Ahora viste ropa elegante, sonríe para la foto y advierte a sus seguidores de que no permitan "que nadie robe" su luz.
Entró y se sentó en uno de los bancos de madera del Tribunal Municipal de Playa donde, aquel agosto de 2008, se juzgaba al músico Gorki Águila. El amplio salón estaba repleto. Había blogueros, disidentes y activistas; pero también agentes de la policía política y periodistas oficiales. Poco después, Maray Suárez sacó un reportaje televisivo contra el roquero y sus amigos. Ahora vive en Miami.
Desde entonces, la reportera empezó a ganar espacio en la pantalla chica y en agosto de 2013, cuando se lanzó el programa Cuba Dice, se convirtió en uno de los rostros del periodismo raulista junto a Talía González, Gisela García y Boris Fuentes. Cada martes, se les veía echar culpas a ciudadanos y funcionarios, pero sin jamás cuestionar el modelo político ni a los hombres en el poder. Suárez era de las más combativas.
Aquel espacio se erigió como juez de quienes se sumergían en el mercado negro para comprar una bolsa de cemento, látigo de los que intentaban sobrevivir vendiendo productos importados, cuentapropistas que empujaban los férreos límites que imponía su licencia y cuanto emprendedor osara acumular algo de riqueza. Era el azote de la gente común y la punta de lanza de una política de "meter en cintura" a la sociedad, impulsada por un general por el que nadie votó para el cargo de presidente.
Muchas de las personas que fueron denigradas y satanizadas en los reportajes de Maray Suárez siguen en Cuba.
Casi una década después de que aquel experimento informativo viera la luz, la periodista se ha reciclado profesionalmente y trabaja como coach emocional en Estados Unidos,ese país al que le dedicó tantos ataques. Ahora viste ropa elegante, sonríe para la foto y advierte a sus seguidores de que no permitan "que nadie robe" su luz. Ha sustituido las consignas por los mantras de crecimiento personal y los ataques ideológicos por frases donde se intercalan palabras como "éxito", "emociones" y "superación".
Muchas de las personas que fueron denigradas y satanizadas en los reportajes de Maray Suárez siguen en Cuba. Haber sido mencionados por ella en el horario estelar de la televisión nacional les trajo problemas en sus comunidades, el rechazo de sus vecinos más dogmáticos, el acoso de sus hijos en las escuelas y hasta algún que otro problema de salud mental debido a tantas presiones y abusos de poder.
"Puedes crearte una nueva vida sin importar el momento o la edad que tengas", anuncia ahora en sus redes sociales la nueva entrenadora para la felicidad. Sin embargo, algunas de las víctimas de su periodismo de barricada nunca tendrán esa opción. Fueron apabulladas y sus nombres enlodados sin derecho a réplica. En su actual trabajo, Maray Suárez debe saber que todo proceso de cambio personal debe incluir también la revisión y la autocrítica.
Estamos esperando que haga la suya.