¿NO SERÍA MUYCONVENIENTE QUE JOE BIDEN Y VLADIMIR PUTÍN CONVERSARAN EN PRIVADO?
Es innegable que oyendo y observando por aquí y porallá, en discursos o en comentarios, hay en general una gran inquietud subyacente ante la posibilidad de que el presidente de la Federación Rusa, de verse contra la pared, humillado en gran medida, desesperado y fuera de sus cabales -una vez más- debido al cada vez más evidente fracaso militar en Ucrania, optase por lo que nadie imaginara o previera poco tiempo atrás: el uso de alguna arma nuclear táctica. Y ni pensar en una estratégica, cuya radiación pudiese llegar a toda Europa y al mismísimo Moscú, dependiendo del viento y de otras condiciones atmosféricas.
Debemos reconocer que durante los gobiernos de Petro Poroshenko y Donald Trump se perdió una oportunidad única de resolver la disputa territorial ruso-ucraniana, cuyos motivos no son algo en blanco y negro y simples de describir, sino una mezcla de aspiraciones territoriales rusas -en parte por la nostalgia
ex-soviética-, un profundo patriotismo lleno de rencor justificado por parte de
Ucrania, más originalmente un “sano” deseo de algunos habitantes rusófilos de
la frontera por obtener una especie de autonomía en las provincias de Donbas y
Lukansh.
En muy pocas líneas diríamos que dadas las aceptables buenas relaciones en aquel momento de nuestro país con el presidente ucraniano y el de Rusia, hubiese sido fácil llegar a algún “acuerdo” conrespecto a Crimea y haber declarado de una forma dialogada, con la garantía, por ejemplo, de la Unión Europea y China, autónomas a las dos provincias, con libre cruce de fronteras y libertad para usar tanto el ucraniano como el ruso, según exigían. Pero esa tarea que quedó pendiente puede actualizarse.
Es cierto que tanto el presidente de Francia Emmanuel Macrón, como el de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, así como varios ejecutivos de países vecinos y otras figuras como el Papa y el Secretario General de la ONU han tratado de disuadir a Putín para suspenda la injustificada e irracional agresión a Ucrania. También es cierto que hasta ahora esas gestiones han sido infructuosas. Por lo tanto, un par, más o menos similar a él en poderío, pudiese más realísticamente influenciarlo de una manera más contundente.
Y es aquí donde se hace imprescindible que Biden tome la iniciativa y llame a
Putín en un tú por tú, como diríamos, entre dos colegas, a pesar de las
inusuales ofensas vertidas públicamente por el presidente norteamericano contra
Putín. Que lo escuche pero que a la vez le hable muy seriamente que esa guerra
debe detenerse ya. Que le ofrezca algún “alivio”ensus intentos para que acepte una salida diplomática poniendo, como se dice, los pies en el suelo ante lo irrealizable de su proyecto y su real fracaso.
Una franca conversación que logre que ni su nación –ni él en particular- luzcan tan humillados y que el presidente Zelenski -a pesar de su patriotismo, razones y circunstancial envalentonamiento- pueda aceptar aunque fuese contra su sentir y lograr, al menos, un alto al fuego. Los pagos de reparaciones serían tratados en el futuro.
Estas conversaciones de nuestro Presidente con los dos dignatarios tiene que ser privada, reservada, sin cintillos, sin fotógrafos, sin filtraciones
periódisticas mientras no se hable públicamente por los interesados.
De seguro que si Biden logra este arreglo, aunque fuese tras bambalinas, el mundo entero se lo reconocerá y le estará eternamente agradecido. Quiera Dios que ninguno de sus asesores o ministros impida esta impostergable iniciativa. Amén.
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