La Verdad y el Relativismo moral en la Iglesia y en la Sociedad
- Yoandy Izquierdo
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La Verdad y el Relativismo moral en la Iglesia y en la Sociedad
01 Nov 2023 19:10
En los tiempos que corren, catalogados por algunos expertos no como una época de cambios sino como un cambio de época, el valor de la verdad no deja de ser una razón para preocuparse. Las prácticas ciudadanas y de los gobiernos, en algunos casos, tienden a alejarse de la verdad como única fuente para responder coherentemente a los desafíos del presente y del futuro de la humanidad. La búsqueda constante de la verdad es un imperativo para todos los tiempos.
Si entendemos la verdad como una característica esencial de la realidad, narrada, descrita y vivida tal como es, podremos seguir el camino de la concordancia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Esa es la manifestación objetiva o real de todo lo que podemos crear y guardar en nuestra mente y en nuestro corazón.
La verdad cuesta, como cuesta ser coherente, pero es la mayor forma de liberación humana. Existen múltiples deformaciones de la verdad que no son, precisamente, decir mentiras. También está, la más clásica deformación de decir parte de la verdad, ocultando aquello que sabemos de antemano no va a ser bien visto, acogido o que provocaría reacciones que no se quieren experimentar. Acomodar el discurso para caer bien, para no rozar, respetuosamente, con algo que no estamos de acuerdo, es no ser fieles a la propia esencia y conciencia, y puede llevarnos, pendiente abajo, hacia una vida en la doblez. Ser una persona en el ambiente de la iglesia y otra muy distinta en el mundo del trabajo, al punto de ocultar en el trabajo, las enseñanzas y la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, y por otro lado, intentar colar en la Iglesia los estilos del mundo, del trabajo con el Estado o el sindicato, los métodos y simulaciones de la mundanidad en que vivimos…, no es vivir en la verdad.
La verdad lleva de la mano, implícitamente, la coherencia. No solo ocultar, sino también cuidar nuestros comportamientos en el sentido de manifestarse de diversas formas de acuerdo al medio, sin tener columna vertebral que articule nuestra esencia, es ir caminando poco a poco en detrimento de la verdad.
La verdad es primordial para toda persona, máxime para quienes prestan su servicio a la sociedad y al país en general. Así como en las distintas civilizaciones contemporáneas se “filtran” o se revelan ciertas verdades ocultas que terminan con la destitución de un cargo público, así va degradándose la persona humana cuando vive su vida en la mentira.
La verdad es un valor vinculado a la honestidad. Cuesta más mentir que vivir en la verdad. Mantener una mentira por mucho tiempo es imposible, es vivir en un ciclo de negatividad y es construir una realidad paralela que, a la larga, no satisface a la persona que sucumbe ante esta tentación.
Con la verdad por delante, por muy fuerte que sea, hay solución, siempre estamos a tiempo, en todo momento existe la posibilidad de perdón y reconciliación. El hombre debe crecer en compromiso constante con la verdad.
A través de la verdad construimos relaciones humanas fuertes, con unos cimientos difíciles de destruir y una armonía duradera que nos permite empatizar, nos hace más cercanos a las personas que queremos o con las que deseamos tener un proyecto en común. La vida en la verdad salva las relaciones humanas, fortalece los proyectos comunes y construye, nunca destruye. Son muchos los ejemplos de lo que se ha perdido o malogrado con el uso de la mentira.
Algunas actitudes para vivir en la verdad pueden ser:
La persona humana tiene la necesidad y el imperativo de vivir en la verdad. Es característica de una conciencia bien formada: recta, verdadera y cierta, el hecho de sentir un natural rechazo y aversión por la mentira. La verdad es universal y absoluta, sale a flote siempre y en todo lugar, para todos y en todos los tiempos. Para los cristianos y para todos los hombres de buena voluntad Jesús lo dice claramente: “la verdad nos hará libres”.
Si entendemos la verdad como una característica esencial de la realidad, narrada, descrita y vivida tal como es, podremos seguir el camino de la concordancia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Esa es la manifestación objetiva o real de todo lo que podemos crear y guardar en nuestra mente y en nuestro corazón.
La verdad cuesta, como cuesta ser coherente, pero es la mayor forma de liberación humana. Existen múltiples deformaciones de la verdad que no son, precisamente, decir mentiras. También está, la más clásica deformación de decir parte de la verdad, ocultando aquello que sabemos de antemano no va a ser bien visto, acogido o que provocaría reacciones que no se quieren experimentar. Acomodar el discurso para caer bien, para no rozar, respetuosamente, con algo que no estamos de acuerdo, es no ser fieles a la propia esencia y conciencia, y puede llevarnos, pendiente abajo, hacia una vida en la doblez. Ser una persona en el ambiente de la iglesia y otra muy distinta en el mundo del trabajo, al punto de ocultar en el trabajo, las enseñanzas y la aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia, y por otro lado, intentar colar en la Iglesia los estilos del mundo, del trabajo con el Estado o el sindicato, los métodos y simulaciones de la mundanidad en que vivimos…, no es vivir en la verdad.
La verdad lleva de la mano, implícitamente, la coherencia. No solo ocultar, sino también cuidar nuestros comportamientos en el sentido de manifestarse de diversas formas de acuerdo al medio, sin tener columna vertebral que articule nuestra esencia, es ir caminando poco a poco en detrimento de la verdad.
La verdad es primordial para toda persona, máxime para quienes prestan su servicio a la sociedad y al país en general. Así como en las distintas civilizaciones contemporáneas se “filtran” o se revelan ciertas verdades ocultas que terminan con la destitución de un cargo público, así va degradándose la persona humana cuando vive su vida en la mentira.
La verdad es un valor vinculado a la honestidad. Cuesta más mentir que vivir en la verdad. Mantener una mentira por mucho tiempo es imposible, es vivir en un ciclo de negatividad y es construir una realidad paralela que, a la larga, no satisface a la persona que sucumbe ante esta tentación.
Con la verdad por delante, por muy fuerte que sea, hay solución, siempre estamos a tiempo, en todo momento existe la posibilidad de perdón y reconciliación. El hombre debe crecer en compromiso constante con la verdad.
A través de la verdad construimos relaciones humanas fuertes, con unos cimientos difíciles de destruir y una armonía duradera que nos permite empatizar, nos hace más cercanos a las personas que queremos o con las que deseamos tener un proyecto en común. La vida en la verdad salva las relaciones humanas, fortalece los proyectos comunes y construye, nunca destruye. Son muchos los ejemplos de lo que se ha perdido o malogrado con el uso de la mentira.
Algunas actitudes para vivir en la verdad pueden ser:
- La observación sistemática de la realidad que nos circunda para llegar a un análisis de la realidad certero, integral y bien aterrizado.
- Hablar confiadamente con nuestros padres, hijos, familiares, amigos, anteponiendo las cosas como son, con respeto pero sin edulcorar la realidad. Caer y levantarse, equivocarse y pedir perdón. La honestidad siempre.
- No mentir ante ninguna circunstancia, ni acusar a los demás injustamente para poner en práctica aquello de que hablando mal de los demás y tergiversando la realidad quedamos en una mejor posición.
La persona humana tiene la necesidad y el imperativo de vivir en la verdad. Es característica de una conciencia bien formada: recta, verdadera y cierta, el hecho de sentir un natural rechazo y aversión por la mentira. La verdad es universal y absoluta, sale a flote siempre y en todo lugar, para todos y en todos los tiempos. Para los cristianos y para todos los hombres de buena voluntad Jesús lo dice claramente: “la verdad nos hará libres”.
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