegal a Estados Unidos y Europa?

24 Aug 2019 22:26 - 25 Aug 2019 17:24
#11087
El 19 de agosto la revista católica “The Commonweal” publicó un llamamiento encabezado por un titular que dice: Open Letter: Against the New Nationalism – An Appeal to Our Fellow Christians , firmado por varios teólogos y religiosos cristianos.

Veamos primero sus argumentos, resumidos a continuación, y razonemos después sobre la realidad de este fenómeno y cuál sería la óptica de la ética cristiana:

En primer lugar, vemos que esta Carta Abierta condena el etnonacionalismo que está surgiendo también en algunos círculos cristianos de los Estados Unidos, subrayando que no tiene nada que ver con el patriotismo y que es incompatible con el Evangelio.

Estos teólogos y religiosos cristianos afirman ver “una vez más” cómo los “demagogos demonizan a las minorías vulnerables, como fuerzas invasoras que debilitan a la nación y que deben ser eliminadas”; y señalan que es preocupante cómo “nuestros hermanos cristianos sopesan si fusionar su fe con la política nacionalista y etnonacionalista para fortalecer su base cultural”.

Su rechazo está formulado en cinco puntos: en primer lugar, a “las pretensiones del nacionalismo" de usurpar sus "lealtades más elevadas”, porque aseguran que “la identidad nacional no tiene nada que ver con las deudas de amor que tenemos con otros hijos e hijas de Dios”, quienes son creados a su imagen y semejanza y, por tanto, "todos los seres humanos son nuestros vecinos, independientemente de su condición de ciudadanos."

Rechazan también la tendencia del nacionalismo "a homogeneizar y estrechar la iglesia a una sola etnia”, la “xenofobia y el racismo de muchas formas de nacionalismo étnico, explícito e implícito, como pecados graves contra Dios Creador” y denuncian la ideología supremacista blanca.


Estos son sus principales argumentos, aunque el lector puede leer el texto completo en inglés abriendo el enlace que aparece al principio.

Vamos a explorar ahora el tema bajo otra perspectiva:

No cabe duda alguna que la actual crisis migratoria que abruma a Estados Unidos y a Europa no es espontánea sino organizada por turbios intereses encubiertos. En este sentido, es justo que nos refiramos expresamente y con preocupación al tráfico de personas y a la grave y dolorosa explotación a la que se ven sometidos los que entran ilegalmente en un país o son llevados a ese país con engaños para someterlos a una humillante servidumbre o atraparlos en las redes de la prostitución o introducirlos al tráfico de drogas.

Lamentablemente, una crisis de estas proporciones suele envalentonar y justificar a otros grupos extremistas que aprovechan la crisis para fomentar sus agendas racistas y xenófobas o, simplemente, su egoísmo nacionalista, logrando así una reacción también muy negativa contra toda inmigración entre otros sectores más moderados. Por esa razón, debemos hacer mucho hincapié en respaldar toda acción que favorezca la legalidad migratoria y castigue duramente la ilegalidad, sobre todo empezando por los que la fomentan: los traficantes de personas y niños y las empresas que emplean a esos inmigrantes a niveles de brutal explotación y semi-esclavitud. Si esas empresas necesitan inmigrantes, que lleguen a acuerdos con el gobierno para importar mano de obra legal a sueldos decorosos y condiciones de trabajo dignas.

Por otra parte, debemos recordar que por casi un siglo los EEUU han volcado ingentes cantidades de dinero en la ayuda a la mayoría de los países del Sur, que se calcula que han sido sumas más de 10 veces superiores a las del Plan Marshall para la reconstrucción de Europa al final de la II Guerra Mundial. Algunos de esos países, muy pocos, la han aprovechado, pero la mayoría la ha convertido en fuente de peculado y enriquecimiento ilícito o en una especie de Estado de dependencia para vivir de la generosidad del vecino del Norte, sin invertir la ayuda en fuentes de progreso y bienestar. Sin contar, además, las enormes cantidades que salen de este país con el rótulo de "remesas", creando así también una cultura de dependencia en amplios sectores de la población de esos países. ¿Es acaso ilegítimo y anti-cristiano reclamar responsabilidad por parte de esos pueblos y de sus gobiernos?

La solución no es abrir las fronteras a todos los que se les antoje venir o sean traídos con promesas engañosas, sino llegar a acuerdos ponderados con esos países para normalizar la migración y que, además, sea mediante tratados reconocidos por esos gobiernos con la obligación de formalizar la supervisión de esos programas de ayuda en proyectos industriales y en el fomento de la agricultura y los servicios en sus respectivos países, para que no vaya a parar al bolsillo de los políticos corruptos ni de los que optan por llevar una vida de dependencia sin trabajar por el sustento. Y exigir también que los que entren a este país u otro país anfitrión lo hagan legalmente.

En estos momentos Estados Unidos acoge una inmigración legal de alrededor de un millón de personas por año. Pero los muchos (muchísimos) que están esperando en cola para que les otorguen una visa, se ven frustrados en sus esfuerzos legales al ver que otros se les adelantan ilegalmente y obtienen los puestos de trabajo (a base de una miserable explotación) que ellos podrían haber logrado en condiciones decorosas entrando con una visa de trabajo o de residencia. ¿Por qué entonces no defender expresamente la legalidad de estos que aspiran a entrar a los países anfitriones respetando sus leyes y requisitos?

Quienes defiendan la ilegalidad, el desorden y la viveza criolla, que tengan en cuenta el aspecto doctrinal paulino del katechon que, aplicado al contexto moderno, consiste en el comportamiento bioantropológico de los humanos como animales sociales, lo que permite a las personas saber cómo seguir reglas sin necesidad de otra regla para decirles cómo han de seguir esa regla u otra determinada: es decir, una capacidad de entendimiento entre los pueblos que permita a sus habitantes fomentar intercambios amistosos para hacerlos capaces de crear instituciones sociales con la capacidad adicional de poder disolverlas o cambiarlas de forma legal y legítima, para impedir el caos y promover la buena vecindad.

Los que enarbolan la ética cristiana para defender el desorden, reflexionen a favor de los que respetan la ley y el orden del vecino y esperan con humildad y sin exigencias su generosa acogida con una cordial bienvenida.
Last edit: 25 Aug 2019 17:24 by Democracia Participativa.
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