Y el cubano dijo:

Y dijo el cubano:
La verdad yo no quiero mucho. Me conformo con poder caminar tranquilo por la calle de mi pueblo sin que alguien me pregunte lo que llevo en la jabita.

Me conformo con llegar a la esquina y pedir un cafecito aunque me cueste un peso - no tres kilos como antes - pero ganados con mi trabajo.

Me conformo con llegar a la parada de la guagua sabiendo que va a pasar.

Me conformo con poder ir a mi iglesia si quiero y mandar a mis hijos a la escuela que yo quiera y enseñarles los principios que yo quiera porque son mis hijos.

Me conformo con salir por la mañana a mi trabajo y ganar lo que me tengo que ganar para mantener a mi familia como debe ser.

Me conformo con saber que no es delito comprar un pedazo de carne o un litro de leche como en todas partes.

Me conformo con ser dueño de mi vida en mi país sin que nadie me diga cómo debo pensar o que debo decir.

Me conformo con vivir en libertad.

También dijo un cubano en enero del 59 después de la huida de Batista (el culpable mayor) : « Gracias Fidel ».Y luego pegó en la puerta de su casa un letrerito que decía: “Fidel, ésta es tu casa”.
Muchos cubanos, millones de ellos lo imitaron. Miles de calcomanías en los autobuses y en los automóviles repetían “gracias Fidel”.

Cuando Fidel preguntó: “¿Armas? ¿Para qué?”, el cubano dijo:
“Está muy bien, ya ganó la Revolución. Ya no necesitamos armas.”
Pero al cubano no le extrañó en absoluto que se crearan las Milicias Revolucionarias.

Yo vi luego en Mayami a algunos de ellos, convertidos en rabiosos antifidelistas, que en el 60 desfilaban por las calles de La Habana, en uniforme, cantando algo que sonaba como:

“uno, dos, tres, cuatro.
Comiendo "m" y gastando zapatos.”

En una manifestación multitudinaria, a la cual reconozco que fui, en 1959. Fidel vociferaba:
“ […] Y vamos a crear comités para saber quién es quién”.
¡El pueblo aplaudía! Fidel seguía diciendo:
“En cada barrio, en cada manzana, en cada edificio haremos Comités de Defensa de la Revolución para saber quién se reúne con quién”
La muchedumbre seguía aplaudiendo y, desenfrenada, gritaba desaforadamente “¡Fidel!” “¡Fidel!”
Lo sé. Yo lo oí. Estaba allí.

Empecé a tener mis dudas y un día le pregunté lo que pensaba a un vecino, mucho mayor que yo, en quien tenía confianza. Me contestó:
“Fidel es para nosotros los cubanos un salvador. Fíjate que en su primer discurso en La Habana, una paloma blanca, el símbolo del Espíritu Santo, se le posó en el hombro. Tengo en él una confianza absoluta”. (Completamente surrealista ¿verdad?)

Después, sindicalistas cubanos renunciaron ellos solitos, entre otras cosas, al derecho de huelga.
Periodistas de la radio y de la televisión renunciaron a su verdadera misión y crearon el FIEL (Frente independiente de emisoras libres; fiel a Cuba, fiel a la Revolución…)

Empleados cubanos ponían en las fachadas de sus empresas banderolas que decían:
“Pedimos intervención”.
¿Sabrían lo que estaban pidiendo? Y… el gobierno revolucionario, para complacer al pueblo, las intervenía.

Muchas cosas dijo el cubano. Y mea culpa. A los dieciséis y diecisiete años también las repetí yo.
Sin embargo, cuando mi primo Pedro Luis se llevó un avión y declaró en EEUU que había oído a Fidel decir repetidas veces que iba a implantar en Cuba un régimen como el de Rusia, nadie le hizo caso.
Cuando Fidel dijo que Urrutia era un traidor que acusaba de comunista a su revolución que era verde como las palmas, el cubano se lo creyó.
Cuando el formidable actor barbudo renunció, el pueblo unido que jamás será vencido le suplicó que volviera, y Fidel volvió para complacer al pueblo.

Cuando la verdadera cara roja de la Revolución se vio por fin bajo la máscara verde como las palmas, ya era un poco tarde. El cubano empezó entonces a decir :
“Yo me voy de aquí, lo jamericano no van a pedmitil un gobierno comuni’ta a 90 milla, despué podremo volbel y recobral-lo toíto”.
Cada tarde, al volver de la universidad mi madre me decía lloriqueando:
“Fulanita se fue” “Fulanito se fue” “Dicen que lo jamericano no van a pedmitir…”.

Pero lo único que hicieron "lo jamericano" fue bombardear Columbia para tratar de destruir en tierra a la aviación de Fidel sin saber “al parecer” que los aviones estaban en San Antonio de los Baños y luego, unos días más tarde tirar a un grupo de exiliados en Playa Girón, en un lugar absurdo, donde no podían recibir apoyo terrestre, sin logística de ninguna clase y sin el apoyo aéreo prometido.
Todo esto en un momento en el que, a mi parecer, Fidel – probablemente a causa de sus discursos demagógicos que magnetizaban a la muchedumbre y también a la extraordinaria ingenuidad del pueblo cubano - tenía todavía en el país un gran sostén popular.

Hoy, cincuenta y cinco años más tarde el cubano sigue diciendo…

Pues yo me atrevo a decir:
¡Tá güeno ya!

Si no estamos dispuestos a aceptar que entre cubanos no puede haber enemigos sino, a lo sumo, adversarios políticos que aunque nos cueste tenemos que respetar.
Si no estamos dispuestos a aceptar que tenemos que trabajar juntos por el bien común “con todos y por el bien de todos” como bien dijo mi ilustre tío bisabuelo.
Si no estamos dispuestos a unir nuestros esfuerzos desinteresadamente sin la intención de sacar algún provecho político o económico.
Si no pensamos, como Gandhi, que podemos morir por muchas causas nobles pero jamás matar por causa alguna.
Si no estamos totalmente convencidos de que la patria es ara y no pedestal.
Entonces será mejor que nos callemos la boca y que sencillamente sigamos jugando al dominó y tomando café.
Yo me iré entonces con

¡Amén!

Espero que, después de estos 55 años, hayamos aprendido la lección. Se aprende más de los errores que de los aciertos.