La sana locura de los que se oponen a la insania absolutista en Venezuela
- Miguel Saludes
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La sana locura de los que se oponen a la insania absolutista en Venezuela
18 Jun 2017 16:27
MIAMI, Estados Unidos.- La postura asumida por Luisa Ortega, Fiscal General de Venezuela, pone una nota particular en la tensa situación de la nación sudamericana. Cuando la fiscal, a la que se reconoce por ser una furibunda seguidora del chavismo, calificó de antidemocrática y anti constitucional la decisión del Tribunal Supremo para despojar al Parlamento de mayoría opositora, algunos pensaron que se trataba de una movida que justificara la coartada para revertir la errónea maniobra el gobierno bolivariano, mostrando además el funcionamiento independiente de las instituciones del país. Los acontecimientos que han seguido aquel episodio demuestran que las respuestas de Ortega no son un simple postureo.
La subida en el tono crítico de la Fiscal apuntó a las muertes violentas ocurridas en las recientes manifestaciones, poniendo la mitad de ellas bajo responsabilidad de las fuerzas represivas dirigidas por el Gobierno. El acento de Ortega toma tintes desafiantes con su enfrentamiento a la Asamblea Constituyente convocada por Maduro y sus seguidores. La jefa del Ministerio Público no solo ha pedido al mandatario que retire su pretensión, sino que con sus argumentos erige un muro de contención irrebatible ante lo que parece ser una ofensiva brutal contra los últimos vestigios de democracia en Venezuela.
Los ataques contra la Fiscal no se han hecho esperar. El más llamativo llega en la propuesta del diputado oficialista Pedro Carreño, quien planteó la idea de solicitar al Tribunal de Justicia (el mismo al que Ortega impugnara por la intentona antiparlamentaria) la convocatoria de una junta de expertos que evalúe la capacidad mental de la funcionaria. Según el legislador Carreño, los dichos y actos de Ortega se corresponden con un cuadro de “insania mental” comparable al que presentó el expresidente ecuatoriano Abdalá Bucaram. No se queda el señor Carreño en la intención investigativa: “Cuando hay un juicio por insania mental, incluso se recomienda la reclusión (…). A esta señora habría que recomendarle la reclusión también”, aseveró. Sería la mejor manera de acallar el valor contestatario de una personalidad a la que resulta difícil de vincular con la oposición. Aunque no imposible. Numerosos dirigentes chavistas comienzan a tildar de traidora a la fiscal y hasta protagonizaron un acto de repudio frente a su despacho exigiendo su renuncia.
No sería el primer caso. Existe el antecedente aunque no con resultados tan drásticos. Antonieta Caporale, ex ministra de Salud, fue destituida tras presentar un informe sobre el estado desastroso en que se encuentra el sistema sanitario venezolano. En lo que se consideró un duro golpe contra uno de los puntos paradigmáticos del chavismo, el informe de la titular de salud constataba el crecimiento de la mortalidad infantil en un 30%, la mortalidad materna en más del 65%, la existencia de malaria por encima del 76% y el incremento del éxodo de médicos y facultativos. ¿También estaba loca la Ministra Caporale? ¿O de buenas a primeras sufrió un proceso de conversión en menos de cuatro meses que la hizo enemiga del gobierno que la aupó en el cargo público?
Las situaciones que se dan al margen de luchas entre opositores y simpatizantes del chavismo en su versión radicalizada —que ya se puede definir como madurismo—, dejan una clara imagen de la profunda crisis política y social que viven los venezolanos y las contradicciones en las que se debate el propio sistema. Que la oposición se atrinchere contra la propuesta constituyente de Maduro enarbolando la Constitución con la que Hugo Chávez sustituyó aquella “moribunda” que le abrió el camino presidencial, es una nota más que llamativa. Pero lo es también el hecho de que Maduro pretenda liquidar o cambiar la Carta Magna que le dejó su padrino como herencia.
Al rechazo opositor de esta última maniobra se suma el de una ciudadanía hastiada de problemas de todo tipo. Violencia, falta de medicamentos, hambruna, ausencia de medicinas, corrupción, etc. Un cuadro cada vez más desesperanzador que identifica voluntades. Una encuesta realizada sobre el respaldo a la Constituyente lanzada por Maduro, apunta a que 73 por ciento de la población está en desacuerdo con el proyecto. Y si bien es cierto que la sociedad venezolana esta polarizada, no es lógico afirmar que más de la mitad de su conjunto conforme o sea parte de la llamada oligarquía reaccionaria.
Otras notas de atención las ponen continuos flujos de personas que huyen a diario través de las fronteras. Los más humildes enrumban hacia Colombia o las cercanas islas de Trinidad Tobago. Los más afortunados lo hacen a Estados Unidos, Europa o Canadá. Un éxodo de proporciones y variedad inusitada en el que la situación continental del país le hace una mala jugada al régimen bolivariano ahora bajo liderato de Maduro. Una explosión migratoria a la que no son ajenos ni siquiera los indígenas del Amazonas, que se han convertido en un problema para sus vecinos selváticos de Brasil. Más de 300 individuos de la tribu Warao han arribado a Manaos en busca de ayuda ante las pésimas condiciones que afrontan en las remotas junglas donde viven. Ni ellos en su aislamiento natural quedan exentos de las consecuencias del mal gobierno que rige la nación. ¿Acaso estarán locos estos aborígenes?
Un amigo con el que me reencontré recientemente en Miami me comentaba de sus viajes de trabajo a Venezuela varias anécdotas acerca de la violencia y el grado de desabastecimiento crecientes que ha podido palpar a través de varias de sus estancias en aquel lugar. Me aseguraba que ni en los peores días del Período Especial vivimos igual situación en Cuba. Asombrado ante una larga cola en una calle de Caracas se acercó a preguntar, al último de la enorme fila, las expectativas de compra que justificaban aquella aglomeración. “No sé. Dicen que van a vender gelatina”. La respuesta del hombre solo resulta comprensible para quien ha conocido en carne propia de esa especie de surrealismo nada mágico y mal llamado socialista ahora asentado en terreno venezolano. ¿Locura inexplicable o la resultante de una forma de gobernar que busca acallar las críticas y discrepancias señalando de insania a quienes asumen posturas responsables desde el más sano juicio ciudadano?
La subida en el tono crítico de la Fiscal apuntó a las muertes violentas ocurridas en las recientes manifestaciones, poniendo la mitad de ellas bajo responsabilidad de las fuerzas represivas dirigidas por el Gobierno. El acento de Ortega toma tintes desafiantes con su enfrentamiento a la Asamblea Constituyente convocada por Maduro y sus seguidores. La jefa del Ministerio Público no solo ha pedido al mandatario que retire su pretensión, sino que con sus argumentos erige un muro de contención irrebatible ante lo que parece ser una ofensiva brutal contra los últimos vestigios de democracia en Venezuela.
Los ataques contra la Fiscal no se han hecho esperar. El más llamativo llega en la propuesta del diputado oficialista Pedro Carreño, quien planteó la idea de solicitar al Tribunal de Justicia (el mismo al que Ortega impugnara por la intentona antiparlamentaria) la convocatoria de una junta de expertos que evalúe la capacidad mental de la funcionaria. Según el legislador Carreño, los dichos y actos de Ortega se corresponden con un cuadro de “insania mental” comparable al que presentó el expresidente ecuatoriano Abdalá Bucaram. No se queda el señor Carreño en la intención investigativa: “Cuando hay un juicio por insania mental, incluso se recomienda la reclusión (…). A esta señora habría que recomendarle la reclusión también”, aseveró. Sería la mejor manera de acallar el valor contestatario de una personalidad a la que resulta difícil de vincular con la oposición. Aunque no imposible. Numerosos dirigentes chavistas comienzan a tildar de traidora a la fiscal y hasta protagonizaron un acto de repudio frente a su despacho exigiendo su renuncia.
No sería el primer caso. Existe el antecedente aunque no con resultados tan drásticos. Antonieta Caporale, ex ministra de Salud, fue destituida tras presentar un informe sobre el estado desastroso en que se encuentra el sistema sanitario venezolano. En lo que se consideró un duro golpe contra uno de los puntos paradigmáticos del chavismo, el informe de la titular de salud constataba el crecimiento de la mortalidad infantil en un 30%, la mortalidad materna en más del 65%, la existencia de malaria por encima del 76% y el incremento del éxodo de médicos y facultativos. ¿También estaba loca la Ministra Caporale? ¿O de buenas a primeras sufrió un proceso de conversión en menos de cuatro meses que la hizo enemiga del gobierno que la aupó en el cargo público?
Las situaciones que se dan al margen de luchas entre opositores y simpatizantes del chavismo en su versión radicalizada —que ya se puede definir como madurismo—, dejan una clara imagen de la profunda crisis política y social que viven los venezolanos y las contradicciones en las que se debate el propio sistema. Que la oposición se atrinchere contra la propuesta constituyente de Maduro enarbolando la Constitución con la que Hugo Chávez sustituyó aquella “moribunda” que le abrió el camino presidencial, es una nota más que llamativa. Pero lo es también el hecho de que Maduro pretenda liquidar o cambiar la Carta Magna que le dejó su padrino como herencia.
Al rechazo opositor de esta última maniobra se suma el de una ciudadanía hastiada de problemas de todo tipo. Violencia, falta de medicamentos, hambruna, ausencia de medicinas, corrupción, etc. Un cuadro cada vez más desesperanzador que identifica voluntades. Una encuesta realizada sobre el respaldo a la Constituyente lanzada por Maduro, apunta a que 73 por ciento de la población está en desacuerdo con el proyecto. Y si bien es cierto que la sociedad venezolana esta polarizada, no es lógico afirmar que más de la mitad de su conjunto conforme o sea parte de la llamada oligarquía reaccionaria.
Otras notas de atención las ponen continuos flujos de personas que huyen a diario través de las fronteras. Los más humildes enrumban hacia Colombia o las cercanas islas de Trinidad Tobago. Los más afortunados lo hacen a Estados Unidos, Europa o Canadá. Un éxodo de proporciones y variedad inusitada en el que la situación continental del país le hace una mala jugada al régimen bolivariano ahora bajo liderato de Maduro. Una explosión migratoria a la que no son ajenos ni siquiera los indígenas del Amazonas, que se han convertido en un problema para sus vecinos selváticos de Brasil. Más de 300 individuos de la tribu Warao han arribado a Manaos en busca de ayuda ante las pésimas condiciones que afrontan en las remotas junglas donde viven. Ni ellos en su aislamiento natural quedan exentos de las consecuencias del mal gobierno que rige la nación. ¿Acaso estarán locos estos aborígenes?
Un amigo con el que me reencontré recientemente en Miami me comentaba de sus viajes de trabajo a Venezuela varias anécdotas acerca de la violencia y el grado de desabastecimiento crecientes que ha podido palpar a través de varias de sus estancias en aquel lugar. Me aseguraba que ni en los peores días del Período Especial vivimos igual situación en Cuba. Asombrado ante una larga cola en una calle de Caracas se acercó a preguntar, al último de la enorme fila, las expectativas de compra que justificaban aquella aglomeración. “No sé. Dicen que van a vender gelatina”. La respuesta del hombre solo resulta comprensible para quien ha conocido en carne propia de esa especie de surrealismo nada mágico y mal llamado socialista ahora asentado en terreno venezolano. ¿Locura inexplicable o la resultante de una forma de gobernar que busca acallar las críticas y discrepancias señalando de insania a quienes asumen posturas responsables desde el más sano juicio ciudadano?
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