Día Internacional del Trabajo

El pasado sábado 2 de mayo, la Solidaridad de Trabajadores Cubanos (STC) celebró en la ciudad de Miami, su acostumbrada cena de confraternidad en conmemoración del 1ro de mayo, Día Internacional del Trabajo. En la ceremonia de bienvenida, tuve el gusto de dar la bienvenida a los asistentes a nombre del Secretariado Ejecutivo de la STC y trasmitirles el siguiente mensaje, que comparto con todos los lectores de este FORO:

“Estimados invitados, a nombre del Secretariado Ejecutivo del la STC queremos unirnos a nuestra delegación de Miami, para darles la bienvenida a esta cena de confraternidad que por años hemos celebrado en conmemoración del 1ro de Mayo, día Internacional de los Trabajadores, en la que como siempre compartimos con familiares, amigas y amigos, y hermanas y hermanos de otras organizaciones, momentos de memorias pasadas, de amistad y de esa solidaridad, entre todos y para con todos los seres humanos, que predicamos en la STC.

Los trabajadores en el mundo se encuentran ante un mundo global donde existe «un desorden establecido» y una exclusión galopante. Un mundo, en el que según el Papa Francisco, existe un «trabajo que esclaviza», refiriéndose a las personas que «en todo el mundo, son víctimas de este tipo de esclavitud, en la que es la persona la que sirve al trabajo, mientras debe ser el trabajo el que brinde un servicio a las personas para que tengan dignidad». Afirmando el Sumo Pontífice, su convicción de que solo «en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida».

Seguimos encontrándonos ante un mundo donde sigue sin haber pan para todos y las riquezas siguen pésimamente distribuidas. Un mundo donde los bienes espirituales, como la libertad y el pleno respeto a la persona humana, de mucho mayor valor, son ignorados o conculcados. Ante este panorama el movimiento de los trabajadores tiene como deber de conciencia, contribuir a que en el mundo haya mas justicia, mas libertad, más paz y que la dignidad plena de todas y cada una de las mujeres y de los hombres sea más respetada.

Hoy al igual que ayer, los trabajadores cubanos y el pueblo en general, siguen viviendo en una «felicidad estatizada», ahora con cambios para que nada cambie o con cambios para que los que estén en el poder sobrevivan un día más. Una situación que resulta inaceptable, tanto para los que nos encontramos aquí, como para los que se encuentra allá, que es donde se reciben los golpes, donde se sufre la marginación y la persecución.

Sin embargo, la STC ve con esperanza aproximarse la aurora postergada, que por tantos años hemos soñado. Donde la libertad y la paz, obra de la justicia, tengan por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia cubana. La STC cree que todos juntos, como el solo pueblo que somos, y con el aporte de todos y los esfuerzos de todos, la alcanzaremos.

Finalmente, vemos ante el panorama actual, como afirmáramos en otra cena como esta, que los motivos de esperanza para lograr esa aurora postergada de todos los trabajadores y del pueblo cubano, «no pueden cifrarse exclusivamente en los que rigen y gobiernan, antes bien tenemos que seguir cifrándolas en los que sufren y callan en tantos rincones oscuros, edificando en silencio, sacrificadamente, los más sólidos pilares de un país un poco mejor, de una Cuba inspirada en los principios y valores fundamentales, de aquellos cubanos de buena voluntad que a lo largo de nuestra historia, ayudaron a forjar la nación cubana».”

Acabo de leer el mensaje de bienvenida de Siro del Castillo a los invitados de la cena anual de confraternidad del Primero de Mayo que tradicionalmente ofrece STC (Solidaridad de Trabajadores Cubanos).

El mensaje de Siro me resultó bellísimo, por su sencillez, por lo sentido y por lo compacto y, a la vez, certero.

Quisiera, entonces, y por esta vía, hacerle llegar mis felicitaciones a Siro, conjuntamente con la siguiente propuesta, que requiere una breve explicación.

Ayer tuve ocasión de presenciar, en un almuerzo celebrado en medio de la conferencia eMerge en el Centro de Convenciones de Miami Beach, un panel de emprendedores cubanos (empresarios es la palabra adecuada, ya que a ellos mismos no les gusta mucho que se los llame “cuentapropistas” ), cada uno de ellos al frente de un negocio privado en la Cuba actual. Alguno de los empresarios panelistas mencionó que eran muchos los cubanos en la isla que no veían con buenos ojos la actividad que ellos realizaban. En cuanto la sesión se abrió a las preguntas del muy reducido numero de comensales, comenté que aquí en Miami también pudiera haber muchos cubanos que no vieran con buenos ojos las actividades que ellos, los panelistas, realizan en Cuba, y que ese rechazo, en no poca medida, se debe a la falta de comunicación y de conocimiento recíproco entre los que habitamos las dos orillas del Estrecho de la Florida.

Les pedí a los cuatro panelistas que cada uno de ellos nos describiera como era su relación con sus empleados bajo la legislación cubana actual (alguno de ellos tiene ya cerca de cuarenta empleados), ya que, en mi humilde opinión, ese tema, el de los derechos de los trabajadores en Cuba, es uno de los que mas “roncha” levanta o hace entre nosotros los Miamenses. Las respuestas, el diálogo que mi pregunta generó, resultaron sencillamente fascinantes.

Y aquí viene mi propuesta / pregunta a Siro.

Quisiera reunir en un panel a algunos de estos empresarios cubanos, antes de que regresen a la isla, para que, ante un publico un poco mas numeroso, cuenten lo que me contaron a mi ayer. Y me encantaría, Siro, que tu fueras parte de ese panel, para explicarle –a los empresarios cubanos y al público- como era el derecho laboral en Cuba antes de 1959, y comparar aquel derecho de antaño con los derechos de los trabajadores hoy día, en EEUU, en Cuba y en el mundo (de la misma manera compacta y certera con la que te dirigiste a los comensales de la cena de STC el pasado Primero de Mayo, de ser ello posible).

Cuando existe un gobierno abusivo que llega al extremo de organizar la sociedad según lineamientos absolutistas o totalitarios, el fruto venenoso de esa gestión suele ser la división, la pugna implacable, la envidia y la cruel represión que se manifiesta escalonadamente a muchos niveles. El poder absolutista o totalitario gobierna en medio de una anarquía estratificada que es provocada para debilitar constantemente a los adversarios abrumados por rencillas internas, desconfianza y rivalidades de protagonismo.

Por eso vemos tanto rechazo a las ideas distintas, aun entre muchos que se creen promotores de la democracia cubana, y prevalecen la desconfianza y la sospecha en los propósitos y ambiciones del prójimo. Y esto viene de lejos, desde las rencillas, envidias y venganzas que arrasaron con la Revolución de Yara y prolongaron 20 años más la guerra independentista cubana contra la satrapía colonial.

Esto sólo puede subsanarse mediante el diálogo respetuoso con un enfoque específico a los temas y a las soluciones y no a las personas. El problema consiste en que para que exista un diálogo civilizado es indispensable la voluntad de ambas partes. No se puede dialogar cuando una de las partes pone todas las condiciones y la otra no tiene otra opción que acatarlas. Tampoco se puede dialogar cuando ambas partes fijan sus posiciones y las califican de irreductibles sin intención alguna de negociar y transar. El diálogo es más fácil cuando su único condicionamiento es el respeto mutuo.

El gobierno cubano no contribuye a fomentar condiciones favorables al diálogo nacional. Apenas un mes más tarde de haber "celebrado" el Día Internacional del Trabajo con un desfile militar, ese mismo gobierno entorpece los viajes y relaciones con la Organización Internacional del Trabajo de sus propios trabajadores y no permite la formación legal de gremios o sindicatos independientes (más detalles sobre esto en ESTE REPORTAJE ).

El síndrome de la intransigencia que ha sembrado el gobierno cubano ha contaminado a varias generaciones y se manifiesta a veces con igual dureza entre los "demócratas" del exilio. Pero es evidente que la solución no depende de la rendición incondicional del adversario sino de un proceso de negociación enmarcado en el respeto por los derechos humanos.

La propuesta que le hace José Manuel a Siro es muy pertinente, porque "hablando la gente se entiende". El problema es que unos dejen hablar a los otros y que los adversarios respondan sosegadamente, con argumentos y sin descalificaciones personales. "El respeto al derecho ajeno es la paz" y la interacción que fomente ese respeto debe realizarse "con todos y para el bien de todos".