A los periodistas cubanos

La Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) celebrará en julio próximo su XI Congreso. El llamamiento al evento fue realizado por Ricardo Ronquillo Bello, presidente de la organización. A la lectura de la convocatoria asistió Rogelio Polanco Fuentes, miembro del secretariado del comité central y jefe de su departamento ideológico, no podía faltar. Cuba cambió. Esa realidad no puede ser negada ni ignorada. Los sucesos del 11 de Julio del 2021 marcaron un punto de inflexión. La sociedad sufre la mayor crisis migratoria de la historia, y el país padece los estragos del desabastecimiento, la inflación, tiendas en divisas y el notable deterioro de sectores como la Salud Pública y la Educación, siempre emblemáticos en el discurso político del régimen, y más de mil presos políticos, la mayoría jóvenes que salieron a la calle a exigir sus derechos. En las últimas elecciones el oficialismo reconoció un 68.58% de participación y el 10% de las boletas anuladas, datos que expresan la desaprobación popular al régimen. Los tiempos de la unanimidad quedaron atrás. Las redes sociales expresan la riqueza y complejidad del pensamiento cubano mucho más allá de lo que el periodismo oficial mutilado,  anquilosado y enclenque bajo la censura, puede mostrar. ¿Qué medio de prensa divulga las opiniones de ese amplio sector de la población que mostró su desacuerdo con el régimen en las elecciones? ¿Cuándo un periodista cubano podrá contar con la libertad de entrevistar a un opositor para que muestre su modelo de país? ¿Cuándo un periodista cubano podrá criticar al presidente designado o al partido comunista?

El esquema dogmático de periodismo que se impuso en Cuba desde el principio de la revolución  es absolutamente inadecuado para las actuales coordenadas. En realidad nunca funcionó. El Periodismo y el Derecho son dos profesiones que han sido esenciales para estructurar el régimen político dictatorial, y los miembros de sus respectivos gremios han tenido una inmensa responsabilidad, y en no pocos casos, abierta complicidad con el grupo en el poder que ha llevado al país al actual agujero negro. Como consecuencia, el periodismo oficial cubano es fuertemente criticado a nivel internacional, y recibe por lo menos la indiferencia del pueblo cubano ante las noticias sobre asambleas de balance, reuniones de sindicatos y visitas de dirigentes. Curiosamente, en fragmentos de algunos debates entre periodistas que han sido televisados, comienza a insinuarse con timidez la idea de un periodismo comprometido con la Verdad, aunque parezca después ahogada por las vacuas declaraciones de principios y genuflexiones al poder.
 
Los periodistas cubanos deberán escoger entre servir al régimen o a la Verdad, entre obedecer órdenes y obedecer a la conciencia, entre regresar a los fundamentos de esa noble profesión o hacer propaganda política. Ya los pretextos de que el periodismo es clasista, de los defectos de la prensa libre, del control de las corporaciones en el mundo libre, nada dicen para lo que está sufriendo la sociedad cubana aquí y ahora. Tampoco existe algo como la"verdad de la revolución". La Verdad no tiene dueños, no existe "mi verdad". Existe la Verdad que es, como la definió la sabiduría de los Medievales, la correspondencia de la inteligencia con la realidad, y también existe la mentira y la manipulación. Y la Verdad es siempre liberadora. El hecho de que otros mientan y manipulen no me exonera de responsabilidad. El periodismo no es una profesión que se pueda ejercer al margen de la moral. No existe neutralidad. Cada persona que publica y firma un artículo, está involucrando su honor y su entereza. El discurso relativista es particularmente perjudicial en el ejercicio del periodismo. El problema no es que el periodismo cubano tenga defectos, sino que dejó de existir desde hace seis décadas. Lo irónico es que Castro usó a su favor a la libertad de prensa. En el año 1952 publicó un artículo en el que acusaba directamente al presidente Prío. En 1957 la revista Bohemia publicó el Manifiesto de la Sierra. Sin embargo, tan pronto se hizo del poder, eliminó la libertad de prensa de manera radical, hasta los extremos de desaparecer el humor político que pudiera afectarle. Ningún periodista en seis décadas ha contado con la libertad de cuestionar o criticar a los políticos cubanos.

Los periodistas cubanos necesitan comprender que los políticos no son dioses. Son servidores públicos que necesitan ser cuestionados, criticados y corregidos. Una de las principales causas de la crisis que estamos sufriendo es el encumbramiento de las figuras políticas, la apoteosis de los principales líderes, la intocabilidad de sus imágenes e ideas. ¿La libertad de prensa tiene defectos en un país como los EEUU? Por supuesto que sí, pero en la nación norteña se reconoce y premia el periodismo de excelencia. Cualquiera no gana un Pulitzer. La solución de los problemas de la libertad de prensa (que como toda obra humana es limitada y perfectible) no es eliminarla, como sucedió en Cuba, pues al final estamos asistiendo a las consecuencias de un mal infinitamente mayor cuando tal cosa ocurre.

Servir al partido y a la revolución no es sinónimo de servir a los intereses del pueblo cubano. La libertad de prensa y de expresión no son derechos humanos de menor importancia, aunque parezcan menos vitales. Cuando se renuncia a su ejercicio en nombre de otros derechos que supuestamente son más importantes, en realidad se terminan perdiendo todos los derechos. La dignidad de la persona humana precisa ser reconocida, pero esto va mucho más allá del alimento y la ropa. En palabras de Antoine de Saint Exupéry, no somos ganado para engordar. Respetar la dignidad es fundamentalmente reconocer el universo de valores espirituales que nos distingue del resto de los seres biológicos. Es tan importante tener acceso a la educación y a la salud, como ejercer el derecho de expresar las ideas sin ser considerados por eso enemigos públicos ni agentes de la CIA.

El  Che Guevara, uno de los iconos de la revolución y de la izquierda mundial, afirmó el 26 de junio de 1961: «Hay que acabar con todos los periódicos, pues no se puede hacer una revolución con libertad de prensa». Y lo hicieron. Solamente en La Habana de los años 50' circulaban 21 periódicos y 28 revistas. Son cifras que parecen increíbles ante los famélicos panfletos de escasas páginas, que son (ni siquiera se esfuerzan por disimularlo) los órganos oficiales del partido comunista, de la unión de jóvenes comunistas, o de la central de trabajadores de Cuba. Todo, en definitiva, es lo mismo. ¿Merece la existencia un proyecto social que se construye desde la negación de la libertad de prensa? En total contraposición a las palabras del guerrillero argentino, Ignacio Agramonte, uno de nuestros más excelsos héroes, dijo en el discurso de investidura de Derecho Civil y Canónico: La prensa con razón es considerada como la representación material del progreso. La libertad de la prensa es un medio de obtener las libertades civil y política, instruyendo a las masas, rasgando el denso velo de la ignorancia, hace conocer sus derechos a los pueblos y pueden estos exigirlos.

Las actuales circunstancias exigen un auténtico examen de conciencia en los periodistas cubanos, en lo personal y como institución. El periodismo va más allá del aspecto formal, del refinado manejo del lenguaje o del uso de las nuevas tecnologías. El periodismo que no es libre de cuestionar al poder, corrompe su verdadera naturaleza y traiciona su deber con la sociedad. Nuestra patria cuenta en su historia con insignes hombres que se dedicaron al periodismo, desde José Martí hasta Manuel Márquez Sterling. Nuestro país precisa un total cambio de dirección en el ejercicio del periodismo, el regreso a la vida de una profesión que ha permanecido sepultada durante seis décadas bajo el peso de la ideología.

El amor a la Verdad puede salvarla.