Humanismo

Aunque por doquier sigas escuchando voces que claman por violencia, muerte y revoluciones, la única revolución que queda por hacer es dentro de ti, tomar conciencia de que la verdadera fuerza está en tu interior, porque el poder de los sin poder, todos unidos, es más fuerte que la suma de los poderes de este mundo, y porque tu voz, multiplicada en millones de voces, puede, sin necesidad de violencia, ni física, ni verbal, derribar como trompeta de Jericó, las murallas de la opresión y el oprobio.

Te han hablado de un dios celestial inalcanzable, pero yo te digo que Dios está en ti mismo, que si se encuentra en algún cielo, es en tu cielo interior, más cerca de ti que tu propia respiración, que no necesitas intermediarios para alcanzarlo, con un solo principio y un solo camino: el amor y la paz, y que no hay más decoroso altar que el que se levanta en la propia conciencia.

Aunque te hablen de capitalismo y comunismo, yo te digo que la única ideología verdadera es el humanismo, donde el hombre –hembra o varón–, sea el centro del proceso de creación de riquezas, donde los trabajadores no sólo tengan derecho a consumir los bienes de consumo, sino además, ser también poseedores de los bienes de producción que los generan, y no donde todo gire en torno al capital o al Estado. Aunque te hablen de gigantescas corporaciones y de gobiernos totalitarios, lo único real es el ser humano de carne y hueso, los hombres y mujeres laboriosos, creadores y batalladores de donde todo surge y se sostiene.

Quizás te hayan dicho que la democracia consiste en ratificar candidaturas dictadas por un Estado todopoderoso, o que es aquella donde los partidos se comprometen con los potentados a cambio de contribuciones de campaña. Pero yo te digo que sólo sería aquella donde cada candidato tenga las mismas oportunidades de los demás para divulgar sus ideas y propuestas, donde ningún partido ni Estado pueda controlar el voto de los ciudadanos, donde ningún candidato requiera la sumisión ante élites absolutistas o altas sumas de grandes corporativos.

Has oído decir que lo ideal es el estado de derecho, ¿pero de qué sirve la igualdad ante la ley, cuando en el mundo real las cárceles se atiborran de gente pobre, y los supuestos representantes del pueblo se doblegan ante los ricos, porque quien tiene fortuna compra legisladores, funcionarios públicos, y los mejores cuerpos de abogados? Yo te digo que hay algo más allá: el estado de plena satisfacción de los derechos, donde los trabajadores o cualquier ciudadano común, autosuficientes por crear por sí mismos sus riquezas con sus propios medios de vida, y sin tener que someterse a nadie, elijan a sus candidatos sin interferencias burocráticas.

Antes de creer a los gobernantes que dicen representar legítimamente a sus gobernados, preguntemos primero a éstos, en cualquier calle o paraje de campo, lo más importante: bajo qué techo viven, qué comen y qué visten, y luego si su voto sirve de algo, si disfrutan del respeto a su integridad física, la educación, la atención médica, la libre expresión de sus ideas, de los bienes naturales de un medio ambiente sano, de practicar artes y deportes, y de imparcialidad de la justicia.

Esto es lo real. Todo lo demás, como democracia o socialismo, son meras palabras abstractas con las cuales los poderosos de uno u otro signo intentan muchas veces ocultar… la carencia de todo lo anterior.

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