Un capital humano invalorable

  • Ariel Hidalgo
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Un capital humano invalorable

26 Apr 2014 19:13
#8111
En El Siglo de las Luces, la obra maestra del novelista cubano Alejo Carpentier, un revolucionario jacobino que enarbolara apasionadamente la causa de la libertad termina restableciendo la esclavitud a sangre y fuego en la Guayana Francesa. Siempre tuve la sospecha de que esta historia, extraída de hechos reales de la Revolución Francesa, trataba de mostrar de manera encubierta lo que realmente estaba comenzando a suceder en el proceso de la Cuba revolucionaria. Ahora, más que nunca, con la nueva ley de inversiones del gobierno cubano, no puedo dejar de recordar el argumento de esta novela.

Los mismos que impulsaron un proceso de “nacionalizaciones” de industrias extranjeras, que denunciaban la explotación de los trabajadores de los países subdesarrollados por el capital foráneo y el desangramiento de las riquezas nacionales por las “metrópolis imperialistas”, que proclamaban la defensa de los derechos del pueblo al disfrute de las recursos naturales por sobre los privilegios de la burguesía, ahora terminan por ofrecer, a esos mismos capitales, prebendas y privilegios con tal de que regresen nuevamente con sus inversiones.  Se autotitularon “vanguardia de los trabajadores”, pero ya en 1968, tras los procesos de intervenciones de terratenientes, de empresas extranjeras y de la burguesía nacional alta, media y pequeña, arrebataron a los trabajadores independientes, que no explotaban a nadie, que habían levantado lo poco que tenían con su propio esfuerzo, sus modestos medios de subsistencia, desde barberías, lavanderías y pequeños comercios hasta chinchales y carritos ambulantes. Pero su verdadero pecado estaba claro: su independencia. Pues todo tenía que estar controlado. Y en 1995, en medio de la profunda crisis del Período Especial, estos anticapitalistas inflexibles aceptaron nuevamente las inversiones extranjeras siempre y cuando el control estatal sobre la economía fuese preservado con algunas medidas: en empresas mixtas asociadas con el Estado, los inversionistas no podrían poseer más del 49 por ciento de las acciones, no se permitirían inversiones en sectores estratégicos como la industria azucarera y las riquezas naturales, y la contratación de trabajadores la realizaba el Estado, que recibiría de los inversionistas el pago de los salarios en dólares para luego pagar a los asalariados en una moneda devaluada.

¿Qué significaba esto último? ¿Que los capitalistas no tendrían la tajada mayor en la explotación de los trabajadores cubanos sino el Estado? ¿Cómo justificaba esto la dirigencia histórica?: Pues con la necesidad de mantener servicios sociales como la educación y la atención médica, lo único que justificaba poder hablar de la existencia de socialismo, servicios que año tras año fueron deteriorándose hasta que finalmente llegaron los recortes del raulato con la desfachatada retórica de que era el pueblo el culpable de que hubiera existido hasta entonces una política paternalista.

La nueva Ley de Inversión Extranjera que acaba de publicarse en la Gaceta de Cuba, ya no tiene esas limitaciones que ponían un coto al capital foráneo, sino que le concede amplias ventajas como exenciones de impuestos, un período de gracia de ocho años para el pago de los tributos y una amplia gama de sectores para la inversión, mientras que los trabajadores independientes quedan totalmente excluidos, con las mismas cargas fiscales, excesivas regulaciones y limitado campo profesional. La discriminación del trabajador cubano frente a los privilegios de la burguesía foránea es tan escandalosa que muchos de los intelectuales oficialistas han criticado la ley. Hasta Gómez Barata, considerado uno de los ideólogos del partido gobernante, ha alegado que sin la inclusión del trabajador cubano, éste no será más que “un labriego”.

Pero los inversionistas extranjeros no son idiotas. De las 402 empresas mixtas del 2002, más de la mitad han sido cerradas por supuesta corrupción. La inseguridad jurídica por ausencia de un poder judicial independiente no augura buen resultado, y aún cuando lo tuviese, se requeriría mucha paciencia para ver los primeros beneficios. En cambio, los trabajadores independientes, aunque no cuenten con grandes capitales, constituyen por sí mismos un capital humano invalorable por su creatividad. Los microcréditos darían frutos y se amortizarían en muy corto plazo, y si recibieran estímulos en igual proporción, el número de ellos se multiplicaría en todo el país para asegurar, en muy pocos años, una base social y económica sustentable. Lamentablemente la dirigencia histórica confía mucho más en el gran capital que en su propio pueblo.
infoburo@aol.com
  • José Manuel Palli
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Re: Un capital humano invalorable

26 Apr 2014 21:58
#8112
Muy buena columna, Ariel, pero no entiendo el tìtulo....

Si te refieres al pueblo de Cuba como "un capital humano invalorable" -y de ser asì, coincido plenamente contigo-, es muy triste lo que voy a decir pero me parece que la valoraciòn que unos cuantos de nuestros compatriotas que ademas son nuestros vecinos en Miami le dan a ese mismo capital humano se acerca mucho al desprecio...

Ademàs, no entiendo que es lo que deben (o debemos) hacer los cubanos: ESPERAR?

Esperar a que Cuba acepte y cumpla con las condiciones que algunos pretenden imponerle a través de nuestro "alter ego", que no otro rol juegan a esta altura del partido los EEUU a través de su fracasada y obsoleta "politica" dirigida a aislar a Cuba?

Esperar a que se mueran todos los que aparecìan en las dos pàginas centrales de aquel album de postalitas de La Revoluciòn? Yo se que muchos esperan por la muerte de Fidel, y luego esperaràn por la de Raùl ( a menos que hubiera un enroque entre ellos), pero al paso que està cambiando Cuba lo que tenemos enfrente me recuerda a lo que en alguna mueblerìa de nuestro patio llaman "Castro convertible": puede que para cuando se muera el ùltimo de los que se tienen que morir, la situaciòn en Cuba, aunque seguramente no serà de nuestro gusto, resulte ser del gusto de ese invalorable capital humano. Y entonces habrà llegado la hora de... seguir esperando, claro.

No hay alguna otra cosa que podamos hacer que no sea esperar?... A veces me parece que es que estamos "auto-condicionados" para esperar; que son las propias condiciones que nosotros pretendemos imponerle al curso de la historia las que nos obligan y nos dejan sin otro remedio que esperar.
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