Vender una cerveza o dar un arma a un adolescente ¿Dónde está la diferencia?
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Vender una cerveza o dar un arma a un adolescente ¿Dónde está la diferencia?
16 Dec 2021 20:57 - 16 Dec 2021 23:00
La escalada de hechos violentos relacionados con armas de fuego, instalaciones escolares y adolescentes envueltos en este problema no parece tener descanso en Estados Unidos. El más reciente de estos eventos tuvo lugar en una escuela secundaria en Michigan, donde el pasado mes de noviembre un joven de 15 años asesinó a cuatro estudiantes (un joven de 16 años, otro de 17 que moriría al día siguiente y dos chicas de 14 y 17) e hiriendo a otros siete. Irónicamente la pistola semiautomática de 9 milímetros que utilizó había sido adquirida por el padre del asesino el pasado Viernes Negro como regalo navideño para su hijo.
A inicios de diciembre dos estudiantes, esta vez en Florida, fueron acusados de intento de homicidio en un centro estudiantil de Orlando. Uno de ellos fue sorprendido portando una pistola. La edad de los chicos no rebasaba los 14 años. Por esos días varias escuelas en el estado floridano reportaron amenazas de ataques difundidas en las redes sociales por sus presuntos autores, adolescentes que estudiaban en los centros afectados. Otro caso que no ha sido muy difundido y que ocurrió en el mismo estado sureño, apunta a un presunto plan de ataque abortado gracias a un estudiante que denunció a un compañero que llevaba un arma en su mochila. Cuando las autoridades revisaron al implicado descubrieron un arsenal y planos que detallaban el plan macabro para ejecutar una matanza. El registro efectuado en el hogar del adolescente y su cómplice encontró sus cuartos decorados con banderas confederadas, afiches con armas y fotos de Trump.
No sería casual que todos estos sucesos hayan coincidido en el ambiente de dos juicios que han sido noticia por estos días. Uno de ellos el prolongado proceso de tres años contra el autor de la masacre de Parckland el 14 de febrero del 2018. El sicópata, que hoy cuenta con 23 años, se declaró culpable de todos los cargos en el juicio que quedó listo para sentencia. El otro caso, cerró un delicado proceso con el veredicto de inocencia para Kyle Rittenhouse, el joven que mató a dos personas e hirió a una tercera durante las manifestaciones ocurridas en Kenosha, Wisconsin en el 2020. En aquellos momentos Rittenhouse contaba con 17 años.
Pero más allá de sentencias exculpatorias o condenatorias, en estos casos aparentemente sin relación, saltan detalles contradictorios que deberían llevar a la reflexión. Mientras el tirador de Wisconsin era exonerado en un juicio polémico, declarado héroe por no pocos simpatizantes, entre ellos Donald Trump quien lo recibió días después del dictamen para felicitarle personalmente, el ejecutor de Michigan será acompañado en el banquillo por sus padres, arrestados bajo acusación de homicidio involuntario, al dejar el arma utilizada por su hijo al alcance de este; un acto irresponsable que podría costarle a la pareja 15 años de prisión de ser hallados culpables por negligencia. En otra de las imputaciones hechas a los progenitores se les culpa de no preguntarle a su hijo si llevaba consigo el arma letal el día que cometió el homicidio. Queda por ver si el perfil social de estos padres, descritos como alcohólicos y con serios problemas de conducta, terminan por convertirse en un nuevo agravante en su contra para la aplicación de un castigo que en el fondo denotaría nuevas grietas sociales, no solo por problemas raciales y étnicos, sino de pobreza y exclusión social que hace a unas personas más vulnerables ante la ley frente a otras que reciben una mirada más benévola y comprensible debido a su condición.
En Kenosha las cosas cobran un matiz diferente. Allí para nadie resultó inaudita la aparición de un adolescente fusil en mano para defender la propiedad privada contra actos vandálicos. Nadie se cuestionó el por qué los padres de Rittenhouse no pusieron empeño en impedir que su hijo viajara desde Illinois al epicentro del conflicto situado a más de 20 millas en el vecino estado de Michigan. Tampoco hicieron nada las autoridades que poco antes del suceso compartieron agua y gestos de simpatía con el joven alabando su disposición. Las razones de esta negligente interpretación de las libertades ciudadanas que defiende la segunda enmienda constitucional en el derecho de portar armas y usarlas indiscriminadamente bajo consideraciones de guardar la vida y propiedades en peligro, quedaron demostradas cuando los disparos (un total de ocho frente a ninguno en su contra) que hiciera Rittenhouse, terminaron con la vida de dos personas, presentadas como peligrosos asesinos que pusieron en peligro la integridad del guardián improvisado. La criminalidad y presunta peligrosidad de los atacantes queda en duda por la reacción con la que correspondieron a la proyección evidentemente amenazadora de su supuesta víctima, uno lanzándole una bolsa de plástico y el otro “tratando” de arrebatar a mano limpia el arma, auxiliándose con los golpes “letales” de una patineta. Pero para el expresidente Trump aquí hasta el juicio sobró.
Apreciaciones tecnicistas poniendo el énfasis en el tamaño del cañón del rifle, que en el caso de Rittenhouse no puede considerarse inapropiada por unos centímetros de más, pasaron por alto consideraciones como la violación del toque de queda establecido o la presencia del joven en medio turbulento que podía tornarse incontrolable aún para personal debidamente preparado para enfrentar situaciones de este tipo. Quizás lo explique las palabras de Josh Maidel, candidato republicano al senado de Ohio cuando en referencia al caso de Rittenhouse manifestó que sin estos muchachos de 17 años dispuestos a usar armas "seguiríamos siendo súbditos británicos". Acaso el criterio del político incluya por igual a los chicos del condado de Vorusia que en noviembre dispararon contra efectivos de la policía y que ahora serán juzgados como adultos por ese acto.
Y mientras siguen ocurriendo estos episodios las paginas noticiosas reproducen otros no menos peligrosos y hasta bochornosos actos. Se trata de la foto compartida por el congresista Thomas Massie junto a toda su familia exhibiendo un arsenal con el árbol de Navidad de fondo y la carta a Papá Noel pidiendo muchas municiones. En la foto de familia resalta en el centro la hija menor del congresista de Kentucky (¿12 años?) con angelical sonrisa y un nada inocente fusil de asalto en sus manos. Pero las críticas recibidas, entre ellas la de un padre que perdió a su hija en la matanza escolar del 2018, apenas sirvieron para frenar la morbosidad exhibicionista de otros adoradores del rifle. La también congresista Lauren Boebert imitó la belicosa pose familiar junto a sus cuatro hijos, adolescentes y niños.
La noticia más reciente proviene de un tiroteo en Hialeah relacionado con una operación de venta de armas. Los implicados en este evento fueron dos adolescentes de 15 y 17 años respectivamente quienes acudieron a una cita en un lugar público para realizar la compra de unas armas propuestas por un propietario a través de la página web armlist.com. Los jóvenes trataron de estafar al vendedor y al ser descubiertos trataron de robar la mercancía. El incidente terminó con uno de los adolescentes muerto y el otro herido por los disparos del mercader al que se estima víctima de asalto.
Son algunos hechos puntuales de un tema que pone de relieve una de las grandes contradicciones que anidan en la sociedad norteamericana. Más allá de la decisión sobre si se presentan cargos contra los padres del adolescente acusado de la matanza en Michigan, vale destacar las palabras de una de las fiscales encargadas del caso al asegurar que: “…obviamente, vamos a enjuiciar al autor de los disparos (pero) hay otros individuos que deberían rendir cuentas”. La magistrada se refería evidentemente a los padres del acusado. Y aquí radica el punto central para todos estos casos violentos, concretados y planificados sin concretar. Ni siquiera se trata del veredicto que exculpó a Rittenhouse por la mortandad que dejó su actuación “patriótica”. Se trata de la responsabilidad de los otros actores relacionados directa o indirectamente. Si el empleado de una tienda que expende cigarros y bebidas alcohólicas vende a un joven algunos de esos productos sin verificar la edad del comprador mediante una identidad válida que demuestre que no es menor de edad, de ser comprobada la transacción no solo conlleva a la pérdida del empleo al infractor, sino incluso años de cárcel. Lo mismo ocurre si un trabajador menor de 18 años manipula algún equipo vetado para el uso de menores de edad. No ocurre los mismo con la venta de armas Si se atiende a la responsabilidad que implica el uso de estas conlleva, cualquiera que sea su potencia o tamaño del cañón, son los adultos encargados, los que viven de este negocio, las autoridades pertinentes y los políticos, quienes deben compartir responsabilidad para evitar que se repitan hechos que cada vez se hacen más comunes en Norteamérica.
A inicios de diciembre dos estudiantes, esta vez en Florida, fueron acusados de intento de homicidio en un centro estudiantil de Orlando. Uno de ellos fue sorprendido portando una pistola. La edad de los chicos no rebasaba los 14 años. Por esos días varias escuelas en el estado floridano reportaron amenazas de ataques difundidas en las redes sociales por sus presuntos autores, adolescentes que estudiaban en los centros afectados. Otro caso que no ha sido muy difundido y que ocurrió en el mismo estado sureño, apunta a un presunto plan de ataque abortado gracias a un estudiante que denunció a un compañero que llevaba un arma en su mochila. Cuando las autoridades revisaron al implicado descubrieron un arsenal y planos que detallaban el plan macabro para ejecutar una matanza. El registro efectuado en el hogar del adolescente y su cómplice encontró sus cuartos decorados con banderas confederadas, afiches con armas y fotos de Trump.
No sería casual que todos estos sucesos hayan coincidido en el ambiente de dos juicios que han sido noticia por estos días. Uno de ellos el prolongado proceso de tres años contra el autor de la masacre de Parckland el 14 de febrero del 2018. El sicópata, que hoy cuenta con 23 años, se declaró culpable de todos los cargos en el juicio que quedó listo para sentencia. El otro caso, cerró un delicado proceso con el veredicto de inocencia para Kyle Rittenhouse, el joven que mató a dos personas e hirió a una tercera durante las manifestaciones ocurridas en Kenosha, Wisconsin en el 2020. En aquellos momentos Rittenhouse contaba con 17 años.
Pero más allá de sentencias exculpatorias o condenatorias, en estos casos aparentemente sin relación, saltan detalles contradictorios que deberían llevar a la reflexión. Mientras el tirador de Wisconsin era exonerado en un juicio polémico, declarado héroe por no pocos simpatizantes, entre ellos Donald Trump quien lo recibió días después del dictamen para felicitarle personalmente, el ejecutor de Michigan será acompañado en el banquillo por sus padres, arrestados bajo acusación de homicidio involuntario, al dejar el arma utilizada por su hijo al alcance de este; un acto irresponsable que podría costarle a la pareja 15 años de prisión de ser hallados culpables por negligencia. En otra de las imputaciones hechas a los progenitores se les culpa de no preguntarle a su hijo si llevaba consigo el arma letal el día que cometió el homicidio. Queda por ver si el perfil social de estos padres, descritos como alcohólicos y con serios problemas de conducta, terminan por convertirse en un nuevo agravante en su contra para la aplicación de un castigo que en el fondo denotaría nuevas grietas sociales, no solo por problemas raciales y étnicos, sino de pobreza y exclusión social que hace a unas personas más vulnerables ante la ley frente a otras que reciben una mirada más benévola y comprensible debido a su condición.
En Kenosha las cosas cobran un matiz diferente. Allí para nadie resultó inaudita la aparición de un adolescente fusil en mano para defender la propiedad privada contra actos vandálicos. Nadie se cuestionó el por qué los padres de Rittenhouse no pusieron empeño en impedir que su hijo viajara desde Illinois al epicentro del conflicto situado a más de 20 millas en el vecino estado de Michigan. Tampoco hicieron nada las autoridades que poco antes del suceso compartieron agua y gestos de simpatía con el joven alabando su disposición. Las razones de esta negligente interpretación de las libertades ciudadanas que defiende la segunda enmienda constitucional en el derecho de portar armas y usarlas indiscriminadamente bajo consideraciones de guardar la vida y propiedades en peligro, quedaron demostradas cuando los disparos (un total de ocho frente a ninguno en su contra) que hiciera Rittenhouse, terminaron con la vida de dos personas, presentadas como peligrosos asesinos que pusieron en peligro la integridad del guardián improvisado. La criminalidad y presunta peligrosidad de los atacantes queda en duda por la reacción con la que correspondieron a la proyección evidentemente amenazadora de su supuesta víctima, uno lanzándole una bolsa de plástico y el otro “tratando” de arrebatar a mano limpia el arma, auxiliándose con los golpes “letales” de una patineta. Pero para el expresidente Trump aquí hasta el juicio sobró.
Apreciaciones tecnicistas poniendo el énfasis en el tamaño del cañón del rifle, que en el caso de Rittenhouse no puede considerarse inapropiada por unos centímetros de más, pasaron por alto consideraciones como la violación del toque de queda establecido o la presencia del joven en medio turbulento que podía tornarse incontrolable aún para personal debidamente preparado para enfrentar situaciones de este tipo. Quizás lo explique las palabras de Josh Maidel, candidato republicano al senado de Ohio cuando en referencia al caso de Rittenhouse manifestó que sin estos muchachos de 17 años dispuestos a usar armas "seguiríamos siendo súbditos británicos". Acaso el criterio del político incluya por igual a los chicos del condado de Vorusia que en noviembre dispararon contra efectivos de la policía y que ahora serán juzgados como adultos por ese acto.
Y mientras siguen ocurriendo estos episodios las paginas noticiosas reproducen otros no menos peligrosos y hasta bochornosos actos. Se trata de la foto compartida por el congresista Thomas Massie junto a toda su familia exhibiendo un arsenal con el árbol de Navidad de fondo y la carta a Papá Noel pidiendo muchas municiones. En la foto de familia resalta en el centro la hija menor del congresista de Kentucky (¿12 años?) con angelical sonrisa y un nada inocente fusil de asalto en sus manos. Pero las críticas recibidas, entre ellas la de un padre que perdió a su hija en la matanza escolar del 2018, apenas sirvieron para frenar la morbosidad exhibicionista de otros adoradores del rifle. La también congresista Lauren Boebert imitó la belicosa pose familiar junto a sus cuatro hijos, adolescentes y niños.
La noticia más reciente proviene de un tiroteo en Hialeah relacionado con una operación de venta de armas. Los implicados en este evento fueron dos adolescentes de 15 y 17 años respectivamente quienes acudieron a una cita en un lugar público para realizar la compra de unas armas propuestas por un propietario a través de la página web armlist.com. Los jóvenes trataron de estafar al vendedor y al ser descubiertos trataron de robar la mercancía. El incidente terminó con uno de los adolescentes muerto y el otro herido por los disparos del mercader al que se estima víctima de asalto.
Son algunos hechos puntuales de un tema que pone de relieve una de las grandes contradicciones que anidan en la sociedad norteamericana. Más allá de la decisión sobre si se presentan cargos contra los padres del adolescente acusado de la matanza en Michigan, vale destacar las palabras de una de las fiscales encargadas del caso al asegurar que: “…obviamente, vamos a enjuiciar al autor de los disparos (pero) hay otros individuos que deberían rendir cuentas”. La magistrada se refería evidentemente a los padres del acusado. Y aquí radica el punto central para todos estos casos violentos, concretados y planificados sin concretar. Ni siquiera se trata del veredicto que exculpó a Rittenhouse por la mortandad que dejó su actuación “patriótica”. Se trata de la responsabilidad de los otros actores relacionados directa o indirectamente. Si el empleado de una tienda que expende cigarros y bebidas alcohólicas vende a un joven algunos de esos productos sin verificar la edad del comprador mediante una identidad válida que demuestre que no es menor de edad, de ser comprobada la transacción no solo conlleva a la pérdida del empleo al infractor, sino incluso años de cárcel. Lo mismo ocurre si un trabajador menor de 18 años manipula algún equipo vetado para el uso de menores de edad. No ocurre los mismo con la venta de armas Si se atiende a la responsabilidad que implica el uso de estas conlleva, cualquiera que sea su potencia o tamaño del cañón, son los adultos encargados, los que viven de este negocio, las autoridades pertinentes y los políticos, quienes deben compartir responsabilidad para evitar que se repitan hechos que cada vez se hacen más comunes en Norteamérica.
Last edit: 16 Dec 2021 23:00 by Miguel Saludes.
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- Wigberto Rosales
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Re: Vender una cerveza o dar un arma a un adolescente ¿Dónde está la diferencia?
16 Dec 2021 23:19 - 16 Dec 2021 23:21
Podemos o no estar de acuerdo con los argumentos que aquí se plantean, pero tratándose de que estos espacios proclaman que son una palestra libre de las ideas, ¿por qué recurrir al anonimato? Por supuesto que el autor está en libertad de identificarse o no, pero al no hacerlo le resta autenticidad a sus argumentos.
Last edit: 16 Dec 2021 23:21 by Democracia Participativa.
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- Wigberto Rosales
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Re: Vender una cerveza o dar un arma a un adolescente ¿Dónde está la diferencia?
31 Dec 2021 19:08
¿Cómo puede comparar el autor anónimo una agresión injustificada en Michigan en la que los padres del acusado son instigadores negligentes del acto, con la reacción de un joven en defensa de una comunidad atacada, saqueada, incendiada y abandonada a su suerte por los agentes del orden, a quienes se les instruyó de "no interferir"?
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