Pocos imaginaron que el chavismo, que se inauguró con la presidencia de Hugo Chávez en 1999, continuado por el presidente Nicolás Maduro, ya convertido en dictador por las violaciones contínuas a la libertad y a las instituciones democráticas inscritas en la Constitución vigente, iba a terminar asesinando a los jóvenes en las calles del país e instaurando un presidio político tenebroso con la tortura, como su mejor arma de terror, según nos informa y documenta la reconocida Organización No-Gubernamental el Foro Penal de Venezuela. El intento torpe del Gobierno de Nicolás Maduro por enterrar la naturaleza democrática de la Asamblea Nacional e intentar que el Tribunal Supremo de Justicia -fiel a sus atropellos- asumiera las funciones parlamentarias, fue la chispa reciente que encendió esta rebelión masiva que volcó al pueblo venezolano a la toma de las calles por todo el país y por sus rincones. Venezuela hoy es un país colapsado y desagarrado por los asesinatos de la Guardia Nacional y de sus colectivos armados a los jóvenes que al grito de libertad se han rebelado justificadamente. Solamente en estos días que corren desde principios del mes de abril hasta el presente, 43 jóvenes han sido vilmente asesinados por esta vía. En el año 2014, en el marco de las protestas y disturbios similares que se desencadenaron en toda Venezuela por el asesinato de Héctor Moreno, un estudiante de bachillerato en Mérida, el saldo final fue de 43 venezolanos muertos. Pero además, cada día los venezolanos pasan hambre por la escasez en su canasta alimentaria básica, carecen de los medicamentos para mantener una salud adecuada en la familia, la inflación galopante los mantiene en la incertidumbre por la desvalorización sistemática de la moneda y el desempleo gigantesco les impide acceder al trabajo decoroso y digno. Si a este cuadro dantesco sumamos las epidemias de difteria, malaria, dengue, más el alto índice de mortalidad infantil y de mortalidad materna, que por solo informarlo le costó el puesto hace unos días a la ministra de Salud, la situación de Venezuela se ha tornado desastrosa e ingobernable, pero lo peor, muy cercana al genocidio por el asesinato brutal de sus jóvenes de forma cotidiana y brutal. Si Venezuela está en la calle hoy liderada por una juventud que ansía la libertad y la democracia, no es solo para derrocar a la dictadura de Nicolás Maduro, sino para exigir además: 1.- El fin de la influencia de la dictadura cubana de Raúl Castro en todas las instancias militares y de inteligencia del país. 2.- El fin del narcotráfico en los estamentos militares, que han convertido a Venezuela en un narco-estado, con el establecimiento de la ruta principal para enviar desde América Latina la droga a Europa y Estados Unidos. 3.- El fin de la corrupción que ha enriquecido a unos pocos personeros de la cúpula militar y gobernante a espaldas de las necesidades de alimentos, de medicinas y de trabajo del humilde pueblo venezolano. La tarea es compleja y ardua, porque la mano opresora del régimen comunista cubano de Raúl Castro tiene presencia directa en todos los estamentos militares y de inteligencia en Venezuela. Pero no hay fuerzas posibles que pueda derrocar a un pueblo que ha tomado las calles del país de forma pacífica para exigir democracia, libertad y paz para todos los venezolanos. América Latina y el Mundo Libre se han alineado solidariamente con el apoyo al pueblo venezolano en la calle, con excepción de los pocos países comprometidos con el chavismo, como Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Cuba y algún que otro mendigante del petróleo de Venezuela. La victoria próxima se fundamenta en la toma de las calles y el amor del pueblo venezolano por la libertad. Seamos solidarios en todas las formas posibles con este noble y bravo pueblo de Venezuela.
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