El reciente atentado terrorista de Manchester dejó una huella sangrienta que a muchos supone la acción más brutal de las últimas ocurridas. Veinte y dos víctimas mortales, casi todas vidas adolescentes, entre ellas una niña de ocho años, deja ver con claridad el móvil que anima a quienes perpetran estos actos. El objetivo es crear el máximo de horror sin importar quienes sean centro del crimen. Incluso mientras más inocentes, mejor será para los asesinos. La frase con la que el autodenominado estado islámico calificó a los caídos y al concierto de Ariana Grande (una reunión de cruzados) resulta suficientemente ilustrativo de esa mentalidad de odio irracional que les caracteriza.
Pero ya con la mente más fría al hacer recuento de los últimos sucesos acaecidos en diferentes zonas del planeta se puede apreciar que aunque el de Manchester resalta en las noticias por lo horripilante de las escenas y la forma en que se cometió, el balance mortal no supera a otros cometidos en Iraq, Siria, Nigeria o Afganistán. Algunos a pocos días del episodio de Inglaterra. Las mismas organizaciones que dicen combatir al mundo occidental hacen caer sobre musulmanes la violencia de las bombas dejando centenares de muertos y heridos.
De los aspectos a destacar en la explosión que puso trágico cierre al concierto de Grande, se encuentra el perfil del ejecutor de la masacre. Nuevamente coincide con la figura de un europeo por nacimiento, hijo de emigrantes, en este caso con el agravante de que estos fueran acogidos como refugiados políticos que huían de la represión del dictador libio Gadafi. Se habla de dificultades con la integración, de fallos en las políticas de acogida, rechazos de tipo cultural, tratos injustos hacia los árabes asentados en Europa, etc. Pero nada de lo aducido por cierto que pueda ser en algún caso, justifica esta reacción. ¿Qué integración sería necesaria para que los refugiados y emigrantes, más aún sus hijos nacidos dentro de esa cultura occidental, se sientan totalmente atendidos? En Alemania, por ejemplo, un padre tuvo que reclamar en la escuela de sus hijos el tipo de comida que ofertaba el centro, en la que se había eliminado del menú todo tipo de alimento que contuviera carne de puerco. La respuesta de la dirección ante la ausencia de ese tipo de comidas es que con esto se evitaba ofender a los alumnos musulmanes que recién habían ingresado de países en conflicto, como Siria. En la misma Alemania se puede constatar la manera en que los turcos mantienen sus costumbres y manera de vivir en los barrios que ocupan, totalmente de espaldas a la realidad que les rodea. Y el propio Reino Unido se cataloga como un país de integración cultural, donde conviven personas de diferentes partes del mundo que conservan sus costumbres y modo de vida original.
Se ha criticado fuertemente a los servicios de inteligencia ingleses, aparentemente poco efectivos contra un elemento que tenían en la mira y se les fue de control sorpresivamente. Pero el error, si lo hubo, radica precisamente en el momento determinado para actuar, algo que es común en otros países europeos. La diferencia la marca España, país donde se pone en práctica una intervención profiláctica, cuya experiencia debería extenderse a otras partes. Para las autoridades españolas basta que una persona se interese en páginas que hagan apología integrista o radical, que distribuya ese tipo de información o que tenga intensión de viajar a zonas envueltas en ese tipo de conflictos, para tomar acción aplicándoles el delito de radicalización.
Dos hechos ocurridos en días cercanos al acto suicida de Salman Abedi contra adolescentes como él, cabe destacar que la peor señal, tal vez más preocupante por terrorífica, se perfiló a través de dos noticias. La primera refiere al mayor ciberataque ocurrido en estos tiempos de comunicación informática digitalizada. Doscientos mil usuarios en 150 países se vieron afectados el pasado 14 de mayo por un ataque que paralizó computadores que operaban las redes hospitalarias Gran Bretaña o las empresas que controlan los ferrocarriles de Alemania. Fábricas, bancos agencias gubernamentales, universidades y sistemas de comunicación de España, Rusia, Ucrania, China, Brasil y Norteamérica sufrieron el impacto del ataque pirata.
La preocupación merece un subrayado con mayúscula. Resulta horrible imaginar los daños que pueda causar la intervención de personas sin escrúpulos que usen esas tecnologías como vía para atacar a la civilización, prácticamente indefensa ante una situación similar. Aviones en pleno vuelo, operaciones de control aéreo, el trabajo de hospitales, datos de relieve, incluso el manejo de armamentos sofisticados, todos a merced de esta plaga criminal. Esa es el aviso que deja el ciberataque de mayo.
El otro hecho, aunque de menor alcance, no debe pasar desapercibido. Se trata del caso de una jovencita de 17 años encontrada culpable de terrorismo en Dinamarca. El caso cierra tras dos años de iniciadas las investigaciones, cuando la estudiante con apenas 15 años fue detenida al intentar colocar bombas en dos escuelas. La joven, captada por elementos islamistas, fue acusada de agredir a un custodio del centro donde estaba retenida. En una carta hallada en su celda afirma que si no llegó a usar el velo islámico lo hizo para engañar a los “infieles” y justificó la agresión al guardia a la participación de este como soldado en Irak, algo inaceptable y que debía ser castigado, según escribió la agresora. A tal extremo puede llegar este fanatismo inducido y ante el cual no existen límites de neutralidad.
Y mientras estas cosas ocurren, en Estados Unidos varias voces se alzan contra el actual presidente acusándole de pasar informaciones sensibles a Rusia sobre planes terroristas para hacer explotar aviones mediante el uso de laptops y tablets. Cuando precisamente los hechos están llevando al mundo a una nueva etapa de colaboración para trabajar unidos contra el terrorismo, mayor enemigo que enfrenta la civilización humana, se obvian los detalles importantes entre banalidades, luchas sin sentido de carácter ideológico o simplemente dejando brechas útiles para quienes quieren implantar su estado de terror. De no tomar acciones conjuntas y decididas perores cosas que las de Manchester se verán.
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