Nunca más seremos los mismos. Como el 11 de septiembre, que golpeó y creó un nuevo acontecer para los habitantes de los Estados Unidos, el coronavirus está transformando la existencia de millones, que tratan de adaptarse a los nuevos cánones de vida de aislamiento, en medio de enormes temores al contagio.
La humanidad espera que se detenga el avance del mortal virus y se encuentre una vacuna eficaz para frenar la pandemia.
La economía mundial, hundida en el desastre, espera días mejores, con el regreso al trabajo y activación de las empresas, hoy paralizadas debido a la cuarentena.
El nuevo coronavirus ha provocado al menos 114.539 muertos en el mundo desde que apareció en diciembre. Han sido 5 meses de contagio, muerte y recuperación de algunos, que nunca serán los mismos, por el daño en sus pulmones.
Con intención, o sin ella, el gobierno comunista chino es culpable de la pandemia y está tratando de sacar provecho de la catástrofe para su propia ganancia.
Lo lógico sería que el mundo razonara y no adquiera más productos chinos.
"Made in China" es la etiqueta que encontramos a diario en casi todos los productos que llenan los estantes de nuestros mercados. La mercadería hecha en China, asequible por años, se ha hecho parte integral de nuestras vidas.
La labor barata de millones de chinos ha creado una industria sin competencia, por lo fácil de adquirir para el consumidor.
Va a ser difícil crearnos una nueva mentalidad contra el abusos del régimen comunista de Beijing por la gran saturación mundial del mercado, pero por algo hay que comenzar, para iniciar la gran venganza, contra un sistema que nos ha acarreado tanto daño.