Aperturas, restricciones o el dilema de la Melchora

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Aperturas, restricciones o el dilema de la Melchora

29 Jan 2019 00:22
#10870
MIAMI, Estados Unidos. – El 2019 comenzó con dos noticias relativas a Cuba que impactaron de diferente manera a ambos lados del estrecho de la Florida. A inicios del pasado mes de diciembre se inició el servicio de Internet desde celulares en la Isla y, poco después, se hizo oficial un acuerdo que permitirá que peloteros cubanos jueguen de manera legal en las Ligas Mayores norteamericanas.

A pesar de todo, ambos sucesos apuntan a cambios en dirección positiva. Reacciones hubo muchas en un principio. Críticas y elogios surgieron de inmediato, pero quizás lo menos esperado hayan sido los ataques y discursos pidiendo acciones que paralicen estos acuerdos, e incluso, que impidan su materialización, argumentando que ambos violan las reglas del embargo a Cuba.

Para muchos resulta inaceptable el beneficio financiero que, inevitablemente, recibirá el Estado cubano a través de las empresas que cobran por la prestación del servicio de Internet. También se alega el coste para acceder a la nueva modalidad de Internet, a precios, en muchos casos, prohibitivos en función de los salarios promedios en empleos estatales.

Vale destacar la cobertura ofrecida sobre esa noticia por Yoani Sánchez. La bloguera cubana detalla el abanico de los precios (7 cucs para 600 MB, 10 para 1GB, 20 para 2,5 GB y 30 para 4 GB) subrayando que el máximo significa el equivalente de un salario mensual promedio. Sin embargo, además de exponer esa realidad, Sánchez destaca los beneficios que trae consigo el acceso a Internet desde los teléfonos móviles, necesario para los profesionales de la Isla, emprendedores y ciudadanos de a pie. Incluso, para jubilados sin posibilidades de acceder a esta ventana, pero que, eventualmente, podrán mantener comunicación con parientes emigrados en cualquier parte del mundo. También se refiere Yoani a aquellos a los que este avance no les vendría nada bien por lo que significa como herramienta informativa y comunicativa. Un balance a todas luces positivo.

No hace muchos años se abogaba por el derecho de los cubanos al acceso a Internet y se insistía en que el gobierno de la Isla permitiera que sus ciudadanos pudieran asomarse a la red. Ahora resulta que la puja es para que la puerta no se abra, porque a través de ella llegaría dinero a las arcas del régimen, con el añadido “solidario” de que no todos podrán pagar esta necesaria novedad, algo que, por demás, sucede en muchas partes del mundo sin que a nadie le quite el sueño. Pasa incluso a no pocos ciudadanos de Estados Unidos, cuyos hijos carecen de Internet y las escuelas públicas tienen que costeársela. Y si se pasa la mirada por el vecindario basta con comprobar los datos de la CEPAL y publicaciones especializadas sobre los precios de Internet en varios países latinoamericanos.

Algo similar ha ocurrido con el acuerdo pactado entre la Federación Cubana de Béisbol (FCB) y las Ligas Mayores de Estados Unidos (MLB, por sus siglas en inglés), el cual, en principio, ofrece evidentes ventajas para ambas partes. Entre ellas destacan el hecho de que se permitirá que los peloteros cubanos sean contratados directamente en su país, sin necesidad de renunciar a su nacionalidad. Incluso, los atletas podrán viajar con la familia durante el tiempo que dure el contrato. Asimismo, un expelotero de la Federación cubana bajo contrato de MLB podrá regresar a Cuba durante el receso de invierno en Norteamérica y jugar en su tierra bajo el consentimiento de su equipo de Grandes Ligas. Además de hacer realidad un sueño de décadas tanto de deportistas como de aficionados, se desmontan las redes de tráfico de personas encargadas de llevar a los peloteros de la Isla a la “Gran Carpa”.

Mientras el republicano Jeff Flake, senador republicano por Arizona, califica el acuerdo de “jonrón”, para el senador Marco Rubio el hecho constituye, según sus declaraciones, un convenio “inmoral e ilegal” que posibilita casos de tráfico humano, por lo que ha prometido trabajar para que el pacto se revierta. El republicano de la Florida busca evitar que el gobierno cubano reciba ganancias y, de paso, dice estar preocupado por la parte del salario que los peloteros tendrán que dejar en manos del organismo gubernamental que media en este acuerdo. Sin embargo, algunas voces autorizadas ya se han manifestado, y no solo para hablar de pagas. En un comunicado, el jugador Yasiel Puig declaró estar feliz por el acuerdo. Para el ahora jardinero de los Rojos de Cincinnati, es mucho más importante saber que los futuros jugadores cubanos no pasarán por lo que los de su generación tuvieron que pasar, un sentimiento compartido por José Abreu, primera base de los Medias Blancas de Chicago. Este apunta que por fin acabará la explotación por parte de contrabandistas y agencias sin escrúpulos que se aprovechaban de los peloteros cubanos. “A la fecha, sigo siendo acosado por ellos”, dijo. Pero no es aquel cambalache el que preocupa a los críticos del acuerdo, a menos que entiendan que aquello no era traficar.

Con la llegada de Trump a la Casa Blanca y de la mano del tan traído tema del embargo, vuelven las restricciones a los viajes a Cuba, algo en lo que se había avanzado gracias a la administración demócrata de Obama, en un esfuerzo por abrir espacios al incipiente sector privado que lucha por crecer pese a tantos inconvenientes. Para la nueva administración, y quienes le aplauden, se trata de asfixiar a las empresas estatales, entre ellas algunas bajo el control de las Fuerzas Armadas. El método es presionar en busca de un cambio de modelo político en la Isla y canalizar el dinero hacia los pequeños empresarios que surgieron al calor de reformas impulsadas por el expresidente Raúl Castro. Los resultados distan de los objetivos supuestamente apuntados.

Un reporte de la agencia AP indica que pese a las medidas de Trump el Estado cubano ingresó el año pasado alrededor de 3.000 millones de dólares provenientes del sector del turismo. Por el mismo concepto se estima que otros 1.000 millones fueron a manos del sector privado: arrendadores, taxistas, guías turísticos, meseros y vendedores. El reporte cierra con la afirmación de uno de los entrevistados sobre el impacto de las sanciones económicas norteamericanas: “…Escuchamos el discurso del presidente de Estados Unidos de que el gobierno norteamericano apoya el trabajo no estatal. Sin embargo, es la modalidad que más está sufriendo en Cuba, la que menos ocupación tiene”.

Antes exigían el acceso a Internet, criticaban que los peloteros cubanos no pudiesen jugar en las Grandes Ligas, pedían el derecho de los cubanos al desarrollo de propiedad privada. Ahora ocurre todo lo contrario. Al final entre el embargo, las restricciones hacia movidas aperturistas y la aplicación de mayores sanciones con esa finalidad, quedamos como aquel refrán de la quejosa Melchora, que primero grita en aparente rechazo de una cosa y acto seguido llora cuando cree que esta se va quitar. La única diferencia es que en esta versión del popular proverbio los gritos y clamores contradictorios buscan que las cosas se quiten o se impidan obedecen a criterios y conveniencias que dejan fuera la de los principales actores del drama real: la gente que vive en Cuba.
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